Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

Médicos cubanos: una conquista de la revolución del ’59

La restauración del capitalismo en Cuba, ocurrida entre los años 1970-1990, entre otras aberraciones, está mostrando cómo las grandes conquistas de la revolución de 1959, que derrocó al gobierno burgués,

 rompió los lazos de dependencia con el imperialismo, expropió a la burguesía y puso al pueblo cubano en mejores condiciones de vida, fueron adulteradas hasta transformarse en lo contrario.

El programa Más Médicos, del gobierno Dilma, expuso a los ojos del mundo la absurda y degradante realidad que existe en Cuba. Los médicos cubanos se transformaron en una fuente de renta para el gobierno, que practica trabajo semi-esclavo con la exportación de hombres y mujeres tratados como mercaderías, en un negocio sucio con otros gobiernos que apoyan a Fidel y hacen de ese negocio una forma de enviar divisas.

Prevenir para no remediar
 
Luego de la revolución de 1959 hubo una desbandada de profesionales técnicos, que huyeron de Cuba para no colaborar con la Revolución. La mitad de los médicos de Cuba, un sector privilegiado de la población, huyó del país; quedaron apenas tres mil médicos y catorce profesores de Medicina. Además de dejar a la población sin asistencia, esa crisis puso a la Isla en la inminencia de quedarse sin la enseñanza de Medicina.

En su primera etapa, la Revolución debía suplir esa fuga masificando los programa educativos y de calificación profesional. Debía ser capaz de garantizar vivienda, alimentación y ropas para el pueblo, que estaba en la más completa miseria y lleno de enfermedades, ya que la dictadura de Batista no garantizaba las mínimas condiciones de vida a los trabajadores y la población pobre. Por eso, además de la alimentación adecuada, era preciso garantizar asistencia médica y educación de forma gratuita para todos. Fue el cumplimiento de ese programa, dentro de una economía planificada, lo que permitió que Cuba diese un salto inimaginable en su economía y en la calidad de vida de la población.

La clase trabajadora cubana, sobre todo los obreros de los ingenios azucareros y aquellos que trabajaban en las minas, pusieron todo su empeño en llevar adelante esas medidas. Ese gesto hizo que el Che Guevara, uno de los líderes de la Revolución del ’59, y que acababa de asumir el Ministerio de Economía en Cuba, diese una atención especial a esos sectores. El Che era médico y sufría de asma, la misma enfermedad que venía acabando con la vida de los trabajadores de las minas, obreros con pésimas condiciones de trabajo, donde imperaban sobre todo las enfermedades pulmonares producidas por el silicio y otras sustancias. Para solucionar el problema, el Che creó e implantó un sistema de salud comunitario, abriendo las puertas de las escuelas para todos aquellos que quisiesen estudiar medicina, y ampliando la red de hospitales públicos, bien equipados y en los cuales la población tenía asistencia gratuita y de buena calidad. Al mismo tiempo, con la nacionalización de los laboratorios farmacéuticos, fue posible desarrollar la investigación médica, incluso a partir de plantas medicinales, lo que llevó a Cuba a transformarse en uno de los países del mundo más avanzados en el terreno de la farmacología, en el descubrimiento de vacunas y otros medicamentos inéditos en el mundo de la ciencia.

El programa desarrollado por el Che fue el de la medicina preventiva, más conocido como Medicina de Familia y Comunidad. Es una especialidad médica caracterizada por la atención integral a la salud y por llevar en consideración la inserción del paciente en la familia y en la comunidad. El médico de familia y comunidad es, por excelencia, un médico de atención primaria de la salud, debe tener un vínculo con sus pacientes aún antes de que ellos se enfermen, y cuando ellos sienten algo el primero a ser consultado debe ser ese médico. De esa forma, los médicos están en una posición privilegiada para hacer lo que llaman de promoción de salud, prevención de enfermedades, diagnóstico precoz y tratamiento de enfermedades que hacen parte de su capacidad clínica. En esa especialidad no existe dicotomía entre prevención y cura. La visita domiciliaria es práctica constante, pero las consultas son realizadas preferentemente en el consultorio médico, a no ser cuando el paciente está en cama. Otro recurso importante es el conocimiento de la comunidad en la que el paciente habita, lo que engloba desde infraestructura hasta costumbres y valores culturales.

El médico de familia y comunidad atiende a personas de todas las edades y de ambos sexos, de manera continuada e integral, y trabaja con un equipo interdisciplinario. Según la literatura mundial, este profesional es resolutivo en 80 a 90% de los casos que demandan asistencia a la salud. Esta especialidad rescata la relación médico-paciente perjudicada por la gran fragmentación derivada de la ultra-especialización de la medicina. Este tipo de medicina fue implantada en Rusia después de la Revolución de Octubre y sirvió como modelo para otras revoluciones, como las de Cuba y China. Es más barata que la medicina tradicional porque previene la aparición de enfermedades, y al darse una atención continua se evita el agravamiento del paciente, evitando así cirugías y exámenes sofisticados.

Ese programa sirvió de incentivo para que miles de nuevos médicos cubanos volviesen a formarse y mantener una buena atención con la población cubana. También fue parte de la política del gobierno cubano colaborar en las misiones humanitarias. En uno de esos momentos, los médicos cubanos salvaron a 600.000 africanos de la ceguera; cuando ocurrió el terremoto en Haití, acudieron para socorrer a los heridos, salvando centenas de víctimas con su habilidad y destreza.

Esa programa implantado por el Che Guevara al calor de la revolución, y al cual miles de médicos burgueses dieron la espalda, puso a Cuba en un nivel mucho más alto que todas las potencias capitalistas juntas. Cuba pasó a tener los mejores índices de salud del mundo, superiores a los países imperialistas, como Estados Unidos y toda Europa. Eso llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a considerar el sistema cubano un modelo a ser seguido por todos los países del mundo.

La economía planificada permitió esa conquista
 
Lo que permitió a Cuba resolver el problema de la salud pública, que en los países capitalistas parece un problema irresoluble, fue la planificación de la economía, que comenzó a ser puesta en práctica luego de la Revolución de 1959. Esa planificación se asentaba en tres pilares económicos. En primer lugar, la mayor parte de los medios de producción fue estatizada, o sea, pasó a ser propiedad del Estado. En segundo lugar, la cantidad y calidad de lo que se producía no eran determinadas por la leyes del mercado y sí por un plan económico central, al cual todas las empresas estaban subordinadas. En tercer lugar, todo el comercio exterior, todo lo que el país compraba y vendía estaba monopolizado por el Estado (ver Hernández, El Veredicto de la Historia, Ed. Marxismo Vivo).

En el terreno de la salud, eso significó dar prioridad a las necesidades más urgentes de la población: el incentivo a las facultades de medicina, tornadas gratuitas para que todos los jóvenes afluyesen a ellas sin ninguna traba. Significó la nacionalización de los laboratorios farmacéuticos para la producción en masa de medicamentos, entregados gratuitamente a los más necesitados. Y la prioridad fue dada a la Medicina Preventiva y Comunitaria, como ya dijimos, con un plan que envolvía saneamiento básico, para prevenir epidemias y evitar el surgimiento de enfermedades o su agravamiento. Incluía también otra cosa muy importante: el médico viviendo dentro de las comunidades; eso le permitía conocer a sus pacientes, su modo de vida, y así poder controlar mejor su salud. Con esas medidas simples, la Medicina de Cuba pasó a ser un ejemplo para el mundo.

La restauración del capitalismo no consiguió destruir todo
 
El gobierno cubano, con la restauración del capitalismo, destruyó prácticamente todos los avances hechos por la Revolución, que habían sacado a la Isla del pantano en que se hundía con el gobierno Batista y la dependencia del imperialismo. Pero esa gran conquista que fue la medicina preventiva y comunitaria fue tan fuerte que la dictadura de Fidel Castro no consiguió destruirla en su totalidad. Está muy deteriorada, con los médicos convertidos en mano de obra esclava, y dejando al pueblo cubano –que ya vive con poco– sin aquella salud pública de la que gozó en los primeros tiempos de la Revolución.

La restauración del capitalismo concretó el derrumbe de los tres pilares económicos que citamos arriba. En el final de la década de 1970 comenzaron a ser hechas concesiones al capitalismo, pero fue en 1990 que eso dio un salto cualitativo. En poco tiempo el gobierno acabó con el monopolio del comercio exterior por parte del Estado, y la economía dejó de ser planificada centralmente. La anarquía económica que caracteriza al sistema capitalista, donde el mercado es el que da las cartas, donde cada empresa y sector defiende sus propios intereses, preocupados sólo con aumentar sus ganancias y no en el bienestar de la población, volvió a empujar a Cuba hacia el pantano en el que vivía antes de la Revolución. Hoy, quien pasea por La Habana, la linda capital de la Isla, se espanta con la apariencia de las casas cayéndose a pedazos, las calles cubiertas de basura, el mal olor de la orina y las heces por todos los rincones, mendigos pidiendo limosnas en cada esquina, niños sucios andando por las calles a lo que Dios dé, jóvenes de ambos sexos prostituyéndose en los bares y en las plazas, los almacenes del gobierno vacíos, policías por todos lados, vigilando, estudiantes en pánico, y mucha, mucha propaganda del “socialismo” en todos los muros. El contraste es brutal con los imponentes hoteles para los ricos, los barrios nobles repletos de mansiones, limpísimos, sin un pedacito de papel tirado en la calle.

Convengamos que, en una situación como esa, es casi imposible mantener la salud de la población.

Preconcepto y bajos salarios
 
Y Cuba pasó a vender servicios profesionales, sobre todo médicos, para otros países. Venezuela, Brasil, y otros 50 países de América Latina, África y Medio Oriente importan médicos cubanos, lo que constituye la primera fuente de ingresos de la Isla. Este año, esa exportación debe rendir al país 8,2 mil millones de dólares. En general, los profesionales exportados para los demás países reciben salarios que varían entre los 200 y los 1.000 dólares mensuales. Gran parte de ese dinero es enviado directamente al gobierno cubano, y queda retenido hasta que los médicos retornan al país. De esa forma, quedan rehenes del gobierno cubano, que los obliga a volver a Cuba una vez vencido el contrato con el país extranjero.

Pero, además del salario de los médicos, los gobiernos pagan un valor mucho más alto al gobierno cubano. En el caso del Brasil, el gobierno paga a Cuba R$ 10.457,49, de los que apenas R$ 3.000 (1.240 dólares, pues hubo un aumento) es recibido por los médicos. Esto es, el gobierno cubano se queda con cerca de R$ 7.000 de la “bolsa” pagada por el gobierno brasileño a los médicos, siendo que médicos de otros países incluidos en el programa reciben la bolsa integralmente.

Esa práctica de “exportar profesionales” comenzó en Cuba en 1963. Desde entonces, cerca de 132.000 médicos y paramédicos cubanos cumplieron misiones en el exterior, un servicio que constituye actualmente la principal fuente de ingresos de la Isla. Según la directora de la compañía de Servicios Médicos Cubanos S. A., Yilian Jiménez, al diario oficial Granma, “desde que, en 1963, partió para Argelia la primera brigada médica cubana en misión internacionalista, y 131.933 profesionales de la salud colaboraron con otras naciones”. Actualmente, permanecen prestando esos servicios más de 50.000 trabajadores, de los cuales cerca de 25.000 son médicos.

Jiménez afirmó que la exportación de servicios médicos no afecta la cobertura de la salud en la Isla, cuya tasa de médicos por habitante “es comparable a la de países del primer mundo”. Pero la población cubana viene protestando contra la exportación de médicos porque la salud pública gratuita empeoró mucho. El Ministerio de la Salud se defiende, con números, diciendo que Cuba posee 76.836 médicos, 14.964 dentistas y 88.364 enfermeras para una población de 11,1 millones de habitantes. Lo que olvida decir es que los médicos cubanos reciben en Cuba apenas cerca de 30 dólares por mes.

Brasil: enfermedades y anarquía
 
Dilma defiende el capitalismo, pero no dudó en aprovecharse de los médicos cubanos, una conquista de la revolución cubana, para tapar los agujeros que la anarquía de nuestra economía deja por todos lados. En el Brasil, la falta de médicos es crónica y la salud pública es un desastre total; porque las facultades de medicina son privadas y carísimas, porque la industria farmacéutica es monopólica, porque los buenos hospitales son privados. Lo que impera aquí es la medicina privada y los planes de salud son exorbitantes, con un único objetivo: la ganancia.

No hay ningún tipo de planificación en un área tan vital como la salud pública. En los hospitales públicos faltan camas, faltan médicos, faltan enfermeros, ¡falta hasta esparadrapo! Los pacientes son atendidos en el piso, en la calle, en los pasillos. Los pocos empleados se cansan de protestar, pero no se hace absolutamente nada. No hay equipamiento para los exámenes, como mamógrafos, por ejemplo, en un país en el que el cáncer de mama es la más mortal de las enfermedades. Mientras tanto, la TV muestra propagandas de hospitales sofisticados, con todo lo que hay de más avanzado en la medicina mundial. Pero sólo para los ricos.

Los médicos que trabajan en la medicina privada son una elite; los demás, se matan como esclavos en guardias extenuantes y pésimas condiciones de trabajo. En medio de ese caos, Dilma tuvo la brillante idea de crear el Más Médicos, un programa paliativo, que tapa el sol con el tamiz.

Una parte de la clase médica brasileña respondió al programa alegando que los médicos cubanos ocuparían los puestos de trabajo. Muchos médicos cubanos fueron recibidos con silbidos y muchas manifestaciones de preconcepto. Pero ellos son tan explotados como nuestros médicos que no forman parte de la elite.

Si el gobierno brasileño tiene capital suficiente para pagar 7.000 reales por médico y si son 11.400 médicos, eso da un total de R$ 80 millones por mes que el Brasil envía a Cuba. En el año, eso da casi 958 millones de reales (casi mil millones) enviados al gobierno cubano a costa del trabajo de los médicos de ese país. Ese dinero ya debería estar siendo empleado en la formación de médicos brasileños y en la mejora de la salud pública.

Lo que el Brasil precisa urgente, es que el gobierno nacionalice ya todas las facultades de medicina y enfermería; acabe con el vestibular [examen previo] faraónico que impide que los alumnos de la escuela pública –la inmensa mayoría de los estudiantes– ingrese en esas facultades; implante la gratuidad de la enseñanza, tanto en relación con la mensualidad como con la cesión de libros y materiales de estudio. Nacionalice inmediatamente la industria farmacéutica, para la producción de masa de medicamentos, distribuidos gratuitamente a toda la población. Esto puede parece imposible, pero ya fue hecho en el Brasil, en el gobierno de FHC, con la quiebra de patentes y producción de remedios contra el sida, que fue un éxito y un ejemplo para el mundo entero. ¿Por qué no hacer lo mismo con los remedios para el cáncer y otras enfermedades que nos afectan? Otra medida fundamental es acabar con todos los planes de salud privados, que son verdaderas mafias y máquinas de ganar dinero a costa de la salud de la población, y tornar toda la medicina pública, gratuita y de buena calidad. Para eso, el gobierno debería contar con el asesoramiento de programas que se mostraron eficaces, como el de Cuba, por ejemplo.

Para eso, el gobierno tiene que romper con el gran capital y las multinacionales que controlan la salud pública y hacen de ella un gran negocio. Esta es una lucha más del conjunto de la clase trabajadora, una lucha necesaria y urgente, para que nadie más tenga que dar a luz en el corredor de un hospital.

Traducción: Natalia Estrada

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