Vie Sep 20, 2024
20 septiembre, 2024

EE.UU. Biden fuera, Harris toma el relevo

Por John Leslie

En un anuncio sorprendiente del domingo 21 de julio, Joe Biden abandonó la carrera presidencial de Estados Unidos a pocas semanas de la convención demócrata. Con su anuncio, Biden respaldó a la vicepresidenta Kamala Harris para la nominación demócrata. En un par de días, una legión de políticos del Partido Demócrata apoyó a Harris, incluidos viejos incondicionales del partido como Bill y Hillary Clinton, aunque el ex presidente Obama se mantuvo al margen, al menos temporalmente. Si sera elegida, Harris, hija de padre jamaicano y madre india, sería la primera mujer presidenta.

Harris, la fiscal

Por sus declaraciones iniciales, parece que la campaña de Harris pondrá en primer plano un llamamiento a los votantes para “salvar la democracia estadounidense” derrotando a Donald Trump en las urnas. Por supuesto, este grito de guerra ignora el hecho de que la incapacidad de los demócratas para abordar seriamente los problemas sociales que afectan a los trabajadores -y su franca traición en cuestiones clave, como cuando Obama dio marcha atrás en la atención sanitaria asequible- abrió la puerta para que Trump y su movimiento reaccionario ganaran audiencia.

La plataforma de Harris se enfrenta directamente a la postura populista de Trump con la afirmación de que ella está a favor de “Primero la gente”. Así, Harris ha prometido restablecer el sustento de la “clase media” y ha subrayado que apoya los problemas de la “gente corriente”, como los derechos reproductivos, la atención sanitaria asequible, la baja familiar remunerada y un mayor acceso a las guarderías. Al mismo tiempo, Harris presenta, al igual que Trump, un mensaje de “ley y orden”, dejando claro que está a favor de la policía y recordando que solía ser (y sigue siendo) una dura fiscal.

Harris, que ganó en 2016 el escaño vacante en el Senado de Estados Unidos por California que en su día ocupó Barbara Boxer, comenzó su carrera en política como una fiscal de las llamadas “progresistas”. Pero cuando fue fiscal del distrito de San Francisco, la “tasa de condenas por delitos graves aumentó del 52% al 67% en tres años.” Más tarde fue elegida fiscal general de California.

La profesora de Derecho Lara Bazelon escribió: “Una y otra vez, cuando los progresistas la instaron a adoptar reformas de la justicia penal como fiscal de distrito y luego como fiscal general del Estado, la Sra. Harris se opuso a ellas o permaneció en silencio. … Lo más preocupante es que la Sra. Harris luchó muy duro para mantener las condenas injustas que se habían obtenido a través de una mala conducta oficial que incluía la manipulación de pruebas, falsos testimonios y la supresión de información crucial por parte de los fiscales”.

Como fiscal general, Harris se opuso a una medida para reformar la severa ley californiana de los tres strikes y apoyó una versión estatal de una ley contra el absentismo que ella había iniciado en San Francisco. La ley, presentada por un demócrata y firmada por el gobernador Arnold Schwarzenegger, penalizaba a los padres de niños con absentismo escolar crónico con una multa máxima de 2.000 dólares y hasta un año de cárcel.

En su discurso inaugural como fiscal general de California, Harris dijo: “Así pues, estamos avisando a los padres. Si fallen en su responsabilidad con sus hijos, vamos a trabajar para asegurarnos de que enfrenten ustedes a toda la fuerza y las consecuencias de la ley.” Por supuesto, esta ley se dirigió desproporcionadamente a las familias negras y marrones de clase trabajadora.

El genocida Joe está fuera

La retirada de Biden de la carrera se produjo tras la creciente presión de sus compañeros demócratas y de los principales periódicos, que pidieron a Biden que abandonara tras su desastroso debate contra Trump. El debate reveló lo que muchos ya sospechaban: que las capacidades cognitivas de Biden han empeorado. Tras el debate, Biden luchó por superar las crecientes preocupaciones sobre su edad y su aptitud para el cargo. Algunos políticos de ambos partidos capitalistas debatieron abiertamente la posibilidad de destituir a Biden de la Casa Blanca invocando la 25ª Enmienda.

La elección de Biden como abanderado demócrata en 2020 reflejó la incapacidad del partido para arriesgarse a cualquier asociación con un candidato como Bernie Sanders, que en su campaña despertó las expectativas de los votantes jóvenes deseosos de reformas. Para ser claros, Sanders ha sido partidario del imperialismo estadounidense y de Israel, y sirvió a los propósitos de atraer a personas con opiniones críticas con el sistema a los brazos de uno de los dos partidos del capital. No había ningún peligro real para el capitalismo en la campaña de Sanders, pero la idea de que un autodenominado “socialista” obtuviera la nominación demócrata asustó de muerte al Comité Nacional Demócrata y a los ricos patrocinadores del partido. Del mismo modo, el DNC saboteó la campaña de Sanders en 2016 para coronar a Hillary Clinton como candidata del partido.

En última instancia, Trump fue derrotado no porque Biden fuera una alternativa atractiva, sino porque a la mayoría de los votantes odian a Trump y el trumpismo.

Biden en el cargo

Bajo la administración Biden, las deportaciones han aumentado exponencialmente, al igual que el número de inmigrantes que cruzan la frontera. Según la Oficina de Estadísticas de Seguridad Nacional, más de 6 millones de personas han intentado cruzar la frontera sur de Estados Unidos desde enero de 2021, y Biden ha expulsado o deportado a más de 4 millones de ellas. Poco después de asumir el cargo, Biden preservó las regulaciones del Título 42 de la era Trump que, en medio de la pandemia, permitieron a Trump aumentar severamente las deportaciones. Aunque la administración actual puso fin al Título 42 en mayo de 2023, Biden pasó los primeros dos años y medio de su administración utilizando la política para expulsar a más de cinco veces el número de migrantes que Trump.

El historial de Biden sobre el cambio climático es vergonzoso. Aunque ha hablado de la amenaza inminente de la crisis ambiental, las medidas adoptadas por su administración son completamente insuficientes para hacer frente a la crisis, mientras que sus esfuerzos por aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidos empeorarán las cosas. Biden también ha vendido a los trabajadores del ferrocarril, se ha mostrado incapaz de hacer frente a la inflación que devora los salarios de los trabajadores, y ha financiado y apoyado abiertamente el genocidio israelí en Gaza.

“No fue el debate fallido de Biden lo que demostró que no está capacitado para dirigir. Fueron las decenas de miles de bombas que envió para matar a familias palestinas”, afirmó la Campaña Estadounidense de Acción por los Derechos de los Palestinos. “Fue su desprecio insensible y distópico por las vidas palestinas, mientras se comía un helado mientras hablaba de un posible alto el fuego que no hizo nada para que Israel aceptara. Fue su condena de los miles de estudiantes que protestaban en los campus universitarios exigiendo el fin del genocidio en Gaza”.

Aunque algunos podrían tener la tentación de identificar la salida de Biden como una victoria para el movimiento de solidaridad con Palestina, hay pocas pruebas que apoyen esta opinión. El fin de la candidatura de Biden sólo se produjo tras la presión de la columna vertebral del partido más hostil a Palestina: Nancy Pelosi, James Cargill y The New York Times, entre otros. Mientras tanto, los políticos que supuestamente más simpatizan con Palestina, como Alexandria Ocasio-Cortes y otros miembros del Escuadrón, siguieron defendiendo a Biden justo hasta que renunció.

Harris, por su parte, siempre se ha retratado como una firme defensora de Israel. La primera resolución que copatrocinó como senadora estadounidense estaba destinada a combatir el supuesto “sesgo antiisraelí” en las Naciones Unidas. Mientras se dirigía a la conferencia anual del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) en 2017, dijo: “Estoy con Israel por nuestros valores compartidos, que son tan fundamentales para la fundación de nuestras dos naciones.”

Tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, Harris dijo a los periodistas que apoyaba una respuesta armada israelí: “Hamás es una organización terrorista brutal. Hamás ha jurado repetir lo del 7 de octubre hasta que Israel sea aniquilado. Ninguna nación podría vivir con semejante peligro, por eso apoyamos los objetivos militares legítimos de Israel para eliminar la amenaza de Hamás”.

Aunque Harris quizá sea un poco más sensible que Biden a la hora de entender la imagen pública de Israel a nivel internacional, en el fondo no hay razón por cual esperar cambios políticos significativos de la persona que ha ejercido de segundo de a bordo de Estados Unidos durante todo el genocidio hasta hoy.

En última instancia, el Estado de Israel sirve de baluarte del imperialismo estadounidense en la región y en todo el mundo. Este estatus “especial” anula las preocupaciones humanitarias a los ojos de la clase dominante estadounidense y de los políticos que la sirven.

El cementerio de los movimientos sociales

Los socialistas entienden el no tan democrático Partido Demócrata como un obstáculo para el cambio social fundamental. Como partido capitalista, los demócratas son expertos en domesticar los movimientos sociales mediante la cooptación de las direcciones de los movimientos. Esto queda especialmente claro cuando se observa la forma en que la burocracia sindical subordina sistemáticamente los intereses de la clase obrera a las ambiciones electorales de los demócratas. Una y otra vez, los demócratas han fracasado a la hora de promulgar reformas de la legislación laboral, un salario mínimo más alto o la sanidad universal.

La sumisión de los movimientos al Partido Demócrata se refleja en la forma en que los principales grupos por los derechos de las mujeres, las organizaciones de las nacionalidades oprimidas y las personas LGBTQ+ actúan como mecanismos de recaudación de fondos y defensa de la elección de los demócratas, mientras que evitan la lucha de masas en las calles. Ciertamente, tras la decisión de Dobbs que anuló el caso Roe contra Wade, los grupos feministas burgueses optaron por concentrarse en el electoralismo en lugar de recurrir a la movilización de masas.

Los socialistas entienden que el Partido Demócrata no es un campo de lucha para los oprimidos y explotados. Por el contrario, es el cementerio de los movimientos sociales progresistas. También entendemos que no existe una vía electoral al socialismo. Derrocar el capitalismo y sustituirlo por un nuevo sistema social y político sólo será posible a través de las luchas de masas de millones de personas que luchan por sus propios intereses.

Peter Camejo, candidato presidencial del Partido Socialista de los Trabajadores en 1976, lo expresó así: “No existe una democracia real en el sentido de dirigir el país. Las elecciones son totalmente falsas. La clase dominante simplemente se levanta y elige a dos personas, o tres, y dicen: “Muy bien, todo el mundo, vamos a tener elecciones. Ahora pueden votar por Humphrey, o por Wallace, o por Nixon”. (O a Trump o a Harris.)

“Entonces hacen que sus candidatos tengan un debate. Pero el debate no es del todo falso. El debate representa a menudo una verdadera lucha viva entre diferentes posiciones dentro de la clase dominante. La clase dominante resuelve muchas de las pequeñas diferencias tácticas que tienen entre sí por medio de elecciones.

“Obviamente, esas elecciones no significan en modo alguno que el pueblo tenga voz a la hora de gobernar este país. Al mismo tiempo, las masas creen en la democracia. Y esta creencia en la democracia es algo que en realidad debilita a los gobernantes. Y es algo que nos da poder real”.

Independientemente de quién gane las elecciones, el camino a seguir exigirá luchar contra la opresión y la explotación, y por un mundo mejor. Ganar esta lucha significará librar una lucha combinada por una dirección de clase en los sindicatos, por la acción de masas de los movimientos sociales democráticos y por una amplia campaña por la defensa de los derechos democráticos. Hacer avanzar las luchas de los oprimidos y de la clase obrera también significa que los trabajadores necesitamos nuestro propio partido. Un partido así no sería un partido puramente electoral, sino uno que dirija las luchas todos los días del año en las calles, en los sindicatos y en cada barrio por los intereses de los oprimidos y explotados.

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