Sáb Sep 07, 2024
7 septiembre, 2024

Berlusconi y el berlusconismo: un punto de vista de clase

Silvio Berlusconi murió el lunes 12 de junio a la edad de 86 años. Estuvo hospitalizado en la suite del hospital San Raffaele de Milán: 300 metros cuadrados, 9 habitaciones, 3 baños, wifi, servicio de prensa y servicio de refrescos para los huéspedes. Estos, desde un punto de vista de clase, no son detalles: delinean claramente la imagen de uno de los capitalistas más ricos de Italia que disfrutó de la mejor atención posible sin tener que esperar un solo minuto en interminables filas y listas de espera. Millones de proletarios, debido a los recortes multimillonarios realizados por todos los gobiernos (incluidos los encabezados por el propio Berlusconi), están destinados a una suerte muy diferente.

Nota de redacción PdAC, Italia

Los años de Berlusconi

La noticia de la muerte de Berlusconi dominó todos los principales diarios internacionales. Muchos lo han llamado el «inventor del populismo de derecha» o el «predecesor de Trump». Hay una pizca de verdad en todo esto: en efecto, Berlusconi es un personaje que no tiene nada que envidiar a otras «perfectas nulidades» del calibre de Trump. Es una de las expresiones del capitalismo en putrefacción, así como uno de los primeros representantes de una fase histórica en la que todos los partidos tradicionales de la burguesía han entrado en profunda crisis, dejando espacio al populismo de derecha.

Machista a la enésima potencia (los escándalos del «Ruby Gate» y «Bunga bunga» son sólo dos de muchos ejemplos), coludido con la mafia y con las logias masónicas, sin escrúpulos en el uso de sus propias empresas de comunicación (Fininvest, Mediaset, etc.), defensor ante todo de sus intereses de familia frente a los del conjunto de la gran burguesía, Berlusconi consiguió gobernar Italia durante casi 10 años (de hecho fueron cuatro los gobiernos los que presidió), golpeando duramente a la clase trabajadora.

Son tantas las atrocidades en la cuenta de Berlusconi, que por eso, sin duda, no nos unimos a los que hoy –a derecha e izquierda–­ lo lloran: Elly Schlein ha suspendido la gestión nacional del Partido Demócrata en señal de duelo, mientras que Ferrero, en el sitio de Refundación Comunista, «ofrece condolencias a la familia»… (sic!).

A la sombra de sus gobiernos hemos tenido las peores leyes racistas y xenófobas (como la Bossi-Fini), decretos precarizantes (como la Ley Biagi), ataques violentos y continuos a las mujeres (no solo por el lenguaje vulgar y machista, sino también por políticas de apoyo a las asociaciones antiabortistas, recortes a los servicios sociales, etc.), recortes multimillonarios a las escuelas públicas (la  «reforma» Gelmini), leyes ad personam para garantizarse a sí mismo y a sus colaboradores (incluidos los sospechosos de relaciones con la mafia) la impunidad en los tribunales, acuerdos económicos con los peores dictadores (desde Gaddafi a Putin), participación en las guerras imperialistas en Afganistán y en Irak. En la época del segundo gobierno de Berlusconi se dio la masacre de Génova 2001 (en ocasión del G8 que él presidía), con el asesinato del joven compañero Carlo Giuliani.

Pero la lista de los crímenes de Berlusconi sería larga… ¡otra que condolencias a la familia!

Hipocresía de un cierto anti-berlusconismo

Hay que decir que, si hoy Berlusconi está siendo enterrado, el berlusconismo, nacido en 1994 con la entrada en política del partido/empresa Forza Italia, está muerto y enterrado desde 2011, año en el que cayó el cuarto gobierno de Berlusconi, empujado por el imperialismo durante la crisis del spread.

Desde un punto de vista político, Forza Italia y todo el corolario de legisladores, posfascistas y demócratas cristianos que viajaron a remolque de Berlusconi nunca han sido interlocutores confiables para la burguesía industrial y financiera italiana (y europea). El uso privado y personalista del poder público, la mezcla entre las esferas privada e institucional, la vulgarización de la política, el control casi total de la información a través de un imperio televisivo y editorial, la legislación ad personam para favorecer a sus empresas y evitar problemas judiciales, la transformación de la política burguesa en el mediocre vodevil propuesto por sus cadenas de televisión, la afiliación a la logia masónica P2 y las relaciones con la mafia han convertido a Berlusconi en el «monstruo» necesario a los demócratas de izquierda primero, y luego al Partido Demócrata, para «lavarse la cara».

Basta pensar en lo que sucedió después de la caída del último gobierno de Berlusconi: en nombre del antiberlusconismo, el sucesor de Berlusconi, Mario Monti, con el apoyo del Partido Demócrata y la no agresión de las direcciones sindicales confederadas (¡Cgil a la cabeza!), ha llevado a cabo uno de los peores ataques a la clase obrera y a los jubilados en la historia republicana (incluida la «reforma» Fornero de las pensiones, aprobada con apenas… tres horas de huelga).

La polarización ficticia entre berlusconismo y antiberlusconismo ha animado 17 años de vida política en Italia, donde la alternancia entre centroderecha y centroizquierda ha estado atravesada por un coherente hilo antiobrero: de la reforma de las pensiones de Dini a la ya citada ley Biagi sobre flexibilidad (léase precariedad) del trabajo. Pero el «monstruo» Berlusconi fue también la coartada de Refundación Comunista, que sin tener siquiera la vergüenza de quitar la palabra «comunista» de su nombre, entró en los gobiernos de Prodi 1 y Prodi 2, saltando descaradamente la línea de clase y decretando su fin político: en 25 años, los miserables y fallidos intentos de reconstruir el espacio reformista para volver al parlamento a través de las listas Sinistra arcobaleno [Izquierda Arco Iris], Federación de Izquierdas, Revolución Civil, La Otra Europa con Tsipras, Poder para el Pueblo, La Izquierda y Unión Popular, son el justo precio a pagar por esa cobarde traición de clase contra los trabajadores.

Desde el final de berlusconismo hasta hoy

Desde noviembre de 2011 hasta hoy Forza Italia ha perdido 6/7 puntos porcentuales en cada vuelta política, situándose en alrededor de 8% en las elecciones de 2022, votos que perdieron en 2018 la Liga de Salvini y en 2022 el Fratelli d’Italia de la Meloni.

Vale la pena recordar que en los últimos 12 años ha habido ocho gobiernos burgueses de diferentes colores que han llevado a cabo esencialmente las mismas políticas. Difícilmente el proletariado olvidará –sólo por mencionar los momentos más dramáticos– la masacre previsional y la abolición del artículo 18 operada por Monti con el consentimiento bipartidista del parlamento; la Jobs act [ley de empleos] de la marca PD que introdujo el trabajo precarizado de por vida; los Decretos Salvini para reprimir las luchas obreras (Liga-M5s); los miles de proletarios enviados a la muerte durante la pandemia por el gobierno Conte (M5s-PD); el desbloqueo de los despidos y la enésima ofensiva contra las pensiones firmada por el gobierno de Draghi con el apoyo casi total de todo el parlamento; el Decreto laboral del gobierno de Meloni que aumentó aún más los contratos precarios y redujo las contribuciones previsionales.

Al estar totalmente centrado en la figura del líder Berlusconi, hoy es difícil pensar en un futuro para Forza Italia: la historia nos dirá si el partido/empresa fundado por Berlusconi confluirá en la Liga y en Fratelli d’Italia o si participará en un polo de centro junto con Renzi y Calenda.

Lo que hoy es importante recordar no es solo que el berlusconismo ha encarnado la cara vulgar y reaccionaria de la política burguesa, o que los gobiernos de Berlusconi han firmado algunos de los peores ataques a las condiciones de vida de los trabajadores: todo esto no nos sorprende; los gobiernos en la sociedad capitalista son, para usar las palabras de Marx, comités de negocios de la burguesía. Una lección importante para los trabajadores proviene también de ese antiberlusconismo que en estos años se utilizó como el único ­–y engañoso– pegamento de la oposición. Berlusconi fue el espejo deformante del que se pavoneaba el Partido Demócrata, el partido liberal de referencia de la burguesía europea, que defendía los intereses de los capitalistas y ha masacrado a los trabajadores combinando acciones concretas con una empalagosa idolatría de la Constitución burguesa y una fraseología vacía sobre derechos sociales (que de hecho pisoteaba).

El berlusconismo fue la era en la que los partidos reformistas como Refundación Comunista y los comunistas italianos apoyaron, en nombre de un abstracto «menos peor» [«mal menor»], los gobiernos burgueses de Romano Prodi y Massimo D’Alema. Ahorrémonos las declaraciones de los Acerbo (Refundación Comunista) y los Rizzo (ahora a la cabeza del Partido Comunista, en su momento apoyador del gobierno de D’Alema con participación del PDCI) y confiemos en la corta memoria de los que han traicionado.

Artículo original del Partido de Alternativa Comunista (PdAC), Italia.

Traducción: Natalia Estrada.

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