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Correo Internacional

Palestina-Israel: ¿son posibles “dos Estados”?

diciembre 30, 2015

Muchos de los que apoyan al pueblo palestino y repudian los crímenes israelíes, al mismo tiempo se oponen a la necesidad de “destruir el Estado de Israel”. Afirman que como en Palestina hay dos pueblos diferentes (palestinos y judíos), deben existir dos Estados independientes. La LIT-CI se opone a esta propuesta. Sostenemos que la única solución es la vieja consigna de la OLP (la creación de una única Palestina laica, democrática y no racista, en la que convivan en paz árabes y judíos). Para lograrlo, es necesario destruir el Estado de Israel, principal causa del conflicto.

Por: Alejandro Iturbe

Quienes defienden los “dos Estados” parten de tres errores: a) la existencia histórica de “dos pueblos” con derechos históricos equivalentes; b) no toman en cuenta la verdadera esencia del Estado de Israel (un enclave militar imperialista de carácter racista contra los pueblos árabes), y c) la total inviabilidad de un Estado palestino “independiente” en las actuales condiciones.

¿Dos pueblos?

Es una gran falsificación histórica la existencia de dos pueblos “con derechos equivalentes” en Palestina. En 1918, 3 de cada 4 habitantes eran árabes. Los judíos poseían apenas 5,5% de las tierras y no aspiraban a ningún Estado propio. La convivencia de siglos era absolutamente pacífica. Fue el sionismo, corriente judía europea fundada por Teodoro Hertz, a fines del siglo XIX, quien comenzó a reivindicar el supuesto derecho bíblico de los judíos sobre Palestina, para fundar la “patria nacional de Israel”, sin importar que allí hubiera un pueblo árabe radicado hacía siglos. Apoyado por ricas familias judías europeas y sectores imperialistas, el sionismo impulsó la emigración de judíos a Palestina, financió la compra de tierras y creó grupos armados de “presión”. En 1947, los judíos eran 40% de la población.

La creación de Israel

La ONU, con la teoría de los “dos pueblos” creó el Estado de Israel en 1947, y le otorgó 55% de Palestina, impulsada por el imperialismo con acuerdo del estalinismo, y legalizó la usurpación de los derechos palestinos. Con la supuesta intención de dar un lugar a los sufridos refugiados judíos de la II Guerra, se creó un enclave imperialista contra la naciente oleada revolucionaria antiimperialista árabe, en medio de una región estratégica por sus reservas petroleras. En 1948, las organizaciones armadas sionistas invadieron parte del territorio otorgado a los palestinos y se apropiaron de un 20% adicional. En la aldea de Der Yasin, por ejemplo, asesinaron a 254 de sus 700 habitantes. Así expulsaron a más de 800.000 palestinos (un tercio de la población) y originaron al drama de los refugiados. Los palestinos quedaron reducidos a Jerusalén Oriental, Gaza y Cisjordania, territorios que serían ocupados directamente por Israel en 1967. Defender el derecho a la existencia del Estado israelí significa, en los hechos, aceptar esta historia de “usurpación armada”.

Un Estado racista

El racismo sionista se manifiesta claramente en las leyes que definen a Israel como un “estado judío”. La “ley del retorno” establece que todo judío que se radique en Israel tiene derecho a la ciudadanía, aunque haya nacido en cualquier parte del mundo. Millones de judíos lograron la ciudadanía basados en esa ley. Mientras que los no judíos no tienen ese derecho, aunque hayan nacido en territorio israelí, como muchos palestinos. Toda corriente que proponga cambiar este carácter del Estado de Israel tiene prohibido presentarse a elecciones. La legislación racista se completa con la de la propiedad de las tierras agrarias: los no judíos tienen prohibido comprarla, algo claramente dirigido a impedir que los árabes posean tierras dentro de Israel. Se trata de una legislación similar a la del apartheid sudafricano o a la de la Alemania nazi. Aceptar la existencia del Estado sionista significa, entonces, avalar su esencia racista.

Un Estado gendarme

Israel es la quinta potencia militar mundial. Su poder de fuego (aviones de combate, misiles, helicópteros, tanques y más de 200 cabezas nucleares) es varias veces la de cualquier país, incluido EE.UU, proporcionalmente. Además, es uno de los mayores fabricantes de armas y uno de los principales exportadores. Este poderío militar está claramente financiado por EE.UU (envía miles de millones de dólares anuales con este fin) y los países de la UE que compran el 80% de sus exportaciones de armas. Un viejo argumento dice que Israel debió armarse porque vive rodeado de “países árabes enemigos”. La excusa hoy es indefendible: desde 1973 ningún país árabe ataca a Israel, pero este se arma cada vez más. En realidad, este poder militar va dirigido, en primer lugar, contra el pueblo palestino y, en segundo lugar, es una constante amenaza contra la lucha de los pueblos árabes, como lo mostró la invasión al Líbano en 1982, o los ataques con misiles a Irak, en 1991. La existencia de Israel es, básicamente, su carácter de “fortaleza armada del imperialismo”.

¿Qué Estado palestino?

Israel posee 78% del territorio y, con la “separación unilateral”, intenta quedarse con el 85%. En esas condiciones, un “Estado palestino independiente” es totalmente inviable: formado por “islas” sin comunicación entre sí y sin base económica, porque Israel se apropió de las mejores tierras y cursos de agua de Cisjordania. En los hechos, se negaría el derecho al retorno de los emigrados palestinos, ya que sus tierras fueron apropiadas por Israel y no existe ninguna posibilidad real de que se radiquen en Gaza y Cisjordania. “Las fronteras de 1967” poco cambiarían esta situación. Tampoco sería una solución la división de 1947, sancionada por la ONU. Dejemos de lado, por un momento, que eso legaliza la usurpación sionista. En el conjunto de Palestina viven hoy 9,5 millones de personas: (53% judíos y 47% árabes). Si se suman los emigrados palestinos, llegamos a 5 millones de judíos y 8,5 millones de árabes. ¿Aceptarían los sionistas una división proporcional del territorio y de las tierras productivas? La realidad muestra que su respuesta sería una total negativa. Es decir, cualquier alternativa relativamente racional de “dos Estados” requeriría de una gran derrota de Israel. Pero si no es destruida la esencia racista y de enclave militar imperialista del Estado sionista, en cuanto tenga condiciones volverá a intentar recuperar lo perdido, y así renacerá el conflicto. La política de los “dos Estados” aparece, entonces, como una variante “de izquierda” de las propuestas de las potencias imperialistas. De la misma forma que había que destruir el “Estado del apartheid” para que haya paz en Sudáfrica o liquidar el Estado nazi en Europa, durante la II Guerra Mundial, por más vuelta que le demos, no habrá paz en Medio Oriente sin destruir el Estado de Israel. ¿Puede existir una Palestina laica, democrática y no racista, en la que convivan en paz árabes y judíos? La experiencia histórica muestra que derrotar al sionismo es la única alternativa posible [para que esto sea una realidad].

Artículo publicado en Suplemento de Correo Internacional – Nueva Época n.° 116, febrero de 2006 (extraído de: www.archivoleontrotsky.org)

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