A cuarenta años de la guerra de Malvinas
Una prueba de fuego para la naciente LIT-CI
El 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas (ocupadas y usurpadas por Inglaterra desde 1833), derrotaron a la guarnición británica y recuperaron ese territorio. La acción había sido ordenada por la dictadura militar argentina, presidida por el general Leopoldo F. Galtieri. La primera ministro del Reino Unido, Margaret Thatcher, para retomar el dominio de las islas, respondió con el envío de la fuerza naval británica más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Comenzaba la Guerra de Malvinas. En enero de ese año se había fundado la LIT-CI (Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional) como expresión del reagrupamiento del “trotskismo ortodoxo” que, poco después, debió responder a esta difícil prueba política.
Por Alejandro Iturbe
El objetivo de este artículo, además del recuerdo histórico, es sacar diversas conclusiones de lo ocurrido porque tienen una gran actualidad. Se han seguido dando guerras y ataques de países imperialistas u opresores contra países semicolonianales u oprimidos: basta ver la actual guerra en Ucrania. También tiene gran vigencia el debate sobre si se puede enfrentar y derrotar al imperialismo. Por eso, vamos a referirnos tanto a los hechos ocurridos como a las enseñanzas que nos dejan.
El operativo realizado por el régimen militar argentino para recuperar las islas Malvinas produjo uno de esos complejos cruces de caminos que suelen darse en la historia. La dictadura militar instalada en 1976 vivía una crisis que se profundizaba: su plan económico había estallado dos años antes, perdía apoyo de los sectores medios y se desarrollaba una creciente resistencia obrera y popular. En ese contexto, el régimen militar se dividía: un sector proponía ir avanzando en una “apertura política” gradual y controlada, y otro, encabezado por Galtieri (que se enriquecía parasitando las empresas del Estado), pretendía permanecer muchos años más en el poder.
Para este sector, la acción militar en Malvinas fue una maniobra política para «empujar para adelante» la profunda crisis del régimen y ganar prestigio y apoyo popular al llevar a cabo una reivindicación muy sentida por el pueblo argentino. En el marco de una dictadura genocida, acabó siendo una acción aventurera. Galtieri creía que la acción tendría un «bajo costo» porque, por tratarse de un territorio de escaso valor económico y geopolítico, Gran Bretaña no respondería al ataque. En todo caso, el gobierno de EE.UU. (encabezado por Ronald Reagan) «dejaría correr» la invasión en «agradecimiento» a la colaboración que los militares argentinos habían prestado en la represión y en la contrarrevolución en diversos países de Latinoamérica.
Fue un gravísimo error de cálculo político. Margaret Thatcher, cuyo gobierno había nacido débil, aprovechó el hecho para intentar fortalecerse y envió una poderosa fuerza naval; Ronald Reagan la respaldó claramente, aportando apoyo logístico, técnico, y bases de reabastecimiento. Querían enviar un claro mensaje al mundo: con el imperialismo y sus posesiones no se juega.
Detrás de ellos se alineó la Iglesia Católica: cuando el príncipe Andrés se alistó como piloto de helicóptero para combatir contra Argentina, el papa Juan Pablo II declaró “Dios bendiga al principito”. Ante la guerra, lanzó un hipócrita llamado “a la paz” cuyo contenido real era impulsar la rendición argentina. Incluso realizó un viaje relámpago a este país para participar de una gran misa-acto, pocos días antes de la rendición[1].
Al mismo tiempo, el llamado a apoyar la recuperación de Malvinas se transformó en una desbordante movilización popular antiimperialista que rompió el control dictatorial del país: los militares habían abierto la «caja de Pandora» que llevaría al fin de la dictadura. Aprisionados entre una guerra antiimperialista que no querían, por un lado, y la movilización de masas, por el otro, la gran mayoría de la burguesía argentina (como el futuro presidente electo Raúl Alfonsín) y de los altos mandos militares comenzaron a trabajar para la derrota argentina. En ese marco, dividido entre quienes querían perder rápidamente la guerra y quienes deseaban ganarla, el régimen militar argentino, de hecho, se quebró.
¿Qué posición debían tener los revolucionarios frente a esta guerra?
La Guerra de Malvinas generó, y aún genera, intensas polémicas dentro de la izquierda argentina y mundial. ¿Qué actitud debía adoptarse frente a esta acción de un régimen militar que había secuestrado, torturado y asesinado a miles de personas? ¿Qué era más importante: la lucha antiimperialista o el repudio al régimen? ¿Había que jugarse por el triunfo de Argentina, por el de Gran Bretaña, o adoptar una posición neutral?
En respuesta a estas preguntas, la recién fundada LIT-CI y su organización argentina en aquellos años, el PST (Partido Socialista de los Trabajadores) no tuvieron dudas y se orientaron de acuerdo con las enseñanzas de León Trotsky. En una entrevista de 1938 con el dirigente obrero argentino Mateo Fossa, él afirmó claramente que, en la hipótesis de guerra entre un régimen semifascista semicolonial y una potencia imperialista «democrática», los revolucionarios debían ser parte, sin dudar, del «campo militar» del país semicolonial[2].
Un criterio que continuaba el ya planteado por Lenin durante la Primera Guerra Mundial, al analizar que existían guerras “necesarias y justas”. Entre ellas, “el carácter legítimo, progresista y justo de la ‘defensa de la patria’ o de una guerra ‘defensiva’. Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia; la India a Inglaterra; Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras ‘justas’, ‘defensivas’, independientemente de quien atacara primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos…”. Es decir, para Lenin, la posición frente a la guerra y su resultado no dependía del tipo de dirección que tuviera esa lucha en el país oprimido sino del carácter de los países en conflicto. En este caso, los socialistas “debían defender la patria” del país oprimido y ubicarse en su campo militar. Ese era, para él, el parámetro central y un hilo conductor para la revolución socialista: “Los socialistas no pueden alcanzar su elevado objetivo sin luchar contra toda opresión de las naciones”[3].
La LIT-CI fue consecuente con estos criterios clarísimos y, pocos días después de la recuperación de Malvinas, publicó una declaración cuyo título habla por sí mismo: “En la primera fila de combate contra el imperialismo inglés” e inició una campaña internacional en apoyo a Argentina en la guerra[4]. La actitud del PST argentino (antecesor del actual PSTU) fue heroica: desde la durísima clandestinidad a que lo sometía la dictadura militar, a pesar de haberla combatido heroicamente en esos años y haber sufrido 100 muertos por la represión, ocupó su lugar en el campo militar antiimperialista y, junto con la gran mayoría del pueblo argentino, jugó todas sus fuerzas por el triunfo. Por ejemplo, dos conocidos militantes obreros del PST que estaban presos por la dictadura (Dos grandes dirigentes obreros como el “Petiso” Páez y el “Pelado” Matosas) pidieron ser liberados para ir a combatir a Malvinas. Del mismo modo, después de la derrota argentina, el PST estuvo en las calles del país impulsando las movilizaciones que le dieron el golpe de gracia a la dictadura.
Algunas de las expresiones más importantes de la campaña de la LIT-CI, en el marco del gran apoyo que muchos pueblos latinoamericanos daban a Argentina, se produjeron en Perú. El 27 de abril, miles de obreros portuarios habían iniciado un boicot a las naves inglesas. El dirigente sindical Luis Negreiros dijo que “estaban actuando igual que los portuarios de México, Colombia y Venezuela”. El 12 de mayo, en Lima, una impresionante movilización de cuatro kilómetros marchó hasta la Plaza San Martín, convocada por el Comité Peruano Argentino de Solidaridad que integraba, entre otros, Eduardo Expósito (dirigente argentino del PST y de la LIT-CI, exiliado en Perú)[5].
Las polémicas con la izquierda
Mientras la LIT-CI y el PST argentino defendían e impulsaban una política revolucionaria muy clara, gran parte de la izquierda argentina y mundial (incluso corrientes que se reivindicaban leninistas y trotskistas) escogía caminos equivocados: oscilaba entre un vergonzoso apoyo a Gran Bretaña y una política pacifista de “neutralidad” que, en la práctica, servía al imperialismo. Los debates que se dieron en Argentina serán abordados en artículos específicos. En este, nos centraremos en las polémicas internacionales, en especial con las organizaciones trotskistas con base en Europa.
Por ejemplo, el SU (Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional) emitió el 12 de abril una declaración del Trotskist International Liaison Committe que, en su punto 5, expresa: “Los dictadores argentinos han pisoteados los derechos de los habitantes de las Malvinas, quienes no oprimen ni amenazan a nadie (…) Llamamos al movimiento obrero a movilizarse para que se respete el derecho irrestricto a resolver su propio futuro libres de toda presencia militar extranjera”[6].
En otras palabras, se ubicaba contra Argentina por la defensa del derecho de autodeterminación de los habitantes de las Malvinas. Esta posición partía de una falsificación: los habitantes de Malvinas (los kelpers) no constituyen una nacionalidad de una posesión colonial dominada por el imperialismo que luchan por su independencia. Malvinas es un enclave imperialista: es decir, un territorio de otra nación del que se apropia una potencia, en el que instala artificialmente una población trasplantada desde el país usurpador. Por esta situación, esta población siempre va a defender seguir siendo parte de la potencia usurpadora. Es la misma situación que se presenta en Gibraltar, usurpada por Inglaterra a España.
Llamativamente, la posición del SU coincidía al milímetro con la de Margaret Thatcher para enviar la flota naval británica: “Los habitantes de las Falklands [Malvinas] deben poder determinar libremente su futuro. No pueden hacerlo mientras los argentinos ocupen el archipiélago. Por eso, la evacuación [argentina] de las islas es la condición para cualquier solución. […] La autodeterminación de los habitantes de las Falklands [Malvinas] sigue siendo el principio fundamental de mi política”[7]. Aunque nunca llegó a afirmarlo directamente, la conclusión lógica de este análisis y esta política del SU es que había que apoyar la política de Margaret Thatcher y hacer unidad de acción militar con Gran Bretaña.
Por su parte, la corriente trotskista encabezada por Pierre Lambert, cuyo principal partido era el PCI francés (Partido Comunista Internacionalista) adoptó una posición “neutralista” (es decir “no tenemos lado”) y acusó a la LIT-CI y al PST de “apoyar a la dictadura”[8].
En el marco de esta profunda degradación política de corrientes internacionales que se reivindicaban trotskistas, especialmente las que tenían sus mayores fuerzas en Europa, en este continente hubo algunas excepciones. La organización española de la LIT-CI en la época (el PST) se posicionó con claridad en el campo militar argentino.
Otro caso importante fue el del WRP británico (sigla en inglés del Partido Revolucionario de los Trabajadores), que tuvo la misma posición. Se inició así una relación política que llevó, algunos años después, a que un sector de este partido, encabezado por el veterano dirigente obrero trotskista Bill Hunter, ingresara a la LIT-CI, dando origen a la actual ISL (International Socialist League)[9].
El imperialismo puede ser derrotado
Durante la guerra, gran parte de la burguesía argentina y su medios lanzaron una fuerte campaña derrotista de que era “una guerra absurda” porque era imposible derrotar al imperialismo. Después que Argentina perdió la guerra, un sector de la vanguardia y del movimiento de masas acabó llegando a esa misma conclusión: “no se le puede ganar al imperialismo”, por su superioridad militar y económica. Una idea que la burguesía argentina siguió impulsando con mucha fuerza. Sin embargo, un estudio serio de la realidad muestra que ese triunfo era totalmente posible y que fue la desastrosa conducción político-militar de la dictadura lo que lo impidió.
Veamos primero el tema militar. Hemos dicho que Margaret Thatcher envió a Malvinas la flota naval británica más fuerte desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, en las décadas anteriores, esa flota había sido conformada con la “hipótesis de conflicto”, de un enfrentamiento con la Unión Soviética en el mar Báltico y en el mar del Norte. Por eso, estaba conformada fundamentalmente por navíos modernos pero medianos y pequeños (aptos para recorrer distancias relativamente cortas), y no por formaciones centralizadas por grandes portaaviones. Es decir, era muy frágil para recorrer miles de kilómetros a mar abierto, en especial frente a los ataques aéreos. La aviación argentina (la fuerza que mejor combatió en la guerra) aprovechó esta debilidad y, con ataques relámpago de los aviones Mirage franceses y misiles Exocet, le produjo fuertes daños en el trayecto.
El almirante Sandy Woodward, comandante de la flota británica, llevó un diario personal que luego se transformó en un libro[10]. En él expresa que primero pensó que la misión iba a ser “un paseo” pero después llegó a la siguiente conclusión: “la Royal Navy no había vivido un conflicto en el agua de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial”. Da el ejemplo del hundimiento del buque logístico Atlantic Conveyor, el 25 de mayo, que les representó, además del propio barco, la pérdida de “doce aeronaves, diez helicópteros, dos aviones Harriers, un lote completo de repuestos para aviones y helicópteros, todo el equipamiento para una brigada de 4.500 hombres, […] seis camiones abastecedores, vehículos de combate, misiles estadounidenses Sidewinder, y una pista de aterrizaje vertical que iba a ser montada en San Carlos”.
Por supuesto que, en varias misiones, los aviones argentinos eran derribados y los pilotos morían, lo que erosionaba la capacidad de ataques aéreos. Pero es claro que, en el terreno militar, la profundización de esta táctica podría haber permitido ganar la guerra. El gobierno militar argentino tuvo la posibilidad de aumentar su capacidad militar aérea y de combate en el mar ya que diversos países le ofrecieron aviones y otros suministros. Fue el caso de Perú, que envió 10 aviones, que fueron aceptados[11]; el gobierno cubano de Fidel Castro ofreció un submarino (que fue rechazado)[12], mientras que el gobierno libio ofreció aviones, pilotos y misiles (se aceptaron los misiles pero no los aviones ni los pilotos)[13].
Es decir, estuvo planteada la posibilidad de que Argentina ganase la Guerra de Malvinas pero, como hemos dicho, fue la conducción político-militar del gobierno de Galtieri el que evitó ese posible triunfo. El propio almirante Woodward saca esta conclusión, al considerar que, en varias ocasiones, las bombas lanzadas desde el aire por los aviones argentinos no explotaban: “si hubiesen explotado nos hubiesen derrotado. Si las espoletas de las bombas hubiesen sido correctamente armadas, no me cabe ninguna duda de que hubiésemos perdido”.
El carácter político de las guerras
Una vez que queda demostrado que Argentina pudo haber ganado la guerra contra Gran Bretaña, algunos argumentan que, ante esa derrota imperialista (un hecho que habría tenido impacto mundial), el gobierno de Ronald Reagan hubiese iniciado una guerra contra Argentina, mucho más difícil de ganar.
Por supuesto que, si se considera el carácter agresivo del imperialismo yanqui y del gobierno de Ronald Reagan específicamente, esa hipótesis hubiese estado planteada. Sin embargo, el contexto internacional y el pasado reciente no le eran favorables: en 1975 había sido derrotado en la guerra de Vietnam, lo que había generado el llamado “síndrome de Vietnam”. Es decir, la inseguridad de entrar en nuevas invasiones o guerras contra naciones más débiles por el temor a su resultado desfavorable a largo plazo[14].
Por eso, en el marco de un fortísimo proceso revolucionario en Centroamérica, el gobierno de Reagan no atacaba directamente ni realizaba invasiones. En Nicaragua apoyaba a la guerrilla “contra” que enfrentaba al gobierno sandinista, y en El Salvador impulsó un golpe de Estado que instaló una dictadura, para así enfrentar la guerra civil en curso contra la guerrilla salvadoreña.
El mismo tiempo, siempre hubo en los pueblos latinoamericanos un fuerte sentimiento antiimperialista que los llevaba a apoyar a Argentina. Vimos el caso de Perú, y por cierto esta no fue la única expresión: una noticia de inicios de abril informa que: “… 25.000 bolivianos radicados en el norte argentino se ofrecieron como voluntarios para colaborar en diferentes tareas durante el conflicto bélico”[15]. También el apoyo en material militar ofrecido por los gobiernos peruano y cubano. Es decir, estaba planteado que esa hipotética de guerra no fuese solo contra Argentina sino que se transformase en una guerra antiimperialista latinoamericana contra EE.UU.
Esto nos lleva a otra consideración más profunda: aunque se trata de un factor muy importante, la superioridad militar no siempre define el curso de una guerra, porque en ella entran, como un elemento central, los factores políticos. Si se considera la superioridad militar aisladamente, el imperialismo sería invencible. Sin embargo, la historia muestra que ha sido derrotado varias veces en guerras contra naciones más débiles cuando tuvo que enfrentar una resistencia nacional vigorosa y, muchas veces, movilizaciones en contra de la guerra en el propio país imperialista. Por ejemplo, en la citada guerra de Vietnam, y también en las guerras de Irak y Afganistán, todas las cuales acabaron con su derrota. Es decir, aunque sea al costo de sufrimientos y sacrificios, el imperialismo puede ser vencido militar y políticamente por naciones más débiles.
Hemos hablado de la pésima conducción político-militar de la dictadura que, entre otras cosas que no hizo, no tomó una sola medida político-económica contra el imperialismo, como dejar de pagar la deuda externa o expropiar las empresas, bancos e industrias que Inglaterra y EEUU tenían en el país. Tampoco aprovechó las movilizaciones y el apoyo que recibía en el continente. Por ejemplo, para impulsar que otros gobiernos tomasen medidas similares o que se formasen brigadas de combatientes latinoamericanos para luchar del lado argentino. Ambos cursos de acción hubiesen sido factores centrales que habrían ayudado a un triunfo argentino.
Algunas consideraciones finales y un breve balance
Recordamos y analizamos la Guerra de Malvinas no solo como un hecho histórico sino también por sus enseñanzas. En primer lugar, como hemos visto, por la posibilidad real que existió de derrotar al imperialismo. La política de la burguesía de “desmalvinizar” la memoria, responde al objetivo de borrar de la memoria de los trabajadores y el pueblo ese sentimiento de lucha antimperialista. Sin embargo cada vez que en un estadio de futbol, un recital o una movilización se canta “el que no salta es un inglés”, se demuestra que están muy lejos de lograr borrar ese antimperialismo.
En segundo lugar, porque los mismos (o parecidos) mecanismos de razonamiento que llevaron a organizaciones que se reivindicaban trotskistas a caracterizaciones y políticas equivocadas (que abandonaban los criterios de Lenin y Trotsky) se repiten hoy en otras organizaciones frente a la guerra en Ucrania[16].
Queremos terminar este artículo señalando que estamos orgullosos de que en 1982 la recién fundada Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI) siguiese los criterios los criterios de Lenin y Trotsky y los aplicase con el impulso de una intensa campaña de apoyo a Argentina en la Guerra de Malvinas. De la misma forma que hoy estamos orgullosos de seguir aplicando esos criterios frente a la guerra en Ucrania. Forman parte del ADN de nuestra corriente.
Notas:
[1] https://www.infobae.com/2012/03/30/1047429-juan-pablo-ii-y-la-guerra-malvinas/
[2] Ver “Entrevista com Mateo Fossa” en https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro6/T10V108.htm
[3] V.I. Lenin, “El socialismo y la guerra” (1915) en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm
[4] Ver la publicación Panorama internacional (Mayo 1982) en https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=830
[5] Extraido de Estrategia Socialista Nro. 2 (junio 1982) en https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=835
[6] Extraido de Estrategia Socialista Nro. 3 (setiembre1982) en https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=838
[7] Ídem.
[8] Id. Ibídem.
[9] Sobre este tema ver, por ejemplo, la Declaración conjunta del Workers Revolutionary Party (WRP) de Gran Bretaña y el Movimiento al Socialismo (MAS) de Argentina” (1/2/1987) en el sitio del Archivo León Trotsky (https://archivoleontrotsky.org/)
[10] Woodward, S. Los cien días. Las memorias del Comandante de la Flota Británica durante la Guerra de Malvinas (1992).
[11] https://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/argentina-vs-peru-la-historia-de-como-se-gesto-el-apoyo-del-peru-a-argentina-en-la-guerra-de-las-malvinas-noticia/
[12] www.infobae.com/sociedad/2019/04/07/malvinas-en-guerra-la-reunion-secreta-donde-el-enviado-de-fidel-castro-le-ofrecio-a-galtieri-un-submarino-para-atacar-a-la-flota-britanica/
[13] https://www.infobae.com/sociedad/2019/06/19/malvinas-documentos-desclasificados-peru-y-libia-ayudaron-a-la-argentina-con-misiles-sovieticos/
[14] Sobre este tema, recomendamos leer: https://litci.org/es/la-reaccion-democratica-del-sindrome-de-vietnam-al-sindrome-de-irak/
[15] https://www.eltribuno.com/salta/nota/2020-4-2-17-44-0-malvinas-25-000-bolivianos-se-ofrecieron-como-voluntarios-para-luchar-por-argentina#:~:text=el%20conflicto%20b%C3%A9lico.-,A%20casi%2040%20a%C3%B1os%20de%20la%20Guerra%20de%20las%20Malvinas,de%20Argentina%20en%20su%20reclamo
[16] Ver https://litci.org/es/sobre-la-consigna-no-a-la-guerra-en-ucrania/