search
               
                   
Ucrania

Las encrucijadas de Ucrania

julio 5, 2014
La primera y más importante definición sobre Ucrania es que en ese país se inició un proceso revolucionario cuya primera fase culminó con la caída de Yanukovich, en febrero de 2013.

 
Gran parte de la izquierda mundial, agrupada en la corriente castro-chavista, salió en defensa de ese gobierno corrupto, agente de la oligarquía y del imperialismo, argumentando que se trataba de un golpe de la derecha. Quieren desvirtuar el hecho incontestable de que un gobierno identificado con la opresión rusa fue derrocado por una amplia y prolongada movilización popular.
 
La gran argumentación del castro-chavismo es la fuerza de sectores neo-nazistas en la movilización y en el nuevo gobierno. No obstante, las elecciones de junio pasado, después de la rebelión de la Maidán, mostraron el peso real de esos sectores. El principal grupo neo-nazista, Svoboda (Libertad) retrocedió de 10,5% conseguidos en las elecciones de 2012 a 1,17% de los votos. El Praviy Sektor (Sector de la Derecha) –otro grupo neo-nazista– tuvo 0,67%.
 
En realidad, el gran hecho es que las grandes rebeliones populares que sacudieron a Egipto, a Túnez, llegaron a Europa. Traen la fuerza impresionante de las masas en las calles, con episodios emocionantes como la resistencia de miles de personas en la Plaza Maidán aun bajo el fuego de francotiradores enviados por el gobierno cada vez más autoritario. Esa masa rebelada se auto-organizó y pasó por encima de las direcciones que propusieron un acuerdo con Yanukovich para [llamar a] elecciones en diciembre.
 
Un activista tomó el micrófono, rechazó el acuerdo y dijo que si Yanukovich no salía, la mañana siguiente la multitud invadiría el palacio buscándolo. Enseguida después, el presidente huyó, y las masas ocuparon los edificios públicos.
 
Al mismo tiempo, esas gigantescas movilizaciones traen al primer plano las innumerables confusiones causadas por el retroceso en la conciencia pos Este europeo y, sobre todo, por la ausencia de una dirección obrera revolucionaria de masas que se postule como dirección para el proceso. Eso va a demostrarse en la fragilidad de esa auto-organización que se disolvió rápido, en la ausencia del proletariado organizado como clase, en las expectativas en la Unión Europea.
 
Las masas en movimiento fueron capaces de derrocar un gobierno, pero por sí solas fueron incapaces de construir una alternativa. Así, fue posible para la burguesía ucraniana canalizar la gran rebelión de la Maidán hacia la democracia burguesa, por la vía de la reacción democrática, eligiendo a Poroshenko con 54% de los votos. Uno de los mayores burgueses ucranianos –uno de los oligarcas que llevó al país a la situación actual– capitalizó una heroica movilización de masas.
 
En realidad, se trata del segundo episodio de rebelión popular que derrumba a un gobierno en el pasado reciente. En 2004, la llamada “revolución naranja” evitó que el propio Yanukovich llegase a la presidencia por un fraude electoral gigantesco.
 
Pero la mecánica del proceso revolucionario sigue actuando. La decadencia del país y la miseria del pueblo, que sólo vienen agravándose desde la restauración del capitalismo, fueron las bases materiales que generaron la “revolución naranja” y la actual “Maidán”.
 
Eso va a profundizarse enormemente con el plan del FMI asumido por el nuevo gobierno. Van a ser privatizados los gasoductos (que transportan el gas que viene de Rusia hacia Europa) y las minas, aumentados en 50% el precio del gas, en 40% las tarifas de electricidad, reducidos brutalmente los subsidios, despedidos 20% de los empleados públicos. La devaluación de 50% en la moneda ucraniana ya tornó los productos importados mucho más caros. El acuerdo de libre comercio con la Unión Europea [UE], firmado ahora, el 27 de junio, va a abrir completamente las fronteras ucranianas a los productos europeos, acelerando la decadencia y la desindustrialización del país.
 
El otro motor del proceso revolucionario es la cuestión nacional. Ucrania es un país independiente sólo desde 1991. Fue oprimida por el zarismo y por el stalinismo, que acentuaron el chovinismo gran ruso. Fue ocupada por el nazismo. Aún después de su independencia formal, sigue siendo duramente oprimida por Rusia y por el imperialismo europeo.
 
Nada vendrá de progresivo de Rusia, la submetrópoli a su lado, que quiere mantener el control mayoritario de la economía del país.
 
Menos aún de la Unión Europea. El acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, la aplicación del plan del FMI y la privatización de los gasoductos son pasos cualitativos en la recolonización de Ucrania. El país puede ser considerado, a partir de esos acuerdos, una semicolonia de la Unión Europea.
 
Las expectativas del pueblo ucraniano en la UE contrastan fuertemente con la realidad en el resto del continente. En la misma fecha en que se elegía a Poroshenko, las elecciones europeas indicaban un fenómeno opuesto: una abstención gigantesca y la derrota de los partidos socialdemócratas y de la derecha tradicional en la mayoría de los países europeos mostraban un profundo desgaste de la Unión Europea frente a los trabajadores del continente.
 
Sólo el proletariado ucraniano, si recompone su conciencia de clase y asume una postura independiente de las distintas opciones burguesas asociadas al bloque de la UE y de Putin, podrá apuntar una alternativa revolucionaria socialista para construir la Ucrania independiente, libre y unida. Y eso se expresa en la construcción de un partido, una dirección que encare la lucha para poner a la clase obrera en el poder.
 
Una historia de grandes derrotas
 
Ucrania es uno de los mayores y más populosos países de Europa. Su territorio es mayor que el de todas las potencias imperialistas del continente, como Alemania, Italia, Inglaterra, Francia, España. Tiene tierras muy fértiles, es considerada el “granero de Europa” (fue el tercer mayor exportador de granos del mundo en 2011), y un parque industrial desarrollado.
 
En el siglo XVIII, Ucrania estaba dividida entre el Imperio Austro-Húngaro (Ucrania Occidental) y el Imperio Ruso (Ucrania Oriental). La revolución de 1917 generó la República Socialista Soviética Ucraniana en la parte oriental que después se unificó con la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, creada en diciembre de 1922. En el lado occidental ocurrió una revolución con final diferente: formó la República Popular de Ucrania Occidental que fue derrotada e incorporada a Polonia.
 
En el corto período de los siete primeros años de la revolución rusa se avanzó en la solución del problema nacional en la República Socialista Soviética Ucraniana, con una recuperación lingüística y cultural de gran importancia, que fue llamada “ucranización”. Era un ejemplo para la otra parte del país que estaba siendo en aquel momento esclavizada por Polonia, así como para todos los pueblos oprimidos del continente.
 
Sin embargo, la contrarrevolución stalinista revirtió brutalmente todo eso. La “rusificación” forzada del país reprimió violentamente cualquier pretensión independentista. Al problema nacional se ligó toda una violenta conmoción social. La colectivización forzada del campo impuesta por el stalinismo en toda la Unión Soviética encontró fuerte resistencia en el campesinado del país, lo que causó entre cinco millones y seis millones de muertos.
 
La unidad en la URSS, que comenzaba a consolidarse por el convencimiento, se convirtió en una tendencia centrífuga, de odio de las masas ucranianas contra la opresión rusa.
 
El acuerdo de Stalin con Hitler en 1939 posibilitó que el ejército rojo invadiese Ucrania Occidental y reunificase el país bajo las botas rusas. Cuando los ejércitos nazistas rompen el pacto con Stalin y ocupan Ucrania, se da un episodio que revela completamente el fracaso stalinista en la resolución de la cuestión nacional ucraniana: hubo regiones de Ucrania Occidental en las que los nazistas fueron recibidos como libertadores. Pero la ocupación nazista generó también una fuerte oposición del pueblo ucraniano.
 
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de Ucrania fue reunificada bajo control de la URSS, estableciéndose de nuevo un estado obrero burocratizado y sometido a la burocracia rusa.
 
La independencia asociada a la restauración del capitalismo
 
La caída de las dictaduras stalinistas en el Este europeo en 1991 posibilitó la convocatoria a un refrendo que decidió por la independencia del país. Ucrania existe como estado independiente desde hace sólo 23 años, en plena Europa. Hay un sentimiento nacional exacerbado por la opresión y al mismo tiempo un estado frágil, incapaz de imponerse frente a las potencias opresoras.
 
La independencia del país, largamente ansiada, no trajo, sin embargo, la mejora esperada. La restauración del capitalismo produjo una fuerte decadencia económica, con retroceso de 60% del PIB entre 1991 y 1999. El nivel de vida de los trabajadores fue duramente golpeado, perdiendo conquistas como el pleno empleo y servicios públicos de calidad. El pueblo conoció nuevamente la miseria.
 
Los burócratas que controlaban el país se apropiaron de las empresas estatales convirtiéndose en los nuevos burgueses. Son los llamados “oligarcas” del país, nuevos multimillonarios que componen la elite gobernante. Tienen las características de explotación típicas de cualquier burguesía, asociadas a la brutalidad de las burocracias.
 
Ese no es un fenómeno sólo de Ucrania sino de todo el Este europeo. En Rusia, Abramovich, el nuevo burgués que se apropió de la empresa estatal de petróleo rusa, la revendió por 13.000 millones de dólares. Es el actual propietario del Chelsea, uno de los más grandes equipos de fútbol de Inglaterra.
 
Akhmetov, el mayor oligarca ucraniano, se apropió de las minas estatales y es el propietario del Shaktar, el equipo de fútbol más importante del país. Tuvo relaciones muy estrechas con Yanukovich y ahora defiende la Unión Europea. Yulia Tymoshenko, una de las líderes de la “revolución naranja” contra la dominación rusa, es una de las mujeres más ricas del país y ya fue presa por una gigantesca corrupción en las negociaciones del gas con la propia Rusia. Yanukovich ya fue preso por robo y es un corrupto descarado. Su palacio con griferías de oro fue visitado por las masas rebeladas de la Maidán.
 
La burguesía ucraniana se divide entre un sector que depende más de las exportaciones para Rusia y otro que se orienta hacia la Unión Europea. Muchas veces, un sector oscila de un lado hacia el otro en función de sus intereses inmediatos. Todos ellos dependen del capital financiero internacional.
 
Poroshenko, el nuevo presidente electo, es parte de la misma oligarquía. Es dueño de la mayor fábrica de chocolates, de varias empresas de producción y venta de automóviles, y de un canal de TV. Fue presidente del Banco Nacional de Ucrania por muchos años, y agente de la privatización de la estatal productora de hierro que valía mil millones de dólares y fue vendida por ochenta millones. Fue ministro de Comercio y Economía de Yanukovich pero, cuando sintió la crisis, abandonó el barco y apoyó el movimiento de la Maidán.
 
Esa nueva clase dominante burguesa comanda el país desde la restauración del capitalismo, pero no consigue estabilizar una democracia burguesa. En 2004, Yanukovich, que ya era primer ministro, hizo fraude en las elecciones presidenciales y fue declarado electo. El resultado fue una rebelión, llamada “revolución naranja” por el color usado por el candidato opositor, Viktor Yushchenko, en las elecciones. La rebelión fue victoriosa, resultando en la primera destitución de Yanukovich, y llevó al poder a Yushchenko y a su vice, Yulia Tymoshenko.
 
El nuevo gobierno se desgastó rápido, hundiéndose en la crisis económica y en la corrupción. Yanukovich ganó nuevamente las elecciones en 2010, para ser depuesto por segunda vez durante la movilización revolucionaria de la Maidán el año pasado.
 
Ahora es el turno de Poroshenko, otro miembro de la oligarquía, a quien cabe la imposición del más duro plan de austeridad ya aplicado al país.
 
La presión de la submetrópoli rusa
 
La Rusia que surgió de la restauración capitalista sufrió una caída brutal en la relación mundial entre los estados. La URSS llegó a ser la segunda economía del mundo (sólo detrás de Estados Unidos). La Rusia actual tiene un PIB menor que el del Brasil.
 
Aun con el estado burocratizado, que limitaba el crecimiento del país, el pueblo ruso tenía pleno empleo, salud y educación gratuitos y de calidad. Hoy, la miseria y el desempleo son parte de la realidad rusa, de la misma forma que en otros países capitalistas.
 
Rusia es una nueva submetrópoli del imperialismo, que se relocalizó en el mercado mundial, ahora centralmente como proveedora de energía (en particular gas y petróleo). De la misma forma que China es una “fábrica del mundo”, la India produce software y productos de informática, el Brasil exporta minerales y productos agropecuarios, Rusia exporta energía.
 
Sigue poseyendo un ejército gigantesco y un importante arsenal nuclear. Tiene bases militares fuera de su territorio, que actúan en defensa de sus intereses como en la defensa de Assad en Siria y de Yanukovich en Ucrania, o de gobiernos como los de Osetia y Armenia en el Cáucaso o Tadjikistán en Asia Central.
 
Era una superpotencia que dividía los poderes en todo el mundo con el imperialismo norteamericano. No se transformó en un nuevo país imperialista, como opinan sectores de la izquierda, sino en una submetrópoli del imperialismo.
 
Las submetrópolis, como el Brasil y la India, son dependientes del imperialismo y, por otro lado, ejercen opresión sobre otros países más frágiles. Rusia es un caso especial, exactamente porque su origen es la restauración del capital en la superpotencia Unión Soviética. O sea, el nivel de donde cae es muy alto, mucho más alto que el de cualquier otra submetrópoli.
 
Ejerce una presión sobre los países próximos mucho mayor que otras submetrópolis. La opresión es mayor aún sobre los países del Este, en particular los que eran parte de la antigua Unión Soviética y vecinos con Ucrania. Rusia es su mayor socio comercial, absorbiendo más de 30% de sus exportaciones. Por Ucrania pasan los gasoductos que llevan el gas ruso hacia toda Europa, así como todo el gas consumido por la propia Ucrania.
 
En este momento, Putin está presionando al nuevo gobierno ucraniano para que pague más por el gas. Amenaza con la suspensión del abastecimiento, que tendría consecuencias gravísimas porque afectaría la calefacción de las casas en regiones extremadamente frías.
 
A la opresión secular del pasado zarista y stalinista se suma la presión capitalista rusa actual sobre Ucrania.
 
El impasse sobre el Este ucraniano
 
Como afirma la Declaración de la LIT sobre Ucrania, la bronca contra el gobierno de Kiev y su plan del FMI está siendo desviada por direcciones contrarrevolucionarias en el Este ucraniano. El movimiento separatista de Donetzk y Lugansk impuso un referendo cuestionable y declaró la independencia de esas regiones.
 
La posibilidad de una lucha de conjunto del proletariado ucraniano contra el gobierno de Kiev está siendo abortada por direcciones pro rusas en el Este ucraniano, que desarrollan acciones de milicias armadas separatistas.
 
El gobierno de Kiev reaccionó con una ofensiva militar –inclusive el bombardeo por aviones de su propio pueblo– que ya causó centenas de muertos. Estamos en contra de la ofensiva de Kiev, que trae consigo la recolonización del país por el imperialismo europeo. Estamos en contra de las acciones militares de las milicias separatistas.
 
Rechazamos los dos bloques políticos burgueses que oprimen a Ucrania. Estamos en contra del bloque alrededor del gobierno Poroshenko que tiene el apoyo del imperialismo europeo y norteamericano. Estamos en contra del bloque burgués de Putin y sus agentes políticos en el Este ucraniano.
 
Extendemos esa posición al terreno militar negándonos a dar apoyo a la ofensiva bonapartista de Kiev así como no apoyamos militarmente las acciones de las milicias separatistas pro Rusia. Defendemos la unidad de Ucrania y su independencia en relación con la UE así como en relación con Rusia.
 
Defendemos que la clase obrera y el pueblo ucraniano derroten ambas opciones burguesas y opresoras a través de su movilización y lucha auto-organizada. El proletariado del Este (como ya esbozó) debe derrotar la acción de los bandos separatistas pro rusos. Y el proletariado de conjunto en Ucrania debe detener al ejército de Kiev.
 
Las propuestas de cese el fuego y los planes de paz del gobierno Poroshenko no apuntan perspectivas verdaderas de paz. Poroshenko parte de una posición de fuerza, ofensiva, contando con la pasividad de Putin. Satisfecho con la anexión de Crimea y buscando retomar el acuerdo con el imperialismo, el gobierno ruso negocia con Kiev sin garantizar apoyo a la lucha armada de las milicias separatistas, que están cada vez más debilitadas.
 
De la misma forma que en Maidán, en el Este ucraniano operan grupos neo-nazistas, como el Batallón Vostok y la Oplot, que llaman a esa región con la denominación zarista de “Nuevarusia”. Al contrario de lo que afirman las corrientes castro-chavistas, existe en el Este un peso considerable de estos sectores neo-nazistas.
 
En primer lugar porque Putin tiene el apoyo activo de innumerables grupos neo-nazistas en Rusia, que están directamente involucrados en la lucha armada del Este ucraniano. Putin no dirige un gobierno fascista sino bonapartista autoritario. Pero es apoyado por innumerables grupos neo-fascistas. Un ejemplo es la “Unión Euroasiática de la Juventud”, una organización de extrema derecha, pro Putin, fundada por el neo-fascista ruso Aleksandr Dugin.
 
Putin tiene también el apoyo de la extrema derecha europea, como la de Marine Le Pen, líder del Frente nacional [francés], que dijo que: “Él esta consciente de que defendemos valores comunes”. El líder del partido austríaco de extrema derecha, Partido de la Libertad (FPÖ), Heinz Christian Strache, identificó a Putin como “un demócrata puro, con un estilo autoritario”.
 
El movimiento alrededor de la Maidán generó grandes movilizaciones de masas. Eso no ocurre en el Este ucraniano, en que los enfrentamientos envuelven esencialmente a las milicias separatistas de un lado y al ejército de Kiev del otro.
 
Puede ser que esa realidad tenga una explicación en la situación de las masas en el Este. No existen grandes movilizaciones porque no existe –al menos hasta el momento– una disposición de los trabajadores a arriesgar sus vidas por la causa separatista. Puede ser porque están contra el gobierno de Kiev pero desconfían de esas direcciones pro rusas. Puede ser que apoyen la independencia pero no la anexión a Rusia, que es defendida por esas milicias separatistas.
 
Hasta este momento, es un hecho que esas direcciones separatistas no consiguieron generar grandes movilizaciones. Otro hecho es que retrocedieron en sus bases, perdiendo Harkov, Odessa y Mariupol, y están centradas en Donetzk y Lugansk.
 
El proletariado ucraniano del Este es el mayor y más concentrado del país. Tiene una enorme tradición histórica de luchas. Su vanguardia fueron los mineros del Donbass, que tuvieron su expresión máxima en los procesos de lucha contra Gorvachov, Kravshuk y todo el aparato del PCUS desde 1989 hasta 1991. Luego perdieron fuerza y organización y sus dirigentes fueron cooptados por los nuevos oligarcas.
 
A pesar del peso de la lengua rusa y de la atracción por el nivel de vida en Rusia (que pese a toda la crisis aún es muy superior a la vida en Ucrania), no se puede considerar mecánicamente ese proletariado como una base de apoyo del movimiento separatista. Baste recordar que en 1991 el pueblo ucraniano como un todo, incluso en el Este, votó por la independencia en relación con Rusia, con más de 90% de votos.
 
Desde esa región se están generando incipientes puntos de apoyo obrero para una alternativa contraria a los separatistas y favorable a una lucha unificada del conjunto del proletariado ucraniano, como en Krivoy Rog, Krasnodon y Chernograd.
 
El proceso revolucionario en Ucrania recién se inicia. Tendrá ascensos y reflujos. Va a tener otras manifestaciones con la implementación de los planes del FMI y el inevitable desgaste del gobierno del oligarca Poroshenko.
 
Es en esos aún frágiles puntos de apoyo que debe construirse una nueva alternativa, un tercer campo, alrededor del proletariado independiente de los dos bloques burgueses –el del gobierno pro Unión Europea y el pro Rusia– así como de cualquiera de los sectores de la oligarquía burguesa. Es necesario apuntar una perspectiva estratégica de la revolución socialista con los trabajadores en el poder, la única alternativa para conseguir una Ucrania libre, independiente y unificada.
 
Para eso será necesario unificar a la vanguardia revolucionaria en un partido socialista que rescate la tradición bolchevique de respuesta a la cuestión nacional.
 
Traducción: Natalia Estrada.

Lea también