¿Quién teme a la confrontación programática? Respuesta a SCR-IMT
En respuesta a un artículo de polémica con su programa (www.partitodialternativacomunista.org/politica/nazionale/a-proposito-della-dittatura-capitalista-di-cuba-polemica-con-SCR-imt), SCR (Sinistra Classe e Revolution, sección italiana de la IMT) nos respondió con un artículo de Francesco Giliani (www.marxismo.net/index.php/teoria-e-prassi/movimento-operaio-italiano/547-pdac-lit-navigazione-a-vista-elevata-a-sistema-2).
Por: Francesco Ricci
El método de confrontación utilizado por nuestros maestros
Lo que notamos a primera vista es la longitud del texto de SCR (más del doble que el nuestro). Nos pareció, en un principio, un buen augurio: demostración del empeño y estudio minucioso, del verdadero esfuerzo que debió hacer Giliani en el mes que nos separa de la publicación de nuestro artículo. Debemos reconocerle (esta fue nuestra primera idea) que dedicó las fiestas navideñas, mientras otros se atiborraban de embutidos y panetones, a la confrontación con nosotros.
No es poca cosa en una izquierda donde la polémica política se contesta con silencio público y con calumnias privadas o con chismes callejeros.
Desafortunadamente, a veces la primera impresión es la equivocada.
La lectura del texto revela, en efecto, que lo que falta en la respuesta de SCR es precisamente… una respuesta. Giliani habla de muchas cosas pero elude cada una de las críticas programáticas precisas que hemos hecho.
Por el momento preguntémonos: si no responde a las críticas que le hemos hecho al programa de la IMT-SCR, ¿de qué habla Giliani durante veinte páginas?
Al eludir la discusión sobre su programa para proponer una sobre el nuestro, decepciona a los lectores (empezando por los militantes del SCR) y hace algo abstractamente legítimo pero engañoso. Como si a las críticas por habernos excedido en las libaciones navideñas respondiéramos con una pregunta: ¿y tú cuánto comiste? Desafortunadamente, frente a la respuesta de la balanza, esta maniobra no funciona.
No se trata de un método nuevo: no es necesario haber leído a Cicerón o a Quintiliano para saber que en el arte milenario de la retórica se trata de una maniobra de distracción basada en la falacia del «argumentum ad personam» que consiste en no impugnar las afirmaciones del interlocutor sino al propio interlocutor. El error lógico radica en el hecho de que un argumento es verdadero o falso independientemente de los errores (verdaderos o supuestos) de quienes lo sostienen.
En otras palabras y para venir a nosotros: ¿es cierto o falso que SCR-IMT ha revisado la teoría marxista del Estado y, en consecuencia, su programa en relación con los gobiernos burgueses, como hemos escrito? Este debería ser el punto de partida de una respuesta, cualesquiera sean los errores o desviaciones del PDAC y la LIT.
Cabe añadir que Giliani aplica este antiquísimo artificio retórico, este sofisma, de forma refinada. Él no desvía la atención de nuestras críticas a su programa proponiendo discutir nuestro programa –cosa que estaríamos felices y dispuestos a hacer—. No, propone trasladar la discusión a viejos errores (presuntos o reales) de Moreno sin confrontar nuestro programa real y actual.
Para ejemplificar: sería como si Lenin en 1917 hubiera acusado a Trotsky de haberse puesto inicialmente del lado de los mencheviques en 1903 (cosa que le fue eternamente reprochada no por Lenin sino por Stalin). O como si Trotsky en 1917 hubiera acusado a Lenin y a los bolcheviques de haber apoyado la «dictadura democrática de los obreros y los campesinos» en lugar de la revolución permanente. Como ambos, explícita o implícitamente, habían cambiado de posición, el enfrentamiento se produjo sobre el programa que cada uno defendía en ese momento (y que, como es sabido, coincidía y fue el programa de la victoria de Octubre).
Por nuestra parte, en el artículo sobre SCR-IMT hemos indicado única y exclusivamente las posiciones actuales de esta organización, refiriéndose a viejas posiciones solo en la medida en que SCR-IMT no las ha superado, que sepamos, ni explícita ni implícitamente y que constituyen los fundamentos sobre los que se construye hoy. Porque esto es lo que interesa a quienes nos leen: el programa que las dos organizaciones reivindican hoy y sobre el que quieren construirse.
El resto es aquello que los británicos llaman red herring [arenques rojos], que los cazadores furtivos ingleses solían usar para llevar a los perros de punta de sus rivales hacia una pista falsa. Como se puede entender del ejemplo canino, es un método que muestra poca consideración de la capacidad del lector para no dejarse engañar.
Dogmatismo no rima con marxismo
Si bien tenemos una consideración mayor que SCR sobre nuestra inteligencia y la de los lectores de este polémico intercambio (en gran parte se supone que son militantes de los respectivos partidos), queremos oler los arenques rojos que Giliani puso delante de nuestras narices. Y no solo las olfatearemos sino que probaremos algunas. Obviamente, para luego volver, en la última parte de este texto, a los caminos correctos del debate programático.
Pero antes, unas pocas palabras sobre cómo concebimos la elaboración del programa marxista.
Como se dijo, Giliani sacrificó generosamente una parte de sus vacaciones navideñas para investigar sobre la historia de LIT y encontrar las pruebas de nuestras desviaciones y mostrar a los lectores como prueba del hecho que, habiéndonos equivocado mucho, ergo nuestras críticas a su programa no merecen una respuesta de fondo.
«Intentaremos volver a las raíces teóricas, el morenismo, de la gravísima desviación oportunista del PDAC y de la LIT-CI», anuncia Giliani antes de llevarnos de la mano en un larguísimo viaje que arranca ya en 1943.
Es decir, Giliani no partió de LIT (que se fundó en 1982) sino de cuarenta años antes, cuando estaba dando sus primeros pasos quien se convertiría, décadas después, en uno de los fundadores de LIT. En 1943 Nahuel Moreno tenía 19 años.
Sería interesante seguir a Giliani en esta historia de Moreno y los inicios de nuestra corriente porque Moreno fue uno de los pocos (quizás el único) entre los dirigentes del “movimiento trotskista”, o más bien las diversas organizaciones nacidas de la crisis de la Cuarta Internacional en la década de 1950, que siempre supo autocriticarse. A la supuesta infalibilidad de los distintos Cliffs, Lambert, Healy, Ted Grant, Alan Woods, etc., siempre ha contrapuesto una gran humildad. Se han equivocado, pensamos nosotros, Lenin y Trotsky (como dijimos anteriormente), cómo no iba a equivocarse un dirigente que, por importante que sea, nunca se ha considerado ni remotamente comparable a nuestros maestros.
Pero para discutir seriamente esta historia, sería necesario estudiar los textos y las elaboraciones de Moreno y de la LIT. En cambio, tenemos la impresión de que Giliani, para dar una respuesta «rápida» (que también lo ocupó durante casi un mes), se basó en uno de los muchos relatos sintéticos de los adversarios de la LIT.
Giliani parece no darse cuenta de que está mezclando una crítica de los errores reales que nuestra corriente ha cometido y luego ha superado (en algunos casos hace medio siglo), con errores que nos han sido atribuidos por nuestros adversarios pero que no encuentran correspondencia alguna en los hechos históricos. Todo mezclado con errores de fechas, atribuciones que se nos hacen de posiciones que tenían otras corrientes y a las que nos habíamos opuesto…
Si Giliani hubiera tenido la paciencia de leer aunque sea algunos números de la revista teórica de la LIT (Marxismo Vivo) o ver los actos públicos de los Congresos que realiza la LIT cada dos años o leer la revista teórica del PDAC (Trotskismo oggi) sabría, también, que desde hace unos años estamos inmersos en un trabajo de actualización programática en el que hemos criticado y abandonado o corregido varias posiciones políticas y tácticas de nuestra corriente. Para hacer una lista sumaria: sobre la actitud ante los frentes electorales, sobre la intervención relativa a la doble opresión (que, mirando nuestra historia de hace décadas, parece hoy insuficiente), sobre la interpretación de la Primera Internacional como “partido único” de la clase obrera, sobre la correcta relación entre propaganda y agitación…
En la elaboración programática seguimos de hecho el ejemplo de nuestros maestros, de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, que no consideraban el marxismo «un dogma» sino una guía para la acción. Una guía que necesita actualizaciones continuas correspondientes con la cambiante realidad: obviamente (aquí radica la diferencia con el revisionismo) a partir del reconocimiento de la vigencia de los pilares programáticos del marxismo: el programa de la dictadura del proletariado, la independencia de clase de la burguesía y sus gobiernos, la construcción del partido de vanguardia. Esos son precisamente los pilares que, como demostramos en nuestro artículo anterior, SCR-IMT abandonó y sobre los que propusimos un debate que Giliani ha eludido.
Degustando los arenques rojos: guerra de guerrillas
Hecha esta importante premisa metodológica, acerquémonos al plato de arenques rojos que nos ofrece Giliani para confundir el olfato de quien lee.
Comencemos con lo que Giliani define como «la desviación foquista: Moreno contra Trotsky».
Este tema es interesante porque tenemos una verificación de cómo Giliani intenta escapar de la confrontación programática.
Giliani cita algunos textos escritos por Moreno y nuestra corriente en el período inmediatamente posterior a la revolución cubana de 1959, para demostrar que habríamos capitulado a la guerrilla. Se trata de una verdad a medias (que, como todas las verdades por la mitad, es una falsedad completa). Efectivamente, Nahuel Moreno expresó grandes elogios a Fidel Castro: aquí está la verdad a medias. Giliani olvida mencionar que todas las organizaciones que se reclamaban del trotskismo celebraron aquella revolución que, efectivamente, entusiasmó a los revolucionarios de todo el mundo por el hecho histórico de haber expropiado por primera vez al capitalismo en América Latina, construyendo un Estado obrero. También olvida decir que, mientras todas las demás corrientes mantuvieron ese juicio precipitado incluso en las décadas siguientes, nuestra corriente criticó desde el inicio la teoría del «foco guerrillero» y, más en general, poco después también corrigió la apreciación sobre esa dirección pequeñoburguesa.
El lector interesado puede leer el texto: Dos métodos frente a la revolución latinoamericana(1). Es un texto de 1964 (¡nótese el año!): en este período, mientras todo el trotskismo sufría de hecho una «intoxicación guerrillera», Moreno escribe una crítica al «guerrillerismo» desde un punto de vista marxista. Los «dos métodos» opuestos a los que se refiere el título son precisamente la guerrilla y la construcción del partido marxista de vanguardia con influencia de masas. Si bien le reconoce a Guevara y a la dirección cubana de principios de la década de 1960 una diferencia con la burocracia de Moscú, Moreno explica por qué sin un cambio de rumbo estratégico, que abarque el programa de la revolución permanente, el proceso cubano estará condenado a la derrota.
Pero Giliani se olvida de mencionar esta posición nuestra y (ahora viene la media falsedad) e incluso nos atribuye en aquella época un «enfoque mazziniano típico de la era del resurgimiento sobre ‘golpes de mano'». Ahora bien, dado que no nos queda claro qué tiene que ver la referencia a Mazzini en todo esto (a lo sumo, si quería atribuirnos la lógica de los «golpes de mano», exhibiendo sus competencias como historiador, hubiera sido más adecuado hablar de Blanqui), ¿por qué Giliani nos atribuye una posición a la que en realidad nos hemos opuesto?
¿Por qué Giliani no se refiere a las Tesis sobre la guerrilla elaboradas por Moreno en 1973 (cuando la teoría guerrillera diezmaba toda una generación de revolucionarios), que constituyen, hasta donde sabemos, la crítica más despiadada al guerrillerismo, aun cuando la mayoría de las organizaciones incluso de origen trotskista capitulan ante ella? Citamos de ese texto: «El surgimiento de direcciones pequeñoburguesas independientes del estalinismo, que han protagonizado revoluciones victoriosas, como en su tiempo el castrismo y ahora el sandinismo, nos puede llevar al error de creer que estas direcciones están unidas por una estrategia común (…). Sería un grave error (…). A la larga es inevitable que traicionen la revolución en algún punto del proceso revolucionario, por esa profunda razón de clase: porque son direcciones pequeñoburguesas»(2).
Pero estos «olvidos» sirven a Giliani para esconder que no en 1962 sino en 2022 (¡sesenta años después!) la IMT elogia a Raúl Castro que, entretanto, de líder guerrillero se ha convertido en uno de los miembros más ricos de la nueva burguesía cubana. En estos sesenta años (a los cuales Giliani no presta atención) la dirección castrista ha pasado de ser centrista a ser burguesa. Un detalle grande (grosso modo) como la pirámide de Keops.
Pero sigamos leyendo, pasando por encima de varios errores de reconstrucción histórica, solo para citar un par (pero hay otros): Giliani habla de una confluencia de nuestra corriente con el Secretariado Unificado en 1963, si bien ocurre después de un año de intensa polémica, en 1964; o ubica la fundación de la LIT en 1981 (es en 1982). Detalles, se puede decir, pero que dan idea de cómo sería mejor, antes de escribir una historia que se desconoce, profundizar en el estudio…
Pero continuemos con otra degustación de arenque rojo.
El arenque más grande: la guerra de las Malvinas
«El frente único… ¡pero con la dictadura militar!», grita uno de los titulares de la reconstrucción «histórica» de Giliani. ¡Francamente! ¿A qué se refiere?
¿Qué justifica ese título sensacionalista que alude a cierto acuerdo nuestro con los generales que hacían desaparecer a los militantes de izquierda arrojándolos al océano? Es lo más destacado (por así decirlo) de todo el artículo. Y nos permite (agradecemos a Giliani) volver, alargando un poco el camino, al tema central del Estado.
Giliani aborda la cuestión de la dictadura argentina con cierta cautela, sabiendo que nuestro partido estuvo entre aquellos que tuvieron mayor número de víctimas: compañeros y compañeras, muchos aún muy jóvenes, secuestrados por militares, torturados y violados en la Esma, la infame estructura utilizada para este propósito.
Giliani nos recuerda al dickensiano Huriah Heep, que empezaba haciendo unos falsos cumplidos; luego, obsequiosamente, humildemente, sin dejar de sonreír y de frotarse las manos, añadía una vaga alusión; finalmente, caminando encorvado y pegado a las paredes, sin mirar nunca al interlocutor a los ojos, lanzaba la frase pérfida que se había reservado. Heep hace esto por todo el David Copperfield, hasta que después de mil páginas, en el catártico final de ese espléndido romance, Mr. Micawber, para gran satisfacción del lector, agarra a Heep y su falsa humildad con reglazos en sus dedos.
Giliani comienza rindiendo homenaje a nuestros compañeros asesinados por el régimen. Luego, todavía sonriendo y frotándose las manos, alude imprecisamente a nuestra «adaptación a la dictadura».
Primer jadeo. Realmente hace falta el gélido cinismo de un Huriah Heep para hablar de una «adaptación a la dictadura» de nuestro partido argentino, que fue uno de los principales protagonistas de la heroica resistencia a la junta militar, que actuó en la clandestinidad, y tuvo más de 250 compañeros detenidos y torturados.
Está claro que haber perdido compañeros no exime siquiera de las duras críticas. Pero… ¡¿»adaptación a la dictadura»?! ¿Giliani sabe por qué más de 100 (cien) de nuestros compañeros fueron asesinados y desaparecidos después de arrestos y torturas? ¿Fue porque se habían adaptado a la dictadura?
Pero, ante la ausencia del señor Micawber y su providencial regla, seguimos leyendo y aquí, sin levantar la vista, Giliani suelta otra frase al más puro estilo Heep: cuando estalló la guerra de las Malvinas, Moreno «pensó que había llegado la hora de un Frente Único Antiimperialista (FUA) con la dictadura de Galtieri».
Otro salto en la silla. Intentemos ordenar.
En primer lugar, es necesario informar a Giliani que el «Frente Único Antiimperialista» fue, sin su conocimiento, una elaboración de la Tercera Internacional.
Fue el IV Congreso (1922) de la Tercera Internacional el que formuló la política del Frente Único Antiimperialista (FUA). Se trataba de una propuesta de frente entre el proletariado y la burguesía nacional de los países coloniales o semicoloniales, aunque se subrayaba la necesidad de una autonomía política y organizativa del movimiento obrero dentro de este frente. Se trataba, objetivamente, de una política semietapista, que suponía la renuncia, en una primera etapa, a la plena independencia de la burguesía nacional. Esta política reflejaba un retraso en la generalización mundial de la teoría de la revolución permanente aplicada por los bolcheviques en la Revolución de Octubre. Trotsky corregirá esta posición tras la experiencia de la revolución china de 1927, donde Stalin, elevando a principio ese error teórico de la Internacional, obliga al Partido Comunista chino a disciplinarse al partido burgués Kuomintang de Chiang Kai-shek e incluso a disolverse en él, presentando a la burguesía nacional (o uno de sus sectores) como «progresista». Lo que condujo a la derrota de la revolución y la masacre de las comunas de Shanghái y Cantón. Esa trágica derrota llevó a Trotsky (que solo había criticado indirectamente el error del FUA en 1922)(3) a extender las enseñanzas de la revolución permanente aplicadas en el Octubre a todos los países dependientes, afirmando que en China y en los países dependientes solo una dictadura del proletariado podía garantizar el cumplimiento de las propias tareas democráticas.
Según Giliani, Moreno habría apoyado en 1982 un «frente único antiimperialista» con la burguesía argentina y, por ende, con la dictadura.
Ahora bien, cualquiera que se haya dedicado aunque sea unas pocas horas al estudio de la historia de los debates en el llamado «movimiento trotskista» sabe que Moreno fue uno de los más feroces críticos sobre un «regreso al FUA». Sobre este tema escribió algunos de sus textos más importantes y conocidos, por ejemplo la polémica con la corriente francesa dirigida por Pierre Lambert.
Pero, para limitarnos a los últimos veinte años, toda la elaboración de la LIT contiene infinitas críticas a quienes se han propuesto volver a esa vieja elaboración equivocada de la Tercera Internacional. Para averiguarlo, no es necesario hurgar en los canastos o echar un vistazo a los boletines internos del PDAC (que menciona Giliani…): basta con leer nuestras publicaciones.
Pero la confusión de Giliani no se limita a la historia de la Tercera Internacional o a la historia de los debates de las últimas décadas. Continuando la lectura descubrimos que Giliani confunde la política del FUA con el frente militar con un país agredido por el imperialismo. Demostrando así que no conoce no solo las elaboraciones de la LIT (que al fin y al cabo pueden parecer secundarias) sino que ni siquiera conoce las de Trotsky.
¿No es eso un problema para alguien que, como él mismo anuncia en su texto, se propone enseñarnos sobre “el abc del marxismo”?
Giliani muestra poco interés por la historia del movimiento obrero porque su interés está dirigido a poner el grito en el cielo por nuestra «adaptación» a la sangrienta dictadura argentina. Así que tratemos de recordar los hechos históricos.
En 1982, en la guerra entre el imperialismo británico y la Argentina por el control de las Islas Malvinas, el partido argentino se posicionó militarmente con el país dependiente (Argentina) contra el imperialismo, reivindicando el armamento popular para enfrentar la agresión imperialista y así preparar, en la más completa independencia política de la burguesía nacional, el derrocamiento de la dictadura.
¿Dónde habríamos faltado al «abc del marxismo»? Tenemos aquí un interesante ensayo de la escuela de marxismo de Giliani. Veamos.
Moreno, explica Giliani, no entendió que “era la dictadura militar, con 30.000 muertos asesinados sobre sus espaldas, la que atacó al Imperio británico”.
En esta sola frase está contenida la esencia de lo que Giliani entendió de la teoría marxista sobre la guerra en general y de la teoría leninista del imperialismo en particular.
Para Lenin, en una guerra entre un país imperialista (en este caso Gran Bretaña) y un país dependiente (en este caso Argentina), el agresor no es el que ataca e inicia la guerra sino siempre y únicamente el país imperialista.
A modo de ejemplo, leamos lo que escribió Lenin, un maestro más fiable de los fundamentos del marxismo: «Por ejemplo, si mañana Marruecos declara la guerra a Francia, India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etc., estas serían guerras «justas», guerras «defensivas», independientemente de quien haya atacado primero, y todo socialista se solidarizaría con la victoria de los Estados oprimidos, sometidos y privados de derechos, contra las «grandes» potencias esclavistas que oprimen y saquean».
La cita está tomada de El socialismo y la guerra (1915)(4), uno de los textos fundamentales con los que Lenin condujo la batalla contra el «socialchovinismo» de los partidos de la Segunda Internacional que capitularon cada uno ante su propio imperialismo en la Primera Guerra Mundial.
Trotsky (no habiendo estudiado con el mismo «abecedario» que Giliani) apoyó innumerables veces esta misma posición elemental del marxismo y agregó, hablando de una posible guerra entre la Gran Bretaña imperialista y el Brasil de la época –en el que estaba el semifascista Getúlio Vargas (quien en la época colaboraba con Hitler y masacraba a los comunistas): «en este caso yo estaré del lado del Brasil «fascista» contra la Inglaterra «democrática»». Esto porque una eventual victoria del dictador brasileño «daría un poderoso impulso a la conciencia democrática y nacional del país y conduciría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. La derrota de Inglaterra sería simultáneamente un golpe al imperialismo británico y estimularía el movimiento revolucionario del proletariado inglés»(5).
La misma política fue sostenida por Trotsky en el conflicto chino-japonés de 1937. Y, obviamente, no porque fueran los japoneses los que atacaban sino porque los marxistas están siempre en el campo militar –ciertamente no en el político— del país dependiente contra el imperialista, cualquier sea el régimen del país dependiente. En China, en la época en que estaba el gobierno del general Chiang Kai-shek, quien en masacres de comunistas no estaba detrás de los generales argentinos de los años setenta, y al que llamó «el verdugo de la revolución china», Trotsky proponía a los comunistas hacer «un bloqueo militar» contra Japón para luego preparar el derrocamiento político del régimen chino.
En el texto La guerra y la Cuarta Internacional (1934) Trotsky escribe: «Nuestra actitud hacia la guerra está determinada no por la fórmula jurídica abstracta de “agresión”, sino por la evaluación de qué clase dirige la guerra y con qué fin. En un conflicto entre Estados, al igual que en la lucha de clases, la defensa y «agresión» son solo cuestiones prácticas y no normas éticas o jurídicas»(6).
Por alguna razón, al leer la respuesta de Giliani, no podemos dejar de pensar en cómo el viejo Marx, que no soportaba a los que daban lecciones sobre temas que no habían estudiado, un día apostrofó a Weitling (dirigente de la Liga de los Justos): «la ignorancia no es una virtud para un revolucionario». Santas palabras.
Pero eso no es todo. Después de habernos dado una muestra de cuánto ha estudiado y entendido de ese famoso «abc del marxismo» que gustaría generosamente enseñar a otros, descubrimos que Giliani ni siquiera conoce las posiciones de su Internacional.
En uno de los textos elaborados por Ted Grant (principal dirigente de la corriente que luego dio origen a la IMT) sobre la guerra de las Malvinas descubrimos que el propio Grant comienza precisando que el criterio marxista frente a las guerras no tiene nada que ver con quien ataca primero. Desgraciadamente, tras esta acertada afirmación que, lamentablemente, no cabe en el abecedario de su discípulo Giliani, Grant propone otro criterio que también aparece bastante distante del abecedario de Lenin (lo que quizá sea más preocupante).
Según Grant, en la guerra de las Malvinas no se debía tomar partido en el campo militar argentino porque Argentina no era un país colonial sino… «capitalista».
Ahora bien, Lenin ya había explicado en su famoso texto sobre el imperialismo que la distinción que se debe hacer es entre países imperialistas y países dependientes, poniendo en esta última categoría no solo las colonias y las semicolonias sino todos los países oprimidos por el imperialismo(7).
Pero dejemos de lado por un momento esta distinción, aunque sea fundamental. En el mismo texto, Grant plantea esta perspectiva: «Exigimos elecciones generales ahora, como una forma de derrocar a los tories y restaurar el Partido Laborista en el poder con un programa socialista. (…) Si es necesario, los trabajadores británicos y los marxistas estarán dispuestos a hacer una guerra contra el gobierno argentino, para ayudar a los trabajadores argentinos a tomar el poder en sus propias manos. Pero solo una Gran Bretaña socialista y democrática tendría las manos limpias»(8).
Esta fue la posición de la organización internacional que hoy se llama IMT. Una organización que tuvo y tiene su centro en Gran Bretaña, una de las principales potencias imperialistas de la época y que, según la conocida enseñanza de Karl Liebknecht, debería reconocer «al principal enemigo» en su propio imperialismo.
En cambio, según la IMT-SCR de la época se trataba de cambiar –con elecciones periódicas– el gobierno conservador de la Thatcher por un gobierno laborista, en el reino de Gran Bretaña; para luego apoyar a este gobierno (burgués) «de izquierda» en la defensa de la posesión de las Malvinas, parte del territorio nacional argentino ocupado por las tropas de Su Majestad Guillermo IV en 1833.
Si bien queremos pasar por alto la posición de Grant de un derrotismo bilateral frente no a dos imperialismos (como sostenía Lenin) sino a una guerra entre una de las principales potencias imperialistas del mundo y la Argentina, un país oprimido, vale la pena señalar que en el caso del derrotismo bilateral para Lenin esto implicaba en cada país «transformar la guerra en guerra civil», es decir, en agitación por el derrocamiento de su propio gobierno. Un poco diferente de transformar la guerra… en elecciones… para «llevar al poder» (sic) a los laboristas.
Y aquí nos detenemos, se podría decir, por caridad a la patria…
Un poco de arenque sobrante en el plato
Como decíamos: acordamos no solo oler sino también saborear los arenques rojos [la pista falsa] con que Giliani quisiera alejarnos de la esencia de la confrontación programática. Somos personas bien educadas que no rechazan la comida en la casa de un huésped. Pero no podemos forzar nuestras buenas maneras (y la paciencia del lector) para pedir un bis a este pescado que, francamente, no parece fresco del día.
Ha llegado el momento de levantarse de la mesa generosamente dispuesta por Giliani. Debemos (se lo debemos a los lectores, más que a Giliani) volver al punto real de la discusión.
Pero volver a una verdadera discusión programática implica evitar dar respuesta a por lo menos una treintena de temas que Giliani ha difundido para convencer al lector, a partir de sus profundos estudios históricos (muy profundos, como hemos visto), de la degeneración de la LIT. Y, entonces, a costa de aburrir al ya saciado lector, hagamos un breve repaso sobre algunos arenques sobrantes en el plato, con la intención de volver a degustarlos con la atención que se merecen en un próximo artículo.
En una lista, aunque incompleta, además de una «adaptación» a los torturadores argentinos nos encontramos acusados de:
- una supuesta «teoría etapista de la revolución». Ya hemos respondido parcialmente a propósito de la Argentina. Bastaría ver cómo la implementamos en la revolución de 1979 en Nicaragua: aquí la LIT (o más bien la organización que la precedió) envió una brigada internacional (Brigada Simón Bolívar) que participó del derrocamiento de la dictadura de Somoza. Para luego oponerse al gobierno burgués sandinista y continuar la revolución para construir una federación socialista de Centroamérica. Precisamente por el intento de construir un partido revolucionario (que no existía en Nicaragua) en medio del proceso para contraponerse a la política de colaboración de clase de los sandinistas, nuestros compañeros fueron expulsados de Nicaragua y entregados a la policía panameña que los torturó. Esta sola historia, muy conocida en América Latina, bastaría para probar la falsedad de nuestra presunta teoría de la revolución por etapas,
- el abandono de la centralidad de la clase obrera, otro generoso cargo que nos hace Giliani. Sobre esto hubiera sido suficiente que Giliani se documentara: el último Congreso de la LIT discutió, como uno de los textos principales, la reafirmación de la centralidad de la clase obrera, que nunca hemos abandonado. Además, la historia de nuestras principales secciones y de sus raíces en la clase obrera podría ser suficiente para cerrar la discusión,
- finalmente, habríamos apoyado «las contrarrevoluciones de 1989-1991 que abrieron el camino a la restauración del capitalismo».
Desafortunadamente Giliani también se confunde aquí, evidentemente no habiendo leído nuestros textos. La posición de la LIT (que obviamente uno puede estar en desacuerdo) es que la restauración del capitalismo en los países del Este europeo tuvo lugar a partir de mediados de la década de 1980, por lo que las manifestaciones de masas que derrocaron a los regímenes reaccionarios en 1989-1991 fueron en este sentido progresistas, aunque hayan llegado tarde para impedir la restauración del capitalismo. Esta restauración fue producto (como había previsto Trotsky) de la conversión de la burocracia estalinista en una nueva burguesía, no de las movilizaciones de masas.
Y, de nuevo, habría que dejar atrás en esta primera respuesta otros temas desparramados sobre la mesa: Siria, Ucrania (de la reconstrucción de Giliani supimos que habíamos apoyado a “las bandas fascistas”), etcétera. Una larga lista de acusaciones: a simple vista parece que solo falta la que en su momento fue dirigida a Lenin de haber conspirado con el Káiser (pero sin duda debe ser un descuido).
Para quienes deseen verificar nuestras posiciones reales sobre estos temas, remitimos a los múltiples artículos publicados en el sitio web www.alternativacomunista.org
Infantilismo y dimensiones
En varias partes de la respuesta de SCR resuena un argumento que, según los compañeros que después de haber conocido a SCR dialogaron con nosotros, es utilizado frecuentemente por los dirigentes de SCR para eludir la confrontación programática y de méritos: “el PDAC es pequeño”.
En su texto, Giliani informa que «las fuerzas reunidas inicialmente por el PDAC no han hecho más que reducirse, también debido a una serie de divisiones y conflictos internos».
Por el contrario, SCR «se sitúa, por cantidad y calidad, por encima del trabajo realizado por cualquier otra organización».
¡Nada menos!
¿Y por qué SCR se digna a respondernos a pesar de nuestro pequeño tamaño?
Aquí viene de nuevo Giliani en el papel de Mr. Heep (lamentablemente Mr. Micawber con su regla aún no ha llegado…), quien, con una sonrisa meliflua, se encarga de explicarnos que se trata de «una excepción» para ayudarnos a salir de una situación de «frustración y desorientación», todo ello «inspirado en motivaciones sinceras». En definitiva, se nos proporciona una especie de asesoramiento psicológico (el histórico deja mucho que desear).
Al pasar de la psicología al leninismo nosotros, a diferencia de SCR, no pretendemos colocarnos «por encima de cualquier otra organización». Somos de los que, con Lenin, pensamos que no es un problema de tamaño porque en un partido de vanguardia un militante vale por 100.
Para que no quede ninguna duda: no creemos haber construido ya ese partido de vanguardia con influencia de masas que lamentablemente falta, en nivel internacional, hace más de un siglo. Como tampoco ocultamos que la LIT ha pasado por esos procesos de escisión (así como de nuevas incorporaciones) que recuerda Giliani. ¿No es este el camino difícil de recorrer para construir el partido?
Y luego apreciamos las «motivaciones sinceras» (palabras suyas) con las que Giliani recuerda nuestras rupturas. Pero, ¿adónde quiere arribar? ¿No nace la IMT de una escisión con la mayoría de su sección más grande en Inglaterra? ¿Y no es cierto que en la última década ha sufrido importantes escisiones en España, Venezuela, México, Colombia, Suecia, Polonia, Irán, Pakistán (la lista debe estar incompleta)?
¿De esto quiere hablar Giliani? ¿Y qué diablos tiene que ver con la confrontación programática?
Pensamos que el PDAC y la LIT son organizaciones pequeñas, aunque el PSTU brasileño sea, por reconocimiento general, uno de los principales partidos trotskistas del mundo. Pero esto ya dice mucho de lo lejos que estamos todavía de resolver esa famosa «crisis de dirección del proletariado» que equivale, en palabras de Trotsky, a la «crisis de la humanidad».
Por nuestra parte, si criticamos a SCR-IMT no es por su pequeño tamaño sino por el programa semirreformista que encubre con el nombre de “trotskismo”, creando un malentendido entre los jóvenes que precisamente van en busca del trotskismo sin comillas.
Habiendo diagnosticado la comparación obsesiva de dimensiones como una enfermedad infantil, podemos volver al programa.
Esto es Rodas y aquí tienes que saltar
Hemos seguido pacientemente a Giliani por el laberinto de temas, acusaciones, fantasiosas reconstrucciones históricas, de modo que no se lamente porque no nos hemos tomado en serio el texto que le costó las vacaciones.
Sin embargo, hay que añadir, llegados a este punto, que nos parece una forma poco respetuosa de debatir, no tanto con el PDAC sino con los lectores y, en primer lugar, con los propios militantes del SCR a los que tal vez les hubiera interesado una respuesta de su organización sobre el fondo de nuestras críticas programáticas, más que un relato de las presentas fechorías de Nahuel Moreno desde quinto grado en adelante.
Por eso nos gustaría volver a los puntos reales de la discusión. No estamos hablando de puntos que hayamos elegido arbitrariamente ni de lo que ha hecho IMT o SCR sobre tal o cual tema elegido al azar. Se trata de los pilares programáticos de un partido que pretende llamarse marxista: la dictadura del proletariado, la relación entre el Estado y la Revolución, y la cuestión del partido de vanguardia.
Es desde esta perspectiva que nos hemos propuesto discutir la posición de la IMT-SCR sobre Cuba.
En este punto como en los demás (en particular sobre Venezuela) Giliani, en cambio, se desliza, repitiendo el mismo esquema: primero acusa a la LIT de lo que se le pase por la cabeza en ese momento, luego arma un gran alboroto, nos atribuye posiciones bizarras sin pruebas y demostrando muchas veces que no conoce nuestras posiciones (a veces ni siquiera las de Ted Grant, que fue el principal dirigente de su Internacional), finalmente, tras un largo giro de distracción, responde a nuestras críticas argumentadas diciendo que son calumnias o citas extrapoladas.
Tomemos el tema de Cuba por ejemplo. Para no responder a nuestros argumentos, Giliani inmediatamente comienza definiendo nuestra posición como «capitulación ante las fuerzas proimperialistas». La acusación se basa en un silogismo bastante crudo: fuerzas proimperialistas también participaron en las manifestaciones contra el régimen; la LIT (que no tiene partidos en Cuba) apoyó las movilizaciones; por lo tanto, la LIT capitula al imperialismo.
Diez décimas de la parte sobre Cuba de su texto Giliani, en lugar de explicar la posición de la IMT, las dedica a hablar de nuestra capitulación al imperialismo (con todo, parece que en Cuba lo hicimos mejor que en Ucrania, donde capitulamos incluso a los fascistas…).
Ahora, bastaría una mirada a los títulos de nuestras declaraciones para ver que nos hemos demarcado claramente de cualquier injerencia imperialista. En nuestro artículo anterior presentamos nuestra posición en detalle. Ahora, sin querer participar más en el juego de los cuatro cantones, le preguntamos a Giliani: ¿por qué no nos explica mejor con qué criterios la IMT define a Cuba como un Estado obrero? ¿Es cierto o no, como hemos escrito, que estos no son los criterios utilizados por Trotsky? Y, de nuevo: incluso si el capitalismo aún no se hubiera restaurado en Cuba, como usted argumenta, ¿por qué la IMT no avanza en un programa de revolución política, como lo hizo Trotsky frente a los Estados obreros burocratizados?
O, pasando al tema del partido: argumentamos que la IMT-SCR teoriza en los hechos el entrismo permanente en los partidos reformistas, mientras para Trotsky este no podía ser el método permanente. También hemos informado los argumentos teóricos con los que Grant sostenía esta posición. Pero si se necesitaran pruebas, bastaría con pedirle a Giliani que nos dijera cuántos años ha pasado fuera del Partido Laborista (que además es un partido burgués, mientras Trotsky sostenía la posibilidad del entrismo en partidos obreros) la sección principal de la IMT y su dirigente, Alan Woods. La respuesta es simple: ni siquiera un día en los últimos ochenta años.
Pero Giliani no está interesado en defender la posición de la IMT y eventualmente discutirla. Prefiere atribuirnos un supuesto rechazo absoluto a las tácticas entristas y luego preguntarnos: ¿por qué estuvieron 15 años en Refundación [Comunista]?
Y por ahí va. Todo el texto está confeccionado de esta manera.
Por eso da como resultado una «respuesta» débil, que no responde bien a nada. También se puede repetir diez veces que capitulamos a esto y aquello: pero aunque fuera cierto, ¿por qué no responder de fondo a las cuestiones que los maestros a los que ambos nos referimos han considerado fundamentales para orientar las acciones de los marxistas?
Sobre todo, en un texto de casi 70 mil caracteres en los que encontró la manera de describir en detalle los errores, debilidades, crímenes de la PDAC, la historia de Moreno desde que vestía pantalones cortos, y enumerar otros cincuenta temas (muchos de los cuales no conoce), ¿ por qué Giliani no ha encontrado la manera de dedicar al menos diez renglones para responder a las precisas observaciones programáticas que hicimos sobre la concepción de la IMT-SCR en relación con la cuestión crucial del Estado y de la revolución, la relación de los revolucionarios con los gobiernos burgueses?
¿De verdad cree que los que se dedican a leer este intercambio no se darán cuenta de que toda su «respuesta» es solo una larguísima distracción?, ¿un plato grande de arenque rojo?
Como le gustaba repetir a Marx a aquellos que astutamente intentaban postergar (este no es un método nuevo): Hic rhodus, hic salta(9). Esto es Rodas y aquí debes saltar, compañero Giliani.
Notas:
(1) N. Moreno, Dos métodos frente a la revolución latinoamericana. En:
www.marxists.org/espanol/moreno/obras/05_nm.htm
(2) N. Moreno, Tesis sobre el Guerrillerismo. En:
www.marxists.org/espanol/moreno/guerriller/tsg_2.htm
La traducción del español es nuestra.
(3) El Frente Único Antiimperialista (FUA) fue elaborado en el IV Congreso de la Internacional Comunista (IC).
Los principales documentos de los congresos de la IC se pueden encontrar en italiano en la colección editada por A. Agosti, La Terza Internazionale. Historia documental, Editori Riuniti, 1974, en 6 volúmenes. Para la parte que aquí nos interesa, véase en particular el segundo volumen. Más recientemente, John Riddell ha publicado colecciones que incluyen debates del Congreso. Sobre el IV Congreso ver: Hacia el frente único. Actas del Cuarto Congreso de la Internacional Comunista, 1922, Haymarket Books, 2012.
Un útil estudio en profundidad sobre el tema se encuentra en P. Casciola, Trotsky y la lucha de los pueblos coloniales, www.aptresso.org/www.aptresso.org/studi-e-ricerche-n-18-aprile-1990.html
En cuanto a la crítica de Moreno al FUA, ver su polémica con la OCI de Pierre Lambert: La traición de la OCI, www.nahuelmoreno.org/escritos/la-traicion-de-la-oci-1982.pdf
En las Tesis de la LIT sobre la cuestión nacional afirmamos: «Las Tesis de Oriente con su política frentepopulista del FUA con las burguesías nacionales fueron un error, luego acentuado por el estalinismo tras la muerte de Lenin en relación con la revolución china». Y, otra vez: «El FUA se presentó como la versión colonial del frente único propuesto para los países capitalistas occidentales. Pero, en realidad, no tenían nada que ver con eso: uno era un bloque proletario, de clase, contra la ofensiva capitalista; el otro un bloque frentepopulista con la burguesía colonial, a partir de una concepción etapista de la revolución. Trotsky no intervino (ni siquiera Lenin) en el debate sobre la cuestión nacional y colonial en el IV Congreso (…)». El texto será publicado próximamente en la revista teórica de la LIT, Marxismo Vivo.
(4) V.I. Lenin, Il socialismo e la guerra (1915). En:
www.marxists.org/italiano/lenin/1915/soc-guer/index.htm
(5) L. Trotsky. Matteo Fossa, «Uma entrevista com Leon Trotsky» (1938). En:
www.marxists.org/portugues/trotsky/1938/09/23.htm
La traducción del portugués es nuestra.
(6) L. Trotsky, «La guerra e la Quarta Internazionale» (1934). Una traducción al italiano se puede leer en el n. 1 de Trotskismo oggi, la revista teórica del PdAC. En: www.partitodialternativacomunista.org/download/category/4-trotskismo-oggi-scaricabile
(7) V.I. Lenin, L’imperialismo, fase suprema del capitalismo (1916). En:
www.marxists.org/italiano/lenin/1916/imperialismo/index.htm
En esta obra fundamental Lenin escribe: «Esta época se caracteriza no solo por los dos grupos fundamentales de países, es decir, países poseedores de colonias y colonias, sino también por las más variadas formas de países esclavizados que son formalmente independientes desde el punto de vista político, pero que en realidad están envueltos en una red de dependencia financiera y diplomática» (ver capítulo 6).
(8) T. Grant, «The Falklands Crisis – A Socialist Answer». En:www.marxists.org/archive/grant/1982/05/falklands.htm
La traducción del inglés es nuestra.
(9) Hic rhodus, hic salta. Esto es Rodas y aquí tienes que saltar. Es decir: no te andes con rodeos, prueba tus afirmaciones aquí y ahora. La frase está contenida en una fábula de Esopo: frente a un fanfarrón que se jactaba de haber saltado el Coloso de Rodas, citando testigos ausentes, uno de los transeúntes lo retó a repetir esa hazaña allí frente a ellos. El dicho fue retomado por Hegel en Filosofía del derecho («¡Hier Rose, hier tanze!» [«Aquí está la rosa, aquí bailas») y luego por Marx, en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 21/1/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.