search

Las “generaciones à rasca”

julio 27, 2011

Artículo publicado en el Dossier Juventud de la Revista Correo International (Nueva Época) N° 5, junio de 2011.



Mientras escribimos, miles de trabajadores, estudiantes y desempleados acampan en la Plaza del Sol, en Madrid, y su ejemplo es seguido en el resto del país y de Europa. Protestan contra la ley electoral española, pero también contra los planes de ajuste, expresando la rabia por una crisis que es pagada por los que la no crearon y la desilusión con una democracia fraudulenta.




El “acampe” de la Plaza del Sol, nos recordó las manifestaciones de 12 de marzo, en Lisboa y Oporto, otra gigantesca movilización que llenó las principales ciudades del país, convocada en nombre de la “Geração à Rasca” (GaR) o “generación pérdida”. Como en Madrid, esta protesta no fue convocada por las centrales sindicales, ni por muchos partidos de izquierda, que la despreciaron, sino por tres jóvenes, a través de las redes sociales.



Los más optimistas creían que algunos miles se juntarían en Lisboa y en Oporto. Pero el día 12, una marea humana llenó las calles de Lisboa (200.000 personas) y de Oporto (80.000). La combatividad, la cantidad de carteles y la imaginación de las consignas, hicieron recordar a los más viejos, que también comparecieron, el 1º de Mayo de 1974, en el inicio de la revolución de los claveles. Se sintió una rabia enorme con algunos de los fundamentos económicos y políticos del régimen, como la precariedad, los bajos salarios, el desempleo, y también contra la alternancia en el gobierno de los dos principales partidos: “PS y PSD es la crisis que se ve”, se cantaba. La indignación popular tenía un blanco: el primer ministro del PS, José Sócrates, que gobierna el país desde hace 6 años, criticado e insultado por toda la manifestación.



Poco después, Sócrates renunció. Astutamente, no asumió que lo hacía debido a las manifestaciones y escenificó una comedia sobre la votación de otro plan de ajuste, postergando su salida. Así, una victoria estruendosa de las masas no fue asumida por nadie. Ni la mayoría de la izquierda se preocupó por explicar los verdaderos motivos de la caída del gobierno, pues en clima electoral no le conviene decir que las soluciones vienen de la lucha, sino del voto.



La continuidad de la lucha y el “apartidarismo”



Tras 12 de marzo, una reorganización molecular se inició en la vanguardia. En diversas ciudades se organizaron núcleos de la GaR. Sin embargo, la inexperiencia, los prejuicios y la acción de la izquierda reformista la estancaron temporalmente.



La protesta se clasificó desde el inicio como “apartidaria”, lo que sirvió para alimentar los más preocupantes prejuicios que acompañan esta oleada de luchas: la desconfianza hacia los partidos, los sindicatos y, muchas veces, hacia todo el tipo de organización estructurada, alimentando un espontaneísmo que debilitó el movimiento y lo hizo manipulable.



La culpa de este prejuicio es de los partidos del régimen, inclusive del Bloque de Izquierda (BE) y del Partido Comunista (PCP). Porque la vanguardia sólo ve dos tipos de partidos: los que gobiernan contra los trabajadores y los que los representan de forma conciliadora, pensando que no son posibles otros proyectos partidarios diferentes.



Pero no es sólo eso: tras el sobresalto de 12 de marzo, esta izquierda se apresuró a desmontar la lucha. El PCP continuó  despreciando el movimiento; el BE, más astuto, insertó sus dirigentes en la cúpula del movimiento que se comenzaba a esbozar, defendiendo ahí que no se debía constituir un movimiento nuevo y que los núcleos de la GaR no se debían basarse en asambleas, pues ese sería terreno fértil para la infiltración de los partidos, alentando aún más este prejuicio…



La debilidad relativa de los que defendían, como Ruptura/FER, un nuevo movimiento nacional, contra la precariedad, el costo de vida y el desempleo, basado en las luchas callejeras y en la democracia de base, hizo que la línea del BE y del PCP imperara y el movimiento se dispersase. Dos meses después, los promotores convocaron una asamblea “no resolutiva” y comparecieron sólo 50 personas.



Es un ejemplo de que el principal problema de las luchas no es la “pasividad inherente a la juventud”, sino la pasividad inherente a la izquierda reformista, que no tiene pudor en alimentarse cínicamente de los prejuicios anti partidarios de los jóvenes. De este modo, el movimiento que dio origen a la manifestación fue  influenciado (naturalmente, digamos) por las ideas de los partidos de la izquierda parlamentaria (particularmente el BE). Como dijo Chico Louçã en la VII Convención del BE, los activistas no deben hacer y preparar “nuevos 12 de Marzos” sino transformar el próximo 5 de junio, día de elecciones legislativas, en un… referéndum.



También nadie lo oyó decir que las elecciones no van a resolver nada y que sólo las manifestaciones del tipo 12 de Marzo pueden hacer cambiar la situación política en un sentido más positivo. Louçã, líder de uno de los partidos que más influencia tiene dentro de los activistas que dirigieron la manifestación, sugirió el ‘voto’ como el instrumento de “cambio”, o sea… más votos y diputados para el BE.



Tal vez eso explique porque, desde 12 de Marzo, no hubo nuevas manifestaciones. Todo el país fue encaminado  conscientemente para la trampa electoral. Los activistas, incluso los de izquierda, pueden no gustar de los partidos, y tienen razones para eso; Pero, en realidad no dejan de estar bajo su influencia ni tienen como huir de esa realidad. Entonces la resolución del dilema no está en rechazar todo lo que ‘huele’ a partidos o a sindicatos sino en levantar alternativas.



Una dirección nueva para una nueva oleada de luchas



Una oleada de luchas de la juventud trabajadora y estudiantil recorre Europa. Atenas fue su primer escenario. Inmediatamente se hizo sentir el poderoso “octubre francés”, en que los jóvenes cerraron las escuelas y se juntaron a las huelgas. Mas tarde, se expandió a Italia e Inglaterra. Ahora,  irrumpe ahora en España y Portugal. Sus causas profundas son los planes que la burguesía europea tiene para superar la brutal crisis que vive.



Durante décadas, amplios sectores de la clase trabajadora europea, sobre todo de los países céntrales, garantizaron a sus trabajadores derechos inimaginables para los de los otros continentes. Esos derechos nacieron de duras luchas de la clase, que amenazaron el capitalismo en el centro de la Europa y lo derrotaron en el Este. Para controlar estas luchas, el estalinismo y la socialdemocracia  pactaron con la burguesía: los trabajadores (o por lo menos sus direcciones) abdicaban de la lucha revolucionaria y, en compensación a burguesía garantizaba que una parte de la plusvalía era canalizada para el “Estado Social”. Así fue también en Portugal, Grecia y España, después del derrumbe de las dictaduras fascistas, en los años 70.



Pero, la brutal crisis económica que explotó en 2008, y que arrastró a Europa hacia la “crisis de las deudas soberanas”, la burguesía, que ya venía desmontando el “Estado Social”, rasgó finalmente el pacto y dio un salto a profundizar la explotación. Por un lado, ataca los derechos que mantenían las generaciones más viejas. Por otro, hace que las generaciones más nuevas no puedan ni soñar con ellos.



Las direcciones reformistas continúan cumpliendo con el pacto, como si a otra parte no lo hubiera roto. Como las direcciones tradicionales no salían a la lucha, los trabajadores y la juventud salieron sin ellas, inspirados en las revoluciones árabes. Así llegamos a las huelgas generales griegas, a los enfrentamientos en las calles de París y Roma, a los campamentos en la Plaza del Sol y a las manifestaciones de la “GaR”.



Este ascenso, y la reorganización que presupone, exigen una reflexión a los revolucionarios. Salvando las diferencias, podemos comparar la situación que despunta en Europa con las luchas que barrieron el continente tras la Primer Guerra o después de Mayo de 68. También en esos momentos había inestabilidad de las instituciones burguesas, que intentaban aplicar duros planes contra los trabajadores, y una disposición de lucha de éstos, que contrastaba con la capitulación de sus direcciones.



Son esos momentos en que, incluso en crisis, la burguesía se organiza, centralizada e internacionalmente, y que las direcciones reformistas, por más laxas que parezcan, nunca abdican de sus partidos para defender sus programas de derrotas encapotadas. En ese proceso, se alimentan de las más variadas mentiras. Hoy, se alimentan de un sentimiento progresivo de la juventud (el repudio a los partidos tradicionales y su papel conciliador) pero lo vuelven contra la vanguardia, incentivándola a no organizarse, a ser “espontánea” y “autónoma”. Usan el fantasma de la “manipulación” para manipular mejor.



¡Llegamos al punto en que vemos dirigentes partidarios alertando contra la “infiltración de los partidos” en los movimientos y organizando a sus militantes para defender esa política! ¿La izquierda reformista estará tan senil que hace política contra sí misma? No lo creemos. Alimentando el “apartidismo”, los partidos que crecen a la sombra de las instituciones burguesas, intentan ahogar a los activistas en desconfianzas, empujándolos al individualismo.



Por otro lado, la burguesía y el reformismo saben bien que sólo fueron derrotados por los ascensos de masas liderados por fuertes partidos organizados y disciplinados, y que el régimen capitalista mundial sólo estuvo en disputa causa con la victoria del partido bolchevique en Rusia, en 1917.



“Si luchan no se organicen; si se organizan, que no sea en partidos; si fuera en partidos que no sea con un programa revolucionario y, si construyen partidos revolucionarios, que no sea a escala mundial”. Este es el mote del régimen y de su izquierda para deseducar quien lucha.



La apuesta de los revolucionarios es la opuesta: por más masivas y combativas que sean las luchas que hoy se levantan en Europa, no serán victoriosas si no asumen un programa revolucionario, socialista e internacional. Y para defender ese programa hay que seguir las enseñanzas de la historia: no hay programa revolucionario sin partido revolucionario y no hay partido revolucionario que no sea parte de un internacional. Está en el orden del día ganar miles de activistas para este proyecto en Europa. De lo contrario, acabarán manipulados y desmoralizados, las luchas serán derrotadas y las jóvenes generaciones estarán condenadas a la miseria y al desempleo, obligados a recomenzar sus luchas de cero.


1 Máximo dirigente del BE.
_______________________________________________

Leer otros artículos del Dossier Juventud

Lea también