Anotaciones sobre el Ejército Libre de Siria

Desde el inicio de la revolución siria en marzo de 2011, el régimen sirio denominó las protestas pacíficas como una “conspiración global” contra un régimen que “resiste a Israel”. Por eso siempre consideró la supresión de esta “conspiración contra Palestina” como legítima y necesaria. Esta retórica falsa no impidió al primo del dictador Bashar al-Assad, el multimillonario Rami Makhlouf, declarar al New York Times el 11 de mayo de 2011 que “la seguridad de Israel es la seguridad de Siria”. Los portavoces del régimen se limitaron a decir que se trataba de una “opinión personal”, en un país en que los servicios de inteligencia impiden cualquier “opinión personal” que sea disidente desde hace cuatro décadas.
Por: Victorios Bayam Shams
Estas protestas pacíficas fueron enfrentadas con prisiones, tortura y asesinatos, como fue el caso de los niños de Deraa, el primero de ellos, en operaciones llevadas a cabo por las “fuerzas especiales”, después “Guardia Republicana”, en particular por su “Cuarta División”, liderada por el hermano del dictador, Maher al-Assad. En semanas, las protestas se extendieron por todo el país, y con ellas la brutal represión. Y, con ella, las disidencias: hacia finales de abril de 2011 un integrante de la Guardia Republicana, Walid Alakecama, de Deraa, testimonia frente a las cadenas de televisión que él se negó a tirar en civiles que protestaban en forma pacífica, exponiendo las mentiras del régimen, y de sus medios, que siempre decía enfrentar “grupos terroristas armados”.
Las deserciones en las fuerzas armadas del régimen se multiplicaron, incluyendo a oficiales a partir de junio, como fue el caso del teniente Abdul Razak Talas y de Hussein Harmoush, que hizo un llamado a los soldados y oficiales a juntarse a él en el “Movimiento de Oficiales Libres”, que comenzó a operar en Idlib antes de ser forzados a exiliarse en Turquía y desaparecer en pocas semanas en circunstancias misteriosas. Posteriormente se descubrió que la inteligencia siria lo raptó y lo trajo de vuelta al territorio sirio, donde su destino es desconocido hasta hoy.
La represión del régimen contra villas y ciudades alcanzaba un pico cuando jóvenes sirios tomaron las armas para la autodefensa personal y colectiva, de su honra y de sus tierras. No había, sin embargo, una organización militar, lo que implicaba que las operaciones de autodefensa tenían un carácter individual y desestructurado. Los medios adoptaron el nombre de “Ejército Libre de Siria” para designar cualquier operación de autodefensa de forma de notificar al régimen y sus servicios de inteligencia que continuaban denominándolos “grupos terroristas armados”, para convencer al país y al mundo de que desde el inicio de la revolución enfrentaban un complot terrorista pero no una revolución.
A mediados de julio de 2011, el coronel Riad al-Asaad anunció en video televisado el establecimiento del Ejército Libre de Siria (ELS) con el objetivo de proteger la revolución y derrocar el régimen. Las deserciones entonces se multiplicaron y se sumaron a los millares de jóvenes que impulsaban la autodefensa de los manifestantes en todo el país, en la formación de la más reconocida fuerza militar contra el régimen.
Un ejército popular con limitaciones políticas y militares
El Ejército Libre de Siria se volvió una fuerza organizada horizontalmente con cerca de 70.000 combatientes, divididos en catorce batallones y siete brigadas, distribuidos en cinco frentes de batalla. Adoptó la bandera de la revolución siria y es visto como la alternativa legítima por amplios segmentos populares sirios para sustituir a las fuerzas armadas del régimen luego de su derrocamiento.
Hay un episodio que demuestra bien esta situación. En marzo de este año, en la ciudad de Maarit al-Nomen, el antiguo Frente Al-Nusra (actual Frente de la Conquista de la Victoria) atacó el 13 batallón del Ejército Libre de Siria, lo que llevó a los ciudadanos locales a atacar e incendiar algunas sedes del Frente Al-Nusra en repudio a la agresión.
Entre sus principales conquistas, el ELS mantiene importantes áreas liberadas en el sur, alrededor de Deraa y Quneitra, y también alrededor de la capital, Damasco. También a finales de 2014 consiguió expulsar el Daesh (organización autodenominada Estado Islámico) de Alepo. Otra victoria fue la conformación del “Ejército de la Conquista” uniendo una amplia coalición en Idlib y Alepo para combatir a las fuerzas del régimen y del Daesh.
Sus limitaciones comienzan en su programa. El ELS defiende la caída del régimen y la transferencia pacífica y democrática del poder para los ciudadanos, sin ninguna discriminación en base a la religión o la etnia. Defiende incluso la expulsión de las fuerzas armadas rusas, iraníes y de las milicias sectarias como el Hezbollah libanés, el Daesh y otras. En fin, un programa democrático y nacional contra la dictadura.
No incorpora elementos directamente anticapitalistas, como por ejemplo la nacionalización de toda la producción y distribución de riquezas bajo control de los trabajadores, medida necesaria para llevar adelante la lucha contra la dictadura y para la posterior reconstrucción socialista del país. Tampoco explica la necesaria expansión de la revolución a toda la región, en particular para la liberación de Palestina, a pesar del sentimiento mayoritario entre la población siria a favor de estas ideas.
Estas limitaciones están relacionadas con su dirección: el Alto Comando Militar del Ejército Libre de Siria. Este se colocó bajo la bandera de la Coalición Nacional de la Siria Revolucionaria y de las Fuerzas de Oposición, organización que opera bajo la influencia del gobierno saudita y que ya defendió la intervención imperialista en diferentes ocasiones.
La cuestión es simple: ningún sector del imperialismo quiere la victoria de la revolución. Su intervención directa estará al servicio de liquidar la revolución como demuestran los varios ataques que las fuerzas aéreas americanas hicieron contra los blancos rebeldes, y su política de dividir a los “rebeldes” aislando los grupos que clasifica como fundamentalistas. Exigir armamento pesado de todos los gobiernos, imperialistas o no, es correcto y necesario para la victoria de la revolución. Pero la intervención directa retira el protagonismo de la población siria y se constituirá en una fuerza más contra la poderosa revolución.
Lo mismo ocurre con los gobiernos árabes. El poco apoyo de algunos países como Catar y Arabia Saudita, limitándose a armamentos leves, no se da por casualidad.
Tampoco es por casualidad que estos mismos gobiernos impulsaron la fragmentación del ELS con la formación de varias milicias que adoptaban programas y denominaciones religiosos.
Unir a los rebeldes y formar una corriente revolucionaria en la lucha contra la dictadura
Unir a todos los grupos en lucha contra el régimen, dentro y fuera del ELS, es una necesidad militar de la revolución. Al mismo tiempo, es necesario estar atentos a la contradicción social entre el Alto Comando Militar del ELS y su base proletaria. Mientras las políticas del Alto Comando Militar apuntan a la negociación y la componenda con los intereses de las potencias regionales e internacionales, los combatientes en la base quieren luchar hasta el fin contra el régimen, por una sociedad con justicia social, por el fin de las dictaduras en todo el mundo árabe, y por la liberación de Palestina. Para que haya una solución positiva para esta contradicción, es preciso formar un partido revolucionario proletario, para desempeñar el mismo papel cumplido por los bolcheviques en la Rusia de hace 99 años: conducir a la clase trabajadora al poder.
Traducción: Natalia Estrada.