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Presupuesto 2025: receta habitual para los trabajadores

diciembre 7, 2024

Por Alberto Madoglio

«A la luz de los nuevos datos, a falta de una aceleración significativa de la actividad económica en la última parte de este año, el crecimiento del producto [PIB] previsto en el Plan Presupuestario Estructural para el bienio 2024-2025 parece más difícil de conseguir». Esta declaración la hizo el 5 de noviembre Andrea Brandolini, jefe adjunto del Departamento de Economía y Estadística del Banco de Italia, durante su audición en las comisiones presupuestarias de la Cámara y del Senado que tenía como tema la maniobra financiera propuesta por el gobierno. Podría servirnos de resumen para nuestro artículo sobre el tema, que, por lo tanto, terminaría aquí. Sin embargo, creemos útil decir algunas palabras al respecto, analizando también el panorama general del estado de la economía nacional e internacional, según las noticias que han llegado en los últimos días.

Un panorama macroeconómico que es todo, menos color de rosa

Según la OCDE, la economía mundial crecerá poco más de 3% anual en 2024-2025, cifra inferior a la media de la década anterior al estallido de la pandemia de Covid-19. Se espera que el comercio internacional aumente en un porcentaje inferior al PIB global (y el probable endurecimiento de la política arancelaria, como consecuencia de la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses, podría provocar que esta cifra se revise a la baja). Las cicatrices causadas por la pandemia en el sistema económico mundial, para tomar prestada una metáfora utilizada por Michael Roberts, están muy lejos de haber sanado.

¿Y la situación en Italia? El Istat corrigió recientemente a la baja el crecimiento del PIB para el primer semestre del año (0,4% frente a 0,6% comunicado anteriormente). Para el tercer trimestre, los primeros datos hablan de crecimiento cero. Este último dato es significativo, porque quienes pensaban que en el periodo estival habría un crecimiento en el sector de servicios, capaz de compensar lo que ya se imaginaba no positivo en el sector industrial, se llevaron una decepción.

La producción industrial lleva veinte meses consecutivos cayendo (con el mes de setiembre registrando una caída superior a 4% respecto del mismo mes de 2023) y con sectores, como el automotriz, que han sufrido un desplome real (menos 15%, dato que muy probablemente empeore aún más en el último trimestre: se supone que a finales de año la producción de automóviles debería haber vuelto a los niveles de mediados de los años cincuenta del siglo pasado).

Por parte del gobierno se creía que la temporada turística impulsaría la economía del país, gracias a los ingresos provenientes del sector hotelero, restaurantero, etc. Serían los gastos de los turistas, italianos y extranjeros, los que sostendrían el crecimiento económico. Pero ¿sobre qué base podían hacerse tales predicciones si los salarios de los trabajadores en el país han estado estancados durante más de treinta años? Recientemente, los datos estadísticos nos informan que el consumo de todo tipo está disminuyendo mientras crece la propensión a ahorrar. Anticipándose a tiempos más oscuros, aquellos que pueden «acumulan heno en la granja». Y el consumo de turistas extranjeros por sí solo poco ha podido hacer para revertir esta tendencia.

Más allá de las proclamas más o menos triunfalistas y de la narrativa de un futuro color de rosa, son las mismas políticas gubernamentales las que a su vez contribuyen a hacer que la situación económica sea todo menos floreciente. Para 2024, por ejemplo, se espera que el presupuesto público alcance un superávit primario (es decir, cuando los ingresos exceden los gastos netos de los pagos de intereses de la deuda pública) por primera vez después de cinco años. Esto indica que, aunque todos se esfuerzan por afirmar que los tiempos de las políticas de austeridad son parte del pasado, una política presupuestaria restrictiva ha dictado una vez más el signo de estos tiempos.

Una aclaración. Si en una situación de desaceleración económica las opciones presupuestarias restrictivas crean un círculo vicioso, una gestión financiera más expansiva no necesariamente crea un círculo virtuoso. Este es el caso del Japón, que ha alternado entre recesión y estancamiento desde finales de los años 1980, a pesar de haber emprendido, durante gran parte de estas tres décadas y más, un camino distinto al de contener el déficit y la deuda públicos. No podemos entrar en detalles, pero hay otros factores que determinan el ritmo en una economía capitalista (para profundizar en esto, lea el posteo en el blog de Michael Roberts, titulado «Profits call the tune» [Las ganancias marcan la pauta»] (1).

¿Qué se vuelve a ver?: ¡La austeridad!

El presupuesto aprobado por el gobierno, que deberá ser votado por las dos cámaras del Parlamento antes de finales de año, acentúa el carácter antiobrero del ejecutivo de derecha. No queda ni rastro de las promesas hechas hace dos años durante la campaña electoral. La propuesta de cancelar la reforma de las pensiones, lanzada por el tándem Fornero-Monti, uno de los más odiados por los trabajadores en las últimas décadas, quedó en letra muerta. No sólo eso: incluso han sido anulados los cambios más pequeños (como, por ejemplo, la cuota 101 [que definía de modo más flexible la relación entre el tiempo de contribución y la edad para jubilarse, ndt.]), que durante un breve período mitigaron parcialmente sus efectos.

Ya se han presentado modificaciones al Presupuesto, con las cuales se pretende favorecer a los bancos y aseguradoras, fomentando aún más la transferencia de indemnizaciones a los fondos de pensiones, contribuyendo así a debilitar lo que comúnmente se llama la «pata pública» del sistema de seguridad social.

La salud pública sigue sufriendo recortes interminables, que las acrobacias matemáticas de Meloni no pueden esconder. La participación de este rubro en porcentaje del PIB se acerca cada vez más a 6%, umbral señalado por muchos como el límite para el mantenimiento de un sistema de salud digno de ese nombre. No hay ni la más mínima inversión que pueda considerarse tal para la escuela, el transporte y el empleo público, que se encuentran en una situación dramática. La reducción del monto de las tarifas del IRPEF [Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas] no es capaz de mejorar el nivel de vida de las clases más bajas. De hecho, al ser un recorte general que también se aplica a las rentas más altas, garantizará que estas últimas disfruten de los mayores beneficios.

El ministro de Finanzas, Giorgetti, miembro de la Liga Norte, justifica estas elecciones por la necesidad de preservar la estabilidad de las cuentas públicas, que, en el caso italiano, se encuentran siempre en una situación muy complicada, con la deuda pública italiana cada vez más cerca de la monstruosa porción de tres mil millones de euros, casi 140% del PIB. Si la deuda ha alcanzado estos niveles, ciertamente no es culpa de una generosidad excesiva hacia los trabajadores y las clases explotadas, como toda la propaganda mainstream [dominante] quiere hacernos creer. El superávit primario del que hablábamos anteriormente ha sido la característica de las finanzas públicas desde principios de los años noventa del siglo XX. A los proletarios, durante décadas se les ha impuesto austeridad en el desayuno, el almuerzo y la cena.

Si una dieta de adelgazamiento es necesaria para el welfare [bienestar] público, no se aplica el mismo rigor a otros tipos de gastos. Por ejemplo, el nuevo presupuesto prevé que se destinen más de treinta mil millones de euros al gasto militar, un aumento de alrededor de 7% respecto de 2023. En este caso, a diferencia de lo que se refiere, por ejemplo, a los aumentos para los trabajadores públicos, la tasa de inflación es no tomada en cuenta. Que nunca suceda que Leonardo, una empresa líder en el sector armamentista, no pueda obtener miles de millones en ganancias.

En las escuelas, ante la falta de inversión para el sector público, se han presentado enmiendas que prevén un bono de 1.500 euros para las familias de los alumnos de instituciones privadas y la exención del pago del IMU [Impuesto Municipal Único] para los edificios de estas últimas. En este segundo caso no se dice que el impuesto es de responsabilidad de los Municipios que, al tener menos recursos disponibles, harán nuevos recortes al ya desastroso bienestar público municipal.

Se incrementa en otros tres mil millones el fondo para la construcción del puente sobre el Estrecho de Messina, una obra inútil que, si alguna vez se construye, tendrá un impacto ambiental y social devastador, mientras los trabajadores y estudiantes que viajan al trabajo se ven obligados a hacerlo en trenes abarrotados, permanentemente con retrasos, y con un número de frecuencia cada vez más reducido.

¿Y qué queda de la propuesta de gravar las ganancias extraordinarias de los bancos? Nada. Los tres mil millones de los que habla el gobierno no son más que un anticipo de impuestos futuros, que luego serán devueltos. No es un gran sacrificio para un sector que al final de año obtendrá ganancias de alrededor de veinticinco mil millones.

Señales de reanudación de las luchas

Creemos poder afirmar, sin riesgo de ser desmentidos, que se trata de una de las maniobras presupuestarias de carácter más descaradamente de clase y antipopular de los últimos años.

Como reacción tanto a la aprobación de la ley de finanzas como a la situación económica general, primero los sindicatos de base, luego CGIL y UIL convocaron una huelga general de ocho horas para el 29 de noviembre. Además, los sindicatos metalúrgicos, entre ellos la CISL, han proclamado la movilización del gremio que prevé huelgas, bloqueo de horas extras y de la flexibilidad como respuesta a la ruptura de las negociaciones para la renovación del contrato nacional por parte de Federmeccanica. La CGIL no ha firmado la renovación del contrato de empleo público, que prevé aumentos equivalentes a un tercio de la tasa de inflación acumulada en el trienio de referencia. Es probable que la movilización se reanude también en este sector.

A primera vista deberíamos alegrarnos de lo que parece ser un punto de inflexión hacia una mayor propensión a la lucha por parte de las direcciones sindicales mayoritarias. Una confirmación más de este supuesto giro de 180 grados son las palabras del secretario Landini sobre la necesidad de una «revuelta social» por parte de los trabajadores.

Sin embargo, las cosas son más complejas de lo que parecen. En cuanto a las palabras «incendiarias» del secretario de la CGIL, pocos recuerdan cómo, cuando todavía era secretario de la Fiom, afirmó que estaba dispuesto a proponer la ocupación de todas aquellas empresas del sector que se aprestaban a despedir a miles de trabajadores. Ya entonces los periódicos tenían titulares a ocho columnas, los políticos se escandalizaron, pero no se ocupó ninguna fábrica a pesar de que no se logró detener los despidos.

Estamos dispuestos a apostar que también esta vez el ardor de las barricadas pronto se apagará. Los aparatos sindicales, sean pequeños o grandes, están ahora estrechamente vinculados a los intereses y las necesidades de la burguesía imperialista y sus gobiernos, por lo tanto no pueden, ni quieren, dar vida a prácticas de lucha que busquen cortar este hilo.

Sin embargo, son las condiciones objetivas las que les empujan a adoptar una postura aparentemente más radical. Los despidos, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo empujan a los proletarios de todos los sectores a reaccionar ante esta situación que consideran cada vez más insoportable. Vemos categorías, como la de los médicos, en huelga por primera vez en años, así como trabajadores del sector automotriz, que por decenas de miles llenaron las calles de Roma en octubre pasado.

Por otro lado, los patrones y el gobierno, preocupados por la caída de las ganancias y la competencia internacional cada vez más feroz, no quieren hacer la más mínima concesión.

Está claro que los burócratas deben tener en cuenta esta realidad para evitar ser superados y sorprendidos por una ola cada vez mayor de malestar social. El alzar la voz y el tono de la polémica es una táctica para volver a ser interlocutores fiables para gobierno y patrones, esperando obtener algunas migajas que poder presentar a sus afiliados como una gran victoria de su «intransigencia». O hacer sonar la retirada ante los primeros signos de reflujo de las movilizaciones.

Lo vimos el año pasado en Francia. Después de huelgas y luchas contra la reforma de las pensiones de Macron (las pensiones, siempre las pensiones), a la primera oportunidad los burócratas de la CGT y sus socios abandonaron su postura combativa, contentándose con delegar la defensa de los derechos proletarios al Parlamento y los tribunales.

Se prepara una nueva temporada de luchas. Estamos seguros de que despertará esa masa de trabajadores que hasta hoy ha observado con desconfianza el curso de los acontecimientos. La desconfianza de los últimos años será reemplazada por una nueva conciencia en la fuerza de nuestra clase: patrones, ministros y burócratas nada pueden hacer cuando millones de trabajadores deciden ser protagonistas de su propio destino. Por nuestra parte, no nos limitaremos sólo a unirnos a ellos. Intentaremos hacerles entender que hoy, más que nunca, sólo un cambio revolucionario es la única alternativa a los desastres que el sistema capitalista nos impone cada día que pasa.

1. https://thenextrecession.wordpress.com/2012/06/26/profits-call-the-tune/

Traducción: Natalia Estrada.

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