África: ¿Sahel, de los golpes de estado a la revolución?
El 26 de julio de este año tuvo lugar en Níger un golpe de Estado que redundó en la toma del poder por parte de los militares, en la figura del general Abdulrahman Tchiani, comandante de la Guardia Presidencial del depuesto presidente Mohammed Bazoum. Así, Níger se juntó a Burkina Faso, Guinea-Conakry, Malí y, posteriormente, Gabón en la lista de países donde se produjeron golpes de Estado.
Por: Antonio Tonga
El Sahel, donde el colonialismo muestra su cara más brutal
Níger está situado en el Sahel, subregión de África Occidental, en forma de franja que atraviesa el continente desde la costa occidental en el océano Atlántico hasta el mar Rojo en el Este, marcando el límite norte entre el desierto de Sáhara y la porción subsahariana del continente.
A pesar de sus riquezas minerales, los países del Sahel se enfrentan dramáticamente a los efectos del cambio climático, que hacen que durante el año hasta 50% de la tierra cultivable sufra los efectos de una severa sequía, siendo una de las regiones más pobres del mundo, donde la ausencia de infraestructura se combina con los bajos niveles de alfabetización.
Históricamente sede de algunas de las principales civilizaciones africanas, por su ubicación como frontera entre el mundo mediterráneo y las sabanas del África Occidental, en esta región surgieron los imperios de Ghana, Malí y Songhai, que dejaron grandes centros de conocimiento y cultura, como podemos ver en Tomboktou y Gao.
Sin embargo, la historia reciente del Sahel está marcada por el colonialismo francés, el trabajo forzado, el desplazamiento forzoso de estos pueblos y territorios, en la llamada África Occidental Francesa, cuyo poder se alió con las autoridades regionales más sumisas y oportunistas, aplastando a los resistentes, y aliándose con las estructuras sociopolíticas verticales y patriarcales propias de la región.
Hoy vemos el efecto brutal del neocolonialismo francés, que estableció acuerdos poscoloniales que obligan a los países independientes a pagar las deudas dejadas por la administración colonial. La aplicación del franco CFA, emitido y controlado por el tesoro francés, garantiza a Francia el poder de intervenir militarmente en su interés, lo que se ha producido repetidamente en forma de golpes de Estado y envío de fuerzas militares francesas. De este modo, se aseguró el saqueo de las materias primas locales en condiciones ultrafavorables, como es el caso de la empresa minera francesa Orano, que domina el mercado de exploración de uranio en el país y tiene un capital propio que duplica el PIB de Níger.
Las aspiraciones francesas en África cobran nueva importancia en el actual equilibrio de fuerzas mundial, cuando la carrera armamentista es una realidad pos invasión rusa de Ucrania, y la soberanía energética y la transición verde guían las prioridades de los países.
La lucha de los pueblos del Sahel en defensa de sus intereses
Hoy, a pesar de todas las iniciativas de ayuda humanitaria de los aparatos mundiales, más de diez millones de personas en el Sahel están amenazadas por la inseguridad alimentaria. A ello se suma la profunda crisis provocada por la proliferación de grupos yihadistas desde la última década, que ha puesto en riesgo el abastecimiento interno y ha creado un auténtico éxodo en las áreas de influencia de estos grupos insurgentes.
La situación de extrema impopularidad de los gobiernos y de las tropas francesas, que, tras un largo desgaste en el combate al terror, poco o nada tuvieron para mostrar, se combina con una enorme inestabilidad, producto de los factores antes mencionados, lo que ofrece el telón de fondo perfecto para los golpes.
Así, además de ser expresión del rotundo fracaso de la estrategia del imperialismo, los golpes son también expresión inequívoca de la lucha de clases, siendo obligación de los revolucionarios y de quienes luchan por nuestro continente dialogar con el justo sentimiento de satisfacción de las masas cuando se da el derrocamiento de los agentes de Francia.
Por una verdadera independencia nacional
Es una tarea indispensable de la Revolución Africana romper con el neocolonialismo imperialista francés, pero también con el poder de Estados Unidos, como principal potencia mundial. Por lo tanto, ante cualquier amenaza de invasión del Bloque de la CEDEAO (Comunidad de Países de África Occidental) a Níger, estaremos en el campo de los nigerinos que instan a sus hermanos Hausa-Fulani de Nigeria a resistir al gobierno lacayo del recién elegido Bola Tinubu, impidiendo cualquier invasión que restituya a Bazoum en Níger.
Sin embargo, a pesar de ser importante, esta posición en sí misma no contribuye a elevar las condiciones de lucha de las clases explotadas más allá de las fronteras del poder golpista de los militares de la región; es necesario apretar el acelerador para garantizar la expulsión de los verdugos de los pueblos africanos, con los que los militares inevitablemente van a conciliar.
Sin duda, este pedal se activa cuando las amenazas francesas y de la CEDEAO obligan a los regímenes de Malí, Burkina y Níger a considerar seriamente la unión entre los tres países. Nosotros, los revolucionarios, debemos aprovechar la oportunidad para hacer propaganda de la idea de una federación del Malí socialista, que permita elevar las posibilidades de estos pueblos.
Aún así, en ningún momento tenemos ilusiones en los gobiernos militares que asumen el poder. Primero, porque sabemos que las fuerzas armadas son el brazo del Estado capitalista y de la represión de la clase trabajadora. Además, conocemos la centralidad que desempeñan las instituciones militares como garantes de la entrega de recursos del continente al imperialismo, y no es raro que muchos de los hombres fuertes de los regímenes se conviertan en generales empresarios. La garantía de la aplicación de los intereses de los pueblos africanos es que el poder esté en manos de los trabajadores.
En la lucha por la soberanía de los pueblos africanos, Rusia y China no son aliados
Por otro lado, aquí es también donde Rusia y, en otro nivel, China, entran en juego como supuestos “amigos” de los pueblos africanos.
Rusia ha desarrollado una agresiva política de cooptación, basada en la presencia del Grupo Wagner sobre el terreno, ofreciendo a los nuevos regímenes militares fuerzas mercenarias que no responden a ningún Estado, por lo que no nos sorprenden los preocupantes informes de masacres llevadas a cabo por este grupo. ¡Y más! Con Wagner no hay almuerzo gratis, y es por eso que los hombres anteriormente liderados por Prighozin han recibido su parte en la exploración de materias primas principalmente de Mali y de la República Centroafricana.
Putin aprovecha el “éxito” de la presencia de Wagner en África para blanquear las consecuencias nefastas para el continente africano de su política de bloqueo de salida de los cereales ucranianos.
Para complementar esto, la política más sutil de China ha llevado a cabo numerosos emprendimientos y préstamos, sobre todo en términos de infraestructura, que potencialmente salvaguardan su posición de explotador de los pueblos africanos. Hablamos concretamente de emprendimientos como el Puerto de Mombassa y la carretera que lo conectará con Nairobi, en Kenia, y también de la construcción del Puerto de Djibouti, que conectaría al mar la única base militar de China en África. Todas estas construcciones masivas vienen con la contrapartida de que, si no se cumplen las obligaciones de la deuda, la gestión pasará a China, que ha estado disfrutando de una creciente influencia como potencia imperialista emergente, capaz incluso de cerrar las puertas de los BRICS a un coloso económico como es Nigeria en detrimento de Etiopía, socio de Beijing.
Es fundamental para nosotros comprender el carácter imperialista de China y de Rusia, y cómo estos nuevos agentes de la lucha imperialista no son la solución para la Revolución Africana: sólo quieren acceder al botín de las riquezas del continente africano.
La caída de lacayos del imperialismo francés, como Ali Bongo de Gabón, representa la posibilidad de que se abra una nueva etapa en la lucha de clases en el continente. Sin embargo, para que esta etapa avance decisivamente hacia la emancipación de los pueblos africanos, la clase trabajadora debe avanzar, junto con las demás clases explotadas, para asumir el protagonismo. Recordamos la Revolución burkinesa de los años 1980 para afirmar que los golpes sólo se convierten en revoluciones cuando la clase entra en juego como motor de las transformaciones. Sólo la clase trabajadora organizada, con sus propios organismos y organizaciones, puede hacer la revolución en el campo, imponer una planificación de la producción para que el pueblo no pase hambre, y democratizar estructuras autoritarias como las fuerzas armadas, para que las armas estén siempre del lado cierto. Sólo la clase consciente de la penuria del neocolonialismo, y consciente de su fuerza y del carácter internacional de la lucha por la emancipación del continente, puede, con coraje, cancelar el pago de las deudas a los países imperialistas.
Por estas razones, el Sahel y todo el continente deben pasar de los golpes a la Revolución.
Artículo publicado en Em Luta, Portugal, 28/9/2023.-
TraducciónL Nataliai Estrada.