Mié Oct 16, 2024
16 octubre, 2024

El agronegocio es fuego y destrucción

Por: Jeferson Choma

Hubo un tiempo en que los brasileños celebraban el hecho de que no había grandes desastres naturales en el Brasil, como sí ocurre en muchos otros países. Pero ese tiempo acabó. La catástrofe de Rio Grande do Sul, en mayo, y el humo de los incendios que sofocaron parte del país, particularmente São Paulo, muestran que el cambio climático llegó para quedarse.

Es importante enfatizar que la causa del calentamiento global son las emisiones desenfrenadas de Gases de Efecto Invernadero (GEI) causadas por la industria y la agricultura capitalistas. Por lo tanto, no hay nada “natural” en el calentamiento global. No es provocado por ningún ciclo biogeoquímico en el Sistema Tierra ni por ninguna fuerza cósmica. Está estrechamente vinculado al surgimiento de la economía industrial y su consumo voraz de combustibles fósiles e impulsado por la incesante acumulación capitalista.

El año 2023 fue el más caluroso jamás registrado en 125.000 años. Entre junio del año pasado y junio de 2024, prácticamente todos los días se registró una temperatura media en la superficie terrestre igual o superior a 1,5 ºC. Vale recordar que este es el límite que establecido por el Acuerdo de París para mantener, digamos, un calentamiento “más controlable”.

La temperatura de los océanos también sigue aumentando. En 2023 superaron todos los registros anteriores, y este año siguen subiendo aún más. Los océanos son los mayores reguladores del clima de la Tierra, distribuyendo, de un lado a otro del planeta, la energía absorbida por el Sol. Son los océanos los que también dieron la última palabra en la mayoría de las extinciones en masa conocidas por la ciencia. Y el exceso de calor y de dióxido de carbono (CO2) puede interrumpir la circulación de las corrientes y provocar un colapso de la vida marina. De hecho, los niveles de CO2 en la atmósfera son los más altos jamás registrados en 800.000 años. En verdad, la humanidad, que tiene sólo 300.000 años, nunca ha vivido en un planeta con tal concentración de dióxido de carbono como la actual.

El calentamiento y la mayor disponibilidad de energía (calor) en la Tierra intensifican los fenómenos climáticos extremos, como El Niño de 2023-2024, el más intenso desde 1940. Esto desencadenó una serie de otros fenómenos extremos, como lluvias torrenciales, calor extremo y sequías. La catástrofe de Rio Grande do Sul en mayo y la actual sequía en el Amazonas, así como las olas de calor y los incendios en la mayor parte del Brasil, están todas relacionadas. Son más que el anuncio de una nuevo padrón metrológico para el país. Son un presagio de un futuro que estará marcado por nuevas catástrofes producidas por fenómenos extremos cada vez más intensos y cada vez más frecuentes.

¿Por qué ardió São Paulo?

El 18 de agosto el humo de los incendios en la Amazonía llegó al sur del país. Los llamados “ríos voladores” se convirtieron en ríos de ceniza de la selva y también de los incendios del Pantanal. En Porto Alegre (RS), la jornada terminó temprano a causa del hollín, que ascendió gradualmente hacia el Centro-Sur del país, pero cuando llegó a São Paulo, el día 22, el hollín se combinó con el humo de potentes incendios en el interior de todo el Estado. Esta macabra sincronía sólo fue posible debido a la extrema sequía que se vivía en la mayor parte del territorio nacional.

Pero no fue sólo eso. Imágenes de satélite muestran que el fuego en São Paulo ocurrió, principalmente, entre los días 22, 23 y 24, lo que indica una acción coordinada bien al estilo del día del fuego, cuando el 10 y el 11 de agosto de 2020 estancieros y acaparadores de tierras [grileiros] atizaron fuego en el Amazonas, alentados por los discursos de Bolsonaro. Además, las imágenes muestran que los incendios ya comenzaron en grandes proporciones territoriales. Todo indica que fueron iniciados en vastas áreas rurales más o menos al mismo tiempo, en grandes cantidades, y que se salieron completamente de control, amenazando barrios, condominios, carreteras, ciudades y todo lo que estuviera por delante.

Este patrón de quema es muy común en la quema de paja de caña de azúcar, una práctica arcaica y parcialmente prohibida en el Estado, pero que es utilizada insistentemente por los propietarios de ingenios. Imágenes de satélite también muestran que los grandes incendios se originaron en áreas donde en el uso del suelo predomina el monocultivo de caña de azúcar, y las llamas también pueden haber cobrado fuerza en cultivos de eucalipto, otro producto del agro en São Paulo.

Cualquier investigación seria y cuidadosa, que correlacione el origen de los incendios con la ocupación del suelo, concluirá que la agricultura capitalista, el llamado agronegocio, es la culpable de los incendios.

La legislación de São Paulo sobre la quema de caña de azúcar es completamente laxa. Y eso es a propósito. En 2021, en un negacionismo que daría envidia a cualquier bolsonarista, el Estado de São Paulo cuestionó el hecho de que la quema fuera perjudicial para la salud de la población. El Ministerio Público Federal también descubrió que la fiscalización de las quemas es un chiste. El Ibama no realiza el licenciamiento ambiental ni expide las autorizaciones para la supuesta “quema controlada”, ni la Cetesb (Compañía Ambiental del Estado de São Paulo) requería ni promovía ningún tipo de licenciamiento ambiental o Estudio Previo de Impacto Ambiental. Este año, el Portal de la Cetesb solo mencionó que está prohibida la quema “entre el 1 de julio y el 30 de noviembre”, “en el período comprendido entre las 06:00 y las 20:00 horas, según lo establecido en la Resolución SEMIL 55 del 1 de julio de 2024”. En otras palabras, hacer fuego durante el día estaba liberado.

Toda esta laxitud tiene un objetivo: permitir que los grandes ingenios sigan incendiando los cañaverales. La quema reduce el costo de producción. Es más lucrativa para los propietarios de los ingenios.

Son varias las denuncias que investiga el MPF que señalan a los propietarios de ingenios como los grandes promotores del fuego, entre ellos está Raízen, ex Cosan, hoy un gigante del sector, con 860.000 hectáreas de superficie agrícola cultivada en el país, R 120.000 millones de reales de facturación y 26 unidades de producción de azúcar, etanol y bioenergía, uno de los mayores productores y exportadores del sector en el país. Su dueño es el agromillonario Rubens Ometto, uno de los mayores multimillonarios del país según la revista Forbes, y amigo de todos los que están en el poder, desde Bolsonaro, pasando por Tarcísio de Freitas hasta Lula.

Junto a estos gobiernos, el multimillonario y sus amigos propietarios de ingenios promueven la idea de que la bioenergía es una de las soluciones para la “transición energética”. Algo que comparten muchos elegidos e incluso está respaldado por documentos oficiales del gobierno.

Proyecto Mad Max Brasil

El agronegocio y la deforestación son responsables de 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Todos los gobiernos, ya sea a nivel estadual o federal, apoyan el avance del sector. Los incendios en la Amazonía indican la apertura o consolidación de nuevas fronteras para la expansión ganadera y sojera y transforman ríos voladores en ríos de humo (leer aquí) . En São Paulo, el sector combina una agricultura intensiva e hipermoderna con técnicas arcaicas, la sobreexplotación de la mano de obra (incluso, trabajo esclavo) y de la naturaleza.

Y quien financia la expansión de la destrucción es el Estado brasileño. El año pasado se destinaron 360.000 millones de reales al agro y este año el gobierno federal anunció otros 400.000 millones de reales para el sector. Esta montaña de dinero sirve en el agro para producir superávit en la balanza de pagos, atrayendo dólares para que el gobierno pueda remunerar el sistema financiero con el pago de la deuda pública. La territorialización del sector está, por tanto, plenamente conectada con el capital financiero. Los ganadores son media docena de banqueros, especuladores y los grandes del agro.

La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, tiene razón cuando califica los incendios como acciones criminales. Pero resulta repugnante cuando el gobierno Lula y la ministra piden “a la gente que deje de provocar incendios”. ¿Qué personas son estas? ¿Por qué el gobierno insiste en fingir que no sabe quién es el verdadero responsable? Porque sigue gobernando para el agronegocio.

Es necesario castigar de manera ejemplar a los barones del agro que promueven la destrucción. Pero para que esto suceda es necesario romper con el agronegocio y construir un nuevo modelo de agricultura, agroecológica y sintrópica, que produzca alimentos saludables para la población.

Promover y sostener el agro significa mantener la economía política del proyecto Brasil-Mad Max. Este es el modelo de desarrollo económico que nos está llevando rápidamente hacia el abismo. Y ningún lindo discurso ni ninguna otra “cortina de humo” que se pueda dar en la COP-30, que se celebrará en Belém (PA) en noviembre de 2025, podrá tapar el humo que se eleva desde los cañaverales, los humedales y nuestros bosques.

Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 27/8/2024.-

Traducción: Natalia Estrada.

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