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Cuba

Sobre el reemplazo de Raúl Castro como presidente de Cuba

abril 20, 2018

Esta semana, Miguel Díaz-Canel fue electo por la Asamblea Nacional de Cuba como presidente del país en reemplazo de Raúl Castro, con una votación unánime de los 604 diputados. Fue una votación casi protocolar: era el único postulado al cargo, respaldado por el Partido Comunista cubano en el que se asienta el poder real en el país.

Por: Alejandro Iturbe

Desde que el movimiento guerrillero liderado por Fidel Castro tomó el poder, el 1º de enero de 1959, Manuel Urrutia ocupó ese cargo por 6 meses y, luego Osvaldo Dorticos hasta 1976. Desde entonces, el presidente de Cuba siempre fue un Castro: primero Fidel y después, su hermano Raúl.

¿Quién es Miguel Díaz-Canel, figura desconocida internacionalmente e, incluso, poco conocida dentro de Cuba? Los datos concretos son: tiene 57 años, es ingeniero electrónico y padres de dos hijos de su primer matrimonio. Desarrolló toda su carrera política como cuadro del Partido Comunista cubano. Fue el principal dirigente de la juventud en su provincia natal (Villa Clara) y luego ascendió a primer secretario del PC provincial, en 1994. En 2003, fue designado para el mismo cargo en la provincia de Holguín, a la vez que era promovido para integrar el buró político nacional del partido, su máximo organismo de dirección. En 2009, se trasladó a La Habana para ocupar el cargo de ministro de Educación Superior y, en 2013, la Asamblea Nacional lo eligió vicepresidente del país.

Díaz-Canel pertenece a una generación de cuadros nacidos después de la revolución, algunos de los cuales vienen siendo preparados, desde hace muchos años (incluso décadas), para realizar el imprescindible e inevitable recambio generacional que exige el envejecimiento (y la muerte) de aquellos que intervinieron directamente en ella.

Otros posibles postulantes quedaron en el camino, como el ex ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Robaina, o Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, desplazados por el propio Fidel con acusaciones como “deslealtad” o “haber sido seducidos por las mieles del poder”. Los analistas consideran que Díaz-Canel acabó siendo elegido por la combinación entre su absoluta fidelidad a los Castro y el perfil bajo y austero con que se manejó hasta ahora.

Se considera que el poder real del que dispondrá Díaz-Canel, si bien no será totalmente formal, estará bastante restringido. Raúl Castro conserva la jefatura del PC cubano (por lo menos hasta 2021) y también una influencia hegemónica en el Ejército, otra de las instituciones centrales del régimen castrista. Además, su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, de 52 años, es el presidente de la Comisión de Defensa de Seguridad Nacional, organismo que centraliza todos los servicios de inteligencia.

¿De qué transición hablamos?

La mayoría de los medios occidentales definen el contexto de la situación cubana en que asume Díaz-Canel como una “transición” entre una economía “socialista” y una capitalista. Un proceso de transformación que hasta ahora estaría siendo llevado a cabo de modo lento y cuidadoso (visión esta que, con matices y diferenciaciones, comparte la mayoría de la izquierda mundial). En este enfoque de los medios y analistas del capitalismo, Díaz-Canel deberá ver cómo resuelve la contradicción entre la “modernización” (capitalista) y “las conquistas de la revolución”. Otra contradicción importante sería la existente entre un “desarrollo libre” (capitalista) de la economía y el cerrado régimen que construyeron los hermanos Castro.

No coincidimos con esta visión. Tal como señalamos en numerosos artículos publicados en esta página y en otras publicaciones de la LIT-CI, consideramos que el capitalismo fue restaurado en Cuba por el propio régimen de los Castro, desde la década de 1990.[1] Un proceso que fue aprovechado por varios países imperialistas europeos (especialmente España) y por Canadá, que fueron ganando un peso creciente en la economía de la Isla.

En ese marco, la familia Castro y los miembros del aparato más ligados a ellos se fueron transformando en una burguesía menor, asociada a esos negocios y desarrollando otros propios. Por ejemplo, la venta de la parte mayoritaria de las acciones de la histórica fábrica y la marca de ron “Havana Club” a la gran empresa francesa Pernod Ricard, por 50 millones de dólares. La familia Castro posee numerosas mansiones en el país, incluida la isla privada de Cayo Piedra, a la que acceden a través de un lujosísimo yate. Esos son datos de dominio público, pero la fortuna global de los Castro se estima es mucho mayor, distribuida y “escondida” por toda la Isla (posiblemente también en el extranjero).

Estos beneficios de la participación en los negocios se derraman hacia los altos cuadros del aparato del régimen y otros escalones menores. Especialmente, a través del control que el Ejército tiene del importante conglomerado de empresas estatales y que beneficia a los cuadros militares. Por ejemplo, la empresa Cimex, que administra construcciones, propiedades inmobiliarias y cadenas de comercios, o Medicuba, que comercializa medicamentos y servicios médicos.

El Estado obrero cubano ya no existe más. Como resultado de la restauración capitalista, las grandes conquistas obtenidas con la revolución (como los avances en salud, educación y alimentación) se han perdido o se están perdiendo. Viejas lacras que habían disminuido mucho, como la prostitución, resurgen de modo creciente. La desigualdad social y salarial y la pobreza se expanden cada vez más. Varias novelas del conocido escritor cubano Leonardo Padura reflejan esta realidad. Pero cualquiera que haya viajado a Cuba y salido del ámbito privilegiado y protegido de los hoteles de la cadena española Meliá pudo comprobar directamente esta degradación.

Por eso, cuando Raúl Castro habla de “defender las conquistas de la revolución” (y la prensa occidental se hace eco de esas palabras) no se refiere a la salud, la educación, etc., que, desde hace décadas, los gobiernos cubanos atacan y erosionan. Lo que dice, en realidad, es que quiere defender sus privilegios y los del aparato castrista. Miguel Díaz-Canel es el hombre elegido para ayudarlo en esa tarea y para mantenerla después de su muerte.

La política del imperialismo yanqui

Hemos visto que, hasta ahora, los grandes beneficiados de la restauración capitalista en Cuba han sido varios países imperialistas europeos y Canadá. Por el contrario, la burguesía imperialista estadounidense está perdiendo grandes “oportunidades de negocios” por las leyes votadas contra Cuba en la década de 1960, después de la revolución.

Obama buscó modificar esa situación: se reunió varias veces con Raúl Castro (una de ellas en su visita a la Isla), reanudó relaciones diplomáticas entre ambos países, y se comprometió a impulsar la anulación de las leyes que restringían el comercio bilateral e impedían las inversiones estadounidenses en Cuba. En su discurso, establecía las pautas de la relación: déjennos hacer buenos negocios aquí y no vamos a cuestionar el régimen castrista ni pedir una “apertura”.

Era una ruptura con los históricos reclamos de la burguesía cubana “gusana” radicada en Miami: restitución de los bienes expropiados por la revolución (como cuestión central) y derrocamiento del régimen de los Castro. Con esa política, Obama incluso dividió esa burguesía: en su viaje a Cuba lo acompañó Mark Rubio, senador republicano por Miami (de origen cubano).

Donald Trump está cambiando esta política de Obama y anunció que dará marcha atrás con los acuerdos que su antecesor, como presidente, estableció con Raúl Castro. Es muy posible que refleje la presión y sus conexiones con el ala más recalcitrante de los “gusanos”, junto con su necesidad de mostrar un perfil de “duro”. Pero, como en muchos otros temas, sus intenciones de “endurecer” su política chocan contra los procesos profundos de la realidad. Entonces, su política es oscilante y/o queda en una “media agua”. Así, es posible que no impulse la derogación de las leyes de la década de 1960 pero que, al mismo tiempo, haga la vista gorda con las inversiones estadounidenses que se dirijan a Cuba (tal vez camufladas como “canadienses” o “europeas”). Se sabe también que el FMI y el Banco Mundial otorgarán créditos a Cuba para “subsidiar la modernización” y que el gobierno de Trump no se opondrá ello.

Finalmente, sobre el régimen castrista

En uno de los materiales anteriores, al que ya nos hemos referido, analizamos el régimen construido por los Castro a lo largo de estas casi cinco décadas:

“Como hemos dicho, incluso en el período de existencia del Estado obrero cubano, los Castro y el PC cubano construyeron un régimen burocrático y represivo que impedía cualquier tipo de libertades democráticas para los trabajadores y las masas. Pero, durante todos esos años, ese régimen defendía las bases sociales del Estado obrero. Posteriormente, fue ese mismo régimen el que restauró el capitalismo en el país y quien está garantizando el proceso de penetración imperialista. Tal como ya hemos dicho, alrededor de la cúpula castrista se ha ido conformando una nueva burguesía asociada a las inversiones imperialistas. La conclusión entonces es que ahora el régimen de los hermanos Castro es una dictadura o gobierno totalitario en un país capitalista, al servicio de la colonización económica del país”.

¿Habrá alguna “apertura” (así sea “controlada”) de este régimen a partir de la asunción de Díaz-Canel? Todo indica que no, que la política de Raúl Castro y del aparato castrista es profundizar la penetración imperialista pero manteniendo el control absoluto de la vida y de la superestructura política del país.

Además, en diversos medios se han difundido dos videos de Díaz-Canel. En uno, en una reunión con activistas cubanos de derechos humanos, se dirige a ellos exigiéndoles que dejen sus actividades, en especial la difusión de sus reclamos por las redes. En el otro, en una reunión de cuadros del partido, plantea sus reservas sobre si el objetivo de Obama en las negociaciones con Raúl Castro no era “destruir la revolución”.

Hay un aspecto en que sí podría dar una moderada concesión: la ampliación del acceso a internet en el país (actualmente al alcance de cerca de 5% de los cubanos, de acuerdo con un informe de la ONU de 2016). Según Díaz-Canel: “Prohibirlo sería un engaño imposible, que no tiene ningún sentido”. En realidad, sus palabras parecen más una aceptación resignada de una tendencia objetiva que una concesión.

Los trabajadores y el pueblo cubano deben sí luchar por libertades democráticas y por sacarse de encima el régimen de los Castro. Pero esas libertades no vendrán de la mano del imperialismo que, en última instancia, prefiere por ahora operar a través del régimen de los Castro y negociar con él. Menos aún vendrán de la “gusanera” de Miami, expulsada con la revolución de 1959. Una lucha que debe estar íntimamente ligada a la construcción de un nuevo Estado obrero cubano y, con él, la recuperación de las conquistas que se perdieron o se están perdiendo. En esa tarea, el régimen castrista (Díaz-Canel incluido) es el enemigo inmediato a combatir.

Nota: Los datos de este artículo han sido tomados de: https://www.nytimes.com/es/2018/04/17/opinion-sabatini-cuba-castro-canel/?em_pos=small&emc=edit_bn_20180418&nl=boletin&nl_art=0&nlid=75245102emc%3Dedit_bn_20180418&ref=headline&te=1

http://subscriber.telegraph.co.uk/news/2018/04/15/will-cubas-next-president-whenraul-castro-steps/

www.diariodobrasil.org

https://www.lanacion.com.ar/2126694-la-dinastia-castro-con-futuro-asegurado-dentro-del-regimen  

[1] Ver, por ejemplo: https://litci.org/es/menu/mundo/latinoamerica/cuba/sobre-la-visita-de-obama-a-cuba/

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