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Gobierno Draghi: el balance de los trabajadores

Gobierno Draghi
octubre 4, 2021

Gobierno Draghi: el balance de los trabajadores

Ya no se cuentan más los fastuosos elogios que los comentaristas y políticos del régimen reservan para el gobierno presidido por Mario Draghi.

Por: Alberto Madoglio

El ejecutivo de unidad nacional encabezado por el ex gobernador del Banco de Italia y el Banco Central Europeo (dos cargos institucionales que ya son un programa suyo) había sido llamado a conducir el país ante diversas emergencias: una crisis económica catastrófica, cuyas razones se han estado gestando durante mucho tiempo pero que la pandemia ha contribuido a ampliar; la pandemia que, al mismo tiempo, segunda emergencia, el invierno pasado volvió a estar totalmente fuera de control, como y más que en la primavera de 2020; finalmente, la tercera emergencia, el estancamiento decisivo en el que se encontraba el gobierno Conte II, apoyado por el PD y el M5S (así como por otras organizaciones menores como Italia Viva y Leu-Sinistra Italiana de Bersani y Fratoianni). Un estancamiento que le desagradaba incluso a sectores cada vez más amplios de las clases dominantes italianas, que lo criticaban no por su supuesta postura de «izquierda en su acción política», sino por no poder responder a los deseos de las grandes familias burguesas del país.

El nuevo ejecutivo nació con el apoyo de todos los partidos presentes en el Parlamento –con la excepción, más formal que de fondo, de los Fratelli de Italia [Hermanos de Italia]–, de Confindustria, de las instituciones europeas y, lo que más importa para explicar la sustancial paz social en que operan (al menos por ahora), las burocracias sindicales, con Cgil a la cabeza.

No esperábamos nada bueno

De inmediato manifestamos que los trabajadores no podían esperar nada bueno de un primer ministro que, como gobernador in pectore del BCE, había impuesto una reforma previsional que se concretó con la ley Fornero, estrangulado al proletariado griego con amenazas, chantajes y duras políticas de austeridad, y sugerido a Renzi –primer ministro de Italia en la época– la abolición del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores. Hemos sido profetas fáciles.

Entre los primeros actos recordamos la reforma en un sentido fuertemente privadista del empleo público, redactada por la ministro de Administraciones Públicas Brunetta y avalada con trompetas por Cgil, Cisl y Uil sin ni siquiera fingir alguna consulta entre los trabajadores interesados.

A esto se sumó un masivo operativo de represión policial que derivó en la detención y denuncia de varios delegados y sindicalistas de Si.Cobas, involucrados durante algún tiempo en una dura disputa en el polo logístico de Piacenza. Una tarjeta de visita de mucho respeto. Y lo que vino después continúa con el mismo ritmo.

El PNRR de los patrones

La redacción del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), que es el plan elaborado para utilizar los más de 200.000 millones de fondos asignados por la Unión Europea a Italia, tuvo un descarado carácter antiobrero.

Si la retórica hecha a grandes voces por el gobierno y los medios de comunicación hablaba de un plan que sancionaría un punto de inflexión trascendental, un cambio hacia una sociedad más inclusiva, en la que se reducirían las desigualdades de riqueza e ingresos y el desarrollo tendría un impacto positivo, en lo que respecta a la protección del medio ambiente, las decisiones tomadas fueron en una dirección completamente diferente.

Como escribimos, los verdaderos ganadores de las más de 200 páginas del PNRR son las multinacionales de hidrocarburos y energía eléctrica, las grandes contratistas de obras públicas que se beneficiarán con los miles de millones destinados al ferrocarril de Alta Velocidad (mientras el transporte público, utilizado por trabajadores y estudiantes, solo obtendrá migajas), los jefes de la salud privada, etc. Mientras tanto, todo lo relacionado con lo público se dimensiona aún más, con la escuela en primer lugar, que, bajo los auspicios del PNRR, se vuelve totalmente subordinada a las exigencias de las empresas capitalistas.

La salud sujeta a las ganancias

La gestión sanitaria de la pandemia en sí misma se ha abordado, y se sigue abordando, no con el fin de salvaguardar la salud de la población, sino para permitir que las empresas vuelvan a la plena producción y, por tanto, obtengan beneficios.

Es en esta perspectiva que se encuadra la decisión tomada la primavera pasada, de reabrir todas las actividades industriales y comerciales, cines, teatros, instalaciones deportivas, a pesar de que los datos de contagios eran peligrosamente altos, y la campaña de vacunación estaba solo en el inicio.

Hoy, esa elección se toma como ejemplo de un acto con visión de futuro del primer ministro, debido al «presunto éxito» que ha logrado. Quizás tuvo éxito desde el punto de vista económico, pero volveremos a esto más adelante. No se puede decir lo mismo sobre la evolución de la pandemia. El número de contagios sigue siendo particularmente alto en la actualidad, así como de muertes (varias docenas por día). Y sabemos que toda persona infectada, aunque no esté hospitalizada en cuidados intensivos o, peor aún, muera, tiene una probabilidad muy alta de sufrir un daño permanente en su salud, que hará sentir su peso a medida que envejece.

La reanudación de la escuela

También podemos imaginar que veremos un nuevo aumento de contagios y quizás muertes en las próximas semanas, con la reanudación de la docencia presencial a 100% y con la «reorganización» general de la población, recurriendo a un término que suelen utilizar los virólogos, lo que por tanto aumentará las posibilidades de contraer el virus.

También porque nada ha mejorado en términos de transporte y espacios escolares. Para el transporte público, hasta un 80% de la capacidad total (sentados y de pie) se puede utilizar sin distanciamiento, no se solicitará el green pass (panacea, según el gobierno, para todos los riesgos) en los ómnibus locales y metropolitanos. Para las escuelas, la distancia social no es obligatoria sino solo sugerida, mientras las aulas superpobladas (clases de gallinero) son la norma y no la excepción (varios miles según un informe del pasado 6 de septiembre transmitido por SkyTg24).

Hasta qué punto la gestión sanitaria del Covid es esquizofrénica, por no decir criminal, también se evidencia en la propuesta, aún no confirmada, de considerar válida a los efectos del green pass un hisopado molecular realizado en las 72 horas anteriores, cuando los estudios sanitarios hablan de una fiabilidad no superior a 48 horas. Lo que llevó al reconocido virólogo Andrea Crisanti a decir que «el gobierno decide por ley cuándo el virus infecta y cuándo no».

¡Solo rebotes, otra que recuperación!

Mencionamos anteriormente los datos económicos positivos que se atribuyen a las decisiones gubernamentales. En realidad, después del colapso del año pasado, al que se suma el hecho de que la economía italiana aún no había alcanzado los niveles previos a la crisis de 2009/2010, aún se podía esperar que la combinación de estos dos factores, ligada a una reapertura generalizada de actividades produjese un rebote en los datos del PIB.

De las previsiones de los principales institutos económicos internacionales se puede deducir que se trata de un rebote, una pequeña recuperación, y no de una recuperación real a largo plazo. Para 2021, el PIB crecerá aproximadamente 6% (quizás incluso más, según las estimaciones del gobierno), pero este crecimiento se reducirá a poco más de 4 en 2022, para desacelerarse aún más en los años siguientes.

No puede ser de otra manera si se espera una tendencia similar para la que sigue siendo la locomotora de la economía mundial, EE. UU., para el que tras el boom de 2021 se prevé una fuerte desaceleración, que continuará durante toda la década.

Y todo esto siempre que no se produzcan hechos que puedan cambiar la coyuntura hacia una nueva recesión. No estamos hablando solo de una posibilidad “de escuela” sino que nos basamos en algunas situaciones que ya existen. Una subida de la tasa de inflación en nivel global, que puede empujar a los bancos centrales a frenar o bloquear por completo la política monetaria expansiva, ejerciendo una fuerte presión sobre las deudas de Estados y empresas. O nuevos fracasos de alcances globales. Nos referimos al caso del gigante inmobiliario chino Evergrande. La compañía dijo que no podía pagar sus deudas, que ascienden a más de U$S 300.000 millones. Si esto llegase a suceder, tendríamos un nuevo Lehman Brothers, pero elevado a la enésima potencia, con todo lo que esto supondría en nivel global.

Despidos en el horizonte

Es por todas estas razones que el gobierno, más allá de las peticiones de principio, no quiere ni puede cambiar su política social, y prepara para los trabajadores otro período de sacrificios.

Lo vemos con el caso de Alitalia, donde el nuevo plan industrial prevé miles de despidos, y por eso encuentra la oposición activa de los trabajadores, que actualmente no creen en las promesas y falsas garantías de las burocracias sindicales. O sobre por qué no se encuentran otras soluciones más que la confirmación de despidos o el uso de fondos de despido [un lay off antes del despido] para los casos Gkn, Embraco, Whirpool, Giannetti Ruote, entre tantos otros.

O con los anuncios relativos a una nueva, la enésima, reforma del sistema de pensiones, que de hecho se centrará en un retorno a la infame ley Fornero, aunque con algunos trucos superficiales para hacerla digerible a aquellas fuerzas de la mayoría, que más la habían hostigado por motivos de consenso electoral (la Liga y el M5s).

O por el hecho de que hasta la fecha no se ha refinanciado la compensación para los trabajadores forzados a la cuarentena por contacto con positivos en Covid. La versión oficial es que faltan recursos, 900 millones. Sin embargo, mágicamente, se han encontrado varios miles de millones, en forma de desgravación fiscal, para garantizar que la próxima adquisición de Monte dei Paschi por parte de Unicredit sea de costo cero para esta última.

O que no ha surgido ninguna dificultad para la compra de misiles de largo alcance, con los que equipar submarinos de la Marina italiana, o para armar los drones en dotaciones de la Aeronáutica.

El verdadero problema no es encontrar un equilibrio «difícil» entre la defensa de los derechos y el trabajo para millones de proletarios y evitar que las opciones políticas (ver el escurridizo bloque de las deslocalizaciones y/o desplazamientos de empresas) puedan ser un freno a las inversiones en Italia. Los intereses básicos de los proletarios y de los capitalistas son absoluta e irresolutamente irreconciliables y conflictivos, como siglos de historia deberían haber enseñado a todos. Y que, precisamente, fases de crisis como la que estamos viviendo, más allá de las contingencias más o menos favorables, conducen a un nivel de tensión sin precedentes.

«Lo queremos todo»

Los patrones saben que no pueden ceder ni un milímetro, so pena de ver reducidos sus beneficios y verse superados por competidores más equipados y despiadados que ellos.

Conciencia igual y contraria deben tener los trabajadores. Deben ser conscientes de que toda conquista, parcial, mínima y provisoria, no debe ser aceptada como un peligro evitado o como si se hubiera evitado un daño mayor, sino como un trampolín para elevar cada vez más el nivel de reclamo, con la conciencia de que a quien pregunta qué quieren, los trabajadores tienen que responder «lo queremos todo», haciéndose eco de una consigna de los años setenta.

Tampoco se deben hacer ilusiones sobre un supuesto papel imparcial del gobierno, al que hay que «pasarle la pelota» para encontrar soluciones convenientes para los dos campos en lucha, patrones y proletarios. No, el gobierno no es un árbitro independiente entre la patronal y la clase obrera. Es el enemigo al que hay que derrotar junto con los patrones, si no se quiere correr el riesgo de que victorias parciales sean el prólogo de derrotas futuras.

Los próximos meses serán muy intensos en lo que respecta a la lucha de clases. Somos conscientes de que hay mucho en juego y de que para triunfar se necesita ser conscientes de que no es posible ninguna solución intermedia, de compromiso.

Debe quedar claro que ante los desastres causados por el capitalismo, el socialismo es la única alternativa que no solo es necesaria sino, más que nunca, realista.

Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org
Traducción: Natalia Estrada.

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