Nahuel Moreno: “Una sola corriente trotskista ortodoxa”
El 21 de abril se cumplieron 100 años del nacimiento de Nahuel Moreno, fundador de la LIT-CI (en 1982) y, desde 1944, constructor de la tendencia del trotskismo internacional conocida como morenismo.
Por Alejandro Iturbe
Es casi imposible resumir la trayectoria política y las elaboraciones de Moreno a lo largo de sus más de cuatro décadas de militancia trotskista. Digamos, además, que esa trayectoria y esas elaboraciones han sido muy criticadas por otras corrientes que se revindican trotskistas o provienen de ese origen.
En 2012, escribí un artículo en un aniversario de su muerte (enero de 1987) del que reivindico sus consideraciones centrales[1]. En ese artículo, decía que “una biografía [política] completa aún está por ser escrita”. Sigo considerando que esta biografía política y un balance de la trayectoria de Moreno, y de la corriente morenista mientras él la dirigió, es una tarea imprescindible para quienes, como la LIT-CI, nos reivindicamos morenistas. Un balance que nos ayude a orientarnos en la compleja situación mundial actual y, esencialmente, nos ayude a comprender los cambios que se produjeron desde su muerte.
La fundación de la LIT-CI
Varios años después, se me plantea nuevamente cómo resumir en un artículo corto tantos años tantos años de trayectoria militante y elaboraciones de Moreno. He optado por hacerlo a través de palabras del propio Moreno, en 1982, cuando se fundó la LIT-CI. En enero de ese año se realizó una Conferencia de Emergencia. En ella participaron la Fracción Bolchevique (la organización internacional de las fuerza morenistas luego de su ruptura con el Secretariado Unificado-SU, y algunos dirigentes provenientes de la corriente trotskista conocida como lambertismo, como el peruano Ricardo Napurí y el venezolano Alberto Franceschi[2].
Esta reunión definió transformarse en Conferencia de Fundación de la LIT-CI, como una nueva organización trotskista internacional, con un funcionamiento centralista democrático. En ella, Moreno realizó una importante intervención previa para explicar la necesidad de la fundación de la LIT-CI. El centro de su intervención fue: “Esta Conferencia es un hecho político que refleja la existencia de una sola corriente trotskista consecuente a escala mundial, formada por la ex FB, enriquecida y fortificada por la presencia de compañeros de otras vertientes, principalmente del ex CORCI”. Moreno resumía esta visión con la expresión: “El trotskismo ortodoxo existe”[3].
La principal base de fundación de la LIT-CI fue la Fracción Bolchevique (es decir, la corriente morenista en esa época) a la que se sumaron otros sectores que no provenían del morenismo. Posteriormente, ingresarían a la LIT-CI otras fuerzas que no provenían del morenismo, como el sector del WRP británico encabezado por Bill Hunter (hoy ISL), y el actual PdAC italiano.
A nuestro modo de ver, esa afirmación de Moreno en 1982 implica un balance sobre el morenismo hasta ese momento y, de hecho, sobre su propia trayectoria. La corriente morenista era la principal fuerza del “trotskismo ortodoxo” y, por ello, la única capaz de atraer y organizar en la LIT-CI a otras fuerzas “trotskistas ortodoxas”.
Esta referencia de Moreno al carácter de la corriente que dirigía había comenzado muchos años antes. En 1957, en el seno del Comité Internacional de la IV (que había reagrupado las fuerzas que se oponían a la política de capitulación de Michel Pablo al estalinismo y a la metodología burocrática con la que dirigía la IV “oficial”), formó el SLATO (Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo) con su organización argentina (el POR), el peruano Hugo Blanco y el chileno Luis Vitale.
Una larga batalla
Para entender el significado que Moreno le daba a este concepto, es necesario comprender el complejo proceso que vivieron las fuerzas trotskistas y la IV Internacional después de su reagrupamiento posterior a la II Guerra Mundial, proceso al que Moreno se incorporó en 1948.
El pequeño núcleo de cuadros y militantes trotskistas agrupados en la IV, después del fin de la Segunda Guerra Mundial se vio sometido a duras presiones y pruebas. Debió hacerlo sin la presencia de Trotsky y su gran experiencia revolucionaria acumulada, con una dirección muy débil e inexperta.
La guerra produjo, de acuerdo con los pronósticos de Trotsky, un gran ascenso
revolucionario en el mundo y el surgimiento de nuevos Estados obreros que se sumaban a la ex URSS. Al mismo tiempo, contra esos pronósticos, la IV no ganó peso de masas e incidencia en esos procesos sino que continuó siendo un pequeño núcleo. Fue el estalinismo quien los dirigió. Algo que, sumado al papel de la ex URSS en la derrota del nazifascismo, le dio al estalinismo la dirección principal del movimiento obrero y de masas mundial.
En ese contexto, la mayoría de la nueva dirección de la IV no pasó la prueba. Frente a esa realidad, las fuerzas trotskistas tendieron a dividirse en dos grandes corrientes. Una de ellas, encabezada por Michel Pablo y Ernest Mandel, que asumió la dirección de la IV, adoptó un curso oportunista. En su afán de intervenir en los procesos revolucionarios en curso y de ligarse a ellos, capituló cada vez más a sus direcciones burocráticas y pequeñoburguesas. Llegó al extremo de no apoyar los procesos de revolución política en Europa del Este, en la década de 1950 (un punto central del trotskismo ortodoxo).
La otra corriente tomó un curso sectario: como los procesos no seguían los pronósticos de Trotsky, no eran revoluciones ni surgían nuevos Estados obreros. Al no reconocerlos como tales, se incapacitaban para intervenir en los nuevos procesos revolucionarios y se refugiaron, entonces, en una defensa propagandística del programa, la estrategia y los principios. Posteriormente, varias de estas organizaciones (especialmente el healismo inglés y el lambertismo francés) se separaron de la construcción centralizada de la IV, transformándose en lo que Moreno denominaba nacional-trotskistas (lo esencial era construir “su” partido nacional. En el mejor de los casos, construyeron débiles organizaciones colaterales internacionales.
El SWP de EE.UU., entonces el partido trotskista más fuerte y el que contaba con los cuadros más experimentados, como James Cannon (y al que Moreno consideraba sus “maestros”), a pesar de que tuvo posiciones semejantes a las de Moreno en puntos centrales, con relación tanto a la defensa de las revoluciones políticas en Hungría y Alemania Oriental como en el reconocimiento de los nuevos Estados obreros deformados en el Este y en Cuba, padecía de una desviación que lo llevaría a jugar un papel extremamente negativo en la crisis de la IV. El SWP nunca asumió la tarea central de construir una dirección de la IV, lo que le hubiera correspondido por peso y experiencia. Sus dirigentes no veían como su gran tarea ser el eje de construcción de la Internacional y, de hecho, veían a la IV como una federación de partidos y no como una dirección internacional centralizada.
De esa forma, ese partido fue responsable por omisión de la crisis vivida por la organización. Precisamente, la gran batalla de Moreno contra la dirección del SWP, en esos años, fue sobre la necesidad de que el Comité Internacional de la IV se convirtiese en una organización internacional centralizada. Este es otro punto esencial de lo que Moreno consideraba “trotskismo ortodoxo”, Posteriormente, el SWP comenzó a revisar el propio trotskismo, y finalmente lo abandonó como su referencia.
Podemos decir que toda la trayectoria de Moreno, en especial su militancia internacional en las diversas organizaciones en las que participó o construyó han sido una larga batalla en defensa del trotskismo ortodoxo contra los revisionistas que capitulaban y contra las visiones nacional-trotskistas o federativas de la IV.
Algunas elaboraciones centrales
En ese contexto de división y crisis del trotskismo, Moreno debió “pensar con cabeza propia” para intentar mantener el rumbo trotskista ortodoxo. Por un lado, mantener una defensa intransigente de los principios y la estrategia trotskistas. En ese marco, buscó desarrollar explicaciones marxistas de los nuevos fenómenos e impulsó las necesarias actualizaciones programáticas. Al mismo tiempo, tuvo siempre la obsesión de que las organizaciones trotskistas, especialmente las que él dirigía, interviniesen y se construyesen en los procesos concretos de lucha de las masas, aprovechasen las oportunidades y superasen la marginalidad que las caracterizaba. Por eso, la mayoría de sus elaboraciones fueron escritas en forma de polémica con otras corrientes y destinadas a analizar, caracterizar y orientarse en procesos políticos concretos y, en ellos, desarrollar las cuestiones teóricas o conceptuales.
En un breve repaso, seguramente incompleto, queremos destacar algunas de las que consideramos más importantes. De sus debates contra Ernest Mandel, reivindicamos El Partido y la Revolución (también conocido como “El Morenazo”), de 1973, que polemiza con la desviación guerrillerista, ultraizquierdista y vanguardista. Algunos de sus capítulos, como Partido Leninista o Partido Mandelista, con su análisis de la relación entre acción, experiencia y conciencia, el método para elaborar consignas y su relación con el programa, educaron a toda una generación de cuadros morenistas.
También la La Dictadura Revolucionaria del Proletariado que polemiza con una nueva desviación de Mandel: un intento de adaptar el concepto de dictadura del proletariado al contenido de la democracia burguesa. Junto con una clara sistematización de qué significa la dictadura del proletariado y sus diferentes variantes, Moreno realiza un pronóstico: si Mandel profundizaba ese camino, el mandelismo acabaría abandonando el campo del trotskismo y de los revolucionarios para pasar al del reformismo. El pronóstico, lamentablemente, se cumplió.
Otras polémicas están en sus trabajos sobre la revolución boliviana de 1952, la revolución portuguesa de 1974 y los textos de ruptura con el lambertismo, que contienen importantes elaboraciones sobre el frente popular y la teoría de los “campos”[4].
Otras elaboraciones
Consideramos que una de sus principales elaboraciones la realizó basado en una revisión crítica de las Tesis de la Revolución Permanente, escritas por León Trotsky en 1929, como conclusión de su balance de la derrota de la revolución china de 1923-1928. Para Moreno, esta formulación de Trotsky era demasiado “cerrada” y entraba en contradicción con lo sucedido en la Segunda Posguerra y los procesos que habían llevado al surgimiento de nuevos Estados obreros deformados. Completó su visión crítica al estudiar los procesos de lucha contra las dictaduras latinoamericanas a fínales de la década del ’70 e inicios de los ’80. Es decir, estamos en el campo teórico de las tareas y revoluciones democráticas y su inserción en el proceso general de revolución permanente.
Moreno llegó a la conclusión de que era necesario corregir y actualizar esta formulación de las Tesis. Lo hizo con un método marxista muy serio: reivindicó lo esencial de la revolución permanente (o se avanza hacia la revolución socialista en el plano nacional e internacional o las revoluciones se “congelan”, son derrotadas o retroceden). En este sentido, tal como afirmó Trotsky, las tareas de la revolución democrática son parte de la revolución socialista y sólo pueden garantizarse hasta el fin a través de ella.
Al mismo tiempo, Moreno llegó a la conclusión de que pueden lograr triunfos y avanzar hasta un cierto punto con sujetos sociales y políticos distintos de los previstos por Trotsky. Al mismo tiempo, que el desarrollo de un proceso de revolución democrática exige una respuesta programática específica de intervención[5]. Esta elaboración de Moreno es una de las más criticadas por algunas fuerzas trotskistas construidas con visiones antimorenistas.
Finalmente, queremos destacar una obra puramente teórica: “Lógica marxista y ciencias modernas” (1973), escrita inicialmente como prólogo a un libro del estadounidense George Novack y luego publicada como folleto independiente. En sus apretadas páginas, Moreno reivindica la influencia de Hegel en Marx, expone brevemente las leyes de la dialéctica, presenta una historia de las lógicas y, entre ellas, destaca la lógica hipotético-deductiva descubierta por Jean Piaget, a la que consideró como un sistema análogo al de la lógica marxista y que la enriquece[6]. Para aquellos que ya militábamos en esos años en el morenismo fue también una obra clave en nuestra formación teórica. Desde nuestro punto de vista, en ella Moreno muestra su profundo conocimiento del marxismo y, al mismo tiempo, su disposición a actualizarlo con los aportes que surgían en otros campos de la ciencia y del conocimiento, y que lo enriquecían.
Moreno “constructor”
Tal como vimos, Moreno desarrolló su militancia en condiciones muy difíciles. En el terreno subjetivo, con las fuerzas trotskistas divididas, y muchas de ellas en proceso de revisión e incluso de abandono de los principios y de la estrategia trotskista. En el terreno objetivo, se producían numerosos procesos revolucionarios en los que surgían fuertes vanguardias. Pero estas vanguardias eran atraídas por direcciones que no eran trotskistas (algunas hasta eran claramente contrarrevolucionarias). Ya nos hemos referido al estalinismo. En muchos países latinoamericanos incidían, con peso, direcciones nacionalistas burguesas como el peronismo. Después se agregó el atractivo de la dirección cubana (el castro-guevarismo) e incluso del maoísmo.
Por eso, en su larga trayectoria, Moreno se mostró como un “maestro” en la tarea de elaborar y proponer tácticas concretas para intervenir en la realidad, aprovechar las oportunidades que esta ofrecía, y ganar a un sector de la vanguardia para construir organizaciones en el seno del movimiento de masas, especialmente en la clase obrera. Con base en análisis rigurosos de las diferentes situaciones de Argentina y de otros países, las numerosas tácticas propuestas, “posibles” y “aplicables”, conforman, en su conjunto, un verdadero “catálogo” de construcción revolucionaria. Abarcan desde las intervenciones en los procesos electorales y el aprovechamiento de la legalidad hasta la militancia en la más absoluta clandestinidad, la lucha armada contra las dictaduras, y la participación en las luchas y la organización sindical de los trabajadores.
Sería muy largo enumerarlas a todas. Pero, gracias a ellas, en varios países (como Argentina, Brasil, Perú, Colombia y Nicaragua) las organizaciones orientadas por Moreno consiguieron “romper el cerco” de la marginalidad, ser partícipes destacadas de importantes procesos de la lucha de clases y construirse en ellos[7].
Más allá del curso posterior de estas experiencias, ellas quedan como importantes enseñanzas de que, con una política correcta y audaz, el trotskismo puede dar importantes saltos en su construcción, incluso en momentos aparentemente muy difíciles. Es uno de los principales legados que nos dejó Moreno.
La autocrítica como herramienta
En esta “larga marcha” en defensa del trotskismo ortodoxo para ligarse a los procesos de la realidad y allí construir sus fuerzas, Moreno cometió muchos errores tanto en algunas elaboraciones como en algunas de las tácticas que aplicó.
Él era muy consciente de ello: siempre le decía a las fuerzas militantes que dirigía: “nos equivocamos mucho, deben pensar por su cuenta, ya que nuestra dirección no es garantía de genialidades. Queremos por todos los medios inculcar un espíritu autocrítico, marxista, y no una fe religiosa en una modesta dirección, provinciana por su formación y bárbara por su cultura […] Avanzamos a través de errores y golpes y no tenemos vergüenza de decirlo”.
Por eso, hizo de la autocrítica una herramienta de su militancia. Todos los que lo conocimos en su acción política, recordamos como días, meses o años después de defender con pasión un concepto o una propuesta política decía que se había equivocado y que había que corregirla. Incluso formuló, aunque nunca escribió, una historia de la corriente morenista en Argentina en la que las diferentes etapas de construcción eran analizadas no sobre la base de aciertos y avances (que en casi todos los períodos habían existido) sino sobre la base de las desviaciones en cada una de ellas.
Una de las que me ha quedado más grabada fue la que realizó sobre sus expectativas de que la dirección de la revolución cubana avanzase hacia posiciones revolucionarias afines al trotskismo y la orientación de construirnos en el seno de la amplia corriente de vanguardia guerrillerista que había surgido en Latinoamérica. Después comprendió que, por razones de clase, esta dinámica de la dirección cubana era imposible y retomó plenamente la política de construir un partido obrero leninista-trotskista en el seno de la clase obrera. Su debate con Mandel en El Morenazo expresó este cambio. Más tarde, elaboró un documento sobre el guerrillerismo y su base de clase, que fue discutido y votado por la LIT-CI[8].
La LIT-CI es el principal legado de Moreno
El movimiento trotskista que Moreno conoció y en el que militó (al que definió como “una corriente o movimiento independiente de los aparatos burocráticos aunque no tuviera unidad organizativa”) ya no existe como tal. En un verdadero “aluvión oportunista”, sectores importantes de ese movimiento han “cruzado la línea” y abandonado el campo revolucionario, el trotskismo y su estrategia. Otras corrientes siguen reivindicándose trotskistas y de la IV pero han sufrido una fuerte adaptación electoralista a la democracia burguesa.
La LIT-CI también sufrió las consecuencias del “aluvión oportunista” y, después de la muerte de Nahuel Moreno, pasó por una profunda crisis y divisiones que casi llevaron a su desaparición. Pero, intentando seguir los consejos de Moreno, superó esa crisis y salió adelante. Hoy, en el marco de la peor crisis económica internacional desde 1929, que desmiente categóricamente el triunfo o la superioridad del capitalismo, sus secciones y militantes buscan intervenir activamente en los procesos reales de la lucha de clases.
En el marco de una gran dispersión de las fuerzas trotskistas o de ese origen, la LIT-CI es la principal herencia que nos dejó Moreno. Su principal construcción está en pie y sigue en combate. Es la única organización internacional que merece ser definida como “trotskista ortodoxa”.
Sin embargo, tal como figura en sus estatutos, no se autoproclama como la IV sino que pone su propia construcción al servicio de la Reconstrucción de la IV Internacional como alternativa de dirección revolucionaria para las masas, en momentos en que esto es cada vez más necesario[9].
Hoy, la LIT-CI también se ve sometida a pruebas exigentes: un mundo convulsionado por guerras, grandes procesos de lucha, en el marco de una crisis profunda del capitalismo imperialista y una acelerada destrucción de la naturaleza. Se han producido cambios muy profundos desde la muerte de Moreno y debemos responder sin su presencia a todo este desafío de actualización en la elaboración y en las respuestas programáticas.
Esta imprescindible actualización debe hacerse tomando a Moreno como referencia y punto de partida. Es decir, con su método autocrítico sobre los errores cometidos y con la seriedad y la profundidad con que actualizó y enriqueció la teoría de la revolución permanente de Trotsky. En otras palabras, basados en nuestra esencia: la LIT-CI es el trotskismo ortodoxo.
[1] https://litci.org/es/nahuel-moreno-un-militante-por-la-clase-obrera-el-socialismo-y-el-internacionalismo/
[2] Para profundizar la historia del morenismo previa a la fundación de la LIT-CI, recomendamos leer: https://litci.org/es/un-breve-esbozo-de-la-historia-de-la-lit-ci-2/
[3] https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=2409
[4] LA TRAICIÓN DE LA OCI (1982) – Nahuel Moreno
[5] Para quien tenga interés en conocer la aplicación concreta de esta visión, recomendamos leer 1982: COMIENZA LA REVOLUCIÓN (1983) – Nahuel Moreno, ecrito en el que analizó la caída de la dictadura argentina y orientó la construcción del MAS.
[6] LÓGICA MARXISTA Y CIENCIAS MODERNAS (1973) – Nahuel Moreno
[7] Ver la parte sobre este punto en Nahuel Moreno: un militante por la clase obrera, el socialismo y el internacionalismo – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)
[8] TESIS SOBRE EL GUERRILLERISMO (1986) – Nahuel Moreno
[9] Por la reconstrucción de la IV Internacional – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)