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Declaraciones

Las masas derrotaron el fraude electoral

febrero 15, 2006

Finalmente, fue reconocido el triunfo de René Preval en las elecciones presidenciales haitianas. Este hecho llega después que el Consejo Electoral, permitió primero un claro fraude contra Preval (en los basurales de Puerto Príncipe, se encontraron urnas con amplia mayoría de votos para él) y, luego, intentó forzar una segunda vuelta electoral con Leslie Manigat, candidato favorito del imperialismo, ubicado en segundo lugar.

Pero las masas haitianas derrotaron este fraude preparado por el imperialismo. En primer lugar, votaron masivamente por Preval quien, a pesar del fraude, obtuvo casi el 49% de los votos contra menos del 12% de Manigat. Pero lo fundamental es que luego se movilizaron masivamente para defender su voto, intentaron asaltar la sede del Consejo Electoral y enfrentaron la represión de las tropas de ocupación que produjo un muerto. Una vez reconocido el triunfo de Preval, el pueblo haitiano festejó en las calles, especialmente en Puerto Príncipe, la capital.

 

Lo sucedido en Haití tiene similitudes con lo que ocurrió recientemente en Palestina (el triunfo electoral de Hamas), incluso considerando las profundas diferencias entre ambas regiones y los protagonistas políticos. En el marco de un régimen colonial y de ocupación militar, se realizan elecciones, como un intento de «vestir» esa situación, y las masas votan masivamente por los candidatos y movimientos que, en su opinión, les permiten expresar su oposición y su bronca. Provocan así una crisis en ese mecanismo electoral y, con ello, en la propia ocupación. Finalmente, estas crisis en Haití y Palestina se suman a las que el imperialismo ya vive en la ocupación de Irak y en las relaciones con el gobierno iraní.

La ocupación

Haití es el país más pobre de América, con indicadores económico-sociales similares a las regiones pobres de África. En aquel continente, la suerte del país y su pueblo posiblemente sería relegada al olvido. Pero Haití está en el Caribe, una región clave para el imperialismo yanqui, a la que considera su «patio trasero» en el que tiene derecho a intervenir política y militarmente.

 

La última invasión de los «marines» se produjo en 2004 para derrocar al entonces presidente Jean-Bertrand Arisitide, un sacerdote católico que había ganado prestigio en los suburbios pobres de Puerto Príncipe, en 1986, durante la lucha que derribó la sangrienta dictadura familiar de los Duvalier, y ganó las elecciones presidenciales posteriores.

 

En principio, el imperialismo trató, por distintas vías, de mantener a Aristide fuera del poder. Pero, en 1992, frente a la realidad de que era la única figura que podía controlar la inestabilidad haitiana, los «marines» lo instalaron en la presidencia, luego de un acuerdo entre Bill Clinton, entonces presidente de EE.UU., y Aristide, por el que este aplicaría una política fondomonetarista y proimperialista.

 

En su segunda presidencia, Arisitide comenzó a acaparar los negocios del Estado y la ayuda económica internacional que recibe el país. Esto provocó no sólo la ruptura de su frente político, sino un fuerte enfrentamiento con los otros sectores burgueses haitianos que derivó en una guerra civil, con la participación de varias fracciones armadas. Ante la negativa de Aristide de formar un gobierno de «unidad nacional» con sus opositores y el riesgo de «libanización» de Haití, en 2004, los «marines» invadieron el país, lo derrocaron y lo llevaron al exilio.

 

Las tropas de la ONU

Se instaló así un régimen colonial bajo ocupación militar. Poco después, para que Bush pudiera concentrar su esfuerzo militar en Irak, los marines fueron retirados y reemplazados por «cascos azules» de la ONU: cerca de 10.000 soldados de diversos países, encabezados por Brasil (participan tropas de Argentina, Chile y Uruguay, entre otrs). Este intento de camuflar la situación, no puede ocultar el verdadero papel de tropas de ocupación al servicio del imperialismo que cumplen los «cascos azules». Vaya como ejemplo la represión a quienes se manifestaban contra el fraude electoral y el asesinato de un manifestante por parte de soldados jordanos.

 

Además de desnudar el verdadero carácter de lacayos del imperialismo de Lula, Kirchner, Lagos y Tabaré Vázquez, la ocupación sólo puede causar dolor e indignación en los pueblos latinoamericanos que tienen una gran deuda histórica de gratitud con el pueblo haitiano: Haití, primera nación latinoamericana independiente (resultado de una revolución de esclavos negros) refugió y ayudó financieramente a Simón Bolívar, luego de la derrota de su primer intento independista en Venezuela. Y esos presidentes latinoamericanos pagan esa deuda con una invasión militar y represión.

 

Una tarea urgente

En este marco colonial, se realizaron las elecciones como un intento de legalizar la situación y neutralizar los primeros síntomas de crisis de la ocupación, como el reciente suicidio del comandante brasileño y las exigencias de mayor represión por parte de la burguesía haitiana. Todos los candidatos se pronunciaron a favor de mantener los «cascos azules».

 

El propio Preval declaró que las tropas debían permanecer «todo el tiempo que fuera necesario». Sin embargo, capitalizó el prestigio que conserva Aristide en las masas pobres, por su cercanía con él en el pasado. No era el candidato que el imperialismo prefería: fue la movilización de las masas quien lo obligó a aceptar su triunfo.

 

Compartiendo su lógica alegría por haber derrotado el fraude, llamamos a las masas haitianas a no depositar ninguna confianza en Preval: tanto por su carácter burgués como por su aceptación de la situación colonial, él no va a luchar contra la ocupación ni gobernará para resolver los gravísimos problemas económico-sociales del pueblo.

 

Por el contrario, en quien sí confiamos plenamente es en la lucha y la movilización del pueblo haitiano, que tiene una larga tradición de heroísmo y cuyo ánimo seguramente se verá fortalecido por este triunfo. El pueblo haitiano tiene ante sí una tarea urgente: echar a las tropas de ocupación de la ONU, como punto de partida imprescindible para comenzar a mejorar su situación. Otras tareas muy importantes son la ruptura con el FMI (uno de los responsables de la crítica situación económico social) y el desarme de la feroz policía haitiana y las fuerzas para-policiales de derecha, cómplices de la ocupación.

 

Por eso, la LIT-CI levanta la consigna ¡Fuera los cascos azules de Haití! Una lucha que no es sólo de las masas haitianas sino de todos los pueblos del mundo. Especialmente, de los países latinoamericanos que mantienen tropas de ocupación, como Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. En estos países está planteada la necesidad de impulsar una fuerte campaña y grandes movilizaciones unitarias exigiendo el retiro inmediato de sus soldados. De esa forma, podremos derrotar al gran enemigo común: el imperialismo estadounidense.

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