La lucha de las mujeres kurdas

Si hay un ejemplo de lucha, organización y resistencia de las mujeres contra la discriminación violenta a que se ven sometidas es el de las jóvenes kurdas que forman parte de las milicias, particularmente en la guerra civil en Siria.
A inicios de 2013, tres guerrilleras kurdas fueron asesinadas en el Centro de Informaciones del Kurdistán en París, lo que generó una importante movilización que denunciaba la colaboración entre los servicios secretos de los gobiernos turco y francés y dejaba una vez más al desnudo la discriminación que sufren las mujeres ya sea por razones políticas, por pertenecer a alguna organización e incluso por manifestarse.
De la misma forma, se hace evidente el machismo que impera en las organizaciones como ISIS, Al Qaeda o el Estado Islámico de Irak, donde las mujeres son raptadas y violadas para satisfacer los caprichos sexuales de los “señores de la guerra”.
Se les imponen, además, normas estrictas a través de la sharia (ley islámica), que las obliga a cubrirse totalmente, de la cabeza a los pies y, como la mujer es considerada un ser débil y decorativo, se recurre a ella con el sólo objeto de tener sexo y disfrutar de él, hasta durante las batallas.
Como si fuera poco, las mujeres violadas, a menudo menores de edad, son repudiadas por su familia, por lo que muchas ni siquiera se atreven a denunciar la violación y las que lo hacen están condenadas a ser víctimas de ese estigma social que aún hoy es muy fuerte en la sociedad en la que viven.
Las dos revoluciones de las mujeres kurdas
Toda esa situación, sumada a la ofensiva de los grupos yihadistas en la región del norte de Siria cuya población es mayoritaria kurda, ha generado una revolución en la conciencia de las mujeres, que se manifiesta en su alistamiento tanto en la policía como en las Unidades de Protección Kurdas (YPG). Ambas divisiones tienen secciones femeninas que realizan trabajos junto con los hombres, aunque tienen autonomía para tratar los casos que involucran a mujeres.
Y desde 2013 es notoria la incorporación de mujeres en la sección femenina de la milicia kurda (YPJ). Son en su mayoría jóvenes, de no más de 20 años, que ocupan las trincheras y los bunkers a escasos cientos de metros de las posiciones enemigas.
“Los emires del ISIS nos suplican que retiremos a las mujeres del frente porque para ellos es una deshonra morir en sus manos”,[1] dice Abdullrahman, miembro del comité de negociación de la milicia kurda con los yihadistas para la gestión de treguas y el intercambio de prisioneros.
Y es que estos “señores” temen más a las mujeres que a los hombres, toda vez que según sus creencias, “el morir abatido en combate por una mujer no les permite entrar en el paraíso”, en las palabras de la miliciana Zilan.
Desde que en 2011 se iniciaron los combates en Siria, las mujeres kurdas vienen sosteniendo una lucha sin cuartel por el reconocimiento de su pueblo y por los derechos de las mujeres en una sociedad extremadamente patriarcal.
Una de las tareas que han llevado a cabo es la gestión de un Centro para la Formación y la Emancipación de la Mujer de Qamishli, ciudad situada al noreste de Damasco. En dicho Centro organizan desde talleres de alfabetización en lengua kurda, hasta clases de informática y costura, etc. Y entre los cursos que tienen más demanda se encuentra el de “la mujer y los derechos”, porque de acuerdo con lo que dice Brahim, integrante activa del Centro: “la emancipación de la mujer empieza porque esta comprenda que tiene derecho a ser un individuo capaz de dirigir su propia vida”.[2]
La razón de que las mujeres kurdas de Siria se organicen y participen tanto en los centros de formación y ayuda a las mujeres como en las trincheras de combate muestran esa doble “revolución” que opera no sólo en los frentes de batalla sino también en las mentes de un pueblo que por décadas ha sido oprimido y dividido entre Turquía, Siria, Irán e Irak, y donde las mujeres han sido siempre las más discriminadas, sojuzgadas y abusadas de la sociedad.
Pese a no tener “experiencia en las montañas” muchas de ellas, tanto en Siria como en los otros países que conforman el Kurdistán, se alistan para defenderse de los grupos extremistas, se organizan para ayudar a sus pares en la lucha contra la discriminación y se animan a hacer frente a los “señores de la guerra”, armas en mano.
Cabe, entonces, la esperanza de que se desarrolle un movimiento de solidaridad entre las distintas organizaciones kurdas de cada país, en el que la premisa de la emancipación de la mujer pueda ser un primer paso en el camino de derrumbar, por un lado, los métodos machistas utilizados en nombre del Islam, y por el otro, las fronteras que Occidente y los distintos gobiernos regionales le impusieron un día al Kurdistán.
[1] David Meseguer, “Las milicianas kurdas plantan cara al yihadismo” en Siria.
[2] Nota de Karlos Zurutza (IPS), publicada en Resumen Latinoamericano, Diario de Urgencia, especial Kurdistán.