El marxismo y la cuestión ambiental
Interpretaciones y análisis olvidados en un ámbito fundamental*.
«Después de los grandes poetas románticos, los mayores opositores de la idea de conquista de la naturaleza durante la revolución industrial fueron Karl Marx e Friedrich Engels, los fundadores del materialismo histórico clásico»[1]
Matteo Bavassano
El propósito de este artículo es esencialmente llamar la atención del lector, no solo sobre la existencia de un debate sobre el papel de la ecología en el pensamiento de Marx, sino sobre todo el desarrollo de este debate en los últimos veinte años, basado principalmente en el nuevo estudio detallado de la obra de Marx, y gracias a la reanudación de la publicación de la MEGA. De hecho, los primeros estudios en este campo se publicaron en Italia a finales de la década de 1960[2], y esto llevó a militantes cercanos al trotskismo a profundizar el tema, incluyendo el punto de vista programático[3]. Hoy en día, cuando el problema climático y ambiental ha alcanzado un nivel sin precedentes y mientras se desarrollan movilizaciones masivas, con la juventud a la cabeza, por la protección de nuestro planeta, las obras más recientes de escritores marxistas no solo no están traducidas y publicadas en italiano[4], sino que además están prácticamente ausentes en el debate sobre esta temática. Este vacío ha sido llenado muy parcialmente con la publicación de un ensayo de John Bellamy Foster[5], en la colección Marx Revival[6], en el cual el autor reconstruye de manera bastante completa, los puntos fundamentales del análisis que está realizando con un grupo de autores de la Montly Review, especialmente con Paul Burkett.
Sin la pretensión de querer dar un juicio definitivo ni querer presentar una teoría ecológica global, nos limitaremos principalmente a explicar el análisis de diferentes autores (y a exponer nuestras consideraciones sobre el tema). Creemos que este debate es fundamental, aún más en un momento en que las movilizaciones de organizaciones como Fridays for Futures, están captando la atención de millones de jóvenes en todo el mundo: con demasiada frecuencia se parte de una serie de prejuicios hacia el pensamiento marxista y su dimensión ecológica, llegando así a negar la validez del propio marxismo, sosteniendo la necesidad de que se base en “nuevos paradigmas” correspondientes principalmente al desarrollo de la sociedad contemporánea. Por nuestra parte, reafirmaremos la validez globaldel marxismo y su programa revolucionario para resolver los problemas de la humanidad, incluido el problema ecológico, para derrumbar el sistema capitalista, y para construir una economía socialista. De esta forma, si logramos desmontar en el joven lector la convicción de que el pensamiento de Marx en relación con la cuestión ambiental fue antiecológico, y lo motivamos a profundizar en diversos aspectos del marxismo revolucionario, podremos estar satisfechos.
El prejuicio “ambientalista” contra Marx y Engels
En el imaginario colectivo dominante, Marx y, sobre todo, Engels[7] eran defensores de una idea de progreso ilimitado de las fuerzas productivas (toda vez que estas fueran liberadas de los grillos de las relaciones capitalistas de producción), de completo dominio del hombre sobre la naturaleza. Este prejuicio fue reforzado centralmente por el rol jugado por el estalinismo en el poder: así como el “socialismo real” ha desacreditado a los ojos de las masas trabajadoras la noción misma de dictadura del proletariado, forzando a los marxistas revolucionarios a una dura batalla para redimir este concepto que representa la base del programa marxista, el productivismo estalinista también desacreditó la visión marxista de la relación entre el hombre y la naturaleza, transformando a Marx en una especie de positivista defensor del progreso como fin en sí mismo. “Se tiende a transferir a Marx aquella «voluntad de potencia» irracional y destructiva que caracterizó a la burocracia dominante en el socialismo de Estado, y en particular de la Unión soviética”[8]. Esta lectura de Marx es la que caracteriza a los autores de aquella que Foster y Burkett llamaron «primera fase del ecosocialismo»[9]. Estos autores, interpretando que la crítica de Marx falla desde un punto de vista ecológico, consideran necesario unir el marxismo al «pensamiento verde». Dependiendo del caso, consistía en introducir concepciones ecológicas en el marxismo, pero principalmente se afirmaba un fracaso del socialismo (sin distinguir entre el «socialismo real» y la teoría de Marx y Engels) y, por lo tanto, se trataba de introducir el análisis de clase del marxismo dentro de las teorías ecologistas.
“Estos ecosocialistas de la primera fase sostenían que el socialismo de Marx tenía una falla (para algunos irreparable) en relación con su productivismo. Algunos llegaron, como hemos visto, a declarar muerto el socialismo. Desde este punto de vista, el ecosocialismo era el heredero aparente del socialismo”[10].
La respuesta a esta lectura, basada en un cuidadoso estudio de los escritos de Marx, da lugar a la «segunda fase del ecosocialismo», que según Foster se abre con la publicación del libro de Burkett, Marx and nature: a red and green perspective, que «fue escrito como una refutación de estas visiones ecosocialistas de la primera fase mediante una reconstrucción y reafirmación de la perspectiva crítico-ecológica de Marx. Marx and nature… representa así el nacimiento de una segunda fase de análisis ecosocialista que busca volver a Marx y mostrar su concepción materialista de la naturaleza como contraparte esencial de su concepción materialista de la historia. El objetivo era trascender el eco-socialismo de la primera fase, así como los límites de las teorías verdes existentes, con sus acentos excesivamente espiritualistas, idealistas y moralistas, como un primer paso en el desarrollo de un marxismo ecológico más riguroso»[11].
Por lo tanto, el ecosocialismo era concebido “no como un sucesor del marxismo, sino como una forma más profunda de praxis ecológica que emerge de los fundamentos materialistas del marxismo clásico. En la medida en que términos como «socialismo ecológico» y «marxismo ecológico» fueron utilizados por ecosocialistas de segunda fase, no se referían ya a una ruptura con la teoría y la práctica marxistas, sino que representaban un refuerzo de su perspectiva materialista clásica”[12].
Si bien en nuestro caso seguimos creyendo que una vez que queda claro que Marx y Engels no ignoraron la naturaleza en sus análisis, es mejor hablar de socialismo y marxismo sin agregar ningún prefijo o sufijo, para no generar confusión, pues no se puede pasar por alto que el uso del término ecosocialismo difiere profundamente entre los autores de las «diferentes fases»[13].
Aclarado el panorama general en el que se desarrolla este debate teórico con profundas consecuencias político-programáticas, antes de pasar a los méritos de las refutaciones de los prejuicios ecológicos hacia el marxismo, queremos abordar brevemente la cuestión del lugar que ocupan las reflexiones ecológicas en el pensamiento de Marx. Dejando de lado a quienes aún sostienen que Marx no se ocupó de los problemas ecológicos, tesis que ahora es insostenible (como veremos más adelante), incluso quienes reconocen la atención de Marx a la naturaleza no necesariamente atribuyen la misma importancia a esta atención.
Los estudios más recientes, también relacionados con las investigaciones en el contexto de la MEGA2, tienden a subrayar la existencia de un «hilo de continuidad» que recorre toda la obra marxista: Kohei Saito, en su libro Karl Marx’s ecosocialism (2016) quiere demostrar que «La crítica ecológicade Marx posee un carácter sistemático y constituye un momento esencial dentro de la totalidad de su proyecto de El Capital»[14]. Pero Saito no se detiene ahí.
“La ecología no está simplemente presente en el pensamiento de Marx; mi tesis es mucho más fuerte. Sostengo que no es posible comprender plenamente su crítica de la economía política si se ignora su dimensión ecológica«[15].
No pretendemos que el lector tome estas afirmaciones por buenas, sino que a continuación entraremos en los puntos claves de la argumentación para que el lector pueda extraer sus propias conclusiones. Aún así, permítanme recomendar a todos la lectura del interesante libro de Kohei Saito.
El “productivismo” de Marx
Los pasajes de los escritos de Marx y Engels, en los que los revolucionarios sostienen que el capitalismo es históricamente progresivo en relación con los modos de producción precapitalistas, se utilizan para argumentar que Marx atribuía una importancia fundamental al desarrollo de las fuerzas productivas como un fin en sí mismo. En apoyo de esta tesis también se utilizan (dando una interpretación unilateral) aquellos pasajes en los que se dice que en el comunismo, las fuerzas productivas liberadas de las limitaciones del capital (las relaciones capitalistas de producción) podrán desarrollarse indefinidamente. Esta visión, que reduce de hecho el desarrollo de las fuerzas productivas al crecimiento cuantitativo de la producción industrial, implica la atribución a Marx de una ética productivista o «prometeica», de dominación de la naturaleza por el hombre. Burkett responde a este prejuicio en tres puntos. En primer lugar, reitera que para Marx la riqueza humana no se puede reducir solo al trabajo:
«Marx sostiene que tanto la naturaleza como el trabajo contribuyen en la producción de riqueza o valores de uso. El argumento básico aquí es que “en la medida en que el trabajo efectivo crea valores de uso”, esto necesariamente implica “la apropiación del mundo natural para las necesidades humanas, ya sean estas necesidades para la producción o el consumo individual”» [K. Marx, Manuscritos económicos de 1861-1863]. El trabajo solo puede producir riqueza “mediante un intercambio de materia entre el hombre y la naturaleza” [K. Marx, El Capital, vol. I]; de ello se deduce que “el trabajador no puede producir nada sin la naturaleza, sin el mundo externo sensible” [K. Marx, Manuscritos económico-filosóficos, de 1844]. La conclusión apropiada se extrae clara y firmemente de Marx:
“Vemos, entonces, que el trabajo no es la única fuente de riqueza material, de los valores de uso producidos por el trabajo. Como dice William Petty, el trabajo es su padre y la tierra su madre” [El Capital, vol. I][16].
La contribución de la naturaleza a la creación de valores de uso la sintetiza Marx también en la Crítica del Programa de Gotha: “El trabajo no es la fuente de toda la riqueza. La naturaleza es tanto la fuente de los valores de uso (¿y no constituyen estos la riqueza material?) cuanto el trabajo, que en sí mismo es solo la expresión de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo humana”[17].
En segundo lugar, Marx era consciente del hecho de que la producción humana está sujeta a leyes naturales, físicas, biológicas e incluso ecológicas:
“La perspectiva de Marx se basa en la observación de que, una vez entendida la producción humana como producción social, no se puede hablar simplemente de límites y condiciones naturales. En cambio, la pregunta de qué condiciones naturales cuentan como valores de uso y qué límites ponen a la producción de riqueza deben responderse con referencia a las relaciones sociales específicas que estructuran el vínculo productivo entre el trabajo y la naturaleza. Este enfoque no deja de lado los impactos ambientales de la producción. Al contrario: solo reconociendo cómo una forma social particular de producción desvincula sus necesarias condiciones de producción de la evolución humana separada de la naturaleza se puede analizar la sostenibilidad material de esta forma”[18].
La producción humana en general está sujeta a restricciones ligadas a las leyes ya mencionadas, pero cada modo de producción establece su propia “interacción metabólica”[19] específica entre sociedad y naturaleza, una relación específica con estos límites.
En cuanto al capitalismo como forma específica, «los límites de la explotación de la fuerza de trabajo humana por el capital, así como los límites de la explotación de las condiciones naturales por el capital, no están completamente determinados por el capital mismo. En ambos casos, los límites implican ciertas características materiales que no están sujetas a la alteración por la forma social específica de producción. Los límites en la explotación del trabajo y la naturaleza por el capital son, sin embargo, límites elásticos, cuya elasticidad se debe en parte a las características naturales de la fuerza de trabajo y la naturaleza extrahumana, y en parte al carácter socialmente definido de los propios límites. Los efectos dañinos del capital sobre la fuerza de trabajo y la naturaleza se derivan de su tendencia a explotar esta elasticidad, de forma que las presiones de la acumulación monetaria competitiva tensionan las fuerzas naturales humanas y extrahumanas hasta el punto de ruptura, necesitando restricciones sociales para la explotación por parte del capital de los dos factores básicos, fuentes de riqueza»[20].
Finalmente, Marx era consciente del hecho de que, en el capitalismo, el desarrollo de las fuerzas productivas por parte del hombre había causado el derroche y la destrucción de las riquezas naturales.
“En el capitalismo, la división del trabajo toma la forma de relaciones de mercado (mercancía y dinero), basadas en la separación socio-histórica extrema de los productores humanos de las condiciones necesarias de producción. El análisis de Marx explica cómo esta separación, que permite que el trabajo y sus condiciones naturales y sociales se desarrollen como condiciones para la acumulación competitiva de capital, conduce a un crecimiento sin precedentes del potencial de producción de riquezas. Al mismo tiempo, Marx subraya la tendencia del capital a saquear y destruir sus mismas condiciones humanas y naturales de existencia”[21].
En este proceso, la separación de los productores de las condiciones de producción tiene un peso importante:[22]
«En resumen, la separación social de los productores de las condiciones naturales limitadas, la conversión de estas condiciones en propiedad privada capitalista y la conversión de los valores de uso naturales en condiciones de producción capitalista libremente apropiadas, en la perspectiva marxista, son todos aspectos de un solo proceso»[23].
«Marx atribuye un gran significado social a la libre apropiación, viéndola como un elemento integral del desarrollo del carácter social de la producción por parte del capitalismo a través del aprovechamiento de las fuerzas productivas latentes del trabajo y la naturaleza para losimpulsos expansivos y transformadores de la acumulación monetaria competitiva. Al mismo tiempo, Marx indica cómo la libre apropiación de las condiciones naturales y sociales por parte del capitalismo refuerza la alienación humana inherente a la socialización de la producción del capitalismo. Con el creciente dominio del capital sobre las condiciones de producción, el valor de uso (la combinación social de trabajo y naturaleza para satisfacer las necesidades humanas) se convierte cada vez menos en el motivo dominante de la producción y se pone cada vez más al servicio de la acumulación de valor. Una vez convertidas en fuerzas del capital, las condiciones naturales y sociales de producción ejercen un poder social alienado sobre los productores, quienes son incapaces mientras la producción permanezca capitalista, de ejercer ningún control cooperativo sobre su intercambio orgánico con la naturaleza»[24].
Esta separación, combinada con la tendencia del capital a producir cada vez más valor en forma de mercancías para realizar este valor y convertirlo de nuevo en mayor capital, subyace en la tendencia del capitalismo a socavar las bases mismas (naturales y sociales) de su acumulación, a través de la superación constante de los límites naturales de los que hablamos anteriormente:
“La tendencia expansiva ilimitada contenida en el capital como forma social de riqueza contradice todos los factores limitantes impuestos a la producción humana por su entorno natural. Esto se refleja en la tendencia del capitalismo a superar las fronteras naturales particulares y locales al expandir los límites naturales de la producción –la presión de la producción sobre los ecosistemas y otros recursos naturales– en nivel global, de la biosfera”[25]; “Por lo tanto, el capital abusa de los límites elásticos de la capacidad de recuperación tanto del trabajador como de la capacidad de absorción y resiliencia de determinados ecosistemas, conduciendo en ambos casos a la destrucción de las fuerzas naturales”[26].
Marx analiza en particular el abuso, por parte del capital, de la fuerza de trabajo, con el aumento de la jornada laboral más allá de las necesidades biológicas para la recuperación humana, pero también de la fertilidad de la tierra agrícola, que fue disminuyendo gradualmente debido a la sobrexplotación realizada por la agricultura capitalista.
La teoría del valor trabajo y su relación con la naturaleza
El pensamiento ecológico ha sostenido que el análisis económico marxista del capitalismo, y especialmente la teoría del valor, excluye o no toma en consideración de forma adecuada la contribución real de la naturaleza a la producción. ¡Pero la devaluación de la naturaleza la genera la lógica del sistema capitalista, no el análisis que Marx realiza sobre este modo de producción! Y el análisis de la forma del valor capitalista es central no solo para el aspecto económico de este análisis general del capitalismo, sino también para el aspecto ecológico-ambiental.
“La mercancía, como todos los valores de uso, es un producto tanto del trabajo como de la naturaleza. El valor, la sustancia de la riqueza en su forma específicamente capitalista, es, sin embargo, simplemente el tiempo de trabajo social abstracto objetivado en mercancías. Cuantitativamente, el capitalismo atribuye valor a la naturaleza solo en la medida en que su apropiación requiere trabajo que produce mercancías, incluso si la contribución de la naturaleza a la producción –y a la vida humana en general– no es materialmente reducible a este trabajo de apropiación.
“En resumen, la forma del valor se abstrae cualitativa y cuantitativamente de las características útiles y vivificantes de la naturaleza, incluso si el valor es una forma social particular de riqueza –una objetivación social particular tanto de la naturaleza como del trabajo–. Esta contradicción ayuda a explicar la tendencia del capitalismo a depredar su entorno natural”[27].
Es fundamental la distinción marxista entre valor, valor de uso y valor de cambio: los valores de uso, que son la verdadera fuente de riqueza material, se consideran solo si se les puede asignar un valor.
“Los valores de uso que no pueden producirse y venderse de manera rentable, incluidas muchas condiciones naturales y sociales requeridas o que contribuyen a la producción y el desarrollo humanos, tienden a subestimarse o no considerarse en absoluto, y esta es una fuente importante de crisis ecológicas y sociales’[28] .
La comprensión de la esencia del valor y sus características específicas es fundamental para apreciar plenamente el carácter intrínsecamente antiecológico del capitalismo en cuanto sistema social particular de producción:
“… la importancia del enfoque marxiano es triple. Primero, al afirmar que el valor de cambio es una forma de valor y no al revés, Marx señala que el valor surge solo en la producción, no en el dominio de la circulación. De hecho, el procedimiento marxiano es el único camino compatible con una teoría del valor basada en la producción que no identifique valor, valor de cambio y valor de uso. Este punto debe ser enfatizado porque ha sido pasado por alto –o al menos olvidado– por muchos de los críticos ecológicos de Marx a quienes les gustaría atribuir valor (y no solo valor de uso) a la naturaleza. En segundo lugar,la subordinación del valor de cambio y el valor de uso como formas particulares de valor corresponde al dominio creciente de la producción para la venta lucrativa (D-M-D’ en terminología marxiana, donde D representa dinero y M representa mercancías) sobre la producción para uso (en la que cualquier intercambio monetario que tiene lugar tiende a estar motivado por el deseo de diferentes valores de uso, como se resume en el circuito M-D-M’ ). […]
La creciente dominación del valor (en forma de fuerza motriz del dinero) en el ámbito de la producción y el intercambio, desde el punto de vista marxiano, se basa en la mercantilización de la fuerza de trabajo “libre” y los medios de producción, es decir, en efecto sobre la valoración monetaria del trabajo y la propia producción. […] Esto se relaciona con el tercer […] aspecto del análisis de valor marxiano, esto es, que dado que la riqueza existe solo como un conjunto de valores de uso producto de las formas materialmente variables de trabajo y naturaleza, la subordinación del valor de cambio y de uso al valor (tiempo de trabajo social homogéneo) representa una abstracción social del valor de uso (el carácter material de la producción destinada a la satisfacción de necesidades). De esta manera el valor se abstrae formalmente de las bases naturales y de la sustancia de la riqueza»[29].
Pero, repetimos, esta abstracción del valor de la naturaleza no es atribuible a Marx, sino al capitalismo mismo; de hecho, la teoría del valor, cuando se considera en su dimensión «ecológica”, puede convertirse en una herramienta insustituible para analizar las contradicciones del capitalismo en su relación con el medio natural.
«La contradicción entre el valor de cambio y el valor de uso intrínseco de la mercancía es también una contradicción entre la forma específicamente capitalista de riqueza y su base natural y su sustancia. La naturaleza contribuye a la producción de valores de uso, pero el capitalismo representa la riqueza con una abstracción socio-formal puramente cuantitativa: el tiempo de trabajo en general. La «libre apropiación» de las condiciones naturales por parte del capital (que ocurre siempre que la naturaleza contribuye a la producción capitalista de valores de uso sin agregar valor a la producción) manifiesta esta contradicción en la medida en que es permitida por la valoración de la naturaleza propia del sistema, es decir, según el tiempo del trabajo social necesario para su apropiación en la producción de mercancías, y no según la contribución real de la naturaleza a la riqueza o a la satisfacción de las necesidades humanas»[30].
Para concluir esta parte, parece necesario hacer una aclaración «antirreformista», por así decirlo. El hecho de que «los valores de uso que no pueden producirse y venderse con una ganancia […] tienden a subvalorarse o a no considerarse en absoluto»[31] no significa que soluciones como los “impuestos verdes”, que suelen proponer los ecologistas (en una ‘perspectiva’ precisamente reformista), son adecuados para salvar esta contradicción del capitalismo. En realidad, Marx no excluye que algunos recursos naturales puedan tener un valor económico –“la teoría marxista de la renta reconoce que los valores de cambio pueden asignarse a condiciones naturales que no tienen valor, pero que son escasas y monopolizables”[32]– pero,
“… la contradicción valor-naturaleza no puede resolverse mediante rentas privadas o implementando impuestos y esquemas de subsidios «verdes» en un sistema económico conformado y orientado por el dinero y el capital. Una regulación ecológica que utiliza técnicas monetarias y de mercado es una búsqueda de un «óptimo» en términos de capital. El valor, con todas sus características antiecológicas, sigue siendo el «factor activo» que perturba la coevolución de la sociedad y la naturaleza, ya que trata a los hombres y la naturaleza solo como «formas disfrazadas» del valor mismo” [El Capital, vol. I].
Esto muestra un fenómeno más general, a saber, que cualquiera que “quiere poner barreras a la producción [capitalista] desde el exterior, a través de costumbres, leyes, etc.» pronto descubrirá que tales «barreras meramente externas y artificiales serán necesariamente demolidas por el capital” [Características fundamentales de la crítica de la economía][33] Los «impuestos verdes» no son, por tanto, un complemento útil de la visión marxiana que el propio Marx no habría considerado, pero forman parte de una visión opuesta de la relación entre capitalismo y naturaleza.
Contradicciones capitalistas y condiciones naturales de producción
El tercero y último de los prejuicios ecológicos más comunes hacia el análisis de Marx y Engels sostiene que su análisis de las crisis capitalistas no incluye las crisis ambientales. Esto es totalmente falso. No solo, como ya hemos visto, la contribución de la naturaleza a la creación de riqueza se reconoce en todas las obras económicas marxistas fundamentales (especialmente en los Grundrisse y El Capital) y, por lo tanto, es parte de su análisis general de las crisis, sino que Marx analiza específicamente dos tipos de crisis específicamente ambientales.
«Específicamente, Marx considera dos tipos de crisis ambientales producidas por el capitalismo: (1) crisis de acumulación de capital, basadas en el desequilibrio entre las necesidades materiales del capital y las condiciones naturales para la producción de materias primas; (2) una crisis más generalizada de la calidad del desarrollo humano-social, derivada de las perturbaciones en la circulación de la materia y las fuerzas vitales que genera la división industrial capitalista entre la ciudad y el campo. Mientras que las interrupciones en la acumulación de capital debido a la escasez de materiales involucran las condiciones naturales como condiciones de acumulación, la concepción marxiana más amplia de las crisis ambientales se centra en la degradación de la riqueza natural como condición del desarrollo humano. No obstante, los dos tipos de crisis se superponen considerablemente en la medida en que ambas implican reducciones en la calidad y cantidad de la riqueza natural apropiable, por lo que ambas implican la libre apropiación por parte del capital de las condiciones naturales, junto con todas las tensiones cualitativas entre valor y naturaleza. Más concretamente, la tendencia del capital a acelerar la producción material más allá de sus límites naturales no es solo una fuente de escasez de recursos y crisis de acumulación; es también un elemento integral del proceso de degradación ecológica producido por la división capitalista de ciudad y campo»[34].
Analicemos el primer tipo de crisis: esta deriva del hecho de que «con el crecimiento de la productividad y el avance tecnológico hay un crecimiento en la cantidad de objetos y fuerzas naturales que el capital debe apropiarse como materiales y herramientas de producción para lograr cualquier expansión dada del valor y la plusvalía. El aumento de la productividad significa que cada hora de trabajo abstracto requiere una cantidad cada vez mayor de valores de uso y sus prerrequisitos materiales. En este sentido, la acumulación de capital implica un creciente desequilibrio cuantitativo entre la acumulación de valor y la acumulación como proceso material dependiente de las condiciones naturales»[35]. Para resumir en nuestras propias palabras, los tiempos de producción dominados por el capital (y su insaciable búsqueda de la ganancia) no son compatibles con los tiempos de la regeneración de las fuerzas naturales: el aumento de la productividad debido al avance de la producción social capitalista es tan alto que, guiado solo por la lógica de la mejora del capital y no por las necesidades humanas, requiere un flujo constante de energía y materias primas muy superior a la capacidad de la naturaleza para hacerles frente. Esto vincula la escasez de materias primas con un tipo de crisis de acumulación de capital:
«Los análisis marxistas formales de la escasez de materiales y las crisis de acumulación se desarrollan en dos niveles. El primer nivel especifica “las condiciones generales de las crisis, en la medida en que son independientes de las fluctuaciones de precios (estén o no vinculadas al sistema crediticio) así como distintas de las fluctuaciones de valor”. En este nivel, las posibilidades de crisis se tratan solo en términos de «condiciones generales de producción capitalista», abstrayéndose de todas las variaciones de precios y producción que implican competencia dentro y entre sectores; luego se excluyen fenómenos como la especulación sobre el precio de los materiales y la búsqueda competitiva de nuevos suministros materiales, sin mencionar las rentas; los cambios en los precios se tratan solo en la medida en que reflejen cambios en los valores de los bienes. En este contexto, Marx indica que «puede surgir una crisis: 1. en el curso de la conversión [del dinero] en capital productivo; 2. por cambios en el valor de los elementos del capital productivo, en particular de las materias primas, por ejemplo, cuando hay una disminución en la cantidad de algodón cosechado: su valor aumentará por tanto». […] La escasez de material no solo perturba la acumulación elevando el valor del capital constante: también puede perturbar físicamente la producción «haciendo imposible continuar el proceso a la escala requerida por su base técnica, de modo que solo una parte de las máquinas permanecerá operativa, o todas las máquinas sólo funcionarán durante una fracción del tiempo habitual» [K. Marx, Teorías de la plusvalía]. […]
Incluso si estas interrupciones en el suministro de materiales involucran condiciones naturales incontrolables, también implican una acumulación incontrolada de capital. Esto se debe en parte a la competencia anárquica que excluye el tipo de planificación ex ante requerida para minimizar los efectos destructivos de los eventos naturales, pero también existe el desequilibrio fundamental entre la tendencia del capital hacia la expansión ilimitada y los límites de la producción material en relación a las condiciones naturales y sociales. […] Marx subraya que la barrera a la acumulación que plantean los recursos materiales limitados manifiesta una contradicción entre la aceleración de la producción y la inversión del capital por un lado, y las leyes naturales y los ritmos temporales que gobiernan la producción material por otro. Un «análisis completo» de esta tensión entre los tiempos de la naturaleza y los del capital debe incluir «el sistema crediticio y la competencia en el mercado mundial»: Marx dejó el grueso de este segundo análisis para una «eventual continuación» deEl Capital, que nunca pudo emprender»[36].
Como vemos, este es un análisis inacabado, pero ciertamente no esquemático ni subdesarrollado, y que, sobre todo, puede proporcionar a los marxistas un método útil para estudiar crisis y contradicciones específicas del proceso productivo capitalista actual en su relación con la naturaleza.
La teoría marxiana de la brecha metabólica
Llegando al segundo tipo de crisis ambiental, la «más general […] de la calidad del desarrollo humano-social», debemos introducir la concepción marxiana de la antítesis hombre/naturaleza (y su articulación específica en la antítesis ciudad/campo) en el interior del régimen capitalista, un concepto que, aunque a menudo subestimado, tiene gran importancia en el marxismo[37].
Este tema, que según Kohei Saito está en la base de la teoría marxista de la alienación, es central en los llamados Manuscritos económico-filosóficos de 1844[38], pero reaparecerá más tarde en otras obras marxistas, en particular los Grundrisse y El Capital, atestiguando, dicho de paso, que no hay «ruptura epistemológica» en el pensamiento de Marx[39].
“Ciertamente sería inútil, y estaría en contradicción con las intenciones de Marx, tratar de encontrar una versión completamente desarrollada de su ecología en sus cuadernos de 1844; sin embargo, estos cuadernos contienen innegablemente el precoz reconocimiento por Marx de la importancia estratégica de restablecer una «unidad» consciente entre los hombres y la naturaleza como tarea central de la sociedad comunista”[40].
“En su análisis de la alienación de 1844, ya hay un tema central de su crítica del capitalismo, a saber, la separación y unidad entre la humanidad y la naturaleza. Por eso, a diferencia de las discusiones filosóficas anteriores, es necesario realizar un examen sistemático del desarrollo del concepto de naturaleza de Marx en relación con su economía política”[41], y en el mismo sentido “la crítica marxista de la alienación de 1844 considera la reorganización «racional» de la relación entre el hombre y la naturaleza como esencial, y por eso concibe la idea del comunismo como «humanismo = naturalismo». Este es el comienzo, solo sea el comienzo, de la crítica económica y ecológica de Marx al capitalismo”[42].
Por tanto, podemos ver cómo este es un tema absolutamente relevante en la concepción marxiana. Pero, ¿qué tipo de conexión tiene con la cuestión de las crisis ecológicas de «segundo tipo»?
“La rentabilidad de las aglomeraciones industriales capitalistas revela las características antiecológicas del valor y el capital. En estas áreas, las empresas competidoras se apropian libremente de los potenciales productivos de sus entornos naturales y sociales como medio de explotación de la fuerza laboral. Al hacerlo, ignoran los impactos combinados del crecimiento y la densidad material de las industrias y la población en las diversas redes ecológicas y conexiones biosféricas que forman la base natural última del desarrollo humano. El análisis de Marx y Engels de la antítesis ciudad / campo aborda estos impactos a través de su tratamiento de los intercambios entre agricultura e industria manufacturera en el capitalismo”[43].
Los efectos característicos del capitalismo, a diferencia de lo que ocurre con otros modos de producción, minan las condiciones naturales necesarias para la producción y para la vida misma.
“La transformación espacial y tecnológica de la producción por parte del capitalismo degrada la calidad de la riqueza natural como condición del desarrollo humano. La concentración de la industria y la población en las zonas urbanas, y la industrialización de la agricultura basada en la reducción del autoabastecimiento y la despoblación de la economía rural, producen una circulación social de materia ambientalmente insostenible y directamente peligrosa para la salud. La crítica ambiental a la producción capitalista es un tema recurrente en los escritos de Marx y Engels”[44], esto se debe a que “la creciente productividad del trabajo industrial se traduce en crecientes niveles «normales» del volumen de materia y energía necesarios para una producción y venta rentable de bienes”. Este volumen crece rápidamente en la medida en que la productividad del trabajo industrial se ve impulsada por la concentración. Los efectos adversos de los residuos industriales sobre la salud de la población urbana fueron detallados por Engels en The Condition of the Working Class in England. Además, una buena parte de los recursos urbanos toman la forma de “excreciones de consumo (…) producidas por el intercambio natural de materia en el cuerpo humano y parcialmente [como] objetos que quedan después de su consumo” (El Capital, vol . III). […] Muy a menudo, Marx y Engels analizan los efectos de las excreciones del consumo en la salud humana como parte de su crítica más amplia a la circulación de la materia producida por la división capitalista de la agricultura y la industria urbana”[45].
Y, de hecho, Marx y Engels vuelven a este concepto de la «circulación de la materia” hablando también de la industrialización de la agricultura:
“el contraste capitalista de las ciudades industriales y el campo agrícola crea una circulación de materia que degrada la calidad de las condiciones naturales no solo para la producción agrícola, sino para el desarrollo humano en general. […] La industrialización de la agricultura saquea aún más la riqueza natural de la tierra, además de los efectos de los residuos urbano-industriales y la incapacidad de reciclar las excreciones del consumo urbano. En las condiciones de la búsqueda competitiva de beneficios, la tecnología agrícola se transforma utilizando las máquinas y otros medios que proporciona la industria urbana. El agotamiento del suelo se acelera a la par de la intensificación de la explotación de la mano de obra agrícola que, dada la ruina de las actividades rurales no agrícolas, se emplea en gran medida de forma estacional”[46].
Aquí llegamos a lo que Foster llamó la «teoría marxiana de la fractura metabólica». En un ensayo[47] de 1999 del mismo nombre, cuyas conclusiones fueron retomadas más tarde en el libro Marx’s ecology: materialism and nature, publicado al año siguiente, Foster, después de citar a Marx, sostiene que
“… lo que es común a estos dos pasajes de El Capital de Marx –el primero que concluye su análisis de la renta capitalista de la tierra en el volumen tres y el segundo que concluye su análisis de la agricultura y la industria a gran escala en el volumen uno–, es el concepto teórico central de una «fractura» en la «interacción metabólica entre el hombre y la tierra», es decir, el «metabolismo social prescrito por las leyes naturales de la vida», mediante el «pillaje» de los elementos constitutivos del suelo, haciendo necesario «restaurarlo sistemáticamente». Esta contradicción se desarrolla a través del crecimiento simultáneo de la industria a gran escala y la agricultura a gran escala en el capitalismo, y la primera proporciona a la segunda los medios para el uso intensivo de la tierra. […] Marx afirmó que el comercio a larga distancia de alimentos y fibras para ropa hacía del problema de la alienación de los elementos constitutivos del suelo mucho más que una «fractura irreparable». Para Marx, esto era parte del curso natural del desarrollo capitalista. Como escribió en 1852, “el suelo debe ser un bien comercializable y la explotación del suelo debe realizarse de acuerdo con las leyes comerciales comunes. Debe haber productores de alimentos, así como fabricantes de hilos y algodón, pero ya no debe haber ningún señor de la tierra”[48]. Además, las contradicciones asociadas con este desarrollo fueron de carácter global. Como observa Marx en el primer volumen de El Capital, el hecho de que el «ciego afán de lucro» haya «agotado el suelo» de Inglaterra se puede observar a diario en el hecho de que «uno se ve obligado a fertilizar los campos ingleses con guano» importado de Perú. El mismo hecho de que las semillas, el guano, etc. fueron importadas «de países lejanos», señaló Marx en Grundrisse(1857-1858), indicando que la agricultura en el capitalismo había dejado de ser «autosuficiente», que «ya no encontraba dentro de sí las condiciones naturales de su propia producción, surgidas naturalmente, espontáneamente, a alcance de la mano, pero estos existen como una industria independiente separada de esta». Una parte central del argumento de Marx era la tesis de que el carácter inherente de la agricultura a gran escala en el capitalismo impide cualquier aplicación verdaderamente racional de la nueva ciencia de la gestión del suelo.[49] A pesar de todos los avances científicos y tecnológicos en la agricultura, el capital fue incapaz de mantener las condiciones necesarias para el reciclaje de los elementos constitutivos del suelo”[50].
El lector nos perdonará la extensión de la cita, pero creemos que era necesario para explicar claramente la base de esta teoría marxiana, fundamental y semidesconocida para la mayoría.
“Marx utilizó el concepto de ‘fractura’ en la relación metabólica entre los seres humanos y la tierra para captar el extrañamiento material de los seres humanos, dentro de la sociedad capitalista, de las condiciones naturales que forman la base de su existencia –eso que él llamaba «las condiciones de existencia humana impuestas por la naturaleza eterna». Insistir en que la sociedad capitalista a gran escala crea una fractura metabólica entre los seres humanos y el suelo significaba sostener que se habían violado las condiciones de sostenibilidad impuestas por la naturaleza”[51].
Creemos que el concepto de «fractura metabólica» es ahora suficientemente claro, y que la demostración de cómo el medio natural y la ecología ocupan un lugar relevante (si no central) en el pensamiento de Marx es irrefutable, sin embargo, queremos reiterar como esto se liga a la antítesis ciudad/campo como un tema central programáticamente para la sociedad comunista:
“… para Marx, la fractura metabólica asociada a nivel social con la división antagónica entre ciudad y campo era evidente incluso en un nivel más global: todas las colonias vieron sus territorios, sus recursos y su suelo saqueados para apoyar la industrialización de los países colonizadores. […] Por lo tanto, es imposible eludir la conclusión de que la visión de Marx de la agricultura capitalista y la brecha metabólica en las relaciones impuestas por la naturaleza entre los seres humanos y el suelo llevaron a Marx a un concepto más amplio de sostenibilidad ecológica –una noción que él creía que tenía una relevancia práctica muy limitada para la sociedad capitalista, incapaz de aplicar métodos científico-racionales en este campo, pero imprescindible para una sociedad de productores asociados–”[52].
El concepto de naturaleza y el stoffwechsel en Marx
Por lo tanto, ahora estamos listos para resumir cuál es el concepto de medio ambiente natural de Marx[53] y ver su relación con la producción humana, y en particular con la producción capitalista. De las extensas citas que hemos propuesto, podemos derivar cuál es la concepción de Marx y Engels: si en los escritos de 1844 la influencia del materialismo de Feuerbach[54], el cual consideraba un hombre ahistórico y de naturaleza abstracta, aún se puede rastrear en Marx, los fundadores del materialismo histórico pronto superarán estas concepciones:
«La caracterización antropológica que Feuerbach da del hombre con respecto al resto de la naturaleza sigue siendo abstracta. Para Feuerbach, la naturaleza es un sustrato homogéneo, sin historia, cuya resolución a partir de una dialéctica de sujeto y objeto constituye el núcleo de la crítica marxiana. Para Marx, la naturaleza es un momento de praxis humana y al mismo tiempo la totalidad de lo existente»[55].
La praxis humana es central en el pensamiento de Marx, también en lo que respecta a lo especifico de la naturaleza:
«La Crítica del Programa de Gotha habla de la naturaleza como» la primera fuente de todo instrumento y objeto de trabajo «. El Capital ve la naturaleza como la base de las “formas materiales de existencia del capital constante”, el dispensador de las herramientas de producción a las que también pertenece el trabajo vivo, el hombre»[56].
La división social del trabajo, determinada por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, implica una relación particular del hombre con la naturaleza, que a su vez contribuye a determinar las relaciones sociales entre los hombres.
«Dado que las relaciones de los hombres con la naturaleza constituyen el presupuesto de las relaciones de los hombres entre sí, la dialéctica del proceso de trabajo en cuanto proceso natural se extiende a una dialéctica de la historia humana en general”[57]; “Depende siempre del nivel alcanzado por las fuerzas productivas materiales e intelectuales, qué posibilidades inmanentes a la materia y en qué medida pueden realizarse”[58]. “La producción es siempre social. Siempre es «apropiación de la naturaleza por parte del individuo dentro y mediante de una forma social específica” [K. Marx, Para una crítica de la economía política]»[59].
Aquí está el concepto de metabolismo o intercambio orgánico, que también es sinónimo de trabajo humano, demuestra toda su importancia:
«… la categoría conceptual clave en el análisis teórico marxista en esta área es el concepto de metabolismo (stoffwechsel). La palabra alemana stoffwechsel expresa directamente en sus elementos la noción de «intercambio material» que subyace a la noción de procesos estructurados de crecimiento y la descomposición biológica contenida en el término «metabolismo». En su definición del proceso de trabajo, Marx hizo del concepto de metabolismo central en todo su sistema de análisis, basando en él su comprensión del proceso de trabajo»[60].
El recambio orgánico tiene, por tanto, un doble significado:
«Marx, por tanto, utilizó el concepto tanto para referirse a la interacción metabólica real entre la naturaleza y la sociedad a través del trabajo humano (el contexto habitual en el que se utilizaba el término en sus obras) como en un sentido más amplio (particularmente en los Grundrisse) para describir el conjunto complejo, dinámico e interdependiente de necesidades y relaciones creadas y reproducidas constantemente en forma alienada en el capitalismo, y el problema de la libertad humana que conllevó: todo esto puede verse como conectado al modo en el cual el metabolismo humano con la naturaleza se expresa a través de la organización concreta del trabajo humano. El concepto de metabolismo asume así un significado ecológico específico y un significado social más amplio»[61].
La concepción de la interacción metabólica entre el hombre y la naturaleza está íntimamente ligada a la de fractura metabólica en el capitalismo, que tiene sus raíces, como hemos visto, en la antítesis ciudad/campo:
«La concepción marxista del recambio orgánico, no solo en un sentido metafórico sino también fisiológico, surge claramente de la crítica de Marx a la rígida separación, propia de la producción capitalista de su tiempo, entre ciudad y campo»[62].
No hay intercambio orgánico “puro”, “abstracto”: cada modo de producción establece un intercambio orgánico específico con la naturaleza.
«La relación entre el hombre y la naturaleza está, por tanto, mediatizada, en el sentido de que la naturaleza es conocida por el hombre a través de la investigación científica, y es apropiada y manipulada por el hombre a través del trabajo, es decir, a través de la producción social organizada en formas histórico-sociales transitorias cuya dinámica interna no están planteados por la naturaleza, aunque pueden estar condicionados por ella»[63].
De ahí que la historia del desarrollo de la forma de intercambio orgánico se corresponda con la historia humana en el sentido más completo:
«… a través de la categoría de intercambio orgánico, la historia social se une a la historia natural, el sujeto intencional que da forma al objeto material, en una unidad que es también necesariamente distinción»[64]; «La contradicción y antagonismo entre las fuerzas productivas (hombre/naturaleza) y las relaciones sociales de producción (hombre/hombre) como motor fundamental de la historia humana, y de la historia de la totalidad natural de este planeta»[65].
Una concepción correcta del intercambio orgánico también es necesaria para la construcción de la nueva sociedad socialista: «para la sociedad futura, Marx prevé una “síntesis superior … de agricultura e industria”, lo que ciertamente presupone que ese intercambio orgánico se implementa “sistemáticamente como una ley reguladora de la producción social y en una forma adecuada para el pleno desarrollo del hombre ”»[66].
Dominio de la naturaleza?
Para completar el examen de la concepción de Marx y Engels sobre la naturaleza, solo tenemos que volver a la cuestión del dominio del hombre sobre la naturaleza. Esta tesis fundamentalmente positivista no tiene nada que ver con el marxismo, incluso si como hemos visto se atribuye falsamente a Marx una confianza ilimitada en el progreso de las fuerzas productivas. Esto también se deriva del hecho de que Marx y Engels consideran, en algunos aspectos, el capitalismo como progresivo con respecto a los modos de producción precapitalistas: a esta idea se le suele dar una representación absolutamente distorsionada de Marx, como industrialista a toda costa. Sin embargo, para Marx
“el capitalismo es progresivo no solo porque desarrolla las fuerzas productivas, sino porque: (1) al hacerlo, niega cualquier lógica de escasez material debido a los monopolios de clase sobre la disposición del tiempo de trabajo y los productos excedentes de la sociedad, por lo tanto, sobre las oportunidades de desarrollo humano en la medida en que dichas oportunidades sean función de la distribución del tiempo libre y del nivel y seguridad de los niveles de vida materiales; (2) lo hace desarrollando las formas cooperativas y sociales de trabajo y producción, permitiendo así a la humanidad superar las formas de desarrollo social y naturalmente restringidas que caracterizan a las sociedades precapitalistas”[67].
Este desarrollo, para Marx y Engels, es un medio, no un fin:
“El desarrollo de las fuerzas productivas por el capital (de ahí la negación de la lógica de la escasez debido a los límites de clase al desarrollo humano), junto con el desarrollo extensivo e intensivo de la división social del trabajo y los intercambios (de ahí la potencial universalización de la libre individualidad humana) son aquí los vehículos, no el contenido evolutivo humano”[68].
Por lo tanto, reiteramos la absoluta falta de fundamento de la idea de un Marx «productivista»:
«Marx sostiene que, incluso si el capitalismo crea el potencial para una forma menos restringida de desarrollo humano, este potencial solo puede realizarse solamente con una transformación cualitativa por parte del comunismo de fuerzas y relaciones de producción desarrollado en el capitalismo. La interpretación prometeica convierte arbitrariamente la visión cualitativa marxista de un desarrollo humano menos restringido en una concepción que no tiene en cuenta las relaciones sociales humanas, principalmente cuantitativa, del progreso humano como producción y consumo en masa a expensas de la naturaleza. Esta falsa identificación ignora la crítica marxista, cualitativa y clasista, de la producción y el consumo capitalistas»[69].
Pero, ¿cómo, entonces, debe interpretarse la expresión «dominio de la naturaleza», que también utilizan Marx y Engels?
“A cada paso se nos recuerda que no dominamos la naturaleza como un conquistador domina a un pueblo extranjero subyugado, que no la dominamos como alguien ajeno a ella, sino que le pertenecemos de carne y hueso y cerebro y vivimos en su vientre : todo nuestro dominio sobre la naturaleza consiste en la capacidad, que nos eleva por encima de otras criaturas, de conocer sus leyes y emplearlas adecuadamente”[70]. “Vemos entonces que el «dominio sobre la naturaleza» es en realidad un conocimiento (históricamente cada vez mayor) de las leyes de la naturaleza. El materialismo dialéctico no ignora ni fetichiza las leyes inherentes a la naturaleza material, con las que la sociedad siempre debe tratar para alcanzar sus objetivos”[71].
Engels nos da, en un magistral pasaje de una de sus obras más maltratadas por quienes no han entendido nada de la dialéctica, una imagen precisa de la interdependencia entre las leyes naturales y el desarrollo cualitativo de la sociedad humana:
«… la libertad no consiste en soñar con independencia de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de estas leyes y en la posibilidad, ligada a este conocimiento, de hacerlas actuar según un plan para un fin determinado»[72]. «El dominio de la naturaleza siempre presupone el conocimiento de los procesos y conexiones naturales, mientras que este conocimiento a su vez surge solo de la transformación práctica del mundo. […] Los hombres sólo pueden dominar la naturaleza si a su vez se someten a las leyes naturales»[73].
Claramente, no se trata solo del conocimiento de las leyes naturales, sino de un problema de clase específico; es decir, de la clase que gobierna las elecciones políticas de la sociedad y del mecanismo anárquico y perverso de la producción capitalista, que impide la aplicación racional del conocimiento científico[74].
“El imperativo categórico del capitalismo es la acumulación intensiva y su reproducción en una escala cada vez mayor a cualquier costo: y los costos de esta lógica loca que es también su enorme fuerza se llaman crisis económicas, derroche de valiosas habilidades humanas, contaminación, congestión urbana, destrucción de la naturaleza, consumo de recursos no renovables, hambre, guerra. Esto «revoluciona» las propias «condiciones productivas» sociales y naturales en una dialéctica de destrucción e innovación cuyo centro está constituido por las transformaciones y por la generalización desigual a escala nacional y mundial de la relación social fundamental: el trabajo asalariado, tanto en la producción como en la en los estándares de consumo”[75].
Por eso no es posible pensar en soluciones minimalistas, sino que es necesario destruir el virus capitalista de raíz y construir una sociedad en la que los «productores asociados» gestionen la economía y la política.
“No es posible iniciar una nueva cooperación entre la sociedad y la naturaleza sin una forma radicalmente nueva de cooperación entre los hombres, que no debe entenderse como un hecho sólo de conciencia sino de transformación de la materialidad social, es decir, de la materialidad objetivamente constrictiva de las relaciones económicas y políticas, cristalizadas en la técnica, pero no reductibles a ella”[76].
Las consecuencias políticas necesarias
De todo lo anterior, se deduce que el programa marxista para la revolución socialista sigue siendo extremadamente relevante, pero esto es solo el comienzo. Las contribuciones de académicos como Burkett, Foster, Saito y otros son absolutamente importantes en la medida en que ayudan a los militantes a redescubrir algunos aspectos del trabajo de Marx, pero los militantes revolucionarios deben «apropiarse» de estos resultados para ponerlos al servicio de un programa de transición hacia el socialismo. Y es en este aspecto, que es central para nosotros, en el momento de construir un programa coherentemente revolucionario y que tenga carácter de clase proletario e independiente, que nuestros caminos se separan de Foster[77] . Mientras el sostiene que «los marxistas ecológicos sugieren que hay signos del nacimiento de lo que podría llamarse un naciente “proletariado ambiental”»[78], los marxistas revolucionarios creen que esta es una posición incorrecta, que se hace eco de las viejas posiciones tercermundista que han caracterizado históricamente a la Monthly Review, desde la época de Sweezy[79]. Claramente no negamos que los efectos del cambio climático y la devastación de la naturaleza los sufren más los pueblos más oprimidos por el imperialismo, pero la identificación de un nuevo «sujeto social revolucionario» nos parece no solo problemática desde el punto de vista analítico, pero sobre todo equivocado política y programáticamente: para nosotros es fundamental para el proceso revolucionario la clase obrera, el proletariado en el sentido «clásico», precisamente porque estamos pensando en un proceso que debe apuntar a la subversión del sistema productivo y de las relaciones de producción capitalistas. La noción de «proletariado ambiental» nos parece prefigurar una lucha sin un claro carácter de clase, y esto de hecho es coherente con lo que luego afirma Foster sobre las fases (¿etapas?) que prevé para esta lucha:
«… esta tarea sin duda pasará. a través de una fase ecodemocrática, buscando construir una alianza amplia, en la que la gran mayoría de la humanidad ajena a los intereses dominantes se verá obligada por la creciente inhumanidad a exigir un mundo caracterizado por el desarrollo humano sostenible. Con el tiempo, esto probablemente creará las condiciones para una segunda fase ecosocialista, más decisiva, de lucha revolucionaria, encaminada a crear una sociedad inspirada en el lema “¡cada cual según sus capacidades, cada cual según sus necesidades!” y fundada sobre una base sostenible»[80].
Por lo tanto, habría una fase democrática de la lucha, al menos temporalmente distinta, pero quizás incluso opuesta a una fase socialista posterior. En definitiva, una tipología de reformulación de la lucha muerta (pero desafortunadamente no enterrada) en el 1917 … Y quien habla de un «proletariado ambiental» de hecho apoya este análisis «etapista» dándole a la lucha una connotación geopolítica, apoyando a los países del hemisferio sur, en particular los del llamado «socialismo del siglo XXI», que representan el «verdadero proletariado ambiental», es decir, ¡los gobiernos nacionalistas burgueses antiobreros! Por tanto, no es casualidad que uno de los libros de Foster, The ecological revolution (2009), cierre con las palabras de «uno de los defensores más elocuentes, a nivel mundial, del medio ambiente global y los derechos indígenas»[81] … ¡Evo Morales![82] La frase que se informa es que «no habrá solución a la crisis ecológica global» hasta que se cambie el sistema capitalista con un sistema basado en la complementariedad, la solidaridad, la armonía entre los pueblos y la naturaleza»[83].
No hay evidencia de que Morales haya hecho nada de esto mientras gobernaba Bolivia …
Creemos que el tratamiento marxista del problema ecológico, bien reconstruido por Burkett y Foster, es la demostración de que, especialmente en este campo, la necesaria revolución socialista no puede ignorar a la clase obrera y su papel en la producción: «la categoría de intercambio orgánico como regulación racional de la relación entre sociedad y naturaleza y la crítica de sus determinaciones históricas que pueden sentar las bases para la integración en la perspectiva anticapitalista de una estrategia ambiental»[84].
Como hemos visto «intercambio orgánico» es, en cierto sentido, sinónimo de «trabajo»[85]. ¿Cómo podemos entonces aceptar las categorías marxistas y no colocar al proletariado, con su necesidad de independencia de clase de la burguesía, en el centro de nuestro programa revolucionario? ¿Significa esto que no estamos buscando otros aliados en la lucha contra el cambio climático? No, significa que estamos dispuestos a aliarnos con quienes puedan compartir nuestras batallas contra el cambio climático y la destrucción del medio ambiente, pero que llevamos adelante desde el principio en una perspectiva socialista. De nuevo, ¿significa esto que solo presentamos propuestas socialistas y nos oponemos a las mínimas o «democráticas»? No, significa que el programa que presentamos a la clase obrera y a todos aquellos que quieren salvar el planeta tierra es un programa de transición para el socialismo, que incorpora varias demandas y objetivos, incluidos los democráticos, pero que debe culminar, para ser efectivo y no ilusorio, en la toma del poder por los trabajadores y los sectores sociales aliados a ellos, en la destrucción del sistema capitalista y en la construcción de una nueva economía. Este es el método que los trotskistas siempre hemos reclamado, porque condujo a la victoria el 17 de octubre.
Llegados a este punto, el lector podría legítimamente preguntarse si las críticas políticas que hemos hecho a Foster y su corriente académica no invalidan sus estudios teóricos. En la medida en que hemos podido conocer estas elaboraciones, nos parecen a nivel teórico el análisis más coherente del pensamiento de Marx sobre el tema. Quizás algunos conceptos sean profundizables o cuestionables, como el concepto de desarrollo humano sostenible[86], pero conceptos como el de «fractura metabólica» nos parecen poner de nuevo a Marx en el lugar que le pertenece también en el «campo ecológico». Creemos que las posiciones políticas equivocadas de Foster no se pueden atribuir a la teoría de la fractura metabólica, así como la política de los «frentes populares» no se puede atribuir a la necesidad de la clase obrera de defenderse de la reacción. Sabemos bien que los reformistas son capaces de justificar su alianza con la burguesía con cualquier tipo de excusa. El límite del marxismo académico, es decir, la investigación teórica sin compromiso militante, es esencialmente el de no poder liberarse de la influencia del reformismo. Como marxistas revolucionarios, sin embargo, no debemos tener reparos en tomar lo bueno de estos análisis, liberarlos de la escoria política reformista y ponerlos al servicio de nuestro proyecto revolucionario general.
«Para Marx, el socialismo era una nueva forma revolucionaria de reproducción metabólica social dirigida a la realización de las necesidades de la comunidad, arraigada en condiciones de igualdad sustancial y sostenibilidad ecológica. Se definió como una sociedad en la que “el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos”, pero en la que también era fundamental proteger el poder productivo de la tierra misma en interés de lo que Marx llamó en El Capital.
“… la cadena de las sucesivas generaciones de la raza humana”[87]».
Solo una revolución proletaria basada en la democracia obrera, es decir, que organice un nuevo estado en el que los trabajadores se organicen en consejos para dirigir la economía y el propio Estado, puede garantizar todo esto. Y esta es la perspectiva por la que luchan los marxistas revolucionarios.
Traducción: Javier Martínez.
* Este artículo publicado originalmente en la revista teórica del PdAC – Italia).
[1] J.B. Foster, B. Clark, The robbery of nature. Capitalism and the ecological rift, 2020, Monthly review press, versione ebook, p. 143.
[2] Por ejemplo, el texto «clásico« de Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, publicado en Alemania Occidental en 1962, y del cual la edición italiana de 1969 (per i tipi Laterza) fue la primera traducción de la obra.
[3] Pensemos en los estudios realizados por Tiziano Bagarolo, tanto individualmente como en la entonces Liga Comunista Revolucionaria, y el libro de Michele Nobile, Merce-natura ed ecosocialismo, 1993, Erre emme edizioni.
[4] La editorial Alegre ha publicado dos libros de Daniel Tanuro L´impossible capitalismo verde (2011) y È troppo tardi per essere pessimisti (2020), que vuelve a proponer el análisis del antiguo Secretariado Unificado (ahora Comité Internacional) de la Cuarta Internacional, cuya expresión más completa es quizás el libro Écosocialisme de Micheal Löwy, que tampoco ha sido traducido al italiano. Por no mencionar, por ejemplo, que de las decenas de libros publicados por los autores vinculados a la Monthly review no hay ni el mínimo rastro
[5] John Bellamy Foster (1953) es profesor de sociología en la universidad de Oregón y desde el 2000 es director de la Monthly review. Entre sus libros sobre el tema ambiental recodar Marx’s ecology (2000), The ecological revolution (2009), The ecological rift (2010, con B. Clark e R. York), Marx and the Earth (2016, con P. Burkett) así como otros citados en este artículo.
[6] Marcello Musto (editado por), Marx revival. Concetti essenziali e nuove letture, 2019, Donzelli editore. El ensayo de J.B. Foster, “Ecologia”, se encuentra en las páginas 199 a 219. Aprovechamos la ocasión para señalar que en italiano está al menos publicado otro ensayo de J.B. Foster, “I Grundrisse e le contraddizioni ecologiche del capitalismo”, igualmente en una edición publicada por M. Musto I Grundrisse di Karl Marx. Lineamenti fondamentali della critica dell’economia politica 150 anni dopo, 2015, Ets.
[7] No es irrelevante recordar que hay toda una línea de análisis que contrasta el pensamiento dialéctico de Marx con un supuesto «dogmatismo» de Engels. Según esta visión, fue Engels quien creó el «marxismo» después de la muerte de Marx, con textos como Anti-Dühring que distorsionarían el espíritu de la dialéctica marxista. En el pasado, el Anti-Dühring fue escrito en vida de Marx, y sus comentarios sobre el texto de Engels fueron entusiastas, lo que demuestra la falta de fundamento de este análisis. Sin embargo, los autores que se refieren a visiones de este tipo (por ejemplo el citado Alfred Schmidt) tienden a contrastar la visión de Marx de la naturaleza con la de Engels, en particular la contenida en Dialéctica de la naturaleza: esta, que es una obra inacabada en la que Engels estuvo trabajando desde la década de 1870 hasta 1883, y cuyos manuscritos fueron publicados en 1925 por el instituto Marx-Engels-Lenin, se considera que fue precursora del diamat de Stalin, es decir, una aplicación del «materialismo dialéctico» a campos en los que no debería aplicarse . Por nuestra parte, aunque no identificamos a Marx con Engels, creemos que el marxismo es el resultado de las aportaciones tanto de Marx como de Engels, y no encontramos contradicciones significativas entre ambos, ni siquiera en lo que respecta a la concepción de la naturaleza. Sin querer emitir un juicio sobre la Dialéctica de la Naturaleza, recomendamos el último libro de J.B. Foster, The return of nature: socialism and ecology, 2020, Monthly review press, en la que el autor dedica una de las 3 partes del libro específicamente a la figura de Engels, con un capítulo específico sobre el análisis de la Dialéctica de la naturaleza, que el contenido, reconstruye de manera exhaustiva el contexto en el que Engels trabajó en la obra.
[8] M. Nobile, op. cit., p. 13.
[9] Esta «primera fase» no debe entenderse en un sentido puramente temporal: en realidad se incluyen los primeros estudios de los años ochenta y principios de los noventa, pero incluimos a todos aquellos que aún sostienen que el análisis marxista es defectuoso desde el punto de vista ambiental y que debe integrarse con la ecología, como es el caso de Löwy.
[10] J.B. Foster, “Foreword” (“Prefacio”) a la segunda edición P. Burkett, Marx and nature: a red and green perspective, 1999, Haymarket books, 2016, p. 6.
[11] Ivi, p. 6.
[12] Ivi, p. 6
[13] El propio Foster escribe en realidad: «El socialismo de la primera fase con su combinación ecléctica de Teoría Verde y marxismo es reemplazado por una visión marxista ecológica más profunda y desarrollada, derivada de los fundamentos teóricos proporcionados por el propio Marx, sacados a la luz por las investigaciones ecosocialistas de la segunda fase. La práctica ecológica socialista resultante podría llamarse marxismo ecológico (o ecosocialismo de tercer nivel). Sin embargo, también podría considerarse que constituye el marxismo en su verdadero sentido, independientemente de cualquier adjetivo calificativo. Nada podría estar más en línea con la visión clásica de Marx de los productores asociados racionalmente que regulan el metabolismo entre la humanidad y la naturaleza». Véase J.B. Foster, “Ecología”, en M. Musto, op. cit., 2019, p. 217.
[14] Kohei Saito, Karl Marx’s ecosocialism. Capital, nature and the unfinished critique of political economy, 2016, Monthly review press, 2017, pp. 13-14. traducción propia desde el ingles. Senalar que el título original de la obra publicada en alemán es Natur gegen Kapital: Marx’ Ökologie in seiner unvollendeten Kritik des Kapitalismus [Naturaleza contra capital: la ecología de Marx en su critica incompleta del capitalismo ].
[15] Ivi, p. 14.
[16] P. Burkett, Marx and Nature: a red and green perspective, 1999, St. Martin’s press, p. 26. La traducción es nuestra del inglés Todas las citas de Marx y Engels contenidas en el texto de Burkett, en la imposibilidad de comprobar las ediciones de las que están tomadas, han sido traducidas por nosotros del texto inglés, con la indicación entre paréntesis de la obra original de la que están tomadas.
[17] Karl Marx, Critica al Programma di Gotha, 1875, Massari editore, 2008, p. 33.
[18] P. Burkett, op. cit., 1999, p. 31.
[19] El término utilizado por Marx es stoffwechsel, que se ha traducido de diversas formas, entre ellas precisamente «interacción metabólica», «metabolismo» o incluso «recambio orgánico» («intercambio material» en la traducción de Roberto Fineschi del Capitale publicada en 2011 por La città del sole nel XXXI volume delle Opere complete di Marx ed Engels. Según Alfred Schmidt, Marx habría tomado este término del fisiólogo Jakob Moleschott (1822-1893), pero Foster cuestiona esta interpretación de Schmidt, señalando que el término ya estaba en uso en la literatura científica y Marx lo habría retomado. después de haber estudiado cuidadosamente al químico alemán Justus von Liebig (1803-1873). Cfr. J.B. Foster, Marx’s ecology: materialism and nature, 2000, Monthly review press, p. 161.
[20] P. Burkett, op. cit., 1999, pp. 133-134.
[21] Ivi, p. 57.
[22] Kohei Saito también insiste mucho en la importancia de esta separación para Marx, Saito sostiene que esta es la base de la concepción marxista de la alienación. Cfr. il capitolo “Alienation of nature as the emergence of the modern”, in K. Saito, op. cit., pp. 25-62.
[23] P. Burkett, op. cit., 1999, 74.
[24] Ivi, pp. 76-77.
[25] Ivi, p. 88.
[26] Ivi, p. 135
[27] Ivi, pp. 79-80.
[28] Ivi, p. 52.
[29] Ivi, pp. 80-82.
[30] Ivi, p. 82.
[31] Ivi, p. 52.
[32] Ivi, p. 94.
[33] Ivi, p. 98.
[34] Ivi, p. 107-108.
[35] Ivi, p. 110.
[36] Ivi, pp. 113-116.
[37] En “Literatura y Revolución”, un texto escrito entre 1922 y 1923 para celebrar la Revolución Victoriosa y esbozar parte de sus deberes artísticos y en la creación de un «hombre nuevo», Lev Trotsky escribirá: «La máquina no se interpone en el camino de la tierra. La máquina es la herramienta del hombre moderno en todos los campos de la vida. La ciudad de hoy es transeúnte. Pero no se disolverá en el viejo pueblo. Por el contrario, será el pueblo el que se elevará a la ciudad. Esta es nuestra tarea principal» (L. Trotsky, Literatura y Revolución, 1923, Einaudi, 1973, p. 223). Se puede ver que en este paso la necesidad, ya señalada por Marx, de que superar la antítesis ciudad/país (como forma específica de antítesis hombre/naturaleza) es uno de los objetivos programáticos de la sociedad comunista.
[38] La lectura de estos escritos, que forman parte de los Cuadernos de París, como obra aparte y completa ha sido objeto de serias críticas. Saito contextualiza estas críticas, en nuestra opinión a la perfección, en su libro El ecosocialismo de Marx.
[39] Esta teoría, sustentada en particular por Louis Althusser, es criticada por Saito en el libro aquí citado
[40] K. Saito, op. cit., p. 26.
[41] Ivi, pp. 28-29.
[42] Ivi, p. 44.
[43] P. Burkett, op. cit., 1999, p. 125.
[44] Ivi, p. 126.
[45] Ivi, p. 126.
[46] Ivi, p. 127-128.
[47] J.B. Foster, “Marx’s theory of metabolic rift”, in American journal of sociology, n. 105, setiembre 1999, pp. 366-405.
[48] K. Marx, “The Chartists”, 10 agosto 1852, publicado originalmente en el New York Daily Tribune, #3543, 25 de agosto de 1852, por K. Marx, F. Engels, Collected works, vol. XI, International publishers, 1979, p. 333. La traducción es nuestra del inglés. La cita continúa de la siguiente manera: «En resumen, no se puede tolerar ninguna restricción, regulación o monopolio político o social a menos que se base en las «leyes internas de la economía política», es decir, las condiciones en las que el capital produce y distribuye».
[49] La cursiva es nuestra.
[50] J.B. Foster, Op. cit., 2000, págs. 156-157. La traducción al inglés es nuestra. El paso es una transposición casi idéntica de la contenida en el ensayo del año anterior, cf. J.B. Foster, Op. cit., 1999, págs. 379-380.
[51] J.B. Foster, op. cit., 2000, p. 163.
[52] Ivi, p. 164.
[53] El lector tiene derecho a preguntarse por qué queríamos «proceder a la inversa», es decir, desde los pasos marxianos de la crítica ecológica del sistema capitalista hasta su concepción general de la naturaleza, y no desde la concepción general hasta los análisis particulares. Creemos que esta forma de proceder ha dado la debida importancia al componente práctico-real del análisis de Marx, evitando que sus consideraciones parezcan filosófico-abstractas, que de ninguna manera lo son.
[54] Sobre la cuestión de la influencia del materialismo de Feuerbach en el joven Marx, y sobre la superación de Marx de estas concepciones materialistas vulgares, nos referimos al artículo de Fabiana Stefanoni, «Por qué los filósofos no cambian el mundo. Marx and Engels’ criticism of the Hegelian Youth and Feuerbach. ¿Qué sigue siendo relevante en ese debate?», en Trotskismo hoy, n. 16, primavera de 2020, pp. 12-19.
[55] Alfred Smith, Il concetto di natura in Marx, 1962, Edizioni Punto rosso, 2017, p. 83.
[56] Ivi, p. 124.
[57] Ivi, pp. 124-125.
[58] Ivi, p. 126.
[59] Ivi, p. 132.
[60] J.B. Foster, op. cit., 2000, p. 157.
[61] Ivi, p. 158.
[62] A. Schmidt, op. cit., p. 157.
[63] M. Nobile, op. cit., p. 43.
[64] Ivi, p. 42.
[65] Ivi, p. 53.
[66] A. Schmidt, op. cit., p. 158.
[67] P. Burkett, op. cit., p. 152.
[68] Ivi, p.154.
[69] Ivi, p. 172.
[70] F. Engels, Dialettica della natura, 1925, in K. Marx, F. Engels, Opere complete, vol. XXV, Editori Riuniti, 1974, p. 468.
[71] A. Schmidt, op. cit., pp. 163-164.
[72] F. Engels, Anti-Dühring, 1878, Edizioni Lotta comunista, 2009, p. 141.
[73] A. Schmidt, op. cit., p. 162.
[74] No tenemos forma de entrar en el tema en la economía de este ensayo, pero la propia investigación científica está condicionada por la forma en que se produce: la investigación, financiada casi en su totalidad por empresas privadas, no puede, de hecho, ir más allá de ciertos límites o en direcciones que no son útiles para el capital. Y los descubrimientos realizados dentro de estos límites ya estrechos no se aplican racionalmente a la interacción metabólica de la sociedad con la naturaleza. Una revolución que cambie la forma de producción abriría posibilidades inimaginables hoy en día.
[75] M. Nobile, op. cit., pp. 14-15.
[76] M. Nobile, op. cit., pp. 52-53.
[77] Tomemos a Foster, por ejemplo, solo porque sus conclusiones políticas están expuestas en el ensayo ‘Ecología’ ya mencionado, y por lo tanto nos ofrece una simple oportunidad para la crítica.
[78] J.B. Foster, “Ecologia”, in M. Musto, op. cit., 2019, p. 215.
[79] Paul Marlor Sweezy (1910-2004) fue un economista marxista y fundador de la Revista Mensual en 1949. Las llamadas posiciones del tercer mundo sostenían que el centro de gravedad de la lucha de clases se había desplazado de los países capitalistas avanzados a los países dependientes, convirtiéndose, según algunos, en una lucha entre el norte y el sur del mundo. No está claro cómo es posible que estas teorizaciones sobrevivieran a los franceses del 68…
[80] Ivi, pp. 216-217.
[81] La cita es citada por M. Löwy en su libro Écosocialisme al final del octavo capítulo. Dicho esto, en el pasado, Löwy no hace ninguna crítica a Foster por esta referencia a Evo Morales. Pero en lo que respecta a Löwy, nos remitimos al apéndice de este ensayo.
[82] Debería ser superfluo reiterar que no estamos de acuerdo con la caracterización de Foster de Evo Morales.
[83] Ivi.
[84] M. Nobile, op. cit., p. 18.
[85] Estos dos términos indican dos aspectos diferentes (relación hombre-hombre y relación hombre-naturaleza) de la misma actividad humana, es decir, la creación de valores de uso.
[86] Distinto del concepto de «desarrollo sostenible» utilizado por los economistas burgueses. Véase P. Burkett, Marxismo y economía ecológica. Towards a red and green political economy, 2006, Brill, in particular chapter decimo, «Marxism, ecological economics, and sustainable human development». La economía de este ensayo, que ya es de cuerpo entero, no nos permitió tratar esto como otros temas, sino sólo dar una imagen general.
[87] J.B. Foster, “Ecologia”, in M. Musto, op. cit., 2019, p. 217.