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Guerra contra Ucrania

La “paz” de Trump y Putin contra el pueblo ucraniano

marzo 16, 2025

Desde el inicio de este año, Donald Trump viene impulsando un plan para terminar la guerra entre Ucrania y Rusia. Trump propuso una “hoja de ruta” que incluye, como punto esencial, una reunión entre él y Putin para acordar los pasos a seguir hasta la firma de “la paz” y una tregua de 30 días en la guerra, ¿Cuál sería el verdadero significado de este acuerdo?

Por Alejandro Iturbe

La fase actual de este conflicto se inició en 2022, cuando tropas de Rusia (que dominaba desde 2014 una franja oriental de Ucrania) iniciaron una invasión generalizada y ataques masivos para tomar el control de todo el país, en especial de Kiev, la capital. Esta ofensiva chocó contra una heroica resistencia de las masas ucranianas que obligaron a las tropas rusas a retroceder hacia la franja oriental que ya controlaban (Luhansk y Donetsk). Por razones que luego analizaremos, la contraofensiva ucraniana no consiguió derrotar y expulsar de modo definitivo a las tropas rusas y, desde entonces, se desarrolla una larga y cruenta “guerra de posiciones” contra el invasor.

En este contexto, el plan de Trump tiene dos aspectos centrales. El primero de ellos es pactar con Putin la división de Ucrania, entregándole de modo definitivo la franja oriental del país. Una propuesta que ya habían hecho Joe Biden y las potencias europeas. De esta forma, le daría a Putin y su régimen una “retirada digna” de la guerra, ya que una derrota completa derrumbaría este régimen y transformaría a Rusia en “tierra de nadie”, algo que el imperialismo yanqui y los europeos quieren evitar a toda costa.

El problema de esta parte del plan es que deben convencer a las masas ucranianas de que acepten entregar parte de su país, al que han defendido heroicamente durante tres años. Quien tiene esta tarea de “convencimiento” es el gobierno de Zelenski y la burguesía ucraniana. 

Un segundo aspecto del plan es que la parte occidental que conservaría Ucrania saldría de este acuerdo de “paz” totalmente sometida al imperialismo estadounidense, como una semicolonia. Por un lado, el país ha sido duramente golpeado por la guerra, ha sufrido numerosas bajas, y su infraestructura y capacidad productiva han quedado muy deterioradas (el PIB cayó alrededor de 30%).

Además, el país ha quedado muy endeudado ya que las supuestas “ayudas” del imperialismo yanqui y las de la Unión Europea (UE) eran, en realidad, préstamos que ahora Ucrania debe pagar. Como garantía de pago, el gobierno de Zelenski ha aceptado que, una vez terminada la guerra, la reconstrucción del país será totalmente controlada por EE.UU. y la UE. De esta forma, no solo lucrarán con los negocios de esta reconstrucción, sino que se apropiarán del importante botín de empresas públicas ucranianas y de las riquísimas tierras agrícolas de la llanura central del país. 

Además de ella, Ucrania posee en su subsuelo una gran riqueza mineral, con metales estratégicos como el titanio, y abundancia de las llamadas “tierras raras” (elementos químicos de valor cada vez mayor por su uso en la industria, la telemática y la medicina). El 60% de sus reservas están en la parte occidental y un 40% en la franja que controla Putin. Trump ya le ha exigido a Zelenski que firme un acuerdo por el que le entregaría el dominio de la explotación de estos minerales a EE.UU.

Zelenski y los oligarcas ucranianos están dispuestos a realizar la tarea de “convencer” al pueblo ucraniano de aceptar esta “paz” y entregarle las tierras raras a Trump. Pero esto le genera profundas contradicciones, ya que si firma esta “paz” quedaría como un traidor a la heroica resistencia ucraniana y sin futuro político. Al mismo tiempo, la firma del acuerdo por los minerales lo desnudaría como un agente del imperialismo estadounidense. Por eso, hizo la “escena televisiva” de no firmar ese acuerdo y discutir con Trump en su reciente entrevista en EE.UU.   

En resumen, este plan de “paz” propuesto por Trump a Putin es un acuerdo contra el pueblo ucraniano y su lucha por la defensa de su país. Es decir, un acuerdo claramente contrarrevolucionario. 

Nuevamente, la teoría de los campos

Ante ello, resulta muy llamativo que figuras y organizaciones que se reivindican de izquierda apoyen esta propuesta de Trump. Es el caso de Breno Altman, un periodista brasileño que militó en el Partido Comunista Brasileño (PCB) y luego se integró al Partido de los Trabajadores (PT). A diferencia de otras figuras provenientes del PCB, Breno Altman sigue reivindicándose estalinista y tiene el mérito de exponer sus posiciones de manera clara y sin ambigüedades ni maniobras discursivas.

Breno Altman.

Con ese estilo, en un programa reciente dijo que la izquierda y los gobiernos que define como “progresistas” (como el de Lula en el Brasil) deben apoyar sin dudar el plan propuesto por Trump. En su exposición, él dice que la firma de ese acuerdo de paz sería un triunfo de la lucha antiimperialista, porque significaría el reconocimiento de que Putin y las tropas rusas habrían derrotado al imperialismo estadounidense y a la OTAN. Por lo tanto, habrían terminado con el “monopolio de la guerra en el mundo”, que estos detentaban.

Este análisis tiene como marco la “teoría de los campos”. Esta teoría abandona la concepción marxista de las clases sociales (burguesía y proletariado) y de la lucha de clases como “motor de la historia”. Por eso, analiza los procesos políticos nacionales e internacionales a partir de considerar que, en el mundo y en los países, existen dos campos burgueses: uno reaccionario/enemigo, y otro progresista/amigo al que la izquierda debe integrarse para apoyar y defender a sus gobiernos en cualquier circunstancia porque “son de los nuestros”.

Esto ha llevado, a quienes sostienen esta teoría, a apoyar y defender dictaduras capitalistas represivas y sangrientas como la de Assad en Siria, o la de Putin en Rusia, y a apoyar su agresión a Ucrania. De esta forma, no solo son cómplices de estas dictaduras contra sus pueblos, sino que alejan a los trabajadores y a las masas del socialismo y de la izquierda, porque estos la ven, con justicia, como cómplice del gobierno burgués contra el que están luchando.

¿Quién fue el agresor en la guerra Ucrania-Rusia? 

Sobre esta base, Breno Altman (que había apoyado la invasión rusa) avanza un paso más al considerar que este acuerdo de paz sería equivalente en su contenido y consecuencias al que debió firmar Richard Nixon (entonces presidente de EE.UU.) en 1973 como resultado de la derrota del ejército estadounidense en la guerra de Vietnam, que dejó al imperialismo yanqui totalmente a la defensiva en el mundo (el llamado “síndrome de Vietnam”).

Es una comparación histórica completamente falsa. En la guerra de Vietnam, el agresor e invasor fue el imperialismo yanqui. Desde inicios de la década de 1960, para sostener la existencia artificial de Vietnam del Sur y su gobierno burgués, comenzó a enviar cada vez más tropas hasta llegar a más de 500.000 soldados en combate, con el más moderno armamento de la época y con métodos de extrema crueldad. Su objetivo era intentar frenar la onda expansiva que había tenido la revolución china de 1949 en la región de Indochina, con la excusa del “combate al comunismo”. A pesar de esa superioridad militar y de sus métodos genocidas, el imperialismo yanqui fue derrotado en esa guerra por la combinación entre le heroica resistencia de las masas vietnamitas y las masivas movilizaciones contra esa agresión en el propio EE.UU. Como señalamos en el artículo recién citado, esta derrota yanqui tuvo un impacto muy positivo, a favor de las masas, en la lucha de clases internacional. 

En la actual guerra entre Ucrania y Rusia, el agresor contra un país más débil fue sin dudas el régimen dictatorial de Putin, que pretendía “borrar del mapa” a Ucrania. Para ello, también movilizó un poderoso ejército con armamento muy superior y utilizó métodos genocidas. Lo hizo con una suma de falsas razones: que Ucrania pertenecía por “derecho histórico” a Rusia, que había que “desnazificar” a Ucrania, y que respondía a un posible ataque inminente de la OTAN a Rusia.

Vladimir Putin, responsable directo por la invasión rusa contra Ucrania en favor de los intereses de la oligarquía rusa.

Putin pensaba que iba a obtener un triunfo fácil frente a un país mucho más débil. Pero la heroica resistencia del pueblo ucraniano lo impidió, metió la invasión rusa en un pantano y se inició la cruenta y extensa guerra que vemos en estos últimos tres años. En ese marco, Putin volvió a apelar a la falsificación y comparó lo que sucedía en Ucrania con la batalla de Stalingrado, en la que las masas de la Unión Soviética resistieron heroicamente contra la invasión de la Alemania nazi y la derrotaron.

Pasemos en limpio lo que hemos expuesto. En Vietnam, el agresor al que había que combatir era el imperialismo yanqui y el “lado bueno” al que había que apoyar era el del pueblo vietnamita; en Stalingrado había que luchar contra la agresión nazi y el “lado bueno” al que había que apoyar era de las masas soviéticas. En ambos casos, esa fue la posición común de toda la izquierda mundial. 

Por el contrario, en la guerra entre Ucrania y Rusia la izquierda se ha dividido y una parte de ella apoya la invasión realizada por Putin. Con franqueza, hay que mirar la realidad con cristales muy deformados para negar que el ejército ruso es el agresor al que hay que combatir y el pueblo ucraniano es el que defiende su país con una heroica resistencia contra esa agresión. Es decir, es el “lado bueno” al que hay que apoyar para que derrote la invasión de la Rusia de Putin. Es la posición que tuvo la LIT-CI desde que se inició la agresión rusa.

La verdadera política del imperialismo estadounidense y de la OTAN

Al fundamentar su apoyo al plan propuesto por Trump, Breno Altman deja de lado otras falsificaciones de Putin y mantiene que esta guerra se originó en la respuesta de Putin para defender a Rusia de un inminente ataque de EE.UU. y de la OTAN. Fue, entonces, una guerra entre la Rusia de Putin y EE.UU./OTAN. El pueblo ucraniano y su resistencia a la invasión habrían sido apenas un instrumento del imperialismo yanqui en esta guerra, en la que ahora Trump debe reconocer su derrota y camuflarla como un acuerdo de paz.

Pero la realidad es que nunca hubo una guerra entre EE.UU./OTAN y Rusia. Desde la asunción del régimen de Putin, la política del imperialismo yanqui, las potencias europeas y la OTAN fue de “coexistencia pacífica” y de hacer muy buenos negocios con este régimen, en especial el imperialismo alemán.

Ya durante su primera presidencia, en el curso de la guerra civil siria, Trump estableció un acuerdo de hecho con Putin (que apoyaba la dictadura de al-Assad) para dividir el país en dos áreas de influencia separadas por el río Éufrates. Incluso, como una burla cruel, en 2020 hubo propuestas para que ambos recibieran el Premio Nobel de la Paz.     

La presidencia de Biden introdujo cambios en esta política: en su discurso de asunción, ubicó el enfrentamiento con el régimen de Putin como su segundo objetivo internacional, luego de China. Tras la invasión a Ucrania, subió el tono y declaró que, al haber roto las reglas de la “coexistencia pacífica”, el presidente ruso “no podía seguir en el poder”

Pero este endurecimiento de palabra se expresó de modo muy parcial en la guerra de Ucrania. Aunque los países de la OTAN se estaban rearmando hasta los dientes, el suministro de armas a la resistencia ucraniana y a su ejército siempre fueron muy limitados en cantidad y en potencia de destrucción. Y se redujeron al mínimo cuando la contraofensiva ucraniana podía derrotar categóricamente al ejército ruso y expulsarlo del país. Nunca hubo soldados de la OTAN combatiendo en Ucrania, aunque sí hubo apoyo logístico al ejército ucraniano desde EE.UU. y entrenamiento de oficiales ucranianos en países europeos. 

Los países de la OTAN “miraron para otro lado” cuando el régimen de Putin anexó Ucrania y ocupó Donetsk y Luhansk, en 2014. Tal como ya señalamos, desde el inicio estaban dispuesto a dividirse el país con Putin y pactar con él. Pero también fueron sorprendidos por la fuerza de la heroica resistencia ucraniana que paró la ofensiva rusa e inició una poderosa contraofensiva. En ese contexto, la combinación de varias razones los obligó a una intervención mayor.

En primer lugar, necesitaban debilitar a Putin en la perspectiva de la negociación por la división de Ucrania. Al mismo tiempo, debían evitar una categórica derrota de Putin frente a la resistencia ucraniana, lo que llevaría al derrumbe de su régimen y a un proceso de dinámica irreversible en todo el Este de Europa. Por eso, su apoyo militar siempre fue con cuentagotas. En segundo lugar, tenían que ver cómo controlar y frenar el proceso del “pueblo en armas” que se desarrollaba en Ucrania. Una gran amenaza al capitalismo para después que terminara la guerra. Necesitaban construir un ejército burgués clásico como sólida base de un Estado burgués en la posguerra. Por eso, nunca dieron armas de modo directo a las milicias de la resistencia sino al gobierno de Zelenski, que fue el instrumento de esta política.

La política del imperialismo yanqui y de la OTAN fue extender la guerra todo lo posible para desgastar y desangrar al pueblo ucraniano, avanzar en la destrucción de la economía y de la infraestructura del país, y dejarlo totalmente endeudado y comprometido. De esa forma, por un lado intentan obligarlo a aceptar este acuerdo de “paz” y, por el otro, se aseguran que la reconstrucción del país sea la vía para someterlo completamente como una semicolonia.

Nunca hubo tal guerra entre la OTAN y Rusia. Para responder a esta falsificación, hemos desarrollado un análisis complejo de lo que sucedió y sucede en la realidad de esta guerra.

Algunas conclusiones 

Por todo lo expuesto, llamamos a los trabajadores y a la izquierda de todo el mundo a rechazar este acuerdo de “paz” propuesto por Trump a Putin. Tal como hemos expresado, es un acuerdo contra el pueblo ucraniano y su lucha por la defensa de su país. Es decir, un acuerdo claramente contrarrevolucionario. Por más que Breno Altman intente ocultarlo, ambos están lado a lado.  

No debemos dejarnos engañar por uso de la palabra “paz”. En la antigüedad, se usaba el concepto de “paz romana” para referirse al hecho de que los pueblos dominados por el Imperio romano aceptaban pacíficamente ese sometimiento. Era la paz del opresor. Es el mismo contenido de esta “paz de Trump y Putin”.Tal como expresa la última declaración de la LIT-CI, mantenemos todo nuestro apoyo a la lucha de los trabajadores y el pueblo ucraniano en su guerra de liberación nacional para que derrote la agresión y la invasión de Putin. En las actuales condiciones, necesitan más apoyo que nunca de los trabajadores y los pueblos del mundo. La única paz verdadera será la que provenga del triunfo del pueblo ucraniano y la derrota de la agresión de Putin.

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