La COP 30 revela dos Belém: la de los ricos y la de los pobres
La lucha de Vila da Barca refleja la desigualdad estructural del capitalismo y la resistencia de los pueblos oprimidos.
“Nuestra Señora de Nazaré, pedimos respeto a los pueblos de todas las Amazonas“ y “Vila da Barca también es Amazonía“ decían las pancartas de los habitantes de Vila da Barca durante el Círio Fluvial, romería que integra las festividades del Círio de Nuestra Señora de Nazaré, en Belém, el 11 de octubre.
Mientras cientos de barcos acompañaban la romería fluvial en las aguas de la Bahía de Guajará, la comunidad emitía un nuevo grito de protesta contra la desigualdad social y la exclusión profundizadas con la COP 30. La Vila da Barca es considerada una de las mayores favelas de palafitos (viviendas precarias construidas sobre estacas de madera sobre territorios inundados) de América Latina y tiene más de 7 mil habitantes.
Formada a principios del siglo 20, como resultado de la expulsión de la población pobre de las áreas centrales de la capital paraense, la Vila da Barca está dentro del barrio del Telégrafo, y es vecina de barrios ricos como Umarizal y Reduto. Desde las ventanas de las viviendas en palafitos, se pueden ver los altos y lujosos edificios, con apartamentos vendidos a R$ 18 millones, en los vecinos adinerados.
La segregación social es la marca de la urbanización de las ciudades en el capitalismo. Los conflictos de clase se expresan en la ocupación del espacio urbano. La burguesía ocupa las mejores áreas, con infraestructura, saneamiento básico y seguridad; mientras que la clase trabajadora es forzada a vivir en áreas con condiciones muy diferentes a las de los ricos.
Con la COP 30, la segregación social aumenta en Belém. Los gobiernos realizaron propaganda engañosa para vender la idea de que la población del conjunto iba a ganar con la realización del evento. Pero la realidad habla más fuerte que cualquier propaganda de marketing. Los ricos están ganando mucho dinero con la renovación y valorización urbana. Ya el pueblo pobre sufre con una política higienista, racista, que busca retirar a la población original de sus áreas, como ocurre hoy con la Vila da Barca.
Ubicada a orillas de la Bahía de Guajará, vecina de barrios ricos, la Vila da Barca es un enclave de un kilómetro cuadrado en la región de expansión inmobiliaria de edificios lujosos con vista a la bahía. Es un área estratégica, de interés del sector inmobiliario. Si todavía está allí es por la resistencia de los habitantes, que una vez más se enfrentan a políticas higienistas.
Mientras en los barrios vecinos (Reduto-Umarizal), de gran valor inmobiliario, se realizan megas obras del proyecto Nova Doca – una de las apuestas del gobernador Helder Barbalho (MDB) para la COP 30, con una inversión de R$ 310 millones – la Vila da Barca se ha convertido en el ‘vertedero’ que recibe el llamado “bota-fora” de las obras. En un terreno abierto, rodeado de viviendas, se arrojan el barro, los escombros y demás residuos de la Nova Doca.
La avenida Visconde de Souza Franco, conocida como Doca, un oasis de edificios lujosos, es una de las grandes beneficiadas del proyecto Nova Doca con una serie de mejoras en el saneamiento. El agua del canal está siendo despolucionada y drenada; compuertas para el control del agua de marea para evitar inundaciones y tuberías de agua potable serán sustituidas; y se está implantando un nuevo sistema de alcantarillado sanitario.
Ahora, adivina dónde se verterán los desechos producidos por los residentes y comercios de la Doca? Así es, en la Vila da Barca. Helder Barbalho (MDB) expropió un edificio para construir una estación elevadora para el tratamiento de las aguas residuales de los barrios nobles.
La Vila da Barca tiene más de 100 años de existencia. En la comunidad, más del 80% de las viviendas son palafitos. Nunca ha existido un sistema de saneamiento. Los habitantes sufren por la falta de agua potable, falta de agua en los grifos, alcantarillado a cielo abierto, cableado eléctrico expuesto y recolección y vertido irregular de basura. Para el gobernador Helder Barbalho, este es un excelente lugar para recibir las aguas residuales y las heces de la élite paraense.
Lo que pasa en la Vila da Barca es la prueba de que la COP 30 no va a beneficiar a todos, sino a la burguesía. Al igual que la Vila da Barca, otras comunidades que están en el cronograma de obras de las inversiones relacionadas con el evento de la ONU sufren con la política higienista del gobierno estatal.
Familias que conviven con las inundaciones y el barro, y que esperaban que sus vidas mejoraran con el macrodrenaje de los canales, fueron desalojadas a la fuerza. Varias residencias fueron demolidas, y las indemnizaciones no son suficientes para comprar otra propiedad en las cercanías y fueron forzadas a buscar viviendas en lugares lejanos del centro, con las mismas precariedades de antes y sin condiciones dignas. Son arrojadas a áreas de vulnerabilidad. Según un estudio de InfoAmazônia, se estima que 500 familias fueron desalojadas con indemnizaciones entre R$ 5 mil y R$ 40 mil.
En los barrios ricos, obras grandiosas, ya ejecutadas e inauguradas. Al fin y al cabo, esta será el área de Belém que será exhibida y mostrada al mundo. En esta Belém de los ricos, todo funciona bien y está a mil maravillas. En cambio, la Belém de los pobres sigue como antes de la COP 30: con precaria infraestructura, con alcantarillado a cielo abierto, sin recolección de basura y una larga lista de problemas.
La COP 30 revela que en el capitalismo existen dos ciudades: la de la burguesía y la de los trabajadores. Como dijo el geógrafo Milton Santos, en la ciudad capitalista: “Cada hombre vale por el lugar donde está. Su valor como productor, consumidor y ciudadano depende de su ubicación en el territorio […]. La posibilidad de ser más o menos ciudadano depende, en gran medida, del punto del territorio donde se está”.



