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La masacre de Marikana: una divisoria de aguas en la época post apartheid

septiembre 7, 2012
Las imágenes sobre la masacre de 34 mineros, por policías fuertemente armados, suscitaron una fuerte reacción en todos aquellos que conservan en la memoria una de las luchas más justas del siglo XX, que fue la batalla de décadas de los trabajadores y de la mayoría negra de Africa del Sur contra el apartheid.

 
Todos aquellos que tienen alguna vivencia en el movimiento de los trabajadores, incluso sin tener pleno conocimiento de las reivindicaciones y del desarrollo concreto de la lucha, naturalmente queda, inmediatamente, del lado de los mineros, brutalizados por una policía que ayuda a la compañía minera a quebrar su huelga. Pero lo extraño, en todo eso, es que el principal sindicato minero, incluso sin dirigir la lucha, no denunció a los perpetradores de ese bárbaro crimen, se dedicó a atacar al sindicato rival que dio apoyo a la lucha y no se pronunció enteramente solidario a una lucha que, en el momento de escribir esta nota, aún persiste y compromete a cerca de 3 mil mineros, con la participación activa de las comunidades en que viven.
 
El apartheid económico se mantiene
 
Forzoso, verificamos el contexto en que se da esa huelga, y los hechos que la envuelven. El marco está dado por la transición negociada por Mandela y el Consejo Nacional Africano (CNA), que permitió que las estructuras básicas, del poder económico, quedasen en manos de las grandes empresas. Más que eso, en estos 18 años, desde el final del apartheid, el CNA adhirió, entusiastamente, a los preceptos neoliberales y favorables al mercado y lideró una ola privatista que vendió, a precios rebajados, algunas de las principales empresas del país, despidió a cientos de miles de empleados públicos, autorizó a las grandes empresas surafricanas a transferir a sus matrices ubicadas en Londres, quedando al amparo de la ley del país.
 
Un programa de promoción de los negros del país (el BEE- Black Economic Empowerment –Poder Económico Negro) y que, entre otras cosas, exigía la participación de negros en la dirección de las empresas, permitió que una pequeña élite negra tuviese acceso para participar de algunas grandes empresas. Sin embargo, las condiciones en que la mayoría negra vive continúan mucho, mucho más distante incluso de la élite blanca y sus pocos socios negros.
 
Los índices sociales del país demuestran que el apartheid permanece en su esencia y el país es uno de los recordistas mundiales, en términos de desigualdad social: 39% de la población vive con menos de 432 rands por mes (8 rands equivalen a cerca de 1 dólar americano) y el desempleo llega a cerca del 35-40%, siendo mayor entre las mujeres y los jóvenes. Otra medida importante es que el 5% de la población se apropia del 43% de la renta del país. Como era de esperarse, en una economía que sigue en manos de los grandes grupos capitalistas blancos, la relación entre la renta de los negros y los blancos sigue siendo casi la misma de los tiempos del infame apartheid: si en 1993 los blancos tenían una renta 8.5 veces mayor que la de los negros, en el 2008 esa relación era de 7,68 veces (ver en http://dx.doi.org, accesado el 29/08/12). El índice de Gini, uno de los que mide la desigualdad, esta aumentó de 0.66 a 0.70 en el mismo período. Pero, tal vez, la mejor medida de la permanencia y agravamiento de la desigualdad en Africa del Sur post apartheid es que la parte correspondiente a las ganancias, en la economía, pasó del 40% al 45% entre 1993 y el 2009.
 
¿Cómo se corrompe a un sindicato?
 
{module Propaganda 30 anos – BRASIL}Uno de los sectores más importantes en la economía surafricana siempre fue la minería, tradicionalmente las minas de oro y, cada vez más, las minas de platino, utilizado para joyas y para catalizadores de carros. Las condiciones de vida siempre fueron muy duras: si, durante el apartheid, los trabajadores vivían en dormitorios comunes en las propias minas, ahora viven en barracones miserables en las comunidades alrededor de las minas, con sus familias, sin condiciones de saneamiento y, siempre, sujetos a las enfermedades profesionales características de este trabajo: la tuberculosis y la silicosis que, aliadas a los accidentes, reducen drásticamente la vida de esos trabajadores. En la época del apartheid, había una diferencia salarial grande entre trabajadores negros y blancos. Con el fin del régimen, la desigualdad no dejó de existir y es estimulada, principalmente, por medio de la subcontratación, a fin de disminuir los salarios medios, utilizando trabajadores de las regiones más pobres del país e incontables trabajadores migrantes, siendo cerca de la tercera parte de la fuerza de trabajo.
 
El sindicato más importante que representa, históricamente, a los mineros, el NUM (National Union of Mineworkers –Unión Nacional de Mineros), fue fundado en 1982 y fue pieza central en la lucha contra el apartheid y para construir la principal central sindical del país, la COSATU (Congress of South African Trade Unions –Congreso de Sindicatos de Sudáfrica). Sin embargo, con el fin del régimen del apartheid, la íntima relación del NUM con el gobierno del CNA y su política determinó cambios importantes en su rol. Son crecientes las críticas a sus relaciones con las empresas mineras; no es de extrañar que su último congreso, en el 2012, haya rechazado la lucha por la nacionalización de las minas, bandera histórica del movimiento en Africa del Sur.
 
Por otro lado, su estructura se convirtió en una vía de ascenso social para los delegados sindicales y dirigentes. Hay un mecanismo para promover eso: el NUM creó una empresa en 1995, la Mineworkers' Investment Trust que, en el 2011, poseía activos de 2.8 mil millones de rands (US$ 3.34 mil millones, catorce veces más que el ingreso anual derivado de sus socios) y que tiene inversiones, inclus, en las empresas de minería, como Lonmin. Ese fenómeno estimuló el enriquecimiento de sus dirigentes. El ejemplo más saltante, pero no el único, es Cyril Ramaphosa, ex dirigente máximo del NUM, que se convirtió en un millonario y accionista minoritario de la propia Lonmin.
 
Pero, la propia estructura sindical cambió: se convirtió en un delegado sindical en el NUM, que significa un aumento salarial importante, incluso para los que no tienen licencia sindical, obteniendo un salario de 3 a 4 veces del que recibía como minero. Queda registrado como empleado del sector de personal y, cuando deja de ser delegado sindical, no regresa nunca al socavón. (Fuente: Sakhela Buhlungu).

Sus máximos dirigentes ganan salarios millonarios, pagados por el sindicato. El salario que el sindicato paga al actual secretario general, Frans Baleni, es de105 mil rands (US$ 12 mil), o sea, cerca de veinticinco veces lo que gana un perforista. Es bastante obvio que esos hechos determinan un cambio en la actividad y en la representatividad del NUM, especialmente entre los sectores peor pagados, los subcontratados (solamente 10% de sus miembros son subcontratados), aunque aún sea el principal sindicato minero del país. En el 2001, algunos dirigentes expulsados del NUM en 1998, sin acusaciones claras, fundaron un nuevo sindicato, el AMCU (Association of Mineworkers and Construction Union –Asociación de Sindicatos de Mineros y Obreros de Construcción), que pasa a formar parte del movimiento sindical minero. Con la pérdida de prestigio del NUM, especialmente en la región de las minas de platino, debido a su papel en las huelgas de los últimos años, el AMCU comienza a fortalecerse y a conquistar el derecho de representar a los trabajadores en algunas minas. No es aún posible predecir el camino que adoptará la AMCU, pero el hecho es que forma parte del panorama sindical de los mineros y no un sindicato creado por las compañías mineras como alega el NUM. Además, sería una pésima idea de las mineras crear un sindicato que, ahora, apoya una huelga que paraliza, ya por 22 días, el complejo de 28 mil mineros de Marikana.

 
ElconflictodeMarikana
 
Con la crisis mundial a partir del 2008, disminuyó la búsqueda de platino por parte de las empresas automotrices y las compañías mineras buscaron disminuir aún más sus costos salariales. Con eso, varias huelgas y ocupaciones se desarrollaron en la región de la minería de platino, con miles de despedidos y algunos muertos. La violencia policial es una constante en Africa del Sur post apartheid: la policía cambió el color de sus agentes, pero no sus prácticas, como pudimos verificar en los videos sobre la masacre y en la justificación posterior a éste por las autoridades policiales. La inseguridad con relación al empleo, los aumentos dados a un sector de trabajadores en detrimento de otros, los aumentos conquistados por otras minas vecinas, son el combustible que llevó a 3 mil mineros, los perforistas que, con el cuerpo parcialmente cubierto por el agua, con perforadoras de 25 kg., bajo el riesgo de deslizamientos y caídas de rocas, ganan cerca de 4000 rands líquidos (o sea, cerca de 500 dólares), a entrar en huelga (y permanecen así cuando este artículo está siendo escrito). No consiguiendo resolver el conflicto, la minera apela al recurso tradicional: llama a la policía. La acción policial fue claramente la de “dar una lección” a los mineros. Entró en el campo con armamento pesado, helicópteros, acorraló a los mineros y los masacró cobardemente cuando estaban en una colina que no era propiedad de la empresa. Como dijo la oficina de relaciones públicas de la policía, momentos antes de la masacre: “lamentablemente, hoy es el día D”.
 
El NUM y la COSATU, en ningún momento expresaron su solidaridad incondicional con los mineros masacrados y con su lucha (hasta hoy no apoyan la lucha, pues esta es, pretendidamente, ilegal, según las leyes del estado capitalista de Africa del Sur), cubriendo de vergüenza la gloriosa tradición de la clase trabajadora sudafricana, que siempre se guío por el principio de que “an injury to one is an injury to all” (en Brasil se usaría la frase, “el minero es mí amigo, ensuciado con él, ensuciado conmigo”). Lo mismo hace el Partido Comunista de Africa del Sur, que es parte del gobierno del CNA (además de participar de la llamada Alianza Tripartita que gobierna el país, formada por la COSATU, CNA y el propio PC) y que lidera el Ministro de Educación, quien prefirió atacar al sindicato disidente y no rompe con el gobierno, que envió a la policía y, mucho menos, dar su solidaridad a los mineros en lucha.
 
Peor, después de la masacre se dedicaron a atacar al sindicato rival, diciendo que los obreros habían sido engañados, que eran atrasados, que la huelga era demagógica. Cuánta distancia del heroico sindicato minero que defendía a los trabajadores negros superexplotados durante el apartheid. Y desconocen que la ola de huelgas en el sector minero sigue un patrón en el que los obreros se organizan, comienzan una lucha y piden a los sindicatos que los apoyen. Por eso, vimos como el líder de la AMCU fue al local del conflicto el día de la masacre y pidió que desocupasen la colina y se retiró después de la negativa. Y la huelga continuó después de la masacre, organizada en las comunidades del entorno de la mina y se extendió a otras minas.
 
Después de la masacre fue como si todo un enredo, aún un poco oscuro, se hiciese evidente en el país: la policía es la misma, las mineras son las mismas, el sistema económico, esencialmente, el mismo, con la pequeña adición de una élite negra. El gobierno trata de disimular su responsabilidad, conformando una comisión, por él controlada, para investigar los eventos, al mismo tiempo en que el aparato  judicial-policial parece una copia de los tiempos del apartheid: 259 mineros huelguistas fueron apresados por la policía, golpeados y torturados y, ahora, ¡fueron acusados de asesinato de sus colegas muertos!, y no apresar y acusar a los policías implicados en la operación e incriminar al ministro responsable y al presidente Zuma como quienes ordenaron el crimen, utilizan preconceptos de la época del apartheid para criminalizar a aquellos que luchan por sus derechos! (http://mg.co.za/article/2012-08-30-18-lonmin-miners-charged-with-murder).

Hasta ahora el NUM no se manifestó sobre eso, ni el PC (este último solamente pidió la prisión para los dirigentes de la AMCU por las muertes, antes que a los responsables de la masacre policial). La COSATU hizo una tímida declaración, en la que reclama de supuestos maltratos a los obreros presos pero, en ningún momento, pide su liberación. (http://www.cosatu.org.za/show.php?ID=6446 ). Y llama a confiar en las investigaciones de la comisión creada por Zuma. Varias organizaciones sindicales y democráticas crearan un organismo, en Johanesburgo, para coordinar la solidaridad con los mineros: es la Marikana Solidarity Campaign.

En ese contexto, el NUM está frente a una encrucijada: ¿se consolidará como un sindicato amigo de las mineras y, cada vez más, representante de los trabajadores de color blanco y de los que no están en el socavón y ser superado por otros sindicatos o retomará sus gloriosas tradiciones? De la misma forma, la COSATU, que tendrá su congreso en setiembre, tendrá que examinar su alianza con el gobierno del CNA y su creciente peso en los sectores mejor pagados de los trabajadores del país y el creciente distanciamiento de los sectores más combativos y explotados de los trabajadores.
 

 El gobierno entró en trance, desconcertado, tratando de evitar la obvia asociación entre la masacre y la larga historia del apartheid y de ser asociado a lo que ya está denominándose el Sharpeville del CNA (referencia a la masacre del 69, de negros que se manifestaban pacíficamente contra la Ley del Pase, que impedía la libre circulación de los negros durante el apartheid, confinándolos a los “bantustones” y favelas inmensas, como Soweto). Los representantes del NUM no pueden pisar las comunidades mineras vecinas; los 2 millones de rands (US$ 1.6 millones) ofrecidos por Cyril Ramaphosa para el entierro de las víctimas, que fueron rechazados (gráficamente los mineros saben, incluso, que esa triste figura compró recientemente un búfalo por 18 millones de rands –US$ 15 millones).
 
La rebelión de los pobres
 
La masacre de Marikana también se inscribe en un contexto de luchas importantes en las comunidades más pobres, que aumentaron significativamente a partir de la asunción de Jacob Zuma como presidente. Esas movilizaciones se cuentan por miles, según las estadísticas de la propia policía sudafricana, y son, a la vez, llamadas de protestas por la prestación de servicios, por las comunidades pobres o, más genéricamente, de rebelión de los pobres. Varios activistas murieron a manos de la policía, como Andries Tatane, profesor, activista, que participaba de una movilización de 4 mil personas, de la ciudad de Ficksburg, el año pasado.
 
Comienza a cristalizarse una búsqueda por explicaciones y alternativas a un liderazgo nacionalista que, como tantas otras, en el continente africano, después de la liberación de la opresión nacional y/o racial, comenzó a desarrollar una política de mantener las estructuras del capital y de crear una burguesía negra, a partir de las estructuras del Estado. Es un proceso doloroso, pero que irá desarrollándose en el próximo período en el país y del cual depende el futuro de millones de trabajadores sudafricanos.
 
Traducción: Laura Sánchez

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