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El precio de la destrucción ambiental

mayo 19, 2010

 

Al finalizar el año pasado, el capitalismo mostró su total incapacidad para resolver los problemas que amenazan a la humanidad.

 La reunión diplomática más grande de la historia, la 15ª Conferencia Climática (COP-15), que reunión a más de 200 jefes de estado, terminó en un rotundo fracaso. La humanidad que dependía de una decisión importante para enfrentar el calentamiento global fue abandonada a su propia suerte.
 
El desarrollo del capitalismo industrial ocasionó una desastrosa degradación ambiental. Como prueba de la acción irracional sobre la naturaleza, se estima que 30 mil especial se extinguen por año. En el 2007, el Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (IPCC), órgano ligado a la ONU que reúne centenas de científicos que estudian los cambios climáticos de la tierra, dio la señal de alerta. Según el IPCC, la temperatura de la tierra puede subir entre 1.1ºC y 4ºC hasta el 2010
 
Las mayores evidencias científicas sobre el calentamiento global son la disminución de la cobertura de la nieve de las altas montañas y el rápido deshielo del Ártico. En el último siglo, la temperatura del Ártico aumentó dos grados, lo que dio como resultado el derretimiento del 40% de la capa de hielo. El fenómeno es evidente. Por primera vez en la historia, navíos cargueros hacen un viaje entre Asia y Europa por el Ártico.
 
El deshielo de glaciares y de áreas continentales, como por ejemplo, de Groenlandia o de la Antártida, va a elevar los niveles de los océanos, además de provocar el calentamiento de las aguas. El IPCC prevé que los oceánicos pueden elevar su nivel entre 18 y 58 cm hasta el fin de siglo. Eso va a dar como resultado en el desaparecimiento de las ciudades costeras e islas. También va a cambiar de forma imprevisible el clima. Localmente las variaciones climáticas irán de sequías a inundaciones extremas, con incendios de vastas proporciones, pestes agrícolas descontroladas, alteraciones (o extinciones) en diversos ecosistemas, que, a su vez, influenciarán en la producción de alimentos, provocarán inmensos desplazamientos poblacionales (los refugiados del clima), y muchas otras catástrofes.
 
Un camino sin vuelta
 
El calentamiento es provocado por la emisión de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono (CO2), metano u óxido nitroso. Estos gases mantienen el calor emitido por la tierra, como si hubiese un cobertor envolviendo el planeta.
 
La mayor parte de estos gases es producida por la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón mineral y gas), la principal matriz energética de la humanidad desde inicio del siglo pasado.
 
Muchos científicos señalan que el ser humano interfiere en el clima del planeta prácticamente desde que surgieron las primeras civilizaciones, y, con ellas, las actividades agrícolas (ver Ruddiman, W.F.) Sin embargo, después la era del capitalismo industrial dio un salto cualitativo de emisiones de gases de efecto invernadero. El metano, por ejemplo, aumentó en 145%, mientras que el dióxido de carbono aumentó en 30% y el dióxido nitroso en 15%.
 
Lo peor de todo es que el calentamiento es irreversible. Según el IPCC, aún si todas las emisiones de gases de efecto invernadero fueran reducidas a cero, el fenómeno continuaría por siglos. Solo resta entonces, intentar estabilizar las emisiones que causan el efecto invernadero para evitar una catástrofe mayor.
 
Una bomba reloj
 
Los científicos tienen buenos motivos para defender las medidas que permitan estabilizar el calentamiento global. De acuerdo con el IPCC sería necesario disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80% en los próximos 40 años. De lo contrario la temperatura del planeta continuará aumentando, y el calentamiento del planeta tendrá un efecto dominó devastador.
 
A lo largo del norte de Canadá y de Siberia se encuentra el llamado Permafrost, un tipo de suelo congelado que en razón de procesos de descomposición orgánica mantiene billones de toneladas de metano, un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el dióxido de carbono. La liberación del metano estocado podría provocar un calentamiento global descontrolado, amenazando a la humanidad.
 
De igual manera, la disminución del área congelada en el Ártico también disminuye la capacidad de reflejo de los rayos solares. Es decir, a medida que el área congelada disminuye, la región absorbe más calor, aumentando la temperatura y acelerando el derretimiento del hielo. Además de eso el incremento de la temperatura de los océanos disminuye la capacidad de absorber CO2.
 
Finalmente, la consecuencia de la destrucción de nuestros bosques es la liberación de más gases de efecto invernadero en la atmósfera (a través de la quema), como también reduce toda una cobertura valiosa para la absorción de estos contaminantes.
 
Brasil: Destrucción por detrás del vidrio verde
 
Los países imperialistas has sido responsables por la mayor parte de las emisiones globales de gases de infecto invernadero. Estados Unidos por ejemplo, son responsables por más del 30% de toda la emisión de gases que causan el calentamiento de la tierra. Sin embargo, varios países como China, India y Brasil, también se encuentran entre los grandes emisores.
 
En Brasil, las mayores emisiones son a causa de la quema de bosques, provocada por el avance del agronegocio en la Amazonía. El avance del sector encontró un importante socio en el gobierno de Lula, que se expandió gracias a generoso financiamientos públicos.
 
El gobierno habla de biodiesel y de la construcción de hidroeléctricas para combatir la contaminación. Sin embargo, eso va a provocar más destrucción. Cultivos de caña de azúcar, avanzan a costa de la devastación de los bosques. La sumersión de bosques, causadas por hidroeléctricas, produce metano en virtud de la descomposición orgánica. Un estudio del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonía (INPA) mostro que después de la construcción de la presa de Tucuruvi, a inicio de los años 90, fueron liberados 1.2 millones de toneladas de metano anualmente a la atmósfera. El dato ofrece una pálida idea de lo que vendrá con Belo Monte.
 
También fue sobre el gobierno de Lula (durante el ministerio “verde” de Marina Silva) que fue liberado el cultivo de soya transgénica, además de las obras de transposición del Río San Francisco que buscaba favorecer al agronegocio.
 
Como si no fuera suficiente, Lula y Marina aprobaron leyes que permiten arrendar los bosques públicos brasileños a las empresas privadas y ONG’s (Proyecto de Gestión de Bosques Públicos). El proyecto colocó toda nuestra biodiversidad de la Amazonía brasileña a merced de los empresarios, incluso de los extranjeros.
 
¿Hay opción para la catástrofe ambiental?
 
La destrucción de la naturaleza es indisociable de la acumulación capitalista. Para ampliar sus ganancias, la burguesía necesita incrementar su producción e imponer patrones de un consumo desenfrenado a la población. Pero en la corrida por la ganancia, la capacidad de auto recomposición de la naturaleza es superada por la velocidad de la producción capitalista. La destrucción, por lo tanto, es una consecuencia natural del sistema.
 
Las propuestas de desarrollo sostenible – tan agradable para supuestos ambientalistas como Marina Silva – intentan conciliar lo que en verdad es imposible: crecimiento económico y las ganancias de los capitalistas con la preservación ambiental. Esa propuesta se inserta en el marco de la defensa de un “capitalismo ecológico”, con rostro humano. Sus defensores presentan la devastación ambiental como responsabilidad de cada individuo y no un problema inherente al sistema.
 
El capitalismo no puede superar la crisis que provocó, ya que eso significaría poner límites a las ganancias de la burguesía. De esta forma, cualquier propuesta de corte reformista estará destinada al fracaso, como fue con el Protocolo de Kyoto (que ni siquiera tuvo la participación de USA, el mayor contaminador del mundo) o el fracaso de la COP-15
 
Por otro lado, la “sustentabilidad” – como todo en el capitalismo – se tornó una forma más de ganar dinero. Los llamados créditos de carbono mueven hoy 120 billones de dólares.
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Ecología y la Crisis Social
 
La cuestión ecológica tampoco está separada de la crisis social, producida por el capitalismo.
 
Los desastres naturales están directamente asociados a los graves problemas sociales.  Las tragedias ocurridas por los deslizamientos de las colinas en Río de Janeiro expusieron la situación de millones de trabajadores que son arrastrados para las “favelas”, expulsado de las áreas “sin riesgo” destinados a la especulación inmobiliaria.
 
Hay toda una discusión en el medio científico si fuertes lluvias en Río o fuertes inundaciones tienen alguna relación con el calentamiento global. Pero una enorme cantidad de agua no explica por si sola por qué la tragedia causó más de 200 muertos. La pobreza y la miseria forzaron a millones a ocupar territorios extremadamente precarios o de protección ambiental. Las favelas están creciendo a un ritmo impresionante en todo el mundo. Por lo tanto, la resolución para muchos problemas ambientales está articulada con las necesidades más básicas de los trabajadores, como vivienda, empleo, etc.
 
Una nueva sociedad
 
El fin de la explotación irracional de la naturaleza solo puede ser alcanzado a través de la derrota del capitalismo por la construcción de una sociedad socialista, basada en la propiedad social de los medios de producción y en el planeamiento económico que garantice una transformación radical de la esfera productiva. Esa transformación envuelve, en primer lugar, un cambio radical de la matriz energética actual, basada en combustibles fósiles. El capitalismo no puede garantizar una transición para una matriz energética limpia porque eso disminuiría las tasas de ganancia de los empresarios. Pero no se puede detener el calentamiento global si las fuentes energéticas responsables por la contaminación no son substituidas por nuevas fuentes de energía limpias como eólica, solar, etc.
 
Hoy en día, ya existe la tecnología necesaria para que el paso de una matriz de energía para otra no sea algo abrupto. Pero el gran obstáculo para ese cambio necesario es la propia industria petrolera, que sobrevive gracias al sistema capitalista.
 
Por eso, la sustitución de la matriz energética y la transformación radical de los patrones de consumo actuales sólo pueden ser alcanzadas en una sociedad socialista. Bajo un nuevo tipo de Estado, la población organizada es quien va a planear la economía de modo que la producción pueda atender las necesidades sociales y, al mismo tiempo, las exigencias de protección por el medio ambiente.
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Un programa ecossocialista
 
José Maria de Almeida, pre-candidato a la presidencia por el PSTU
 
La bandera ecológica se inserta en la lucha por la superación completa del régimen de explotación. La disyuntiva ya colocada por Engels y Rosa Luxemburgo: Socialismo o Barbarie aparece bajo una nueva forma y cada vez más urgente para la supervivencia de la especie humana. O el capitalismo es superado o la humanidad seguirá hacia la barbarie y el ecocídio.
 
Pero, es preciso librar una batalla inmediata para frenar el calentamiento global. Cualquier lucha contra la devastación ambiental, o que exija la creación de leyes de protección, va en contra de las leyes de mercado y se choca directamente con los gobiernos. Esa lucha, sin embargo, debe ser articulada con las demandas de la clase trabajadora y sus organizaciones, que constituyen la fuerza fundamental para cualquier transformación radical de la sociedad.
 
Los gobiernos capitalistas de todo el mundo ni siquiera consiguen definir tímidas metas de reducción de la polución. Por eso, los trabajadores y ecologistas necesitan librar una lucha contra todos los gobiernos y exigir medidas de reglamentación que reduzcan las emisiones de los gases en un 80% hasta 2050, como proponen los científicos del IPCC.
 
Además de eso, los trabajadores y ecologistas deben luchar por un programa de demandas inmediatas que incluya:
 
– El fin de las políticas económicas neoliberales que amplían el saqueo a las riquezas de los recursos naturales de los países pobres.
 
– Mayores presupuestos para investigaciones de energías limpias, en sustitución de las matrices fósiles.
 
– Defensa de la selva amazónica y contra el avance destructor del agronegócio. Lo que significa también luchar contra la flexibilización del Código Forestal Brasileño, blanco de los latifundistas.
 
– Suspensión inmediata de los transgénicos.
 
– En defensa del agua. Agua es vida y no mercancía. Por eso, debemos repudiar la ley brasileña 9433/97, que instituyó la política “nacional de recursos hídricos”, con las formas de gerencia del agua en el país. En el artículo 1º, la ley establece que “el agua es un recurso natural dotado de valor económico”.
 
– La reorganización de las poblaciones que viven en áreas de riesgo y áreas de preservación permanente, a través de la expropiación de tierras de modo de acomodar a todas esas personas, a través de habitaciones dignas en locales dotados de servicios públicos esenciales, como agua, alcantarillado, iluminación y etc.
– Contra la creación de la Hidroeléctrica de Belo Monte, la Transposición de Río San Francisco y la construcción de Angra 3.
 
Fuente: Opinião Socialista n° 403, Mayo 2010
 
Traducción: Pavel Romero
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