Italia: el debate sobre el útero en alquiler y nuestra posición

Entre los procedimientos de la ciencia moderna técnicamente avanzada, que permiten a parejas estériles tener hijos, hay la subrogación de maternidad o «embarazo por otros» o «embarazo de apoyo», vale decir, el procedimiento por el que una mujer pone a disposición el propio útero y lleva adelante el embarazo por cuenta de clientes.
Declaración de la Comisión de Trabajo de Mujeres – PdAC
Esta práctica médica, que tendría una función resolutiva ante la imposibilidad de tener hijos, es también conocida como «útero en alquiler», denominación más que prosaica y quizás la más adecuada en el sistema capitalista por el cual «todo se convierte en mercancía», como Marx ya advirtió en el siglo XIX.
En Italia es ilegal. La ley sobre la procreación médicamente asistida (L. 19 de febrero de 2004, n. 40, una de las leyes más reaccionarias que toma cuenta la capacidad reproductiva de la mujer), castiga, en el art. 12, la actividad de organización, realización o difusión de la actividad de subrogación de maternidad con reclusión de diez a veinte años o a la multa hasta el no indiferente importe de un millón de euros.
Y alrededor de esta práctica se ha abierto un debate en Italia que ha dividido antes el mundo de las feministas y, después, la totalidad del mundo político y social.
Hay quien dice no. Hay quien dice sí.
A inicios de diciembre ha salido en La Repubblica un artículo titulado «Feministas contra la maternidad subrogada: no es un derecho», que presentó una reivindicación del movimiento de mujeres «Si no ahora, cuándo- Libertad” contra la así llamada práctica del útero en alquiler. Algunos meses antes un manifiesto parecido fue firmado por algunas feministas francesas.
En la pauta italiana se pedía la revocación de la práctica en Europa. «Nosotros rechazamos considerar la maternidad subrogada un acto de libertad o amor¨ –se leía en la pauta (1)–, «en Italia es prohibida pero, en el mundo en que vivimos, en otro lugar, es esto: clientes italianos pueden encontrar en otros países una mujer que porte un hijo por ellos. No podemos aceptar, sólo porque la técnica lo hace posible, y en nombre de presuntos derechos individuales, que las mujeres se tornen objetos a disposición: no solo del patriarcado sino del mercado». Haciendo hincapié sobre el concepto de maternidad como libre elección, creída hoy posible para la mujer, la reivindicación se basó sustancialmente en un reclamo «moral». Sobre análogas posiciones de aversión a la práctica de la subrogación de maternidad y haciendo referencia directa a la ya mencionada pauta, se ha alineado todo el frente católico reaccionario, que ha dado testimonio de sí en la defensa de la familia tradicional, en el último Family Day.
Las respuestas a tales posicionamientos no se han hecho esperar. Mientras tanto, se ha preguntado de qué parte del artículo sobre la reivindicación publicada por La Repubblica y extendida rápidamente en red, fue sacada la expresión «SNOQ» (Si no ahora, cuando) (2), ya que las posiciones expresadas sólo habrían sido discutidas por un comité y no representarían pues la síntesis del debate desarrollado en todo el movimiento. Enseguida, por toda respuesta, ha sido publicada una contraapelación en la que, incluso precisando ser contraria a las prácticas mercantiles, la otra mitad del feminismo burgués italiano ha expresado un juicio favorable a la práctica de la subrogación de maternidad. «La solidaridad existe”: y, entonces, ¿por qué impedir que con un gran acto de amor gratuito una mujer pueda contestar voluntariamente al deseo de maternidad de otra mujer? Impedir esta práctica significaría, por este frente del sí, limitar la autodeterminación de las mujeres respecto del propio cuerpo, afirmar que ellas son incapaces de decidir por sí mismas, abrir camino a otras medidas restrictivas respecto de la sexualidad femenina, tan largamente oprimida y fatigosamente liberada. Pues entonces, como obvia consecuencia, mejor es normar esta práctica antes que impedirla.
La loca pasión por un tema que es normado en Italia desde 2004, nace hoy de la actualidad de otro debate, aquel sobre la normativa de las uniones civiles, actualmente en discusión en el Parlamento, cuya primera firmante es Mónica Cirinnà del PD [Partido Demócrata]. El instituto del stepchild adoption previsto por el proyecto de ley, gracias al que se haría posible la adopción del hijo natural de la pareja, también en el caso de parejas homosexuales, según los sectores más homofóbicos y reaccionarios escondería el aval del útero en alquiler para las parejas de hombres, que no tienen otro modo de conseguir un hijo sino aquel de usar, donde es permitido, una madre subrogada.
El cuadro mundial
Son innumerables los sitios de información y los portales de las clínicas que anuncian la práctica del útero en alquiler como un producto perfecto, con una asistencia completa por toda la duración del así llamado «programa». Fecundación in vitro, instalación, parto (3). Obviamente, tales sitios se cuidan bien de anunciar con igual claridad los riesgos no solo legales sino también de salud que la realización del «producto perfecto» comporta y que llegan hasta la muerte de la mujer y la malformación del feto. Capítulo aparte los costes, que hacen de ello un verdadero business [negocio] de 12 a 20 mil euros en India, de 40 mil en Ucrania, hasta los 100 mil en algunos Estados de Estados Unidos.
Son las agencias intermediarias las que estipulan un contrato real con el cliente: de la remuneración pactada, a la madre va una mínima parte, pero aunque fuera para la madre el importe total, eso no haría la cuestión menos grave. Si durante el embarazo los controles evidencian anomalías en el feto, el cliente puede, por contrato, obligar a la madre subrogada a abortar sin siquiera consultarla y casi siempre sin pagarle después (4). A veces, el contrato también incluye la posibilidad de elegir el sexo del concebido. Los agentes intermediarios seleccionan esmeradamente a la madre subrogada: lo que cuenta es que sea una ‘portadora sana’ y que esté bien nutrida y controlada en su estado de salud durante los nueve meses de alquiler. Entre las varias propuestas comerciales también hay quien promete la elección de la donadora de óvulos entre las candidatas disponibles, rubia, ojos azules, etcétera): una real selección de la «raza», o mejor, una búsqueda de mercado del «producto», como cuando, nótese, se compra un objeto. La madre en alquiler transcurre su embarazo en residencias protegidas, para asegurarle una nutrición adecuada y tener bajo control las condiciones higiénicas y sanitarias; le es impedido encontrar al propio marido, para evitar el riesgo de que contraiga enfermedades sexualmente transmisibles; en la práctica ¡para tener la seguridad de que el precioso producto encargado no pueda averiarse o deteriorarse! El niño le es sustraído enseguida después del parto impidiendo con ello la lactancia a la madre natural, a quien no se le dice ni siquiera si es varón o mujer. Las residencias protegidas también sirven para impedirle a la mujer escaparse con el hijo apenas parido, para amparar a los varios clientes del riesgo de que la ‘mujer incubadora’ cambie de idea. Es una real transacción comercial, por la cual les corresponde a los clientes poner las condiciones del servicio por el que pagan (la maternidad subrogada) y conseguir el «producto» encargado: el niño.
En el panorama mundial de los úteros en alquiler, la industria indiana de la maternidad subrogada se estima que produce un inducido total enorme, de cerca de dos mil millones de dólares, con un millar de clínicas, a menudo no regulares. Recientemente hubo una denuncia de organizaciones por los derechos humanos sobre casos de chicas compradas en aldeas pobres con la ilusión de un trabajo doméstico, que son reducidas a la esclavitud en el mercado de los úteros en alquiler. (5) Según la tabla de precios (!) publicada por el New York Times, una madre indiana subrogada cuesta en media 25 mil euros –entre 10.000 y 35.000 dólares–, una madre americana, tres veces más –entre 59.000 y 80.000 dólares–, pero hay casos de remuneraciones que también rozan los 150 mil euros. En Creta los costes son más bajos: un hijo cuesta en media 12 mil euros. Guatemala es un mercado emergente: se pueden ahorrar más de 10 mil dólares. Otro país emergente en el mercado global de los embarazos por cuenta de terceros es Tailandia. Le siguen Ecuador, Bolivia y Haití. La Argentina está evaluando la oportunidad de hacer legal la práctica, que se está difundiendo también en Europa, sobre todo en Rusia y Ucrania, pero también en Polonia y Rumania.
Nuestra posición
Como se deduce de los datos, las fábricas de maternidad son predominantes en los países pobres, y los compradores son los ricos. Existe pues un mercado reproductivo global en el que, en esencia, las mujeres pobres, sobre todo orientales, son pagadas por las mujeres ricas para llevar a cabo los embarazos para estas últimas, o de solteros y parejas homosexuales, para colmar el deseo de familia tradicional. El útero en alquiler es en suma una nueva esclavitud para los pobres, y un nuevo business y un lujo para los ricos, cualquiera sea su orientación sexual.
En el coro de voces a favor y contra, una vez más no podemos sino distinguirnos.
Distinguirnos de quien dice sí. A primera vista, la subrogación de maternidad puede parecer una práctica emancipadora, una de aquellas situaciones en que la mujer estaría libre de decidir sobre su propio cuerpo. Nosotros no estamos de acuerdo, porque un examen más profundo sólo revela de esto el aspecto más importante en este mundo guiado por las leyes del mercado y es que para regular este paso, por el cual una mujer cede el propio útero a otros, se impone la fría lógica de la oferta y la demanda, vilmente traducida en la mercantilización del cuerpo, de la madre y del hijo. Las motivaciones aducidas por el frente del sí, por la cual en esta práctica se revelaría en toda su magnitud la posibilidad para las mujeres de autodeterminación del propio cuerpo, reivindicada y parcialmente conseguida por las luchas de los años setenta por la emancipación femenina, decaen frente a la ley de mercado: aquí no se trata de administrar autónomamente el propio cuerpo, ya que no puede existir libertad de elección en un sistema basado en la mercantilización del ser humano, en la explotación de clase y con profundas diferencias entre países imperialistas y países coloniales y semicoloniales. ¡Muchas mujeres que viven hoy en países coloniales y semicoloniales, víctimas de la opresión y de la explotación global, por debajo del umbral de pobreza, aceptan a cambio de poco dinero «solidarizarse» con quien es menos afortunado (¡para decirlo como las feministas burguesas!) en esta búsqueda de maternidad. Sin contar que la presunta solidaridad de estas mujeres víctimas del sistema, que las relega a los márgenes de la sociedad obligándolas a elegir una farsa para la felicidad ajena, se quiebra míseramente sobre sí misma si se encuadrara en las reales condiciones materiales en que estas mujeres viven. Las madres en alquiler son las mismas mujeres que en sus países no tienen derecho al aborto, que no pueden contar con ninguna política social para el sostén de la maternidad, que no conocen o no tienen acceso a los métodos anticonceptivos, que cotidianamente son víctimas de violencias domésticas y sociales, por ejemplo el fallido control sobre la explotación de la prostitución.
Estas condiciones pesan sobre todas las mujeres proletarias, también las de los así llamados países desarrollados, en realidad envueltos en la crisis decenal en que se debate el capitalismo global. ¡En ningún caso se puede hablar de una elección voluntaria! Siempre, de constricción por necesidad económica.
También nos distinguimos de quien dice no, porque el nuestro es un NO diferente. No se origina en cuestiones de moral pequeñoburguesa o en sensiblerías románticas, y mucho menos de la necesidad de tutelar la familia tradicional. El capitalismo necesita la familia para perpetuar el mecanismo de transmisión de la riqueza y el patrimonio: sin la familia tradicional, en la cual se reproduce el mecanismo de sucesión, no podría existir el capitalismo. Y es solo por esto que el sistema enfatiza el papel de madre de las mujeres, y amplios sectores de la burguesía, en Italia, se yerguen defensores de la familia, ignorando intencionalmente el hecho que, justo en la familia, se perpetúa la opresión de la mujer, tanto más en las fases de crisis económica como la que estamos viviendo. Como demuestra el aumento de la violencia doméstica, las mujeres son económicamente cada vez menos independientes y, por lo tanto, cada vez más obligadas a padecer violencias machistas tras las paredes domésticas. El mismo «deseo» de maternidad, tal como es impuesto allí por la sociedad, que empuja hasta la aberración de la compraventa de una maternidad subrogada, no tiene nada de romántico: a menudo es inducido por las exigencias del sistema, que tiene necesidad de mantener un orden, un equilibrio entre las clases, para continuar la explotación y la opresión de una clase sobre otra. «El burgués ve en la mujer un instrumento de producción», como Marx y Engels escribieron en el Manifiesto del Partido Comunista, y si tal instrumento no funciona, hace falta reemplazarlo, cualquiera sea la alternativa. De otra manera, si la real preocupación fuese por la mujer y por el niño, de cualquiera clase social, serían otros los caminos a recorrer para salvaguardar la vida digna de ambos: servicios gratuitos, fácilmente accesibles, que sustenten a la mujer y a los niños en cada aspecto de la vida. Pero son caminos demasiado caros para el pobre capital y que minarían aquel orden entre las clases.
Nuestro NO nace ante todo contra la explotación y la opresión, porque no es aceptable que una mujer venda el propio cuerpo para contentar los «deseos» de ricas/os burgueses, ya sean estos deseos sexuales o de maternidad. Nuestro NO nace contra el tráfico de cada cosa, personas incluidas, que esta sociedad permite, estableciendo todo y cuanto pueda convertirse en mercancía, todo y cuanto se pueda comprar para mantener con vida un sistema agonizante.
En el sistema capitalista, estructuralmente basado sobre la desigualdad y sobre la explotación, la autodeterminación del propio cuerpo arriesga, en cada momento, convertirse en el exacto opuesto, es decir, en mercantilización del propio cuerpo. Nosotros luchamos por una sociedad diferente, socialista, liberada de la propiedad privada de los medios de producción y, por lo tanto, de la conexa necesidad de transmitir el patrimonio a los hijos por la familia: una sociedad de hombres y mujeres realmente libres e iguales, sin diferencias de clase y dónde las mujeres tengan total independencia económica y social. Opinamos que sólo en una sociedad de este tipo las mujeres, los homosexuales y los heterosexuales, en pareja o solteros, tendrán la real posibilidad de disponer libremente de los propios cuerpos y de elegir si y como ser madres y padres. Defender la autodeterminación de las mujeres y los derechos del mundo LGBTQ significa ante todo luchar para derribar el capitalismo.
(1) Para la pauta completa, véase: http://www.cheliberta.it/2015/12/04/appello-che-liberta/
(2) El movimiento “Si no ahora, cuándo” (SNOQ) nace en 2011 de una reivindicación lanzada por un grupo promovedor de mujeres diferentes por edad, profesión, procedencia, pertenencia política y religiosa, pertenecientes a asociaciones y grupos femeninos, del mundo de la política, de los sindicados, del espectáculo, del periodismo, de la escuela y de todas las profesiones. Se define como un movimiento transversal, abierto y plural.
(3) Para tener una idea de las “propuestas”, véanse los sitios http://www.maternitasurrogata.info/ o bien
(4) El material disponible en red es muchísimo; a título ejemplificativo véase el interesante reportaje de Il Corriere: http://27esimaora.corriere.it/articolo/il-mio-viaggio-nella-clinicadove-si-affittano-gli-uteri/; http://27esimaora.corriere.it/articolo/laltruismo-i-dubbi-e-il-primo-decessoparlano-le-donne-che-affittano-lutero/
(5) Sobre la situación indiana: http://www.ilfattoquotidiano.it/2013/01/26/utero-in-affitto-in-india-e-boom-clienti-anche-dallestero-ma-madri-no-hanno-tutele/454192/
Traducción: Natalia Estrada.