La historia de la URSS con ojos de mujer
La revolución rusa de 1917 fue la primera revolución proletaria y socialista del mundo. Desde ese histórico día de octubre hasta la restauración y disolución de la URSS en 1991, la sociedad rusa pasó por muchos cambios.
Por: Ruth Díaz
En este artículo queremos estudiar el proceso histórico desde la revolución hasta la reacción estalinista que sentó las bases para la restauración, desde su punto de vista más brutalmente explícito: la situación de las mujeres en cada una de esas etapas y momentos.
Porque, como dijera Marx, tomando a Saint Simón y Fourier, uno de los elementos que mejor sirve para indicar el estadio de desarrollo de una sociedad es la situación de las mujeres en ella.
La revolución bolchevique y los derechos femeninos
En los comienzos de 1917, Rusia era un país atrasado y aún con un régimen feudal, la situación de las mujeres era agobiante, el peso religioso y de costumbres arcaicas las sofocaba. Sin embargo, la participación rusa en la Primera Guerra Mundial empujó al mercado de trabajo a una cantidad muy grande de mujeres.
Solo para dar algunos datos, en ese momento la tercera parte del proletariado industrial de Petrogrado eran mujeres. En las áreas de producción textil de la región industrial del centro, la mitad de la fuerza de trabajo estaba compuesta por mujeres o incluso a veces superaba ese porcentaje.
Todas las corrientes políticas se disputaban la militancia femenina, los bolcheviques y los mencheviques tenían periódicos especiales para las trabajadoras (Rabotnitsa y Golos Rabotnistsy, respectivamente). Hasta los Socialistas Revolucionarios (defensores de la democracia burguesa) propusieron unificar las organizaciones democráticas de mujeres. En esos días surgió en Rusia la Liga por Derechos Iguales para la Mujer que, en consonancia con lo que ocurría en otros países en esos momentos, reclamaba el derecho al sufragio femenino.
Como vemos, a pesar de los atrasos, la represión y el hambre que castigaba a las familias, las mujeres tenían una participación activa en la producción y la vida política en la Rusia de principios del siglo anterior. La revolución de febrero de 1917 (antesala de la de octubre) se inició con manifestaciones masivas contra la hambruna de la guerra, justamente en el Día de la Mujer y donde las obreras fueron la vanguardia.
En octubre, la toma del poder por parte de los soviets colocó la cuestión de la mujer en un choque con la realidad: por primera vez en la historia se pasaba del plano de la discusión al de la práctica.
Rusia era un país atrasado, acosado por la guerra imperialista y ahora amenazado por la contrarrevolución. Sin embargo, eso no impidió que en el terreno legal sea el primer Estado del mundo en dar ante la ley igualdad de derechos para las mujeres.
En los primeros meses de su existencia, el Estado obrero abolió todas las leyes que colocaban a la mujer en una situación de desigualdad en relación con el hombre, por ejemplo en lo relativo al divorcio, a los hijos naturales y la pensión alimenticia. Se abolió, además, el privilegio de los hombres en relación con la propiedad y su vinculación con el derecho familiar.
Solo con estos primeros cambios, la Rusia Soviética había hecho más por las mujeres que cualquier país capitalista y avanzado del mundo.
El proceso recién comenzaba; se introdujeron decretos que establecían la protección legal de mujeres y niños que trabajaban, igualdad de derechos para las mujeres en el matrimonio e incluso el seguro social.
El partido bolchevique tenía su departamento femenino (Zhenotdel), que militó mucho, y gracias a su acción política las mujeres conquistaron el derecho al aborto legal y el acceso gratuito en los hospitales estatales. La política hacia la prostitución era muy clara, según las bolcheviques se trataba de “un crimen contra los vínculos de camaradería y solidaridad”; sin embargo, el Zhenotdel propuso que no haya penas legales contra ese “crimen” sino que se apuntara a atacar las causas de la prostitución mejorando las condiciones de vida y de trabajo de las mujeres. Esto, acompañado de una fuerte campaña contra los “resquicios de la moral burguesa”.
En julio de 1918 se sancionó la primera Constitución de la República Soviética, donde las mujeres podían votar y ser electas para cargos públicos; así también, en octubre de ese mismo año, el Comité Central Ejecutivo del Soviet, que era el órgano máximo legislativo, ratificó un “Código Integral del Matrimonio, la Familia y la Tutela”, para dar bases en función de extinguir la opresora familia y desarrollar lazos libres y socialistas en el ámbito de las relaciones humanas.
La Tercera Internacional
El triunfo de la revolución rusa tuvo repercusión en todo el mundo. Así, se fundó la III Internacional al calor de esta experiencia, y la cuestión de la liberación de la mujer fue tomada con importancia en la organización mundial.
Lenin junto a Clara Zetkin (dirigente de la sección alemana y directora de uno de los periódicos femeninos de mayor circulación entre las mujeres trabajadoras, “Igualdad”) prepararon una resolución para presentarse en el Tercer Congreso de la Internacional en 1921.
La internacional tenía debates en su interior respecto de cómo organizar a las mujeres e incluso mucha subestimación sobre la importancia de este tema entre las tareas de los partidos.
“Nosotros deducimos nuestras ideas organizativas de nuestras concepciones ideológicas. No queremos organizaciones separadas de mujeres comunistas. Una comunista es miembro del partido tanto como el comunista. Tienen los mismos derechos y deberes. Sin embargo, no debemos cerrar los ojos a los hechos. El partido debe contar con organismos (grupos de trabajo, comisiones, comités, secciones o como se los quiera llamar) con el objetivo específico de despertar a las amplias masas de mujeres…” (C. Zetkin, Recuerdos de Lenin).
Lenin criticó duramente las secciones nacionales del Comintern que tenían una actitud pasiva, de esperar y ver, cuando es momento de crear un movimiento o de trabajar sobre el sector femenino del proletariado de manera específica. Él creía que la demora en este trabajo se debía a la persistencia de ideas machistas y atrasadas que no dejaban ver la importancia vital del trabajo entre las mujeres como motor de la lucha por la revolución socialista.
En junio de 1921, la resolución “Tesis para la propaganda entre las mujeres” fue aprobada por el congreso y eso significó un salto en el arsenal teórico y político del movimiento marxista en relación con este tema.
Esta resolución trataba dos aspectos políticos y organizativos para la Internacional. En relación con el aspecto político destacaba la necesidad de la revolución socialista para conseguir la liberación de la mujer, y la necesidad de que los partidos comunistas conquistaran el apoyo de las masas de mujeres si querían conducir la revolución socialista a la victoria. Ninguno de los dos objetivos puede conseguirse sin el otro.
La resolución explicaba que las cuestiones femeninas no eran exclusivas de las mujeres, las reivindicaciones específicas debían ser levantadas y tomadas dentro del programa pero en lucha común con todo el proletariado, como parte de la causa general de la revolución socialista. Destacaba, en este aspecto, la importancia de condenar el feminismo burgués, que llamaba a las trabajadoras a creer que reformando el sistema capitalista su emancipación podía ser alcanzada.
En el aspecto organizativo explicaba que no debía haber organización separada de mujeres dentro del partido, a la vez que tenían que tener organismos especiales para trabajar entre las mujeres. Hizo obligatorio que toda sección organizase una comisión de mujeres, que funcionase en todos los niveles del partido, desde su dirección hasta los organismos de base. Instruía a que los partidos garantizaran que una camarada tuviese la tarea permanente de dirigir ese trabajo a nivel nacional y creó una Secretaría Internacional de la mujer para supervisar el trabajo y convocar, cada seis meses, conferencias regulares de las representantes de las secciones para discutir y coordinar la actividad.
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Los derechos femeninos y la realidad del Estado obrero
Que las mujeres rusas hayan alcanzado una legislación liberadora con elementos que ni hoy, un siglo después, tenemos en su totalidad en ningún país del mundo, es un avance sustancial y un triunfo de la revolución. Sin embargo, tener derechos ante la ley no significa poder ejercerlos completamente en la propia realidad; las mujeres rusas no estaban totalmente emancipadas aún, a pesar de estos enormes avances.
Lenin, Trotsky y las bolcheviques del Zhenotdel, estaban convencidos de que la única forma de liberar a las mujeres era quitándoles el yugo de la esclavitud doméstica. Por eso, a la vez que daban las más amplias libertades y derechos democráticos, impulsaban una política para que las tareas domésticas y de cuidado sean ejercidas por el Estado.
Para conseguir sustituir la familia, los bolcheviques tenían la política de implementar un sistema completo de servicios sociales: maternidades, jardines de infancia, lavanderías, restaurantes, farmacias, hospitales, puestos de salud, salas de cine, teatros, centros deportivos, etc., impulsando así una verdadera emancipación de la mujer en relación con la opresión secular que la ataba a esas labores tan opresivas.
Para lograr esto era necesario tener una economía fuerte, una planificación absoluta del Estado, presupuesto acorde, y una campaña para combatir los prejuicios arcaicos que arrastraba la sociedad de ese momento. Pero, como el propio Trotsky escribió: “la sociedad era demasiado pobre y demasiado poco civilizada”.
En los primeros años del Estado obrero se avanzó en este plan, se instalaron muchos lugares que cumplían estas tareas, y a pesar de que la cultura atrasada era muy fuerte, no había una defensa encarnizada de la estructura familiar. Muchas familias utilizaron los servicios socializados, el divorcio se realizaba sin problemas, y la vida de las mujeres rusas avanzó mucho considerando de dónde venía. Pero el propio Estado obrero se vio amenazado con el ataque de la contrarrevolución y la guerra civil, lo que implicó entonces que la principal tarea fuese la defensa de la revolución.
Muchas mujeres fueron al frente de batalla, tomaron más puestos en la industria dado que los hombres estaban combatiendo; los bolcheviques las llamaban a ser partícipes de la construcción del Estado y el partido. Sin embargo, no es posible la liberación completa de las mujeres en un escenario de “miseria socializada” y los límites de la propia revolución se colocaban a la orden del día.
“No fue posible tomar por asalto la antigua familia, y no por falta de buena voluntad; tampoco porque la familia estuviera firmemente asentada en los corazones (…) Por desgracia, la sociedad fue demasiado pobre y demasiado poco civilizada. Los recursos reales del Estado no correspondían a los planes y a las intenciones del partido comunista. La familia no puede ser abolida: hay que reemplazarla. La emancipación verdadera de la mujer es imposible en el terreno de la ‘miseria socializada’” (L. Trotsky, La revolución traicionada. Qué es y adónde va la URSS, La familia, la juventud, la cultura)
La reacción estalinista
Esta era la realidad objetiva de las mujeres rusas y el nuevo Estado obrero. Luego del triunfo en la guerra civil, pero con una crisis económica muy grande, y aprovechando la muerte de Lenin y de la gran mayoría de dirigentes bolcheviques que fueron al frente de batalla, Stalin comienza a tener una política de retroceso en los derechos femeninos que hasta ese momento se habían conquistado.
“En las dos décadas transcurridas entre 1917 y 1936, la visión soviética oficial de la familia experimentó una inversión completa. Después de comenzar con un compromiso feroz y libertario con la libertad individual y “la extinción” de la familia, el período terminó con una política basada en el fortalecimiento represivo de la unidad familiar. Ocurrieron desplazamientos similares en la ideología del Estado y en el derecho en la medida en que el partido eliminaba sistemáticamente las corrientes libertarias del pensamiento bolchevique. Una concepción legal del crimen basada en las causas sociales y en la rehabilitación cedió frente a un nuevo énfasis sobre la culpabilidad personal y el castigo. El intercambio intelectual abierto cedió a la cautela temerosa, el debate honesto a una farsa de discusión vigilada y débil. A partir de 1936, los periódicos pregonaban el apoyo a una familia socialista fuerte, a códigos legales elaborados y a un Estado poderoso.” (W. Goldman, La mujer, el Estado y la Revolución).
Especialmente a partir de los años de 1930 y basada en la realidad muy desfavorable es que la política estalinista pudo profundizarse. Bajo la premisa de estar “construyendo el socialismo” se llamó a las mujeres a retornar a las “glorias del hogar” y comenzó un retroceso acelerado en la legislación. Stalin disolvió ese mismo año el Zhenotdel para callar los reclamos de mujeres.
Con el primer Plan Quinquenal (1928-1932) muchos activistas habían visto en la incorporación de mujeres a la industria nuevamente, la posibilidad de retomar el camino de la extinción de la familia, y se volcaron de lleno a garantizar las causas del cuidado infantil, las cocinas socializadas y la liberación femenina de las tareas del hogar. Pero, al finalizar este periodo, el gobierno da un giro en contrario y las tesis de la extinción gradual del Estado y sus instituciones, entre ellas la familia, retrocede.
“A partir de 1944, la inversión del derecho familiar era completa: el Edicto sobre la Familia repudió toda la legislación revolucionaria de 1917 a 1920, pasó a no reconocer más el casamiento de hecho, limitando así las uniones libres; reintrodujo la ilegitimidad de los hijos nacidos fuera del casamiento, como forma de exigir la formación de las familias, e impuso barreras casi intraspasables a la obtención del divorcio. Buscó de todas las formas promover la estabilidad familiar; el Estado abandonó la política de crianza colectiva de niños y, al mismo tiempo, volvió a prohibir el aborto. Esa política contrarrevolucionaria no se correspondía con las necesidades de las mujeres rusas, ignoraba completamente las condiciones sociales y agravaba enormemente la pesada carga de trabajo y de la maternidad soportada por las mujeres” (C. Toledo, Género y Clase).
El nuevo rumbo de la evolución política de la URSS, determinado por la victoria de Stalin, cambió también el rumbo de la liberación de las mujeres. Mientras en los años de 1920 la situación objetiva impedía a los bolcheviques realizar rápidamente y de forma ideal su programa de emancipación, en los años de 1970, por ejemplo, es la naturaleza burocrática del régimen la que impide todo avance, a pesar de en ese momento era posible, dado el progreso económico de la URSS.
“la reversión ideológica de la década de 1930 fue esencialmente política, y no de naturaleza económica o material (…). La tragedia de la reversión en el campo de la ideología no fue simplemente haber destruido la posibilidad de un nuevo orden social revolucionario, aunque millones hayan sufrido y muerto justamente por ese motivo. La tragedia fue que el partido continuó presentándose como el heredero genuino de la visión socialista original, escondiendo su enfoque estrecho en la producción con la retórica vacía de la emancipación femenina. Abandonó su promesa de socializar el trabajo doméstico y fomentar relaciones más libres e iguales entre hombres y mujeres. Y la tragedia mayor es que las generaciones posteriores de mujeres soviéticas, abandonadas por los pensadores, las ideas y los experimentos generados por su propia Revolución, aprendieron a llamar a esto ‘socialismo’ y a llamar a esto ‘liberación’ (W. Goldman)”.
La Cuarta Internacional
El programa y los métodos revolucionarios de los primeros tiempos de la III Internacional no murieron con la estalinización de la misma y la contrarrevolución política en la URSS a finales de la década de 1920. Tuvieron continuidad en la Oposición de Izquierda Soviética y después en la Oposición de Izquierda Internacional, que dieron origen a la IV internacional dirigida por León Trotsky.
Trotsky dio una batalla por la recuperación del Estado obrero por parte del proletariado ruso y organizó la lucha internacional contra la burocracia estalinista. La Cuarta Internacional, debilitada y perseguida, siguió levantando las reivindicaciones y el programa sobre la lucha de las mujeres que había elaborado la III como consecuencia de la gran revolución rusa.
En su libro La revolución traicionada, Trotsky explica cómo se da el retroceso en los avances logrados por la revolución en lo que concierne a la liberación femenina. Él explica que para avanzar en la emancipación debía extenderse la revolución en el mundo y conseguir que la economía prospere para que los planes de socialización del trabajo doméstico puedan ser efectivos. En ese análisis también da hartos ejemplos de la burocratización del Estado que, lejos de ir en ese camino, retrocede y confina a las mujeres en el hogar, destruye la III Internacional y desecha las elaboraciones y avances del movimiento revolucionario mundial.
La historia de la revolución rusa e incluso su proceso de restauración nos muestran la importancia de las mujeres en la lucha revolucionaria y que solo con la toma del poder por parte del proletariado las condiciones jurídicas y materiales que nos mantienen en la sumisión pueden empezar a revertirse para conseguir una verdadera igualdad. Lejos de la falsa historia contada por el estalinismo, la URSS es el ejemplo vivo de la vinculación intrínseca entre la liberación femenina y la liberación de todos los explotados, es decir, la revolución socialista mundial.
Aunque los detractores del marxismo, e incluso muchas corrientes feministas, digan que el movimiento revolucionario no dio importancia a este aspecto, la realidad muestra lo contrario. La IV Internacional de Trotsky, así como los sucesores que intentamos reconstruirla seguimos defendiendo las elaboraciones de la III, y sabemos que sin las mujeres no hay revolución posible y sin revolución socialista no hay liberación femenina. Por eso llamamos a todas las trabajadoras a luchar por sus derechos y organizarse y ser parte de la lucha mundial por un mundo donde podamos ser “socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.
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