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Bolivia

Las encuestas indican que triunfarían candidatos de derecha

agosto 14, 2025

Por Alicia Sagra

El 17 de agosto, en medio de una gran crisis económica, política y social, se realizarán las elecciones en Bolivia. 7,5 millones de personas están registradas para elegir: presidente y vice, 36 senadores (4 por región) y 130 deputados[1].

Ocho candidatos están em la disputa presidencial. Dos de ellos representan fracciones del MAS. El abogado Eduardo del Castillo, candidato oficial do MAS (el presidente Luis Arce retiro su candidatura) de 38 años fue ministro desde 2020 a 2025 y Andrónico Rodríguez, 36 años, presidente del Senado, candidato por la Alianza Popular, fue dirigente de los cocaleros. Era considerado como el sucesor de Evo Morales, pero actualmente los “evistas” lo consideran un traidor. Evo Morales, quien no consiguió legalizar ningún candidato, llama al voto nulo.

Los otros seis candidatos están identificados con los sectores de derecha. Entre ellos los que aparecen con posibilidades son Samuel Doria Medina, por Alianza Unidad, y José (Tuto) Quiroga por Alianza Libertad.

Quiroga fue electo vicepresidente en 1997, en la fórmula de Banzer y asumió la presidencia por 12 meses cuando Banzer se retiró por problemas de salud (2001-2002). Se declara admirador de Milei. Anunció “reducir” el Estado, aprobar una reforma fiscal, eliminar subsidios, privatizar empresas estatales. Criminalizar los bloqueos de caminos y poner a Evo em la cárcel

 Medina es un empresario de La Paz, considerado el segundo empresario boliviano y uno de los más destacados a nivel latinoamericano. Fue militante del MIR y ministro de Planeamiento (1991-1993) en el gobierno de Jaime Paz Zamora. Ahora se presenta como un candidato diferente, empresario, que pasa por encima de las cuestiones políticas. Defiende el cierre de instituciones estatales, medidas de austeridad, suspensión del control de precios y se declara admirador del sistema de seguridad impuesto por Bukele en El Salvador.

Por su parte los candidatos de “izquierda” no proponen ninguna medida anticapitalista ni siquiera mínimamente antimperialista. Por ejemplo, Andrónico sólo habla de una “industrialización soberana” del sector minero, con planes para establecer la producción estatal de metales como litio, plata y cobre, junto con medidas de cierta austeridad y el cese paulatino del subsidio a los combustibles.

La novedad es que por primera vez en 20 años los candidatos de derecha encabezan las encuestas. En las realizadas en agosto, Castillo aparece con el 2%, Andrónico con el 8,4%, mientras que Medina y el Tuto Quiroga estarían en un empate técnico con el 24 %. El voto nulo podría llegar al 15%. Los indecisos están entre el 5 y 14%.

¿Por qué pasa eso?

Por lo de siempre: la frustración del movimiento obrero y de masas con los llamados “gobiernos progresistas” quienes, ante la aparición de crisis económica, no dudan en aplicar las medidas del imperialismo, volcando la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, los pobres, los desposeídos. No se puede explicar el triunfo electoral de Milei, como antes el de Bolsonaro, sin partir de la frustración con los gobiernos kirchneristas y del PT.  En Bolivia, a eso se le suma la vergonzosa disputa entre Arce y Evo, para determinar quién era el candidato a presidente. Disputa que incluyó la división y enfrentamiento de las organizaciones sociales, utilización de bloqueos de caminos, intento de autogolpe, acusaciones de corrupción, de pedofilia, enfrentamientos con la policía, con la secuela de presos, heridos, muertos.

Cómo se llegó a esa situación

La existencia de un presidente indígena creó una gran expectativa, no sólo en Bolivia, sino a nivel latinoamericano. Como ya dijimos en otros artículos, eso sólo se pudo dar como subproducto de las revoluciones obreras y populares de 2003-2005.

El gobierno de Evo fue aceptado por la burguesía y el imperialismo, como forma de desviar esos procesos revolucionarios que cuestionaban el poder. Ese objetivo fue conseguido. Con ese gobierno el proceso se fue encarrilando en el sistema burgués. Pero como el proceso revolucionario fue profundo, Evo se vio obligado aplicar, y la burguesía a aceptar, políticas de reivindicación cultural y de participación campesina e indígena, que significaron importantes conquistas democráticas para los pueblos oprimidos. Eso fue acompañado por una situación económica internacional favorable (precio de las materias primas) que posibilitó el crecimiento de la economía conocido como “el milagro boliviano”.

Pero esa realidad comenzó a cambiar a partir de 2014 con una disminución considerable de la exportación del gas.  Eso fue acompañado por una decadencia de la figura de Evo después de la represión a la marcha indígena en defensa del TIPNIS[2],  el que además comenzó a ser cuestionado por su última reelección que no respetó lo planteado por la constitución. Deterioro que fue aprovechado por la derecha para impulsar el golpe militar de 2019.

A pesar de que la confianza en Evo no era la misma, el movimiento de masas no aceptó la salida militar y se dio una muy fuerte resistencia que no permitió la estabilización del gobierno golpista. Así, en las elecciones de 2020, se volvió a imponer el MAS con Luis Arce, indicado por Morales desde el exilio, como presidente.

Pero la situación económica era muy diferente, y Arce continuó con lo que ya había iniciado Evo, de entrega de los recursos naturales, en especial el LITIO y sin poder controlar los graves problemas de escases de combustible, falta de dólares, aumento del precio de los alimentos, que fueron provocando permanentes protestas obreras y populares durante todo su gobierno.

En ese marco, se da la vuelta de Evo y la pelea por recuperar su lugar en el MAS y centralmente ser el futuro presidente de Bolivia, con todas las ventajas materiales que vienen junto con el cargo.

De esa pelea ninguno de los dos salió triunfante y hoy se está hablando de la vuelta de la derecha, que había sido aplastada por la resistencia obrera y popular en 2020 y del fin del siclo del MAS.

Seguramente saldrán explicaciones hablando del giro a la derecha, poniendo la culpa en las masas rabajadoras. Pero estos gobiernos, que aparecen como “progresistas” que tienen un discurso por la izquierda, pero que administran el estado capitalista y  no tienen ningún escrúpulo en aplicar planes de ajuste y represión, son los que abren el espacio para gobiernos más reaccionarios. Y gran parte de la responsabilidad la tienen las organizaciones y/o dirigentes que se dicen revolucionarios pero que, en vez de llamar a la organización independiente de los trabajadores, llaman a confiar y a veces a participar de esos gobiernos. 

No nos canceremos de repetir que no hay atajos posibles, la única forma posible de avanzar en la solución de nuestros problemas, es con la organización revolucionaria para luchar por una nueva sociedad, la sociedad socialista, a partir de la lucha por el poder de la clase obrera y los sectores populares.


[1] En el sistema electoral boliviano se eligen 63 diputados por circunscripción electoral y 60 se eligen proporcionalmente a los votos obtenidos por los candidatos presidenciales, mientras que 7 lugares son reservados para los representantes indígenas. Quien vota por esos diputados especiales, no vota por los uninominales en cada circunscripción.

[2] La represión fue motivada por el objetivo de construir una mega carretera a través del TIPNIS, territorio Indígena del Parque Isidoro Sécure.

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