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Venezuela

¿Cuál es la estrategia revolucionaria en Venezuela?

octubre 1, 2014

En Venezuela existe, por un lado, un proceso revolucionario tan poderoso que ha derrotado tres intentos de golpe de estado. Por el otro, un gobierno burgués de corte nacionalista, que goza de prestigio entre las masas. ¿Cuál debe ser entonces la estrategia de la izquierda revolucionaria?

Como Chávez no es un fenómeno nuevo en América Latina, es importante retomar una discusión que dividió a la izquierda en la segunda mitad del siglo XX, cuando esos gobiernos se multiplicaron en América Latina, Asia y África.

En la mayoría de los casos, los Partidos Comunistas, en nombre del “frente antiimperialista”, o “democrático y popular” con la burguesía llamada “progresista”, sacrificaban la independencia de clase y apoyaban a los gobiernos nacionalistas burgueses. En nombre de ese frente, abortaban cualquier tentativa de organización de la clase que chocase con los gobiernos llamados “progresistas”, en nombre de la lucha y de la “unidad” contra el enemigo principal (el imperialismo, el latifundio, la burguesía importadora, etc.)[1].

Un ejemplo de esto fue la postura del Partido Comunista Brasileño [PCB] frente al presidente João Goulart, en 1964. Había un proceso generalizado de luchas y Goulart se apoyaba en las masas para intentar mantener alguna autonomía, pero jamás pensó en romper con la burguesía ni con el imperialismo. El imperialismo presionaba cada vez más al gobierno para que reprimiese al movimiento, pero el proceso fue saliéndose de su control, con ocupaciones de tierras e, inclusive, con la organización de algunas bases de marineros, cabos y soldados, rompiendo la jerarquía de las FF.AA. A partir de ahí, la burguesía y el imperialismo norteamericano pasaron a articular un golpe.

La dirección del PCB llamó a confiar en el gobierno nacionalista y en la cúpula del Ejército “legalista”; se negó a decir que “ya estaba en el gobierno” y por eso embestía contra los “radicales” o cualquier propuesta que plantease medidas anticapitalistas, pues rompería el frente “democrático”. Esta traición llevó a la derrota de la revolución, ya que el movimiento de masas no estaba preparado para el golpe, y después de la negativa de resistencia y la fuga de Goulart “para evitar derramamiento de sangre”, triunfó el golpe militar. Esa orientación generó una crisis histórica del PCB que, hasta hoy, no se recompuso. La misma política fue utilizada por el PC chileno, durante el gobierno de Allende, y por el PC indonesio, en el gobierno de Sukarno.

El apoyo a las medidas progresivas de Chávez

Existen sectores de izquierda que, correctamente, caracterizan a Chávez como nacionalista burgués. Sin embargo, tienen una política de “presionar al chavismo para que profundice las medidas progresivas”. Dicho de otra forma, exigen que Chávez “profundice la revolución”. No dicen que Chávez sea revolucionario, pero como tiene choques con el imperialismo y cuenta con el apoyo de las masas, entonces, se debe “apoyarlo críticamente” y presionarlo para que evolucione en el sentido revolucionario. Estos mismos sectores hacen algunas críticas a las medidas de gobierno o a su ala más de derecha, como la cúpula del MVR (el movimiento electoral de Chávez), pero no critican al gobierno ni a Chávez y, menos aún, presentan una alternativa que lo sustituya. Es la política de “apoyar las medidas progresivas” de gobiernos frentepopulistas o nacionalistas burgueses.

Al optar por esa política, estas corrientes olvidan una de las cuestiones básicas del marxismo: bajo cualquier gobierno burgués, el objetivo central de los revolucionarios es convencer a la clase obrera y sus aliados de que deben tomar el poder en sus manos. Y de que no existe solución para sus problemas, para los males del capitalismo que cada vez los dejan peor, si los trabajadores no hacen la revolución contra el gobierno y el estado burgués, para imponer su propio gobierno y su propio Estado. Por eso, toda la estrategia y las tácticas deben estar subordinadas al objetivo de preparar esa revolución.

Siendo así, es fundamental denunciar sistemática e implacablemente a los gobiernos burgueses imperialistas o semicoloniales, nacionalistas o frentepopulistas, aunque [haya] que adecuar al nivel de conciencia de las masas la forma en que se hace la denuncia.

Por eso, todo apoyo a las “medidas progresivas”, incluso cuando se critican las reaccionarias, es una política opuesta al leninismo, pues educa a las masas en que ese gobierno puede transformarse de burgués en antiburgués, o ser antiimperialista de verdad, dependiendo de la presión que se haga. Esta postura transforma a esos sectores en el “ala izquierda” del chavismo y termina por dificultar el surgimiento de una posible opción de izquierda revolucionaria en oposición a Chávez.

Hoy es sumamente necesario que todas las corrientes que se reivindican del marxismo tengan una postura de denuncia sistemática del gobierno de Chávez y de exigencias para que responda a las cuestiones más sentidas por los pobres. No se trata de pedir o aconsejar al gobierno Chávez, sino de una política dirigida a las organizaciones y a las masas, proponiéndoles un plan de lucha que imponga las reivindicaciones al gobierno.

Y cuando fuera necesario defender determinadas conquistas de las masas frente a los ataques patronales y del imperialismo, como la defensa de las libertades democráticas enfrentándose a un golpe militar, como sucedió en 2002 y 2003, los revolucionarios asumen la vanguardia de la lucha para derrotar el golpe, inclusive en unidad de acción con el gobierno de Chávez, sin dejar, en ningún momento, de denunciar el papel de ese gobierno que, por no querer romper con la burguesía y el imperialismo, permite que estos enemigos de los trabajadores se armen para masacrarlos.

La orientación de “empujar a Chávez a la izquierda” coloca a la vanguardia en un callejón sin salida. Los que reivindican a Chávez como un “líder revolucionario” ayudan a subordinar el movimiento de masas a esa dirección y, tarde o temprano, a una dura derrota de las masas, tal como nos enseña toda la experiencia histórica latinoamericana, con la política de los partidos comunistas. Igualmente, aquellos que se limitan a hacer “críticas” a Chávez y exigirle más “medidas progresivas”, en la perspectiva de la “profundización de la revolución”, no presentan una alternativa independiente y acaban capitulando también al gobierno chavista.

Construir una alternativa revolucionaria que derrote a Chávez y coloque el poder en manos de los trabajadores

¿Qué política deben tener los revolucionarios ante la situación venezolana? Ya que se trata de una situación revolucionaria con un gobierno burgués a la cabeza, por tanto enemigo de los trabajadores y de los pobres, la estrategia debe ser la de construir una alternativa de poder obrero y popular que se contraponga al poder burgués y al gobierno, cotidianamente, buscando construirse como alternativa concreta para derrotarlo y sustituirlo por un gobierno obrero, campesino y popular.

Si bien hoy las masas no entenderían una propuesta que proponga derribar al gobierno, dado que existen muchas ilusiones en el mismo, es absolutamente necesario explicar pacientemente a los trabajadores y a las masas que éste no es “su gobierno”; denunciar cómo no resuelve ninguna de las necesidades más sentidas de los trabajadores, cómo acepta los más duros ataques a los derechos y a la soberanía, y que, al fin y al cabo, el gobierno de Chávez, al conciliar con la burguesía escuálida y con el imperialismo, facilita la vida de los enemigos y dificulta la vida de la clase trabajadora. Su acción prepara la desmovilización de las masas y, por esa vía, la derrota de la revolución.

Pero… ¿y frente a los intentos golpistas?

Como vimos, las relaciones particulares entre el imperialismo y el gobierno de Chávez, hasta ahora, hicieron que la mayor parte de la burguesía tratase de sacarlo del poder, para infligir una derrota al movimiento de masas y desmontar la revolución.

Las tres tentativas del imperialismo de echar a Chávez del poder antes del fin de su mandato, violentamente o por medio de un referendo, plantean a los revolucionarios, y a los trabajadores en general, qué posicionamiento deben tener frente a los golpes contrarrevolucionarios que intentan derribar gobiernos burgueses que tienen algún tipo de fricción con el imperialismo.

Para los marxistas revolucionarios no puede haber duda. En este caso, se impone el frente único de todas las fuerzas del movimiento obrero y popular en unidad de acción con el propio gobierno, para derrotar el golpe militar. No se puede olvidar que la victoria del golpe instalaría un gobierno con una política dictatorial, antiobrera y de entrega total del país, como mostró la corta vida del gobierno de Carmona.

Esa táctica de frente único fue válida tanto para el primer golpe de Carmona, como para el lockout petrolero y para el referendo, a pesar de las diferencias entre esos intentos. Pero la política marxista revolucionaria no se reduce sólo a eso (la unidad de acción contra el golpe). Incluso durante esa unidad temporaria de acción entre el movimiento obrero y el gobierno de Chávez, no se debe olvidar en ningún momento que ese gobierno es burgués, por lo tanto, enemigo de los trabajadores, y que no se puede depositar ninguna confianza en él. El movimiento obrero necesita tener claridad de que esa alianza es episódica y de cortísimo plazo, que dura exactamente el período en que esté planteada a la orden del día la acción contrarrevolucionaria. Por eso, es una unidad de acción.

Si es una obligación de los marxistas revolucionarios actuar en la primera línea del enfrentamiento al golpe proimperialista, también es una obligación mantener completa independencia organizativa y política frente a todos los sectores burgueses y pequeñoburgueses que, episódicamente, estén en la lucha contra el golpe. Esa independencia es vital porque la estrategia del movimiento obrero debe ser la de derribar al gobierno de Chávez y al régimen burgués para imponer un poder obrero y popular.

Eso significa un permanente trabajo de denuncia y exigencias al gobierno y a los dirigentes del movimiento de masas que hacen seguidismo a Chávez, ya que existen fuertes expectativas de las masas en él. Algunos dicen que eso podría ser correcto en otro momento, pero que los golpes obligan a disminuir las críticas. No estamos de acuerdo y nos basamos en el primer caso en que un proceso revolucionario enfrentó un golpe: la revolución rusa de 1917 durante el golpe de Kornilov2, en el final del gobierno de Kerenski. Y para eso es bueno recordar lo que decía Lenin en aquel momento (ver recuadro).

Esta orientación de Lenin se demostró absolutamente correcta y fue la condición para la victoria de la revolución poco tiempo después. Fue una excelente forma de actuar frente a un gobierno burgués con apoyo de masas, amenazado por un golpe de derecha. El gobierno de Kerenski tenía apoyo de masas, a través de los soviets con la dirección de mencheviques y socialrrevolucionarios, y fue atacado por una sublevación de generales monárquicos, dirigidos por el imperialismo. La orientación de Lenin y del partido comunista (bolchevique) fue: en ningún caso depositar el más mínimo apoyo al gobierno burgués (es una “falta de principios”, “combatimos a Kornilov, pero no apoyamos a Kerenski”. “Apenas cambiamos nuestra forma de combatir a Kerenski… ¿En qué cambia la forma de combatir a Kerenski? (…) Sin debilitar un ápice nuestra hostilidad contra él, sin retirar una sola palabra dicha contra él, sin renunciar al objetivo de derribar a Kerenski, decimos: hay que tener en cuenta el momento, no vamos a derribar a Kerenski ahora, enseguida”. Pero Lenin insiste en que esta era su perspectiva estratégica, si no la reacción acabaría triunfando y la revolución sería derrotada.

Trayendo esta experiencia para la Venezuela actual, se trata de construir una alternativa de poder de clase que se coloque contra el gobierno de Chávez y luche por un gobierno obrero, campesino y popular.

Eso exige un permanente combate contra Chávez, que puede y debe manifestarse a través de exigencias a que tome medidas de fondo contra los “escuálidos” y sus amos imperialistas. Se debe hacer una permanente denuncia de Chávez porque es inconsecuente en ese combate y termina por conciliar con el imperialismo y la burguesía, en lugar de luchar contra ellos. Se debe exigir la confiscación de las riquezas y propiedades de los golpistas, nacionalizando sus empresas, comenzando por los medios de comunicación. Exigir el armamento general de la población trabajadora y el desarme de los escuálidos. Exigir la democratización de las FF.AA. y el derecho de sindicalización para la tropa, y la elección de los oficiales. Exigir la prisión de los oficiales golpistas y el desmantelamiento de las unidades contrarrevolucionarias. Exigir la suspensión del pago de la deuda externa y la recuperación del monopolio de la extracción, producción, refinación y comercialización del petróleo, con la reapropiación efectiva de PDVSA por el Estado, bajo control de los trabajadores. Exigir la ruptura con el FMI Y el llamado a un movimiento continental contra el ALCA, el FMI y [por] el no pago de la deuda, en el camino de una verdadera integración socialista de los pueblos del continente latinoamericano.

Tal como mostró la propia Revolución Rusa, una política de este tipo no sólo fue la mejor manera de derrotar el golpe sino que también preparó el camino del triunfo de la revolución obrera y socialista. Estas lecciones son muy actuales y urgentes para el desarrollo de la revolución venezolana. Para garantizar esto, se hace necesario e ineludible construir una dirección revolucionaria, que se apoye en la experiencia de 150 años de lucha del movimiento obrero mundial, consustanciado en el marxismo, el leninismo y el trotskismo.

La experiencia rusa

“Al Comité Central del Partido Obrero Social Demócrata Ruso.

Es posible que estas líneas lleguen con retraso, pues los acontecimientos se desarrollan a veces con una velocidad verdaderamente vertiginosa. Escribo esto el miércoles 30 de agosto; los destinatarios lo leerán no antes del viernes 2 de septiembre, pero con todo y con eso, arriesgando, creo mi deber escribir lo siguiente:

La sublevación de Kornilov1 representa un viraje de los acontecimientos, en extremo inesperado (inesperado por el momento y por la forma) e increíblemente brusco. Como todo viraje brusco, exige una revisión y un cambio de táctica. Y como con toda revisión, con esta hay que ser extraordinariamente prudente para no caer en una falta de principios.

A mi juicio, incurren en una falta de principios quienes (como Volodarski) descienden hasta las posiciones del defensismo o (a modo de otros bolcheviques) hasta el bloque con los eseristas2, hasta el apoyo al Gobierno Provisional. Esto es archiequivocado, es una falta de principios. Nos haremos defensistas sólo después de que el poder pase al proletariado, después de proponer la paz, después de romper con los tratados secretos y los vínculos con los bancos, sólo después. Ni la caída de Riga ni la caída de Petrogrado nos harán defensistas (Rogar que se dé a leer esto a Volodarski). Hasta entonces, estaremos por la revolución proletaria, contra la guerra y no seremos defensistas.

No debemos apoyar al gobierno de Kerenski ni siquiera ahora. Es una falta de principios. Preguntarán: ¿es posible que no haya que luchar contra Kornilov? ¡Por cierto que sí! Pero no es lo mismo; hay un límite; y ese límite lo trasponen algunos bolcheviques cayendo en una “posición conciliadora”, dejándose arrastrar por la corriente de los acontecimientos.

Vamos a combatir y combatimos a Kornilov, como lo hacen las tropas de Kerenski, pero nosotros no apoyamos a Kerenski, sino que desenmascaramos su debilidad, esa es la diferencia. Es una diferencia bastante sutil pero archiesencial, y no se la puede olvidar.

¿En qué consiste el cambio de nuestra táctica después de la sublevación de Kornilov? En que cambiamos la forma de nuestra lucha contra Kerenski. Sin debilitar un ápice nuestra hostilidad contra él, sin retirar una sola palabra dicha en su contra, sin renunciar al objetivo de derribar a Kerenski, decimos: hay que tomar en cuenta el momento; no vamos a derrocar a Kerenski enseguida; ahora encararemos de otra manera la tarea de luchar contra él, a saber: explicando al pueblo (que lucha contra Kornilov) la debilidad y las vacilaciones de Kerenski. También antes se hacía esto, pero ahora pasa a ser lo fundamental; en esto consiste el cambio. Luego, el cambio consiste en que ponemos en un primer plano el intensificar la agitación en favor de lo que podríamos llamar “exigencias parciales” a Kerenski: que arreste a Miliukov, que arme a los obreros de Petrogrado, que llame a las tropas de Cronstadt, de Viborg y de Helsingfors a Petrogrado, que disuelva la Duma de Estado, que arreste a Rodzianko, que legalice la entrega de las tierras de los terratenientes a los campesinos, que implante el control obrero sobre el trigo y las fábricas, etc., etc. Y estas exigencias no las debemos presentar sólo a Kerenski, no tanto a Kerenski, como a los obreros, soldados y campesinos, arrastrados por la marcha de la lucha contra Kornilov. Seguir arrastrándolos, alentarlos a que liquiden a los generales y oficiales que se han pronunciado a favor de Kornilov, insistir [con] que ellos exijan de inmediato la entrega de la tierra a los campesinos, sugerirles a ellos la idea sobre la necesidad de arrestar a Rodzianko y a Miliukov, de disolver la Duma de Estado, clausurar Rech y otros periódicos burgueses e iniciar una investigación judicial. A los eseristas de “izquierda” es a quienes más hay que empujar en esta dirección.

Sería incorrecto pensar que nos hemos alejado del objetivo de la conquista del poder por el proletariado. No. Nos hemos acercado extraordinariamente a él, pero no en forma directa sino de costado. Y hay que hacer agitación en este mismo instante, no tanto directamente contra Kerenski, como indirectamente, pero también contra él, esto es: exigiendo una guerra activa, muy activa, auténticamente revolucionaria contra Kornilov (…)

Hay que luchar despiadadamente contra las frases acerca de la defensa del país, del frente único de la democracia revolucionaria, del apoyo al Gobierno Provisional, etc., etc., demostrando precisamente que no son sino frases. Ahora, hay que decirles, es el momento de obrar: ustedes, señores eseristas y mencheviques3, hace tiempo que han gastado estas frases. Ahora es el momento de obrar. La guerra contra Kornilov hay que hacerla de manera revolucionaria, atrayendo a las masas, levantándolas, inflamándolas (y Kerenski teme a las masas, teme al pueblo). En la guerra contra los alemanes, ahora precisamente es necesario obrar: de inmediato y de una manera absoluta hay que proponer la paz sobre la base de condiciones precisas. De hacer esto se podrá lograr, ya sea una pronta paz, ya sea transformar la guerra en revolucionaria; de otro modo, todos los mencheviques y eseristas seguirán siendo lacayos del imperialismo.”

Carta de Lenin al CC del POSDR. Escrita el 30 de agosto de 1917 – Tomo 34,

Obras Completas en castellano, pp.123-125.

1 La sublevación de Kornilov fue una tentativa de parte de la cúpula del ejército ruso, a finales de agosto de 1917, de masacrar la revolución: su plan era cerrar y reprimir los órganos soviéticos, derribar al gobierno Kerenski del poder, y perseguir a los partidos de izquierda, en particular a los bolcheviques. La reacción de la clase obrera y del pueblo, inclusive de la base de las fuerzas armadas, dirigida por los soviets y por los bolcheviques, derrotó el golpe y abrió camino para la victoria de la revolución socialista de octubre.

2 Partido Socialista Revolucionario, de corte populista.

3 Ruptura del POSDR, ala derecha y reformista.


[1]Esta orientación empezó con la Internacional Comunista [IC] para la China de los años ’20. En aquel momento, el Kuomintang era un partido nacionalista burgués dirigido por Chiang Kai Shek, que aspiraba a unificar e independizar China sobre bases capitalistas. Había un proceso revolucionario contra las tropas imperialistas japonesas que ocupaban el país, y en ese proceso, el PC chino crecía rápidamente.Fruto de esas luchas contra el imperialismo, el Kuomintang llegó a establecer un gobierno provisorio en Cantón. La IC impuso al PC de China el ingreso en el Kuomintang para garantizar la “unidad de la revolución nacional”. En 1926, una ola de huelgas en Cantón desafiaron a este partido burgués. El resultado fue trágico: así que las circunstancias se lo permitieron, Chiang Kai-Shek dio un golpe, y reprimió ferozmente a los trabajadores y a los comunistas, matando decenas de millares e imponiendo su control dictatorial durante años y desorganizando los comités obreros dirigidos por el PC. Stalin y Bujarin siguieron exigiendo al PC chino que continuase bajo las órdenes Chiang y que evitase las sublevaciones campesinas, para no distanciarse de los generales del Kuomintang, Después dieron un giro ultraizquierdista y llamaron a una insurrección, causando la derrota de la revolución obrera. Tras la derrota, la experiencia sirvió para consolidar la tesis estalinista de la “revolución por etapas”, que sería extendida a todo el mundo semicolonial y colonial.

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