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El congreso del PC de China es un juego de cartas marcadas, pero…

noviembre 7, 2012
Después de casi un año en que la planificación para la sucesión del comando del país fue perturbado por una secuencia extraordinaria de escándalos, los líderes del partido, finalmente, anunciaron la fecha del 8 de noviembre para la apertura del 18 º Congreso del Partido Comunista de China (PCCh). 


Los escándalos envuelven a Bo Xilai -máximo dirigente del partido en la megaciudad de Chongqing (32 millones de habitantes) y miembro del Comité Central y del Comité Ejecutivo (Politburó)- y su esposa, Gu Kailai. 
El día 28/09, en el mismo anuncio de la fecha del congreso, era informado que Bo Xilai sería expulsado del partido y procesado en una amplia gama de acusaciones, como corrupción y abuso de poder, mostrando la estrecha conexión entre los dos eventos.

Bo Xilai fue retirado de sus funciones, aunque continúa siendo miembro del CC, el 14 de marzo del 2012, durante una reunión del Congreso Nacional del Pueblo. Y, ahora, finalmente fue expulsado.  La fuga del ex jefe de policía y vice-prefecto de Chongqing, Wang Lijun, hacia un consulado de los EE.UU., ocurrida en el mes anterior, causó la caída de Bo. Wang era su brazo derecho, en su “cruzada” contra la corrupción, en la ciudad y huyó para denunciar el asesinato de Neil Heywood, un inglés que mantenía negocios oscuros con la familia Bo. Su muerte había sido diagnosticada como infarto por el propio equipo de Wang. La investigación que siguió a la denuncia llevó a la condena de Gu Kailai, con la pena de muerte por el asesinato de Heywood, por envenenamiento, y la prisión de varios miembros ligados a Bo Xilai, incluso Wang. Ninguno de los condenados recuso las sentencias aplicadas y las pruebas presentadas en el juicio de Gu Kailai eran muy frágiles (el cuerpo de Heywood había sido cremado, la sangre escogida, adulterada) y con muchas contradicciones, basándose principalmente en la propia confesión de los acusados. 

Este episodio abrió una grieta en el PCCh, nunca vista desde la guerra interna por la sucesión de Mao Zedong, en 1976 y la masacre de la Plaza de Tiananmen, en 1989. Se inició una persecución y detención de todos los miembros ligados a Bo Xilai, la censura implacable a todas las redes sociales, que comentaban el asunto y un diluvio de editoriales condenando la “corrupción y el abuso de poder”, seguidos de una campaña para destruir su reputación, en los mismos medios de comunicación que, días antes, eran usados para exaltarlo. Las propagandas de promoción de su gobierno, regadas por toda la ciudad, fueron retiradas de Chongqing y todo lo que pudiese recordarlo fue “apagado”. El ejército inició movimientos militares, por lo menos en Beijing y Chongqing, mientras sus órganos de prensa exhortaban a los oficiales a ignorar el “ruido social”, refiriéndose a Internet, y las “fuerzas hostiles”, llamando a todos a la unidad bajo el comando del partido. El presidente Hu Jintao, en la campaña anticorrupción que se siguió a la caída de Bo, pidió que los militares mantuviesen la “pureza” en sus filas y, el Diario del Ejército de Liberación Popular, publicó un editorial afirmando que todos los soldados y oficiales “entienden profundamente el significado del alerta dado por el incidente”, y que “apoyan firmemente las decisiones y planes del partido”.

Esta campaña sólo puede ser explicada porque Bo Xilai tenía muchos colaboradores en el partido y entre los generales del ejército, y su caída causó una inestabilidad tremenda en sus filas. El padre de Xilai, Bo Yibo, fue un héroe de la guerra contra la invasión japonesa, en la primera mitad del siglo XX, y estaba al lado de Mao durante la revolución socialista de 1949. Sin embargo, fue expurgado del partido en la Revolución Cultural (1966-1976) pero, con la victoria de Deng Xiaoping en la lucha por la sucesión de Mao, fue rehabilitado y nombrado vice-premier en 1979. Fue uno de los principales auxiliares de Deng en la lucha interna que él encabezó y se siguió con su política de restauración capitalista, que llevó a Jiang Zemin al cargo de secretario general y a la presidencia de China, en el período anterior a Hu Jintao.

El apoyo de Bo Yibo a Deng Xiaoping y a Jiang Zemin garantizó a su hijo, Bo Xilai, una carrera política fulminante, en gran parte por la protección dada por Jiang. Bo Xilai, así como el actual vice-presidente -y, probablemente futuro presidente- Xi Jinping, son los llamados “príncipes”, hijos de los antiguos revolucionarios que subieron a los altos cargos por herencia. Buena parte de ellos se convirtieron en millonarios gracias a eso.

El otro motivo para tanta preocupación es que Bo Xilai era considerado, por los llamados “neomaoístas”, un líder (aunque él mismo nunca quería ser designado como tal), capaz de movilizar a un gran sector de la juventud, viejos revolucionarios (muchos en el ejército) e intelectuales que reivindican su campaña de revivir viejos cantos maoístas, cantados en las plazas de la ciudad, y la hipotética preferencia a las empresas estatales contra el avance de las empresas privadas, favorecidas por la actual política económica del partido.

Para ganar el apoyo popular, la dirección del PCCh recurrió a la denuncia a Bo por corrupción y enriquecimiento ilícito, dos hechos vulgares en los puestos decisorios y odiados por la población. En realidad, lo que está en juego son dos proyectos políticos para la contención de las luchas económicas y democráticas, que tienden a aumentar en los próximos años, con el agravamiento de la crisis económica en el país[1], sin que eso signifique cualquier apertura significativa del régimen. Para controlar ese ascenso, uno u otro sector puede intentar cambiar el ropaje de ese dominio, pero el contenido es mantener intactas las estructuras económicas y políticas del país. Algo parecido (guardadas las debidas proporciones) con lo que intentó hacer la dictadura brasileña a partir de 1974 con el general Geisel y su política de “aperturas lentas, graduales y pacíficas” y otras dictaduras latino-americanas, sin cualquier cambio de fondo en el régimen, y que fueron barridas por el movimiento de masas.

El primero tiene como consigna las “reformas políticas” y el actual primer ministro, Wen Jiabao, como su principal portavoz. Este grupo defiende la adopción de mecanismos de negociación con la población revoltosa. El mayor símbolo de este proyecto fue la solución negociada con la población de Wukan, una villa en el litoral sur, que expulsó a la policía y a la dirección del PCCh, debido a la venta ilegal de tierras, pertenecientes a los habitantes. El jefe del PCCh, de la provincia de Guangdong, Wang Yang, tuvo una política de negociar después que la primera intención de represión había sido  derrotada e, incluso, de cooptar a los líderes; para eso garantizó la realización de nuevas elecciones locales, organizadas por la propia población. Los principales líderes de la revuelta fueron electos y pasaron a gobernar la ciudad[2].

El segundo, defiende una salida bonapartista para enfrentar las luchas y tenía en Bo Xilai el mayor candidato a “Bonaparte” chino. Su fama de paladín contra la corrupción (que, se divulgó después, abusaba de métodos ilegales de represión y de la propia corrupción, como armas), “desarrollista” y de líder carismático, estaban prestos a llevarlo al Comité Permanente de nueve miembros del partido (el secretariado), que lo convertiría en el defensor más importante de ese proyecto. Se debe resaltar que ninguno de los dos proyectos renuncian a la política de “mantenimiento de la estabilidad” y del partido único para ejercer el poder.

El primer embate de esa disputa fue vencido por el ala “negociadora”, que consiguió 8 de los nueve votos del Comité Permanente, reunido el 8 de marzo. El único voto contrario a la purga de Bo Xilai, fue dado por Zhou Yongkang, el jefe de la seguridad interna del país, que consiguió mucho prestigio durante los 10 años de gobierno de Hu Jintao, llegando a tener un presupuesto mayor que el del ejército, para la aplicación de la política de “mantenimiento de la estabilidad”. Bo es aliado directo de Zhou y era visto como su posible sucesor. Por otro lado, Jiang Zemin, su padrino político, prefirió lavarse las manos, pero mantuvo el control sobre las nuevas nominaciones para la jefatura de Chongqing.

Siguió a esta votación una peregrinación de los dos principales líderes del PCCh, Hu Jintao y Wen Jiabao, en busca del apoyo de ministros, gobernadores, jefes partidarios de las provincias y de los viejos líderes. Consiguieron apoyos importantes, como de los ex primeros ministros Zhu Rongji y Li Peng y de los ex secretarios generales Li Ruihuan y Qiao Shi para, así, dar continuidad a la purga y a las condenas ya mencionadas arriba, viéndose en mejores condiciones de anunciar la fecha del 18º congreso.

Las principales decisiones ya fueron tomadas

Pero, como en todo congreso de un partido como el PCCh, con origen stalinista y, ahora, burgués, dirigente de una dictadura militar feroz, los cerca de dos mil delegados son escogidos por la cúpula para tomar decisiones, ya tomadas previamente. El Congreso sirve, sin embargo, para sellar el acuerdo conseguido entre los varios sectores internos del partido (los “príncipes”, directores de empresas estatales, sectores del ejército, gobernadores de provincias, jefes de los partidos locales, etc.), de forma que cada uno de ellos mantenga sus posiciones en el asalto al Estado y, por qué no, para un verdadero desfile de última moda internacional, un “fashion week” político. Es en estos eventos que los nuevos burgueses chinos, muchos de ellos multimillonarios, pero todos afiliados al “partido comunista”, muestran su poder a través del uso de relojes Rolex, modelos Dior y trajes Armani.

Entre las decisiones que serán homologadas en el congreso está el anuncio, hecho el día 24 de setiembre, por el Banco Popular de China (o Banco Central), de la reforma financiera prevista en el 12º Plan Quinquenal (2011-2015).  La reforma va a permitir la liberación de las tasas de intereses y de cambio conforme al mercado y la conversión del yuan, garantizado por el gobierno chino. La liberalización de las tasas de intereses será hecha progresivamente, pero la fluctuación de la tasa de cambio de la moneda china será inmediata. Con esto, el flujo de capital por la frontera china, será liberado (con reglas aún no conocidas), lo que permitirá una avalancha de capital financiero que está “sobrando” en los EE.UU. y en Europa, debido a la crisis económica y casi, ciertamente, la libre remesa de ganancias hacia el exterior. Desde la propia restauración capitalista, es la mayor concesión de la nueva burguesía china y de su gobierno al imperialismo, pues significa una pérdida del control del flujo de la moneda y una apertura muy grande al capital imperialista, reivindicada hace años por éste.

El anuncio no deja dudas en cuanto a la posición de China como economía subordinada a los designios del imperialismo, como viene afirmando la LIT-CI, y no como una potencia emergente que competiría en igualdad de condiciones con los Estados Unidos.

El anuncio oficial deja clara la estrecha relación de la medida con la crisis económica. Se puede leer que “el ambiente externo se volvió más complicado debido a la crisis financiera global” y, “por lo tanto, este proyecto fue liberado en el momento justo para ayudar al sector financiero de China y ajustarse” a tales cambios.

En realidad, no sólo el “ambiente externo”, sino el interno también, se complicó debido a la mayor incidencia de la crisis en China, con el PBI presentando índices decrecientes desde el último trimestre del 2011, pasando del 8,2% al 7,4% en el tercer trimestre del 2012, la caída de la Inversión Extranjera Directa (IED) en 9 meses, en los últimos 10 y la ganancia de las estatales el 11,4% menor, en los nueve primeros meses del año.

El problema es que esta reducción del crecimiento está acompañada de un aumento de la inflación de los alimentos y del calentamiento del mercado inmobiliario, cuyos precios insisten en no caer, a pesar de las medidas de restricción del crédito en este sector. La causa es que, para impedir una caída mayor de los índices y, principalmente, un agravamiento de las luchas contra las consecuencias de la crisis, la economía china viene sufriendo un crecimiento artificial, generando una superproducción de electrodomésticos, juguetes, carbón, inmuebles, acero y cemento. Esta tendencia a la superproducción alcanza, incluso, a nuevos sectores, como el de molinos para energía eólica y de células fotovoltaicas.

Esta producción sin consumo es realizada por las empresas estatales y por los gobiernos locales. Así, Tianjin pretende gastar US$ 236 mil millones en industrias petroquímicas y aeroespaciales. Xi’an planea invertir decenas de miles de millones de dólares en nuevas líneas de metro. En Guizhou, una de las regiones más pobres de China, se pretende desarrollar el turismo con gastos del orden de US$ 472 mil millones. Los ejemplos se multiplican.

El préstamo fácil, en bancos estatales, cuyos dirigentes, también, tiene intereses propios en “crecer”, alimenta la cinta rodante y el riesgo de quiebra es enorme. Según el economista chino, Mao Yushi, “los gobiernos locales usan el dinero del pueblo para inversiones pero, si no pudieran pagar los préstamos, el sistema financiero va a entrar en colapso”.

Y, es eso lo que la reforma financiera quiere impedir, atrayendo capital financiero sin oportunidades en el exterior. “El plan reiteró que el mercado financiero debe servir a la economía real, abasteciéndola con los fondos necesarios y, así, evitando que las industrias queden vacías”.

Pero, la reforma financiera, también, pretende atender las reivindicaciones de sectores que exigen una reforma política -resaltando, nuevamente, que ninguno de ellos pretende cosas tan “osadas” como elecciones o el fin del partido único. Lo que discuten, en reuniones organizadas en resorts de lujo en el litoral, es cómo evitar que el PCCh pierda el control de la situación y abra una cuña por la cual la clase trabajadora lo destruya.

Las propuestas varían de liberar totalmente las disputas internas, en el partido y convertirlas en públicas, hasta formas de control externo, con prestación de cuentas y auditorías. Entre estas se ubica la propuesta de apertura interna lenta y gradual, impulsada por Hu Jintao, tan lenta que nadie la percibe.

La reforma financiera puede apaciguar los ánimos de estos sectores, abriéndoles nuevas oportunidades de enriquecimiento que es, como en cualquier sociedad burguesa, el objetivo de los dueños del poder, sea el ejercido de forma más o menos democrática.

¿Quiénes son los “comunistas” en el poder?

Por lo menos, seis de los nueve miembros del Comité Permanente serán sustituidos, por jubilación o debido al fin de sus mandatos. Este es el verdadero cuerpo dirigente del partido y del país. El Politburó, de 25 miembros, actúa como un órgano de presión y filtro para la composición del próximo secretariado. El Comité Central de algunas centenas es, prácticamente, un órgano de homologación pero, obviamente, da mucho prestigio y abre muchas oportunidades de ascenso -político y económico- a sus miembros.

Según los analistas internacionales, hay dos nombres confirmados para la composición del futuro secretariado: Xi Jinping, el futuro jefe del partido y presidente del país, en sustitución de Hu Jintao, y Li Keqiang, el futuro primer ministro, en lugar de Wen Jiabao.

Otros citados son: Li Yuanchao, el jefe del poderoso Departamento de Organización, como el próximo vice presidente; Wang Qishan, para vice primer ministro y Zhang Dejiang, también para vice primer ministro. Están, también en la “fila de espera”, Wang Qishan, un vice primer ministro, que supervisa al sector financiero y el jefe del partido de la provincia de Guangdong, Wang Yang, por su actuación en la rebelión de Wukan.

Todos ellos anhelan, con sus nominaciones, seguir los pasos de sus padrinos: detentar el poder para hacerse millonarios. Mientras tanto, el gran reo del enriquecimiento ilícito es Bo Xilai. De hecho, su esposa y abogada, Bogu Kailai, y su hermano, Bo Xiyong, acumularon fortunas superiores a US$ 160 millones en China continental y en Hong Kong, ayudados por los acuerdos e influencia política de Bo. Pero él está “bien acompañado”.

Según el New York Times, la madre del actual primer ministro, Yang Zhiyun, aplicó US$ 120 millones en apenas una inversión, hace cinco años. Su mujer, Zhang Beili, es conocida por dominar el mercado de joyas en el país. Geóloga, dirigió algunas estatales del sector que, después, fueron privatizadas y, así, ¡la fortuna de su familia, evaluada en US$ 2,7 mil millones, fue construida!

Y, ¿qué decir del futuro jefe, Xi Jinping? Su familia tiene inversiones en los sectores de minerales, inmuebles y telefonía celular, conforme a la web de Bloomberg News. Los valores alcanzan cientos de miles de dólares como, por ejemplo, 18% de acciones de una empresa de tierras raras con un patrimonio de US$ 1,7 mil millones y la posesión de una empresa de tecnología, de US$ 20 millones.

Todos ellos tienen algo en común; dicen que sus carreras políticas no tiene relación con la fortuna privada de las familias -ellos no tienen propiedades a su nombre- y que todo fue conseguido “de acuerdo con la ley”. El problema es que son ellos mismos quienes hacen la ley. Es como dice Yang Zhongmei, biógrafo de Xi Jinping, refiriéndose a su ascenso: “No se puede separar sus hechos de su apoyo político. Este es el actual modelo: si usted tiene apoyo político y dinero, usted llega allá”.

Este pequeño levantamiento, que muestra que los jefes del partido nada más son que la propia burguesía del país, tira por tierra la ilusión que sectores de la izquierda mundial nutren en la plantilla china, un supuesto “socialismo de mercado”, en que la aperturas al capital internacional serían concesiones fuertemente controladas por el estado visando el crecimiento del país en bases igualitarias. No faltan indicios para conclusiones completamente diferentes: China es un país capitalista y semicolonial; en ningún aspecto su economía apunta al socialismo.

De nuestra parte, tenemos la convicción de que una “reforma política”, que conquiste verdaderas libertades democráticas y una “reforma económica”, que beneficie a la población trabajadora y campesina de China, sólo serán conseguidas contra y por encima del PCCh, a través de la revuelta popular y del derrumbe de la dictadura china,para lo cual es esencial la organización independiente del gigantesco proletariado chino, en sus propias organizaciones sindicales y políticas. Las rebeliones en Foxconn, las protestas populares contra empresas contaminadoras, las huelgas -a veces violentas- por reivindicaciones económicas y las movilizaciones de las minorías nacionales, contra la opresión “pan-china”, muestran que este es el camino.

Traducción: Laura Sánchez


[2] Zhuang Liehong, uno de los líderes de la rebelión y electo en marzo por la población para la jefatura de la pequeña ciudad, pidió despido de su cargo en octubre. Durante el proceso electoral él prometió recuperar las tierras de la comunidad que habían sido robadas por los antiguos miembros del PCCh que dirigían la ciudad. En su justificación de despido él afirmó, por el Internet, que se sentía “incapaz de asegurar la voluntad de la población de Wukan desde el comité de dirección”.  

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