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Brasil

¡Dictadura nunca más! La verdad sobre la dictadura militar

abril 2, 2023

Hace 59 años, en el Brasil los militares promovían el golpe que derrocó al entonces presidente João Goulart e impuso una dictadura que duró más de 20 años. Hoy todos saben que el golpe fue orquestado por el embajador de Estados Unidos, empresarios y políticos del Congreso Nacional.

Por: Redacción PSTU Brasil

Hoy, es importante desenmascarar la falsa imagen que algunos pretenden pasar de la dictadura militar, como si hubiera sido un régimen incorruptible, de defensa de la patria, de paz, orden y tranquilidad. El régimen instaurado por el golpe de 1964 se caracterizó desde un principio por una represión generalizada. Dirigentes sindicales, campesinos y estudiantiles fueron detenidos, torturados y asesinados. Alrededor de 10.000 brasileños se vieron obligados a abandonar el país y tuvieron que vivir en el exilio en algún momento.

Golpe fue silenciar la voz de los trabajadores y subordinar el país

El motivo del golpe era aplacar la gran efervescencia de las luchas que brotaban entre obreros, campesinos y soldados. En los años previos a 1964 creció la organización y la lucha de los trabajadores por mejores salarios y condiciones de trabajo.

La clase obrera luchó y, la mayoría de las veces, logró arrancar de los patrones aumentos salariales y derechos. Entre 1961 y 1964 se cuadriplicó el número de huelgas económicas en los servicios y en la industria. Los huelguistas llegaron a 5,6 millones, lo que fue el mayor ascenso huelguista en la historia del país hasta entonces. En octubre de 1963 se produjo un gran paro, conocido como la huelga de los 700.000, resultado de la unificación de varias campañas salariales de distintos sectores obreros.

En el campo, las Ligas Campesinas organizaban a los trabajadores rurales en sindicatos, especialmente en el Nordeste. Forzaban a coroneles y grandes terratenientes a respetar los derechos laborales y conquistaban con su lucha la reforma agraria.

Incluso dentro de las Fuerzas Armadas había luchas. Muchos soldados y oficiales de bajo rango apoyaban las luchas obreras y campesinas y también comenzaban a participar de la vida política del país, algo que era (y aún es) exclusivo solo de los grandes comandantes y generales.

Antes del golpe, los marineros se rebelaron contra el alto mando de la Armada, amotinándose en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos de Rio de Janeiro. Exigieron el reconocimiento de su asociación, la mejora de la alimentación y que no se tomen medidas punitivas contra quienes allí se encontraban. Se enviaron marines [fusileros navales] para reprimir la revuelta, pero estos se unieron a los amotinados.

Todo este escenario efervescente fue tremendamente asustador para la burguesía brasileña y el imperialismo estadounidense. Era necesario acabar con las libertades democráticas, como el derecho de huelga, cerrar sindicatos, imponer la censura, arrestar y torturar a quienes se opusieran al régimen de los militares.

Tortura y asesinatos

Muchas personas fueron detenidas y asesinadas bajo la dictadura. Se estima que solo en el campo brasileño, 1.196 campesinos y más de 8.000 indígenas fueron asesinados por la represión, según el informe final de la Comisión Campesina de la Verdad de 2014. También fueron asesinados cientos de militantes de izquierda y jóvenes activistas estudiantiles. Incluso fueron asesinados intelectuales que no representaban ningún peligro para los militares, como Anísio Teixeira, personaje central en la historia de la educación en el Brasil.

El “milagro económico” y la superexplotación del trabajador

Bajo la dictadura, los militares favorecieron a las multinacionales, a las ensambladoras de vehículos y provocaron un enorme endeudamiento externo con los grandes bancos extranjeros. El llamado “milagro económico” se sostuvo sobre la base de la represión y una enorme explotación. Prometían crecimiento y “reparto de la torta”, pero para los trabajadores solo sobraron los efectos de la crisis económica de fines de la década de 1970. La deuda externa explotó, al igual que la inflación. Cualquiera que haya vivido en esa época sabe muy bien lo que eran la carestía, el desempleo y la inflación galopante.

La crisis llevó a obreros, los estudiantes y los campesinos a retomar la lucha contra el régimen. Las huelgas obreras de la región del ABC de São Paulo son uno de los episodios más importantes de ese momento. En 1983-1984, la campaña “Diretas Já” atrajo multitudes a las calles de todo el país. Los militares ya no conseguían gobernar y la dictadura terminó.

En la dictadura, la corrupción corrió suelta

La dictadura, cuyo objetivo era garantizar las ganancias de los grandes grupos capitalistas, promovió uno de los períodos más corruptos de nuestra historia. De ese período surgieron personajes como Maluf, Collor, Antônio Carlos Magalhães, Delfim Netto y muchos otros que se hicieron notorios corruptos. Fue la época de la juerga de las contratistas, ya que la dictadura promovía obras faraónicas por doquier, las que se convertían en fuente inagotable de coimas y sobrefacturaciones. La diferencia es que la censura a la prensa y la represión impedían que la corrupción saliera a la luz y fuera denunciada. Cualquiera que se atreviera a hacerlo podía ser asesinado.

Amnistía a criminales: la impunidad abrió espacio para la ultraderecha

Argentina y Uruguay también vivieron sanguinarias dictaduras militares en la década de 1970. Pero en estos países, generales y torturadores fueron juzgados y presos por sus crímenes. En el Brasil, lamentablemente, la historia fue diferente. Aquí, las élites acordaron ocultar los crímenes de los militares. La Ley de Amnistía promulgada en 1979 por João Baptista Figueiredo, el último general en ocupar el poder, concedió amnistía a cualquier ciudadano que pudiese ser considerado criminal durante el período militar, incluidos oficiales y torturadores.

Al mismo tiempo, ninguno de los gobiernos que siguieron al proceso de redemocratización, incluso los del PT, actuó para abrir los archivos de la dictadura y castigar a torturadores y militares. El resultado es que los crímenes de ese período no han sido expiados, la barbarie no fue de conocimiento del público en general. Así, las Fuerzas Armadas y su cúpula saldrían ilesas en medio de tantos crímenes y sangre. Por eso, hasta el día de hoy se entrometen en la política del país, creyéndose un “poder moderador”.

Por si fuera poco, la Constitución de 1988 carga con un escombro autoritario negociado con los militares que es el artículo 142. En la interpretación de los militares, el artículo les confiere un “poder moderador”, quedando así por encima de los tres poderes de la República, para “garantizar la ley y el orden”.

Si los crímenes de la dictadura hubieran salido a la luz, con oficiales militares llevados a juicio y condenados, ciertamente no veríamos a Bolsonaro y los de su calaña alabando a torturadores y asesinos. Y sería muy difícil que generales de las Fuerzas Armadas asumieran el papel político e ideológico de que disfrutaron en los últimos años.

Bolsonarismo. El proyecto político de los militares hoy

Durante el gobierno de Bolsonaro, las Fuerzas Armadas conmemoraron abiertamente el golpe de 1964. Incluso hoy, las escuelas militares enseñan que el golpe de 1964 fue una “revolución” en “defensa de la democracia”. Los torturadores, como Brilhante Ustra, son tratados como héroes.

Los generales que estuvieron al frente del gobierno de Bolsonaro fueron promovidos por el PT y en su mayoría pasaron por la ocupación de Haití, como fue el caso del general Heleno. Con Bolsonaro, más de 8.000 militares ocuparon cargos gubernamentales, recibieron beneficios y disfrutaron de privilegios. Esos militares defienden ideas ultraliberales y conservadoras, como la privatización del Sistema Único de Salud (SUS) y el cobro de mensualidades en las universidades públicas, como consta en el documento “Proyecto de Nación, Brasil en 2035”, firmado por los institutos Villas Bôas, Sagres y Federalistas. Además, consideran la legislación ambiental y de de protección indígena como un obstáculo para el agronegocio y la minería. “[Es necesario] remover las restricciones de la legislación indígena y ambiental, que se concluya que son radicales, en las áreas atractivas del agronegocio y de la minería”, dice el documento publicado por la prensa en 2022.

Pero los militares saben que solo una dictadura puede hacer viable su proyecto de extrema derecha. Por eso apoyaron a Bolsonaro y, con él, amenazaron permanentemente las libertades democráticas. La única razón por la que no pudieron dar un golpe fue porque no contaban con el apoyo ni del imperialismo estadounidense ni de la mayoría de la burguesía. Aun así, los comandantes militares apoyaron implícitamente el intento de golpe del 8 de enero pasado.

¡Sin amnistía para golpistas! La historia necesita pasarse en limpio

Más que nunca es necesario abrir todos los archivos de la dictadura, exigir castigo ejemplar para los agentes del Estado que cometieron delitos como detenciones arbitrarias y torturas. Castigar a los represores del pasado es fundamental para combatir a los represores de hoy y de mañana, una necesidad para defender las organizaciones obreras y populares. Mientras no pase en limpio la historia, la ultraderecha seguirá levantando cabeza para defender la dictadura militar.

También es necesario castigar a todos los militares que, bajo el gobierno de Bolsonaro, cometieron crímenes, como el general Eduardo Pazuello, exministro de Salud que usó a la población como conejillo de indias para probar la tesis acientífica de la inmunidad de rebaño [frente a la pandemia].

Es necesario sancionar de manera ejemplar a toda la cúpula de las Fuerzas Armadas que estuvo involucrada o en connivencia con el golpe de Estado. Ya no podemos tolerar los grandes acuerdos que marcan nuestra historia y que han resultado en la impunidad para los criminales.

Hay que hacer lo que no se hizo con el derrocamiento de la dictadura: no amnistiar a ningún golpista, defensor de la dictadura y de torturadores, además de barrer los escombros autoritarios de la Constitución. Por eso, más que nunca, este 31 de marzo, necesitamos entonar alto y claro la consigna “¡Sin amnistía para los golpistas!”.

¡Amnistía para los perseguidos por la dictadura!

Bolsonaro intentó acabar con la Comisión de la Verdad y la subordinó a Damares Alves, ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos. Muchos pedidos de reparación fueron rechazados por el colegiado. Ahora, en vísperas del aniversario del golpe, el día 30, la Comisión vuelve a reunirse. En la agenda del colegiado está la revisión de juicios realizados en la gestión de Damares. Defendemos amnistía para todos los perseguidos por la dictadura. Es necesario luchar por justicia, memoria y reparación.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 30/3/2023.-

Traducción: Natalia Estrada.

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