La COP-16 se realiza en Colombia, mientras los capitalistas continúan destruyendo la naturaleza en el mundo
Por Alejandro Vera
El gobierno de Petro y en especial su ministra de ambiente y desarrollo sostenible Susana Muhamad han promovido enérgicamente la realización de la COP-16 en la ciudad de Cali, evento que traerá más de 15.000 visitantes a la misma del 21 de octubre al 1 de noviembre de este año; se trata de la decimosexta reunión de la Conferencia de las Partes (COP), organismo que dirige y monitorea el Convenio sobre la Diversidad biológica (CDB) de las Naciones Unidas, tratado internacional suscrito por 195 países y cuyo origen se remonta a la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992.
Esta conferencia internacional que se lleva a cabo cada dos años y que busca según sus objetivos plantear medidas, marcos y agendas para conservar la biodiversidad en el planeta y darle un uso sostenible, contará en su versión 16 con la participación de 12 jefes de estado (entre estos Lula da Silva de Brasil) y más de 100 ministros de ambiente de las naciones capitalistas, así como con 14.000 delegados internacionales. Habrá una zona azul para las delegaciones “de alto nivel” y una zona verde para la “participación” de la “gente”, lo que ya de por sí le crea una marca de elitismo y de falsa inclusión al evento por la separación del alto burocratismo internacional medioambiental del resto de la “gente”.
El gobierno Petro ha señalado un sinnúmero de bondades que traería esta conferencia para sectores económicos de Cali como el turismo, el comercio, el transporte, e incluso prometiendo la generación de nuevos puestos de trabajo; también indicando que se deben mostrar compromisos, avances y mejoras por parte del estado colombiano en cuanto al control de las problemáticas ambientales y la conservación de la biodiversidad del país. Sin embargo, vale la pena cuestionar si de esta “bonanza” temporal y circunstancial los mayores beneficiarios serán los grandes empresarios de estos sectores económicos, mientras que la mayoría de los trabajadores locales seguirán padeciendo los altos niveles de desempleo e informalidad laboral que azotan a la ciudad de Cali como al resto del país.
El gran rechazo a nivel nacional que ha recibido la mediocre intentona del periodista Luis Carlos Vélez director del medio radial burgués “la FM” de minimizar este evento como parte de su campaña derechista permanente de desgaste y oposición al gobierno, puede reflejar de forma distorsionada una expectativa sembrada en la consciencia de capas de trabajadores, sectores populares y juveniles, y del activismo social, ambientalista y político, ante el desarrollo y los resultados de la COP-16 en Colombia.
Más allá de estos debates sobre la relevancia del evento o de su impacto en la economía de Cali, queremos compartir con los trabajadores, la juventud y el activismo social y ambiental una perspectiva crítica del mismo, partiendo por reconocer que ante el avasallante y desesperanzador escenario ambiental que actualmente vivimos y padecemos de distintas maneras en todos los países del mundo, son muchos los sectores de trabajadores, populares, campesinos y de los pueblos originarios, y especialmente la juventud, quienes se han preocupado honestamente por la superación de la crisis ambiental y ecológica, y consecuentemente han desarrollado un activismo ecológico acorde con su nivel de consciencia, que los ha colocado al frente de luchas que han logrado la protección real y concreta de ríos, páramos, especies de fauna y flora, y ecosistemas enteros.
No hay paz con la naturaleza en el capitalismo
El lema principal de la COP-16 Colombia es “paz con la naturaleza”, pero también ha sido promovida como la COP de “la gente y la reconciliación”. Según la misma página de la COP-16 Colombia este lema es “un llamado a la reflexión para mejorar la relación que tenemos con el ambiente, repensar un modelo económico que no priorice la extracción, sobreexplotación y contaminación de la naturaleza”, pero todo esto sin rebasar los marcos del sistema capitalista.
En esta COP-16 se plantea hacer seguimiento a la implementación de los estados parte de la CDB al Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal adoptado por 192 países en la anterior COP-15 realizada en Canadá en diciembre de 2022. Este marco que según el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente busca “detener y revertir la pérdida de la naturaleza, en un contexto de peligroso declive que amenaza la supervivencia de un millón de especies y afecta a la vida de miles de millones de personas” y cuyo objetivo es “salvaguardar y utilizar de manera sostenible la biodiversidad”, ha sido catalogado como un paso histórico, pero paradójicamente fue dirigido por China, uno de los países con el capitalismo más depredador de recursos y destructor de la naturaleza en el planeta.
Una de las razones fuertes que le permitió a Colombia ser la sede elegida de este evento internacional es que hace parte del grupo privilegiado de países megadiversos del mundo, siendo el segundo más biodiverso al albergar en su territorio el 10% de la biodiversidad del planeta. Recordemos que la biodiversidad hace referencia a la riqueza en diversidad de especies de la fauna y flora vivas de un territorio, cuya preservación es fundamental para el sostenimiento de los ecosistemas y la permanencia de las diversas formas de vida en el planeta.
Pero esta biodiversidad del país está amenazada constantemente por nuestro sometimiento al imperialismo principalmente al estadounidense, estado que firmó más no ha ratificado aún el CDB y para el cual somos parte de su patio trasero, por lo que la abundante riqueza natural y biodiversidad de nuestros ecosistemas es continuamente expoliada, apropiada y enajenada (robada) por voraces capitalistas nacionales y extranjeros.
La ministra Muhamad ha declarado que la verdadera lucha del siglo XXI es por la vida y que esta se debe orientar a la transformación de la relación del ser humano con la naturaleza, así como al cambio de “nuestras prácticas de producción y consumo”, para conseguir acciones colectivas que “impulsen la vida en lugar de destruirla”.
Proteger la biodiversidad implica derrotar el sistema
Nosotros consideramos que hoy luchar por la vida de las más de 8,7 millones de especies del planeta (cálculo científico que no cuenta bacterias y microorganismos), dentro de las cuales la especie humana debe incluirse como parte integral de la naturaleza y a la vez la única especie que construye una barrera separadora de la misma que es el mundo social, implica desarrollar la lucha contra el decadente sistema capitalista en su fase imperialista, y por la superación definitiva de este, con la instauración de un sistema social superior, que es el socialismo. Porque solamente el socialismo nos va a permitir a los pueblos del mundo transformar radicalmente (de raíz) la relación del ser humano con la naturaleza al romper la dinámica del metabolismo social del capitalismo que lleva a la constante depredación de la naturaleza y a poner en al orden del día la destrucción de la vida de millones de especies, incluida la del ser humano.
La lucha por la vida debe significar mucho más que sólo cambiar las prácticas de producción y consumo dentro de los marcos del capitalismo, de pasar de unas prácticas “no sostenibles” y “salvajes”, a unas más “verdes”, más “limpias” y más “responsables”. Se debe construir una nueva forma de producción de la riqueza social, en la que la economía esté al servicio de las necesidades de la gente trabajadora y de las comunidades originarias y campesinas, y que esta economía se planifique de tal manera que se utilicen los recursos naturales necesarios para satisfacer estas necesidades y se conserven los ecosistemas en el máximo nivel requerido para revertir el ecocidio en curso. El funcionamiento del capitalismo no podrá ser nunca verde o limpio, porque su lógica es acumular ganancias sin límites a costa de la explotación indiscriminada de la naturaleza y de las vidas de los trabajadores, ya que se ha demostrado históricamente que es una máquina que hiede lodo y sangre a su paso.
Prueba de esto es que a pesar de las numerosas conferencias medioambientales y climáticas realizadas en estas tres décadas, estas no han logrado detener los desastrosos impactos del capitalismo sobre la naturaleza, por el contrario, se han agravado. Por ejemplo, se ha producido una enorme aceleración de las emisiones de GEI a la atmósfera, ya que solo en los últimos 30 años (1990-2019) se liberaron a la atmósfera el 42% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), desde 1850. Cada año se rompen récords de las temperaturas más altas registradas en el planeta. Según Green Facts “en los últimos cien años, el hombre ha provocado una tasa de extinción al menos 100 veces superior a la natural. El ritmo actual de extinción supera ampliamente al de aparición de nuevas especies, lo que se traduce en una pérdida neta de biodiversidad”.
Por todo lo anterior hacemos un llamado paciente a no dejarnos engañar por las promesas y compromisos que surjan de la COP-16, cumbre en donde las naciones imperialistas muestran su cara más amable e hipócrita valiéndose del diálogo social y ambiental, y que con la participación de los gobiernos de las naciones capitalistas subyugadas, pretenden conjuntamente lavar su imagen, cuando en realidad son corresponsables directos de la crisis climática y ecológica mundial al representar a los sectores capitalistas e imperialistas que llevan las riendas del sistema que ejecuta el ecocidio mundial y nos conduce ya al límite del colapso ecológico y la barbarie.