Italia | Salario mínimo legal, otra estafa capital

Al pisar los escenarios del universo gremial, en los últimos meses hay un tema, como se suele decir, “de espesor”, que también podríamos definir como un evergreen [siempre verde] del debate sindical ya que es un tema que se viene discutiendo desde hace décadas: el salario mínimo legal.
Por: Diego Bossi, obrero de Pirelli, Italia
La cuestión se plantea en términos propositivos, de demanda, es decir, se pide al Estado burgués que introduzca, por ley, un umbral mínimo por debajo del cual no pueda caer un salario, bajo pena de irrumpir, según los reformistas y de los plumíferos de la llamada burguesía «progresista», contra ese muro imaginario que separaría el trabajo asalariado de la explotación, como si el trabajo asalariado no fuera ya la explotación en sí misma.
Pero vayamos en orden y abordemos este tema en sus diversas aspectos para luego llegar a la conclusión, como veremos, de que hay una comprensión equivocada de la concepción marxista del Estado que, en sí misma, en términos generales, no nos sorprende; en cambio, es sorprendente (o debería hacerlo) que los dirigentes de partidos que se reclaman impropiamente del marxismo –o usan a Marx como el perno de una iconografía cómplice que les guiña el ojo a los trabajadores antes de traicionarlos– ilusionan a los trabajadores con que una ley burguesa puede resolver sus problemas.
La disposición de la UE y las posiciones sobre el terreno
De los 27 Estados miembros de la Unión Europea, hasta la fecha, solo hay seis países, incluido Italia, que no han adoptado una ley sobre el salario mínimo; y la medida emitida desde los edificios de Bruselas revela de inmediato los dos elementos que caracterizan su estructura blanda e ineludible: ningún vínculo y sin referencia de tabla a los salarios mínimos.
El debate en nuestras latitudes está, como suele suceder, al borde del surrealismo. Confindustria, con toda su buena intención, nos explica que no, no hace falta en absoluto una ley de salario mínimo, pues sus convenios colectivos nacionales ya contendrían las debidas indicaciones. Y aquí vale recordar que cuando hablamos de Confindustria hablamos del «sindicato» de los mayores grupos industriales del país que, en dulce armonía con las direcciones de Cgil, Cisl y Uil, renueva contratos con aumentos de unas pocas decenas de euros brutos repartidos en tres tramos durante un período de dos o tres años. Pero eso no es todo: si el índice Ipca –otra argucia que salió del cilindro de la concertación– no alcanza el nivel previsto, el patrón también recupera esas pocas monedas otorgadas. A ello hay que añadir que el costo del combustible, que se ha elevado a cifras astronómicas en los últimos meses, no está incluido en el funesto Ipca. Así, mientras los trabajadores pagan gasolina como Nebbiolo delle Langhe [variedad de uva de esta región, que produce vinos de alto costo, ndt.] para ir a trabajar, sus salarios permanecen, en el mejor de los casos, sustancialmente invariables. Tampoco pueden permitirse el Nebbiolo.
Puntual es el desfile de bufones en la corte del capital: Brunetta llega a explicar que el salario debe ser acorde con la productividad; el Movimiento 5 Estrellas (M5s) nos dice que se necesita una ley sobre el salario mínimo; para el Partido Demócrata (PD) la ley sí, pero acompañada de una reducción de la carga fiscal; Forza Italia advierte sobre posibles violaciones a la libertad contractual; la Liga dice que se bajen los impuestos para apelmazar los sobres; las direcciones de los sindicatos confederales, ansiosas de tener la exclusividad y de poner el sello sobre la miseria que se les da a los trabajadores, tronó: «¡Atención, ok la ley, mientras no sustituya al CCNL [Contrato Colectivo Nacional de Trabajo]!»; Finalmente, el Banco de Italia dice que hay que evitar automatismos y que el salario mínimo debe estar bien calibrado, pero el calibre del ex gobierno Draghi y de la UE –añadimos nosotros– se estabilizaba en un rango que oscilaba entre 40% y 60% del salario medio. Vale decir que, si el parlamento burgués derogase una ley sobre el salario mínimo, este sería cuantificado entre 5,60 y 6,70 euros la hora.
En resumen, el salario mínimo legal, si lo hubiere, no se impondrá (quizás se «recomendará», como hizo Landini para frenar la liberación de los despidos), será escaso, ligado a la productividad y a cargo del Estado burgués, que recortará aún más los gastos en servicios como salud, educación, transporte, asistencia, etc., mientras a los capitalistas que obtienen ganancias millonarias no se les exigirá ni un centavo.
¿Podrá una ley solucionar los problemas de los trabajadores?
Hecho un necesario repaso introductorio sobre el tema, ahora debemos hacernos una pregunta importante: ¿qué efectos tendrá una ley sobre el salario mínimo?
Es difícil predecir el futuro en detalle, pero podemos hacer una serie de consideraciones importantes que pueden ayudarnos a comprender mejor lo que debemos esperar.
1) La platea de los interesados: la disposición no se refiere a la contratación directa en grandes grupos industriales y en la administración pública, sino que afectaría el universo de los servicios y allí donde los trabajadores sean rehenes del sistema de contratación y subcontratación, la agricultura, la artesanía, las pymes [pequeñas y medianas empresas], etc., es decir, la gran mayoría del mundo laboral que, con excepción de la logística, está poco o nada sindicalizado.
2) Fijar un techo mínimo por ley será un arma de doble filo: la patronal querrá imponerlo como límite de referencia y esto tendrá un efecto de arrastre a la baja para todos.
3) Será fácil de eludir, ya hoy es una realidad muy extendida el “negro parcial”: contrato a tiempo parcial de 20 horas semanales con trabajo efectivo de 12 horas diarias, por lo que se sugiere que 4 horas estean (infra) remuneradas de acuerdo con la ley burguesa y las otras 8 en negro a 2 euros la hora, con el silencio cómplice del Estado burgués.
4) Con mucha probabilidad, como siempre ha ocurrido, el trabajo no declarado aumentará para eludir el salario mínimo legal.
5) Insuficiencia total de controles y sanciones: no solo no hay personal de control, sino que las sanciones para los patrones son siempre irrisorias y pueden ser eludidas.
En este punto es oportuno volver a pierna recta sobre la concepción marxista del Estado: no es este un organismo neutral que arbitra imparcialmente el conflicto de clases, sino la expresión organizativa de la clase dominante, un aparato que sirve a la patronal no solo desde el punto de vista coercitivo (represión de las luchas a través del poder judicial y las fuerzas del orden burguesas), legislativo (a través de leyes que favorecen a los industriales como la liberación de despidos y la gestión criminal en la pandemia), sino también desde el punto de vista económico, con la continua e ininterrumpida ópera de la socialización de las pérdidas, entrega de dinero público a los bolsillos de la burguesía y privatización de las ganancias.
Conclusiones
En conclusión, para responder a nuestra pregunta sobre los efectos de una ley de salario mínimo legal, podríamos decir que sería prudente no esperar nada de esta disposición.
Nosotros, en términos generales, no decimos que una ley burguesa no pueda tener elementos progresivos, pero reiteramos que estos no están determinados por la ley misma, sino que son fruto de una lucha y que solo la lucha puede seguir manteniéndolos y defendiéndolos. A esto añadimos que cualquier conquista nunca será definitiva en el capitalismo y solo puede ser realmente ganada después de que la clase obrera haya destruido la máquina estatal burguesa y conquistado el poder.
Por eso es importante que los trabajadores se organicen para luchar y conquistar sus derechos y no una ley que solo los enuncie. Incluso en el caso de duras luchas, una ley del Estado burgués nunca debe ser vista como una meta: la historia nos ha enseñado que los patrones, para no perderlo todo, a veces otorgan algo (que recuperarán en cuanto puedan) y utilizan leyes «progresivas» para actuar para frenar las luchas, alimentando, una vez más, la pérdida de confianza de los trabajadores en las direcciones políticas que los han traicionado sistemáticamente (sus agentes en el movimiento obrero, cita de Lenin).
Todo ello, como hemos dicho, en términos generales. Luego están los casos como este del salario mínimo, donde no hay una fase ascendente de la lucha de clases y la cuestión salarial es solo asunto de campaña electoral propia de los partidos que votaron y apoyaron los peores ataques a la clase obrera perpetrados por los gobiernos burgueses de todos los colores. El salario mínimo legal será el caballo de batalla de los muchos políticos de la izquierda reformista y burguesa, para una propaganda destinada a lavarse la cara sucia tras años de traición a la clase obrera.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 4/8/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.