Dom Oct 06, 2024
6 octubre, 2024

Incendios: ¡América Latina pide socorro! Es necesario romper el poder de los capitalistas

Como latinoamericanos, donde las estadísticas dicen que el catolicismo es predominante, es posible que, en algún momento de nuestras vidas, la mayoría de nosotros hayamos escuchado que la Biblia dice que el mundo terminará en fuego. Probablemente muchos y muchas de nosotros recordemos esto al contemplar los incendios forestales y su voracidad.

Por Lena Souza

La realidad nos muestra que el poder destructivo de los incendios y sus consecuencias posteriores pueden poner a parte de la humanidad en riesgo de perder la vida, pero la responsabilidad dista mucho de ser moral/religiosa o individual. La explicación para esta situación no se basa en pecados y castigos, como nos quiere hacer creer el sentido común pregonado por la iglesia y los poderosos.

América Latina cubierta de fuego y humo

América Latina ya no se puede ver desde el espacio. En los últimos dos meses las imágenes que vemos son de un continente lleno de puntos rojos producidos por el fuego o nubes de humo cubriendo la antigua y hermosa imagen espacial de la tierra azul.

Según el INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales), del Brasil, el número de focos de incendios detectados por el satélite de referencia entre el 1/1 al 20/9 de 2024 en América Latina suma 380.245 y abarca 13 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guayana, Guyana Francesa, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela). De ellos, sólo Chile, Guyana Francesa y Uruguay tienen cifras inferiores a las de 2023.

Brasil lidera la estadística con 195.314 focos concentrados principalmente en los biomas de la Amazonía y del Cerrado. Datos de la Confederación Nacional de Municipios (CNM) del Brasil informan que hasta el 16 de setiembre, 749 municipios habían declarado emergencia y 11,2 millones de personas fueron afectadas directamente. Las pérdidas ya ascendieron a 1.100 millones, lo que significa que fueron 33 veces mayores que las pérdidas en 2023. En el mismo período del año pasado, la población afectada por la sequía fue de 630,700 personas, en 120 municipios[1].

Bolivia es el segundo país en número de focos de incendios según el Inpe, con 67.620 focos detectados. Los incendios forestales asolan los departamentos de Pando, Beni y Santa Cruz, todos ellos situados en la Amazonía boliviana y donde históricamente se han producido la mayor cantidad de incendios. En un informe publicado por el gobierno el 19 de setiembre, hay 3,8 millones de hectáreas están afectadas en 64 municipios, 28 de los cuales se encuentran en estado de emergencia y con 43.000 personas directamente afectadas.

En el Ecuador, según el mismo informe del Inpe, se detectaron 1.267 focos y el gobierno declaró emergencia en 15 provincias. Los incendios comenzaron el 23 de agosto y al 20 de setiembre habían quemado 23.453 hectáreas de vegetación. La seguridad alimentaria está en riesgo porque hay más de 7.000 cultivos afectados, perjudicando a más de 2.800 productores agrícolas que en su totalidad perdieron las cosechas de verduras y hortalizas[2].

En Perú también se registra el mayor número de incendios de los últimos años, lo que genera una situación de emergencia nacional donde, según un informe del gobierno[3], los departamentos más afectados son Cusco, Cajamarca, Huancavelica, Huanuco y Apurimac, donde las actividades agrícolas son más intensas. Los incendios en este país también han causado quemaduras a 165 personas y la muerte de 18 personas este año. Además, más de 2.000 hectáreas de cultivos resultaron afectadas.

Colombia, Venezuela, Argentina y Paraguay también son países muy afectados por los incendios. En Colombia, la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres (UNGRD) informó el 19 de setiembre que “durante el mes de setiembre se registraron 249 incendios forestales en 14 departamentos: Cundinamarca con 66, Huila con 44 y Tolima con 44 son los más afectados. Las llamas consumieron 23.000 hectáreas de bosque”[4]. En Paraguay, según el Instituto Nacional Forestal (INFONA)[5], hasta el momento más de 181.000 hectáreas han sido destruidas en el área de Chovoreca (área protegida) y un total de más de 353.000 hectáreas han sido afectadas en todo el país. En Argentina, la provincia de Córdoba es actualmente la más afectada, donde el fuego ya ha consumido alrededor de 20 viviendas[6].

Podemos decir que estos son los efectos y consecuencias directas de los incendios, sin embargo, está lejos de reflejar todas las implicaciones. Los incendios forestales impactan directamente en la biodiversidad, los suelos y el aire. Y si todo esto aún no ha llamado la atención porque no afecta directamente a la mayoría de la población, actualmente se hace más visible a través del humo que respiramos en todo el continente y que ya ha provocado la muerte de miles de personas. Además, el CO2 liberado a la atmósfera contribuye en gran medida al calentamiento global, lo que seguramente conducirá a fenómenos climáticos más extremos, lo que, como indican las investigaciones, ya está siendo comprendido por la mayoría de la población que sufre las consecuencias.

Las causas de los incendios

Es cierto que las sequías siempre han existido. Como afirma el Atlas de las sequías (2018)[7], la civilización ha experimentado hambrunas, migraciones y enfermedades causadas por la falta de lluvia desde la antigüedad. Después de todo, vivimos en un planeta que presenta condiciones ambientales diferentes. Pero el ser humano se fue adaptando a situaciones ambientales adversas y tomó de la naturaleza lo que era necesario para su supervivencia, además de producir adaptaciones que permitieron incluso cultivar en zonas secas, como, por ejemplo, la irrigación.

Pero, si el ser humano fue capaz de crear condiciones y tecnología para enfrentar las situaciones adversas e incluso lograr cultivar en las zonas más secas, la pregunta es ¿por qué llegamos a la condición de desequilibrio actual?

El problema es que la voracidad por el lucro de un sector muy minoritario de la sociedad, los grandes multimillonarios, ha ido forzando los límites del planeta hasta llegar al desequilibrio actual, que ni siquiera los negacionistas están teniendo más espacio para rebatir. Y, en el sistema capitalista, donde la ganancia es central, además de no hacer nada para reducir las toneladas de CO2 liberadas a la atmósfera, esos mismos multimillonarios, con la ayuda de sus representantes en los gobiernos, aprovechan las catástrofes climáticas que afectan a los pobres para ganar más dinero.

Eventos climáticos extremos, como la sequía vivida en América Latina, se han convertido en un plato lleno para quienes ganan con este sistema irracional y aprovechan el momento para provocar incendios según sus intereses, como, por ejemplo, aumentar la cantidad de tierras para monocultivos y ganadería en territorios de poblaciones originarias o áreas de preservación ambiental.

La realidad cada vez más visible en todos los países del continente que sufren incendios es que la mayoría son provocados por un sector de la clase rica que explota los recursos naturales de forma totalmente irresponsable y que cuenta con el pleno apoyo de los gobiernos de turno, ya sean de derecha, de centro o de la llamada izquierda “progresista”. La tala de árboles y la destrucción de ecosistemas para la cría de ganado, el monocultivo y la exploración minera es la marca registrada de las últimas décadas en América Latina.

La profundización de la explotación capitalista exige una cantidad cada vez mayor de materias primas y energías, lo que intensifica la presión sobre los recursos naturales, y el continente latinoamericano es uno de los que más ha visto intensificado este quite en las últimas décadas. A inicios del siglo XXI, el llamado neoextractivismo, es decir, una nueva fase de extractivismo que los países latinoamericanos ya habían vivido en otras épocas, abrió las puertas de par en par a la explotación desenfrenada de los recursos del continente por parte de grupos principalmente transnacionales imperialistas, lo que fue alentado por todos los gobiernos de turno. Los altos precios internacionales de los productos primarios incluso ayudaron a los “progresistas” a crear la ilusión entre los trabajadores y el pueblo pobre de que ahora era nuestra vez.

Sin embargo, los privilegiados fueron los ricos (empresarios imperialistas y sus socios nacionales), quienes se hicieron más ricos. Y el ciclo de concentración de la riqueza continúa, pues nuestros recursos naturales son saqueados, nuestra mano de obra es explotada y la mayor parte de lo que se asigna a las arcas públicas a través de impuestos regresa, con aumento, a los mismos ricos a través de incentivos fiscales, préstamos a bajas tasas de interés y otros medios. Los gobiernos distribuyen las migajas entre los pobres, a través de diversas bonificaciones y subvenciones para la pobreza (bolsas pobreza), para garantizar su permanencia en el poder. Estos mismos gobiernos son los que incluso destinan parte de los recursos a la fuerza pública para reprimir a las poblaciones originarias, los pequeños agricultores y los movimientos sociales que cuestionan la entrega de nuestros recursos y la invasión de tierras por parte de los grandes empresarios. Y mientras tanto, hacen la vista gorda ante las prácticas de quienes utilizan los incendios para justificar la invasión de territorios de los pueblos indígenas y áreas protegidas para expandir sus negocios.

En el Brasil, el país con la mayor superficie de tierras, está claro, como lo expresa Jeferson Choma: “Las imágenes de satélites son la mayor prueba de que los incendios indican la apertura de nuevas fronteras agrícolas para el modelo agrícola capitalista llamado agronegocio”[8].

La directora del IPAM (Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía) en el Brasil dice que “la mayoría de estos incendios tienen origen criminal. Uno de los casos más habituales es el de los ganaderos, que utilizan el fuego para limpiar los pastos. Normalmente, esta práctica tradicional sólo se permite con la autorización previa del Estado donde se encuentra el terreno. La crisis actual ha provocado su prohibición absoluta en todo el país. Quizás sea la ley menos respetada en el Brasil”, añade la directora de ciencia del Ipam”[9]. Y ante esto, en los últimos días, la única actitud del gobierno Lula fue establecer multas ínfimas, que ni siquiera tocan los bolsillos de los grandes terratenientes.

Pero esta conclusión no se limita al Brasil. En otros países también es evidente el interés de sectores vinculados al agronegocio y la minería, que se aprovechan de los incendios para ampliar sus áreas de negocios, incluso ingresando en tierras indígenas y ambientalmente protegidas.

En el Paraguay, según un informe de la Iniciativa Amotocodie, un estanciero provocó un incendio: “Solo hicieron falta diez días para que el territorio Garaigosode se consumiera casi por completo. La propiedad indígena perdió 14.200 hectáreas de campos y bosques. (El) Monumento Natural Cerro Chovoreca, refugio de fauna y familias Ayoreo en aislamiento, (perdió) 3.900 hectáreas[10].

En Bolivia las estadísticas no dejan dudas; los departamentos donde los incendios causaron más destrucción son Beni y Santa Cruz, que se encuentran en la Amazonía boliviana. “En Beni se registró 54% de toda el área que se quemó anualmente en Bolivia entre 2001 y 2020, según el Sistema de Monitoreo y Alerta Temprana de Riesgo de Incendios Forestales. En Santa Cruz, 38% de las hectáreas fueron consumidas por las llamas”. Prueba de ello es que, en la temporada 2024, en Bolivia se quemaron al menos 3,8 millones de hectáreas. De ellas, 2,3 millones eran pastos y 1,5 millones eran bosques”[11].

Todos sabemos que el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha venido provocando el calentamiento global, responsable del desequilibrio climático en el planeta. Y esta conclusión no es de hoy, pero los grandes dirigentes del planeta, los países imperialistas que son los principales representantes de la clase rica que domina las decisiones, no han hecho nada para solucionar el problema. Después de cumbres y cumbres, agendas y agendas, compromisos y compromisos, la situación empeoró, ya que todo esto es una mentira para engañar a la mayoría de nosotros, la población pobre y trabajadora, que, en número cada vez mayor, sufrimos las consecuencias.

Mientras tanto, los gobiernos de turno en América Latina siguen flexibilizando cada vez más las leyes ambientales, cediendo a las presiones de los grandes empresarios, como en el Perú, con la Ley Forestal[12], en el Ecuador con el incumplimiento por parte del gobierno de los resultados de la consulta del Parque Yasuní[13], y tantos otros ejemplos en todos los países, que sería imposible reseñarlos en un solo artículo.

Necesitamos salir a las calles

Es necesario salir a las calles y organizar a los de abajo para exigir que los gobiernos destinen inmediatamente fondos para combatir los incendios existentes, pero también es necesario exigir un endurecimiento de las leyes ambientales que en los últimos años han sido flexibilizadas o anuladas por todos los gobiernos para privilegiar a los grandes y ricos empresarios de diferentes países.

En las últimas semanas hemos visto que se han realizado varias manifestaciones en distintos países del continente, como en el Perú, exigiendo al gobierno de Dina que anule la nueva ley forestal que se votó en diciembre de 2023 y que abre las puertas a la deforestación. Así como en el Brasil, exigiendo a Lula que deje de financiar el agronegocio y lo expropie. Al igual que en el Ecuador, donde el movimiento social exige que el gobierno de Noboa respete la decisión de la consulta popular sobre el Yasuní.

Es necesario ampliar las movilizaciones en todo el continente, realizando jornadas unificadas de lucha para fortalecer nuestra batalla por la defensa de la Amazonía y de los diferentes biomas que necesitamos preservar, además de garantizar el territorio de los pueblos indígenas y la calidad de vida de todos y todas, que necesitamos del aire puro para respirar.

Es necesario romper el poder de los capitalistas

Pero también es necesario pensar en nuestro futuro y en el de las nuevas generaciones. Como dice la letra de una canción brasileña[14], en la naturaleza “no hay pecado ni perdón”. No podemos creer, como dice la iglesia, que desastres ambientales como los incendios forestales son obra de un ser superior para castigarnos por nuestros pecados, ya que la realidad nos muestra que es obra y responsabilidad de una clase social que cada año se enriquece más explotando la naturaleza y nuestra mano de obra. Y tenemos que ser conscientes de que tampoco en la naturaleza hay perdón, ya que ella se cobra su destrucción y la factura va a parar a los más pobres. Es nuestra clase, la de los pobres y trabajadores, que enfrenta cada día el aire contaminado, que muere por enfermedades respiratorias, que se queda sin hogar y sin tierra para plantar, que paga más por los alimentos, y un largo etcétera de todas las consecuencias que enfrentamos con la destrucción ambiental causada por el sistema capitalista.

Por no hablar de que los jóvenes, los niños y las nuevas generaciones ya viven y vivirán en la barbarie ambiental, como indican todas las previsiones científicas.

Por eso, si queremos salvar nuestro hogar, nuestro planeta, es necesario acabar con el sistema capitalista y construir una sociedad que conviva respetuosamente con la naturaleza. Y esta sociedad sólo puede ser una sociedad que no tenga como centro de existencia la explotación y el lucro, sino que satisfaga las necesidades de los seres humanos de forma igualitaria y solidaria y de acuerdo con los límites de la naturaleza. Por eso defendemos una sociedad socialista. Sólo en esta sociedad, donde gobiernen los trabajadores y el pueblo pobre, podemos imponer la voluntad de la mayoría.

Traducción: Natalia Estrada.


[1] Portal CNM – Estudo atualizado pela CNM mostra que mais de 11 milhões de pessoas foram diretamente afetadas por incêndios – Confederação Nacional de Municípios

[2] Apagón nacional inesperado: Gobierno no ha pronunciado cuál fue la causa | Televistazo 7 PM #ENVIVO🔴 (youtube.com)

[3] INDECI destaca importancia de trabajo en conjunto de los tres niveles de gobierno ante incendios forestales – Noticias – Instituto Nacional de Defensa Civil – Plataforma del Estado Peruano (www.gob.pe)

[4] UNGRD propone apagar incendios con fuego, ¿de qué se trata la nueva estrategia? (gestiondelriesgo.gov.co)

[5] Datos estadísticos sobre incendios forestales durante las primeras semanas del mes de setiembre – Instituto Forestal Nacional (infona.gov.py)

[6] https://www.infobae.com/sociedad/2024/09/21/incendios-y-drama-en-cordoba-las-llamas-alcanzaron-a-varias-casas-en-capilla-del-monte-hay-evacuados-y-un-detenido/

[7] Atlas de Sequías de América Latina y el Caribe; 2018 (lapismet.com.br)

[8] Em todo o Brasil, a barbárie climática bate à porta  | Opinião SocialistaOpinião Socialista (opiniaosocialista.com.br)

[9]  O que se sabe sobre a onda de incêndios no Brasil (uol.com.br)

[10] Análisis de los incendios en Chovoreca, septiembre 2024 – Iniciativa Amotocodie (iniciativa-amotocodie.org)

[11] ¿Por qué cada año los incendios forestales arrasan en Brasil y Bolivia? – Medio Ambiente (france24.com)

[12] Gobierno peruano busca implementar cambios en Ley Forestal ignorando demandas formales para derogar la norma (mongabay.com)

[13] Nuevo decreto de presidente Noboa no resuelve incertidumbre sobre el cumplimiento de la consulta del Yasuní en Ecuador (mongabay.com)

[14] Caetano Veloso – Alguém Cantando (youtube.com)

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