2023 ya expone las dificultades del gobierno
Es demasiado pronto para decir si la primera gran dificultad a la que se ha enfrentado el Gobierno –a saber, la relacionada con la subida del precio de la gasolina, provocada por las disposiciones combinadas del fin de las subvenciones lanzadas por el Ejecutivo anterior y la falta de realización de una promesa electoral (reducir los impuestos especiales sobre el combustible)– señala el final, o al menos el principio del final, de la luna de miel entre la coalición que ganó las últimas elecciones y los electores.
Por: Alberto Madoglio
Parecería que no, si confiamos en las encuestas que todavía muestran un sólido consenso hacia el ejecutivo y en particular hacia el partido del primer ministro. Sin embargo, lo que la cuestión demuestra es la imposibilidad, en el marco de la situación económica nacional e internacional, de poner en marcha políticas que de alguna manera puedan aliviar la situación de malestar económico y social que afecta a millones de trabajadores y trabajadoras, así como a estratos de la pequeña burguesía que dio el voto a la coalición de centroderecha.
Un crecimiento que no borra los problemas históricos del capitalismo italiano
Existía la ilusión de que el crecimiento del PIB en 2021 y 2022 había marcado el final de la larga crisis que golpea la economía nacional desde hace más de quince años. En particular, los datos de crecimiento de 2022, que superaron todas las previsiones realizadas por diversos organismos financieros y gubernamentales, parecían confirmar esta idea. En verdad, un análisis más preciso habría sugerido una actitud más prudente, y el affaire del combustible fue solo la primera señal de alarma que llama a todos a volver a la realidad.
Después del colapso de 2020 causado por la pandemia de Covid-19, era fácil prever un repunte. Y esto es lo que sucedió en 2021. El crecimiento de ese año también repercutió en el siguiente, tanto que la noticia reportada el 1 de febrero de 2022 por la agencia de noticias Ansa indicaba un +2,4 del PIB en 2022 debido a los datos del anterior año.
No obstante, el crecimiento, depurado de aquel dato, fue inferior a 2%, nada desdeñable si tenemos en cuenta los efectos negativos sobre la economía causados por la agresión de Rusia a Ucrania iniciada hace poco menos de un año, pero en todo caso como para no justificar anuncios triunfantes y toques de trompeta.
De hecho, cabe recordar que Italia es la única entre las grandes economías del Viejo Continente que aún no ha recuperado el nivel de PIB anterior al estallido de la crisis provocada por las hipotecas subprime y la consiguiente quiebra del Lehman Brothers en 2008.
Otros datos ensombrecen aún más el panorama. La deuda pública aún se mantiene en niveles elevados, lo que le impide, como a cualquier otro Gobierno, ir más allá de medidas de maquillaje financiera, y conceder ayudas muy limitadas a los sectores más en crisis (límite del aumento en el gas y la electricidad para algunos usuarios domésticos, por ejemplo) pero pagado con recortes en otras partidas (renta básica, bloqueo de recursos para aumentos salariales en el sector público, postergación indefinida de cualquier hipótesis de mejora del sistema de pensiones, etc.).
Esto también explica por qué Roma pudo destinar solo dos decenas de miles de millones de euros para limitar el peso de la factura energética, frente a los cientos que preveían Berlín y París.
Luego está el caso dramático del aumento de la inflación, que ya superó con creces el 10% anual, dato que no se registraba desde hacía más de cuarenta años.
Recordemos, además, que no solo se trata del nivel más alto registrado en la Unión Europea, sino que también afecta salarios y gastos que, también aquí únicos en el continente, han caído casi un 3% en términos reales desde 1990. Ni siquiera los proletarios de Grecia, Portugal y el Estado español, también afectados por durísimas políticas de austeridad, han sufrido tanto.
No hay solución si no se cambia el sistema
Para 2023, como siempre, asistimos a un desafío entre pesimistas y optimistas. Los primeros se basan en previsiones, sobre todo la del Banco Mundial, que prevé una recesión. Los segundos, en particular los que apoyan al gobierno, basándose en los datos de los dos últimos años que, como recordamos, han superado los auspicios, magnifican la capacidad de «resiliencia» de la industria italiana, y las dotes de liderazgo en materia económica de la premier Meloni y socios.
También en este caso es la realidad la que asume la tarea de dirimir la disputa. En concreto, la realidad está representada por los últimos datos sobre la producción industrial italiana. Pues bien, Istat informa que en noviembre, último dato disponible, se produjo la tercera caída mensual consecutiva, casi 4% respecto del mismo mes de 2021.
En un intento por hacer el trago menos amargao, el sitio web de Milano Finanza afirma que el «clima» de confianza de las empresas y las familias está mejorando y el desempleo se ha mantenido estable en cualquier caso ( www.milanofinanza.it 13/01/2023). Sin embargo, sabemos que los recortes de empleo, ya sean despidos, licencias u otros, suelen producirse con cierto retraso respecto a la caída de la producción y la consiguiente caída de los beneficios, por lo que es probable que esto se produzca en las próximas semanas.
El panorama internacional habla claro. La guerra en Ucrania está lejos de cualquier perspectiva de paz o incluso de un alto el fuego. China ha pasado de una política de «cero Covid» a una de «todo Covid», se habla de casi 900.000.000 de infectados, lo que se traduce en un bloqueo de las actividades económicas.
Cuando en marzo el Gobierno tenga que refinanciar las escasas ayudas asignadas, ¿qué podrá hacer? Sin lugar a dudas, en este sistema se prevén tiempos oscuros para los proletarios en Italia. La esperanza es que la clase obrera pueda finalmente liberar toda su rabia y su fuerza, hasta ahora reprimida, también gracias a la nefasta influencia de las burocracias sindicales, sobre todo la CGIL, que han trabajado a pleno para evitar explosiones de conflictividad social como las que venimos viendo desde hace meses en Gran Bretaña y en estos días en Francia, en las luchas contra la reforma de las pensiones que quiere el presidente Macron.
Es más que una esperanza. Las luchas en los últimos años no han faltado: Whirlpool, Embraco, Gkn y Alitalia, por citar las más conocidas (y en lo que respecta a la ex aerolínea de bandera, la más grande y radical) demuestran que no es cierto, como explican algunos, que los trabajadores de la Bota ya no están dispuestos a luchar y sacrificarse para evitar un destino de miseria.
Sin duda tendremos varios pequeños «focos» de rebelión. Nuestra tarea como revolucionarios es hacer que estos enciendan un «fuego» generalizado contra este sistema basado en la explotación y la opresión.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 17/1/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.