Acuerdo Transpacífico: el imperio ataca de nuevo

En medio de un marcado secreto, en octubre de 2015 México signó el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP por sus siglas en inglés). El TPP está integrado por 5 países de América (el “coloso del norte”, Canadá, Chile, México y Perú) y 7 de Asia (Brunei, Malasia, Vietnam, Australia, Nueva Zelanda, Japón y Singapur), los cuales tienen una población de 800 millones y reúnen 30% de la riqueza producida a nivel mundial.
Por: Aurelio Cuevas
La firma del TPP por el gobierno peñista fue criticada por un nutrido sector empresarial el cual manifestó que no encuentra en la misma ventaja alguna para las compañías de capital nacional; por el contrario, una gran favorecida es la industria automotriz –bajo el control del capital transnacional— debido a que tal convenio catapultará sus exportaciones a Estados Unidos. Pero, a cambio de esto último, el gobierno norteamericano puso como condición a México la apertura de su mercado a las empresas farmacéuticas estadunidenses. ¿Qué efectos tendrá esto para nuestra economía y sociedad?
Aunque el sector automotriz dinamizará el comercio externo de México cabe destacar que esto no impulsará más empleos ni más salarios. Por el contrario, las nuevas inversiones en tal industria se acompañarán del armado de instalaciones con materiales y mano de obra importados, lo cual reduce aún más los insumos nacionales – en la actualidad se importan motores y otras autopartes con valor agregado—requeridos para producir vehículos. Pero la apuesta básica es que la ubicación geográfica de México haga posible que las empresas automotrices norteamericanas “enfrenten con éxito” la competencia japonesa en el mercado estadunidense.
En el caso de la industria farmacéutica estadunidense se trata de una incursión en el mercado nacional en un corto plazo. El TPP reconoce el derecho de las empresas del sector a ampliar el tiempo de uso de sus patentes en menoscabo de los medicamentos genéricos –que son más baratos—con lo que habrá un progresivo encarecimiento de los medicamentos destinados a diversas enfermedades (como el cáncer, la diabetes o el SIDA). También las empresas del sector ejercerán derecho de patente (o ejercicio monopólico) en la elaboración de diagnósticos y tratamientos de enfermedades impidiendo la difusión de los mismos en todo el espectro de atención médica.
En México existe el riesgo de que los usos medicinales alternativos a los proporcionados por las transnacionales del vecino país del norte sean sancionados a través de la emisión de leyes que dificulten su uso social; así, la medicina homeópata, considerada enemiga de las marcas promotoras de la medicina alópata, irá siendo copada por reglas de operación que restrinjan su presencia en el mercado nacional.
Igual suerte va a correr la medicina herbolaria tradicional dado que su uso y consumo están ampliamente difundidos en amplios segmentos populares urbanos y rurales. En este caso se recurrirá a ilegalizar los centros públicos de distribución o venta de toda clase de yerbas curativas, así como a obstaculizar con normas de todo tipo la atención médica que tenga como base el tratamiento herbolario.
La herencia curativa del “México profundo” está en riesgo de ser liquidada por el poderoso ramo farmacéutico norteamericano. He ahí una posible consecuencia negativa –entre otras no menos relevantes– del ingreso de nuestro país al TPP.
Artículo publicado en La Resistencia n.° 13, febrero de 2016.-
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