No es terrorismo. ¡Es resistencia contra una guerra diaria promovida por Israel!
A pesar de las diferencias políticas, es necesario refutar esta caracterización. Hamás no es el Estado Islámico o Al Qaeda, como Israel quiere asociarlo, incluida la difusión de noticias falsas. En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que siguió a los últimos acontecimientos, el embajador de Israel, Gilad Erdan, llegó a decir: “Este es nuestro 11 de setiembre”, en referencia a los ataques a las Torres Gemelas en Estados Unidos en 2001.
Por: Soraya Misleh
La propaganda ideológica sionista busca disfrazar el terrorismo, que también predomina en los medios de comunicación y del que incluso apresurados analistas de izquierda se han hecho eco, enmascarada o directamente. La famosa frase de malcom X, cabe aquí: “Si no toma cuidado, los periódicos lo harán odiar a las personas que están siendo oprimidas y adorar a las personas que están oprimiendo”.
¿Cómo empezó la tragedia palestina?
La población palestina enfrenta la violencia del colonizador en alianza con el imperialismo de cada momento histórico –antes, Gran Bretaña, y ahora, Estados Unidos– que, desde antes de 1948, envía miles de millones de dólares cada año a la industria de la muerte sionista.
La Nakba es un proceso inaugurado a partir del surgimiento del sionismo político moderno, a finales del siglo XIX, y su proyecto colonial.
Aún bajo el dominio del Imperio turco-otomano, Palestina fue elegida como destino de colonización, en el I Congreso Sionista de Basilea, celebrado en Suiza en 1897. La determinación era asegurar una mayoría de judíos en tierras donde, hasta entonces, eran una minoría palestina (sólo 6% al final de aquel período).
Para ello, la idea era promover la “transferencia de población”. Un eufemismo para la limpieza étnica, vía oleadas de inmigración de judíos de Europa del Este y Central a Palestina, que llevarían a cabo el proyecto de conquista de tierra y de trabajo, que debería ser exclusivo para ellos.
Los palestinos, por lo tanto, comenzaron a ser expulsados a principios del siglo XX. Las décadas de 1920 y 1930 estuvieron marcadas por su resistencia contra el mandato británico, que retuvo el territorio como botín entre las potencias aliadas que ganaron la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y la colonización sionista bajo su bendición.
Entre 1936 y 1939 tuvo lugar una poderosa revolución. Derrotada por las acciones de los enemigos clásicos de la causa palestina, revelados por Kanafani en “La revuelta de 1936-1939 en Palestina” (Editora Sundermann) –imperialismo/sionismo, regímenes árabes y burguesía reaccionaria árabe-palestina–, la población palestina quedó absolutamente vulnerable a lo que estaba por venir: la Nakba.
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Ocupación, genocidio, apartheid y limpieza étnica
El 29 de noviembre de 1947, la primera sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) recomendó la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, con Jerusalén bajo administración internacional.
Allí comenzó la larga historia de complicidad brasileña con la colonización sionista. El diplomático brasileño Osvaldo Aranha presidió la sesión y votó a favor de la partición que delegaba poco más de la mitad de esas tierras al colonizador, obviamente sin consultar a los habitantes nativos palestinos no judíos.
La resolución de partición fue la luz verde esperada por los sionistas, que habían garantizado alrededor de 30% de judíos en esas tierras, tras varias oleadas de inmigración. Doce días después, comenzó la limpieza étnica planeada a principios de los años 1940.
Lo que selló el trágico destino de los palestinos fue el Plan Dalet, ejecutado en seis meses durante 1948. El resultado fue que 800.000 palestinos fueron expulsados y más de 500 aldeas fueron destruidas. Alrededor de 15.000 palestinos fueron masacrados con requintes de crueldad.
Hay casos documentados de genocidio en decenas de pueblos, que sirvieron de propaganda para la expulsión de palestinos en ciudades y pueblos vecinos. Un proceso en el que la violación de niñas y mujeres fue instrumental.
Así, Israel, con la complicidad del mundo, se creó en 78% del territorio histórico de Palestina. En 1967, ocupó militarmente el 22% restante: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental. Otros 350.000 palestinos se convirtieron en refugiados y 13.000 fueron asesinados.
Hoy, la sociedad palestina sigue enteramente fragmentada: hay 13 millones, la mitad de ellos bajo ocupación y apartheid (incluso en las zonas ocupadas en 1948, donde hay 65 leyes racistas contra ellos) y la otra mitad en refugio/diáspora, impedida de derecho legítimo de retornar a sus tierras.
La Intifada brotó del territorio ensangrentado
Los palestinos nunca dejaron de resistir. En 1964 se creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que unos años más tarde sería dirigida por Yasser Arafat. Muchas acciones directas y de guerrilla marcaron el período posterior, en la búsqueda por liberación nacional y fin de la colonización sionista.
Muchas protestas y masacres marcan la historia reciente de Palestina, como Sabra y Chatila, perpetradas por los falangistas en el Líbano, con el auxilio de Israel y Estados Unidos, en septiembre de 1982, y otras.
En 1987 se desencadenó la poderosa Intifada (levantamiento popular) de “piedras contra tanques” y, para poner fin a este proceso, se iniciaron negociaciones secretas entre la OLP e Israel, bajo la mediación de Estados Unidos.
¿Quién es Hamás?
Creada en 1987, Hamás es una organización que lleva mucho tiempo intentando sentarse a la mesa de negociaciones y ser aceptada como un interlocutor confiable para el pueblo palestino. Para ello, en 2006 incluso cambió su Carta Fundacional, en la que defendía una Palestina islámica, y aceptó la “solución de dos Estados” como principio de territorio a ser liberado.
La organización ha buscado dialogar con gobiernos de todo el mundo. Su objetivo es garantizar un Estado palestino democrático burgués como cualquier otro –no socialista, como defendemos, después de la liberación nacional de Palestina, del río al mar–.
El fracaso de los Acuerdos de Oslo
El resultado final fue la firma de los Acuerdos de Oslo el 13 de setiembre de 1993, una auténtica “paz de cementerios”. La OLP, que en su Carta Fundacional –reeditada en 1968, para incluir los territorios ocupados un año antes– declaraba el objetivo de liberar toda la Palestina histórica, del el río al mar, reconocía el Estado de Israel, y se rendía a la ya muerta “solución de dos Estados” mediante la creación de un Estado palestino en apenas 22% del territorio: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.
Esta es la “solución” que la ONU y los gobiernos de todo el mundo siguen proclamando, injusta desde siempre y absolutamente inviable debido a la continua y agresiva expansión colonial sionista.
La espectacular escena, en la foto frente a la Casa Blanca, del apretón de manos, hace 30 años, entre Arafat y el entonces primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, bajo la intermediación del imperialismo estadounidense en la figura del entonces presidente Bill Clinton, vendida al mundo como “paz” gradual, marcó otro capítulo de la continua Nakba.
La paz de los cementerios
A partir de Oslo, con la ayuda del capataz que estos acuerdos creaban (la Autoridad Palestina, o AP), sin autonomía alguna, con total dependencia económica y cooperación en materia de seguridad con Israel, Cisjordania fue dividida, en principio, en áreas A, B y C (estas últimas representan más de 60% bajo pleno control militar israelí).
Las organizaciones palestinas en la diáspora fueron cerradas y debilitadas, vaciando el movimiento de solidaridad. Cualquier resistencia que surgiese en territorio ocupado era reprimida por la AP en las áreas que pasó a administrar, encarcelada por ella, o entregada a Israel para componer su larga lista de presos políticos, incluidos mujeres y niños.
No en vano el intelectual palestino Edward Said llamó a la sumisión y el servilismo de Oslo, en sus palabras, el “Tratado de Versalles” de la causa palestina.
El descontento por la continua la ocupación desembocaría en una segunda Intifada, tras la provocación del carnicero Ariel Sharon en la mezquita de Al-Aqsa (en Jerusalén), el 28 de setiembre de 2000. Esta duró hasta 2005. Ese año, Israel decidió retirarse 8.000 colonos de la franja de Gaza. El escenario para lo que vino después estaba preparado.
El suplicio de Gaza
En 2006, el partido político de orientación islámica, Hamás, ganó las elecciones legislativas en la Palestina ocupada, pero Israel y Estados Unidos no aceptaron el resultado democrático. Se impuso así un cerco inhumano por parte de la ocupación sionista y, posteriormente, comenzaron los bombardeos “a cuentagotas” o masivos, como los que fueron vistos en 2008-2009, 2012, 2014, 2021 y ahora, en 2023.
En 2018, los palestinos de Gaza encabezaron la “Gran Marcha del Retorno”, violentamente reprimida por Israel. “Snipers” (francotiradores de elite) dispararon contra el pueblo y dejaron 189 muertos, entre ellos 35 niños, profesionales de la salud, que intentaban socorrer a los heridos, y periodistas con chalecos de prensa, además de más de 20.000 heridos.
El pretexto, como siempre, es que Israel se defiende como “civilización contra la barbarie”. Nada más falso. Es el agresor, el colonizador, el ocupante.
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Artículo publicado en www.pstu.org.br, 12/10/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.