Notas sobre el movimiento estudiantil en Italia
El 18 de noviembre alrededor de las 11, en medio de una multitud de estudiantes y con Ciao Ciao de La Rappresentante di Lista tocando de fondo, entramos en el patio de honor de la Statale di Milano [Universidad estatal de Milán]. Una escena bastante gloriosa, definitivamente un buen momento, pero ninguna victoria. Había alrededor de mil estudiantes en la plaza de Milán por el Día de No Meloni, alrededor de 2.000 en Roma, 500 en Nápoles, docenas en otras ciudades.
Por: Giorgio Viganò
Una jornada en la que la oposición intransigente al gobierno capitalista reaccionario de derecha tomó posiciones específicas sobre la escuela, con un foco notable en la universidad, que en los últimos años ha tendido a ser un alma minoritaria del movimiento estudiantil. En cambio, al menos en Milán, esta vez la participación de los estudiantes de secundaria fue escasa.
En esta jornada de protesta, a nuestro juicio, se pudieron identificar con bastante claridad las fortalezas y debilidades, en este momento, de un movimiento estudiantil que viene de jornadas tan importantes como las de Fridays for Future el 23 de setiembre (en Milán hubo 10.000 en la plaza ese día) y que se desarrolla en sincronía con un movimiento general que ha demostrado su potencial –por ejemplo en la manifestación nacional de Bolonia el 22 de octubre– pero que todavía parece carecer del mordisco necesario para ocupar un lugar importante en el debate público en Italia.
Notas de mérito
Uno de los aspectos más interesantes del movimiento tras la pausa impuesta por las fases agudas de la pandemia es el marco de renovación y desequilibrio de las direcciones. Las redes referidas a los centros sociales o a sus reagrupamientos han perdido la hegemonía que tenían hasta hace unos años y han surgido otros dos grupos: la Organización Estudiantil de Alternativa (Osa) con su versión universitaria Cambiare Rotta, más o menos directa por la Red Comunista, y el Frente de la Juventud Comunista (FGC), un antiguo grupo juvenil escindido del Partido Comunista de Marco Rizzo. A estas organizaciones se suman las más «moderadas» –de carácter símil sindical– como la Unión de Estudiantes/Unión Universitaria (Uds/Udu) y Link-Studenti Independenti, tradicionalmente vinculadas a la CGIL.
Estas organizaciones, en los últimos años, muchas veces en la doble versión superior-universitaria, han dirigido las movilizaciones estudiantiles con diferente peso en las distintas ciudades, en un panorama muy variado en el que ninguna logra superar la dimensión de unos pocos centenares de activistas en suelo nacional ni expresar una ‘hegemonía’.
No nos hacemos ilusiones con el enfrentamiento a las direcciones actuales de estas redes, ligadas con hilo doble a lo que queda del reformismo o del estalinismo italiano, pero las condiciones objetivas se están apretando cada vez más dolorosamente sobre los estudiantes y esta situación así fragmentada deja espacio para activistas combativos: es posible tratar de radicalizar la lucha. Queremos confrontarlos y unirnos a ellos para desarrollar al máximo el potencial que este renovado movimiento estudiantil tiene dentro de sí.
Sobre todo, el componente Uds/Udu-Link dictó una clara línea reivindicativa en las manifestaciones del 18 de noviembre, que centró la atención en 5 puntos para la universidad y 5 para las escuelas superiores. Hay exigencias mínimas en las que solo podemos estar de acuerdo, como el mantenimiento de la educación a distancia (pero que se integre de tal manera que no deje afuera a los sectores más pobres de la población) y la abolición de los PCTO (Rutas de Competencias Transversales y para la Orientación, más conocida como alternancia escuela-trabajo), y que, en todo caso, solo una lucha conducida de manera funcional y generalizada puede realmente lograrlo. Sin embargo, existe una clara propensión a confiar en las leyes del Estado capitalista, como lo demuestran dos puntos en el programa de la Uds Milán, es decir, la solicitud de un nuevo estatuto de derechos de los estudiantes y de “leyes regionales y nacionales por el derecho al estudio”. En cambio, es fundamental persuadir a los estudiantes de que no es a través de las intervenciones legislativas de un Estado capitalista que obtendremos lo que necesitamos: la clase a la que pertenecen las leyes tiene todo el interés en mantener a las masas ignorantes y en sustraer siempre más miles de millones del dinero público. Incluso las reformas solo pueden lograrse como un subproducto de las luchas que amenazan la dominación misma de los patrones, como fue el caso del Estatuto de los Trabajadores otorgado a estudiantes y trabajadores después de 1968. Lo que es altamente nocivo es transmitir a los estudiantes la idea de que puede haber reformas favorables otorgadas por sectores progresistas de la burguesía, es decir, a fin de cuentas, del Partido Democrático (PD), que históricamente ha representado a los interlocutores últimos de estas organizaciones tambieen en momentos de lucha más radicales, como fue la Ola [estudiantil] de 2008, y que, por otra parte, es también el principal asesino de la esceula pública en Italia.
El reformismo de estas organizaciones se traduce, por lo tanto, por un lado, en esta confianza en las instituciones y, por otro, en un «realismo» autolimitante. Por ejemplo, reclaman una «renta educativa sin vínculo de méritos» que puede parecer una respuesta a los profundos problemas económicos, y sobre todo habitacionales, de los estudiantes: en realidad, es una medida ilusoria y muy frágil, por ejemplo, por el aumento de las tasas universitarias y que, en general, puede ser corroída de múltiples formas en la maraña de los servicios universitarios y –ampliando aún más– en el marco del galopante costo de vida. Este realismo es en gran escala lo que sucede en pequeña escala en su gestión de espacios representativos en las distintas universidades: una apuesta principalmente electoral en la que las propuestas, aunque honestas, de los adherentes terminan por perderse en los meandros de las referencias burocráticas de los organismos universitarios.
Cortemos la cabeza del toro y hagamos un claro reclamo: ¡educación universitaria gratuita! Incluso la simple universidad, en ausencia de un conflicto generalizado, se convierte en una realidad cerrada a cualquier cambio, por lo que el lema ¡Sé realista: pide lo imposible! es todo menos retórica, es el único modus operandi que nos permitirá cambiar nuestra situación como estudiantes y futuros trabajadores.
A la izquierda, se construye el eje entre Osa y Fgc, que muestra una actitud diferente: las únicas propuestas para la universidad son el aumento de las inversiones en la construcción de escuelas y la supresión de los PCTO, pero en realidad estas parecen pasar a segundo plano en la articulación de líneas de oposición más generales al gobierno de Meloni e incluso al capitalismo. Entre ellos, la oposición a la guerra está en un primer plano, lo que se traduce en una equidistancia más o menos pro-Putin entre agredido y agresor: bastaría conocer las cifras de fondos destinados a la defensa y dirigidos a Ucrania para entender que el rearme generalizado de los Estados imperialistas no tiene nada que ver con el apoyo a Ucrania, sino, evidentemente, es la posición internacional de sus estructuras de referencia lo que impide una oposición abierta a la invasión imperialista rusa.
Y aquí viene la verdadera razón por la que no se debe confiar en estas direcciones solo de palabras revolucionarias: las direcciones de las que dependen. En particular Osa, que –como se mencionó– es hija heterodirigida de la Red Comunista, un pequeño grupo estalinista que a nivel sindical tiene estrechas relaciones con la Unión Sindacal de Base (Usb), que cada vez con más credibilidad solicita unirse a la CGIL, CISL y UIL en el papel de confederales de izquierda, aceptando la ley liberticida y antihuelga del Texto Único de Representación (Tur) y tejiendo cada vez lazos más estrechos con la «izquierda» parlamentaria (y con el Movimiento Cinco Estrellas). Esto no limita para nosotros el amplio espacio de diálogo con los jóvenes militantes de estas organizaciones, pero nos recuerda que solo podrán jugar un papel progresivo rompiendo con las propias direcciones “adultas”, que en cambio no dudarán en desviar la lucha en cada ocasión que tengan.
Notas del método
En general, las críticas que hacemos a todas las organizaciones mencionadas pueden parecer vacías en este momento, en el que aún no hay un fuerte desarrollo de la lucha estudiantil, pero se revelarían fatales en medio de movilizaciones más importantes.
Volvamos al 18 de noviembre, para dar nuestra opinión sobre cómo ampliar efectivamente estas movilizaciones.
La manifestación del viernes pasado fue fundamentalmente para activistas ya ganados al movimiento estudiantil históricamente o en el último año, 2021-2022: un año importante, en el que los muertos del PCTO hicieron que los estudiantes salieran a la calle con mucha frecuencia sobre todo en el período invernal, así como puso en escena a una nueva generación llena de esperanzas.
El punto de apoyo sobre el que construir un verdadero movimiento estudiantil ya está presente en estas plazas, pero corre el riesgo de atrofiarse como ha sucedido a menudo en la última década: su única posibilidad de supervivencia es la participación de círculos más amplios de la población estudiantil.
Radicalizarse en las universidades debe ser la consigna para todos los activistas: dejar de lado los intereses de bandera y construir asambleas verdaderamente unitarias en las que atraer a otros estudiantes para que hablen de sus propios problemas. Asambleas democráticas que sepan ganarse la confianza de los estudiantes: con demasiada frecuencia hemos asistido a asambleas llamadas «horizontales» o «autoorganizadas», pero en realidad vacías, donde las decisiones ya se habían tomado por separado entre los principales activistas.
No podemos justificar las presencias limitadas con la «falta de interés por la política»; en realidad, la Generación Z expresa un interés por la política, por los derechos y por las revueltas diseminadas por el mundo que hace tiempo no se veía: se trata de ponerla concretamente en movimiento, y para ello hay que abandonar cualquier actitud burocrática.
Un punto crítico de estas manifestaciones es el de los reclamos: más allá de las declaraciones sociales de las distintas organizaciones, que es importante analizar, lo que se trasluce este otoño es una gran vaguedad en torno a los objetivos del movimiento, resumida en una genuina desconfianza y oposición al gobierno reaccionario de derecha. Este es un punto de partida absolutamente aceptable, no solo porque es obvia la oposición a un gobierno que es un crisol de liberalismo, machismo y racismo, sino también porque el amplio alcance y la ambición de desafiar a la sociedad en su conjunto es una prerrogativa histórica del movimiento estudiantil. Sin embargo, no puede ser un mero movimiento de opinión, sobre todo porque eso ya existe: basta con mirar Instagram, no hace falta salir a la calle. En cambio, lo que se necesita es representar las necesidades concretas de los estudiantes en tanto estudiantes como una amenaza real en el enfrentamiento con el gobierno.
Las reivindicaciones aparecen vagas y abstractas no por su contenido en sí, sino porque carecen del movimiento real que las elabora y las lleva adelante: solo la radicalización y la democratización de las asambleas pueden dar a luz un programa de reivindicaciones y el movimiento que las sostenga.
El gran aliento, incluso cultural, del propio movimiento estudiantil ha sido históricamente un elemento de enriquecimiento en el encuentro con la fuerza del movimiento obrero: el aspecto proactivo del movimiento estudiantil es recortado y reducido a un movimiento de opinión pequeñoburgués, sin la unión construida sobre la base de discusiones democráticas con los trabajadores.
Sin construir una continuidad generacional y sin implicar a quienes representan los fundamentos económicosociales del capitalismo, el movimiento estudiantil está condenado al fracaso. Por eso, otra de nuestras propuestas de método fundamentales es la búsqueda de la unidad con los trabajadores en lucha: cartas abiertas a las bases sindicales, volanteos frente a las fábricas, invitaciones a las ocupaciones y las asambleas unitarias son herramientas para construir este vínculo decisivo.
Solo así podremos un día, que esperamos sea cercano, entrar en el patio de honor del Statale di Milano, esta vez para ocuparla y ganar nuestra batalla.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 24/11/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.