Bélgica: Caterpillar, un cierre silencioso

Iniciado en setiembre de 2016, la dirección de la Caterpillar anuncia el cierre de la fábrica en Gosselis. La dirección de la empresa y la federación Agoria anuncian la supresión de 2.000 puestos directos de trabajo y 3.600 indirectos, pero esos números no consideran otras pequeñas empresas, ligadas o dependientes de la Caterpillar. Sin contar toda la red económica ligada a la empresa en la región.
LCT-Bélgica
Una decisión inesperada
La decisión del grupo sorprendió al conjunto de los trabajadores de la fábrica y a la población en general. En realidad, se trata de una empresa que está lejos de hundirse, las ganancias de sus accionistas solo crecen; una empresa moderna que se benefició de ayudas del gobierno para hacer frente a sus encargos laborales, a pesar de haber despedido a 1.400 obreros en 2013, alegando buscar “salvar la fábrica”. ¡Sin mencionar los intereses nacionales! Resumiendo, es una empresa que claramente cierra una de sus fábricas a fin de disminuir sus gastos con empleados y aumentar aún más sus ganancias.
Teniendo en cuenta la declaración de cierre de la Caterpillar, los gobiernos federal y regional, así como representantes de diversos partidos y sindicatos no ahorraron palabras y energía para demostrar disposición para buscar las medidas judiciales posibles para la “recuperación” de la multinacional; se habló hasta de “apropiación”, “nacionalización” y “expropiación” de la empresa a fin de resguardar la fábrica, sus empleados, y su estructura productiva.
A título de ejemplo, el 16 de setiembre, en Charleroi, el presidente de la federación de los metalúrgicos del Hainaut-Namur, Antonio Cocciolo, afirmó que el impacto del cierre de la Caterpillar afectaría económicamente a muchas otras empresas, dando a entender que hasta incluso la estabilidad política del gobierno estaría en peligro.
Mientras tanto, luego de algunas semanas, la calma retomó la vida de esos dirigentes sindicales y políticos. No se oía más ninguna palabra, ni siquiera sobre la expropiación o la nacionalización de la empresa. Ora, esos discursos se vaciaban de todo sentido y fuerza; la única reacción, de hecho, por parte de los políticos y sindicalistas que se mostraron dispuestos a hacer lo posible y lo imposible para proteger a los trabajadores, fue solamente el sentimiento de perplejidad y apatía frente a la negación de la empresa en negociar con la comisión especial de cuestiones sociales y empleo del gobierno.
¡Se trata de un comportamiento incoherente de esos dirigentes! Como si la única salida fuese la demostración de piedad y comprensión por parte de los empresarios de la Caterpillar para abrir un diálogo con los parlamentarios y resolver la situación de los trabajadores. ¡Estamos muchísimo muy distantes de las primeras declaraciones! Es evidente que si la empresa no está ni un poco preocupada con las consecuencias legales de sus acciones, tampoco se sorprenden con el tipo de actitud cobarde de los sindicatos y del gobierno. En cuanto al presidente de la federación de los metalúrgicos, Antonio Cocciolo, sus últimas palabras fueron solamente la “quiebra de confianza” con los patrones de la Caterpillar.
Una respuesta también inesperada
A diferencia del presidente de los metalúrgicos de la región, nuestra confianza en el patrón no se rompió, pues NUNCA depositamos ninguna esperanza en el capitalismo, aún más tratándose una multinacional. El único objetivo de la dirección de la Caterpillar es garantizar los beneficios de sus accionistas y continuar siendo muy bien pagos. El cierre de la empresa fue un golpe duro e importante para la región. Fue una medida inesperada y una respuesta con el mismo carácter por parte de los sindicatos.
Cuando la empresa bajó el martillo en cuanto a su cierre, la dirección sindical (FGTB y CSC) solamente pidió para que los trabajadores tuviesen calma. No se gastó ninguna energía para organizar una huelga, a pesar de la disposición de los obreros. El 16 de setiembre, en función de una manifestación en Charleroi, la secretaria de la CSC, Marie-Hélène Ska, pidió para que los trabajadores volviesen a trabajar y “mostrar que sabemos continuar nuestro trabajo como siempre hicimos, trabajar, trabajar con calidad”. Como si los directores y accionistas de la empresa no tuviesen idea de la productividad de sus fábricas y fuesen los trabajadores, con la mayor explotación de su trabajo, los que los convencerían de eso.
El hecho es que no hubo ninguna movilización que causase gran efecto. En lugar de eso, solo tuvimos el silencio y la pasividad de las direcciones sindicales, satisfechos con apenas la indemnización a los trabajadores que perdieron sus empleos. La fábrica será cerrada, y los despidos comenzarán en abril. Aunque cada trabajador haya recibido una compensación financiera, 6.000 puestos de trabajo serán desactivados y la fábrica se desintegrará, en una región que ya sufre con el alto nivel de desempleo y la fuga de la industria.
No podemos esperar ni depender de las promesas de los políticos o burócratas sindicales; ¡no son las leyes votadas en el parlamento que defenderán los derechos de la clase trabajadora! ¡Somos nosotros los que debemos organizar nuestras fuerzas en defensa de nuestro trabajo y por mejores condiciones!
Traducción del portugués: Natalia Estrada.