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Trump, la nueva vieja cara fea del imperialismo estadounidense

febrero 3, 2025

Por Júlio Anselmo

La retórica agresiva y reaccionaria del presidente estadounidense Donald Trump genera debates sobre su veracidad e impacto. Muchos se preguntan cuánto de fanfarronería tiene y si tiene la fuerza para hacer lo que dice. Un sector cree que el fascismo ya se instaló, mientras embellecen el gobierno de Biden. Olvidan que, bajo la fachada de progresista, él hizo un gobierno capitalista y sionista que hizo justicia a todo el imperialismo estadounidense con sus agresiones, saqueos y violencia contra los pueblos. Otros ven a Trump como más de lo mismo, naturalizando un proyecto de gobierno profundamente autoritario e imperialista.

Trump expresa la decadencia del sistema capitalista, del imperialismo y de los EE.UU. Incluso el eslogan MAGA (Make America Great Again – América Grande nuevamente) es expresión del proceso de decadencia de Estados Unidos. No hay forma de comentar todas las amplias medidas económicas de Trump, pero el hilo conductor de su política es tratar de revertir el visible declive de la economía estadounidense, que nunca ha tenido su hegemonía tan desafiada desde el período de posguerra. La receta para intentar revertir esta dinámica es atacar a los trabajadores y a otros países, sometiendo a todos a los intereses de los monopolios capitalistas estadounidenses.

Un gobierno de extrema derecha y de los multimillonarios contra los trabajadores

El proyecto de Trump pretende profundizar la explotación y la opresión capitalistas a través de diversos medios. Es el gobierno extremo de los multimillonarios capitalistas. Une a los sectores más atrasados ​​de la burguesía, como las petroleras, con lo más moderno de las big tech, con la bendición de la bolsa de valores y del mercado financiero.

La nueva administración Trump cuenta con un mayor apoyo de la burguesía en comparación con su primer mandato. No es de extrañar que todos los CEO de las grandes tecnológicas estuvieran presentes en la inauguración. La conversión al trumpismo de figuras como Mark Zuckerberg y Elon Musk, antes aliados de los Demócratas, muestra la hipocresía de una burguesía que se adapta a cualquier gobierno reaccionario conforme la necesidad de sus ganancias.

Sin embargo, la tónica de una profunda división dentro de la burguesía estadounidense persiste. También hay tensiones internas entre los partidarios de Trump, como vimos en la disputa entre Elon Musk y Sam Altman sobre inteligencia artificial (IA) o en los insultos de Bannon contra Musk. Aunque estas disputas pueden generar crisis en la extrema derecha, lo que une a todos estos sectores es la disposición de atacar los derechos de los trabajadores y de países más pobres en nombre de las ganancias de las grandes corporaciones, moldeando el mundo según los intereses de los monopolios capitalistas estadounidenses.

Trump libera a golpistas y tensiona el régimen

Trump reúne tras de sí a las fuerzas más retrógradas, como los supremacistas blancos, los tradicionalistas, los anarcocapitalistas, los neoconservadores, los fundamentalistas religiosos, y los neoliberales radicales. Su primer acto tras asumir el cargo fue indultar a más de 1.500 militantes golpistas de extrema derecha implicados en el ataque de 2021 al Capitolio.

Los nombramientos, discursos y medidas del gobierno indican que cambiará lo que llaman el “Estado profundo”, como forma de presionar al régimen y adaptar las instituciones del Estado sin contrapesos al proyecto de la ultraderecha. Además, pretende derrotar la lucha de los sectores oprimidos, que viene creciendo en los últimos años.

Ataques contra LGBT, mujeres y afroamericanos

Trump ha puesto fin a los programas de diversidad e inclusión. Anunció que sólo se deberían reconocer legalmente dos géneros, limitó las cirugías de redesignación e intenta desmantelar derechos reproductivos. Respecto de los negros y los latinos, la política es aumentar la violencia policial, el encarcelamiento en masa y la deportación.

Ultraliberalismo expansionista y proteccionismo nacionalista

El nuevo gobierno defiende el ultraliberalismo con proteccionismo. Aboga por la apertura del mercado global para EE,UU, pero impone barreras comerciales contra otros países, con aranceles y medidas proteccionistas. Aboga por recortes drásticos en el gasto público. Mientras tanto, Musk, quien está a cargo del Departamento de Recortes del Gasto Público (DOGE), recibe miles de millones en contratos públicos de la NASA y la SpaceX. Mientras los multimillonarios ganan el pote de oro, el gobierno elimina las pocas protecciones sociales que existen en Estados Unidos, como los programas de salud, endureciendo la vida de los trabajadores.

Trump promueve la desregulación completa de las actividades monopolistas capitalistas como la IA. Liberó a Ross Ulbricht, creador de un mercado en línea de drogas y delitos, y continúa promocionando las criptomonedas. Retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, lo que ya era insuficiente para contener las emisiones de carbono y el cambio climático, ahora tiene todo para convertirse en tragedia con el gobierno liberando la exploración petrolera general en el Ártico. Su negacionismo climático impulsará la degradación del planeta en nombre del lucro de las grandes corporaciones petroleras.

Trump combina nacionalismo con un imperialismo más expansionista. En nombre de hacer que Estados Unidos “vuelva a ser grande”, defiende la expansión territorial, la conquista y el saqueo de países. Busca atacar a otras naciones para garantizar el dominio estadounidense, al tiempo que exige que las principales empresas e industrias se concentren dentro de su país.

La disputa imperialista entre Estados Unidos y China

El ascenso de China como potencia imperialista plantea un desafío directo a Estados Unidos, aun cuando este mantenga su supremacía mundial. La creciente competencia china plantea desafíos al nivel de ganancias de los monopolios estadounidenses. Lo vimos en el caso de la caída de las bolsas estadounidenses por el avance de la IA china o en los efectos de la avalancha de coches eléctricos chinos en el mundo. Todavía existen preocupaciones con el creciente papel de China en la explotación de América Latina.

Esto explica la saña de Trump por comprar Groenlandia y apoderarse del Canal de Panamá. En el marco de la disputa económica, quiere impedir la presencia china en el canal y evitar que las tierras raras de Groenlandia caigan en manos chinas. Lo cierto es que Trump intensificará la guerra comercial y tecnológica contra China, aunque aún no esté definido el ritmo en que lo hará.

En la política exterior de Trump, incluso aliados de larga data han quedado afuera. Ha propuesto anexar Canadá, ha provocado a Europa con amenazas de recortar la financiación a la OTAN, y ha hecho frecuentes señales o guiños a Putin.

Su apoyo es a los gobiernos de extrema derecha, como los de Milei en Argentina, Bukele en El Salvador y Orban en Hungría. Esto ilustra su postura autoritaria global. Todavía apoya las políticas genocidas de Netanyahu en Israel e incluso ha sugerido que Jordania y Egipto expulsen a los palestinos de Gaza.

No se debe descartar que, junto a las grandes tecnológicas, intervenga políticamente en apoyo de su campo ideológico, como el de la familia Bolsonaro, que asistió a su toma de posesión. Musk está en campaña abierta a favor de los fascistas de la AfD en Alemania.

El expansionismo imperialista contra países pobres

Es contra los países más pobres que las armas de Trump están más afiladas y no se descarta el uso de fuerza. Basta con ver las amenazas sobre el Canal de Panamá, el cambio de nombre del Golfo de México, ya adoptado por Google a nivel mundial, o las amenazas de imponer aranceles comerciales a Colombia para obligarla a aceptar vuelos con deportados en condiciones degradantes.

Trump intenta invertir la realidad diciendo que es Brasil el que perjudica a EE.UU con sus aranceles. De hecho, es Estados Unidos el que chupa la riqueza del Brasil y de América Latina a través de muchos medios, incluido el uso de mano de obra barata para las ganancias de sus multinacionales. Durante mucho tiempo EE.UU. ha explotado y succionado las venas abiertas de América Latina en beneficio de sus monopolios. Promovió y apoyó golpes militares mientras pudo y le fueron útiles. Las multinacionales y la burguesía latina se han enriquecido creando condiciones de vida terribles para los trabajadores del subcontinente.

Ahora Trump intenta reforzar la dependencia económica de los países latinoamericanos y otros países pobres atacando sus economías y promoviendo la explotación aún mayor de las economías periféricas para beneficiar a las corporaciones estadounidenses.

La opresión a los inmigrantes y a América Latina

Trump ha intensificado la brutal persecución contra inmigrantes latinoamericanos. Está arrestando y deportando a miles de personas. Son escandalosas las condiciones degradantes y los malos tratos con que fueron deportados 88 brasileños. Las escenas se repitieron en otros países de América Latina. Cerró y decretó emergencia en la frontera sur con México. Decretó el fin del derecho histórico a la nacionalidad para los nacidos en EE.UU., una medida tan absurda que fue revocada por el Poder Judicial.

Para explotar a los países latinoamericanos, Estados Unidos defendió durante décadas la libre circulación de capitales, mercaderías y ganancias. Ahora que los trabajadores van en busca de mejores condiciones de vida en Estados Unidos, impide la tan comentada libre circulación.

Los inmigrantes juegan un papel fundamental al ocupar los peores puestos de trabajo, los peor pagados, garantizando el enriquecimiento de la burguesía yanqui. La política de Trump es imponer un nivel aún mayor de explotación a los inmigrantes, ya que, con miedo, la burguesía puede explotarlos aún más. La disyuntiva de Trump para los inmigrantes es la esclavitud o la expulsión. No hay duda de que los ilegales, bandidos y parásitos son los monopolios capitalistas controlados por multimillonarios que han destruido nuestros países.

América Latina tiene que romper con el imperialismo

La respuesta de los países latinoamericanos a las atrocidades de Trump es una vergüenza. Muestra la incapacidad de los llamados gobiernos progresistas de la región para enfrentar de hecho al imperialismo de Estados Unidos, Europa y China.

Gustavo Petro, presidente de Colombia, incluso intentó reaccionar, pero pronto dio marcha atrás y sufrió desmoralización. Lula ni siquiera salió de las palabras y trató de usar su habilidad de hacer alianzas con los ricos y poderosos para buscar acuerdos con Trump. En general, todos los gobiernos no hacen nada para atacar los intereses imperialistas de Estados Unidos (o de Europa y de China, que también nos explotan) en la región.

También es ridículo el papel de la extrema derecha brasileña que elogia a Trump; es un felpudo de EE.UU., lleva gorra y parece más norteamericano que brasileño, sin tener en cuenta que las medidas de Trump atacan a los brasileños.

Trump dijo que los Estados Unidos no necesitan a Brasil. Demostremos que tampoco nosotros los necesitamos. Por lo tanto, Brasil y otros países latinoamericanos deberíamos romper relaciones con EE.UU. A cambio de décadas de explotación y saqueo, los monopolios capitalistas que drenan nuestras riquezas deben ser expropiados y colocados a favor de los trabajadores. Esto también conduciría al enfrentamiento con las burguesías latinas nacionales que se alimentan con la sumisión a sus amos imperialistas. Queda demostrada la necesidad de que la lucha antiimperialista es parte de la lucha contra el capitalismo.

La responsabilidad de Biden por el regreso de Trump

Mucha gente de izquierda defendió el voto por Biden para derrotar a la ultraderecha trumpista. El Partido Demócrata, a pesar de tener sindicatos en su interior, está bajo total control de la burguesía imperialista. Biden, a lo largo de su mandato, no pudo siquiera contener el avance de la ultraderecha y, por el contrario, allanó camino para que Trump regresara más fuerte, con una base popular ampliada y mayoría en el Congreso.

El retorno de Trump a la Casa Blanca no es un accidente, sino una consecuencia directa de la política de Biden y del mantenimiento del statu quo que favorece a las elites económicas. Biden no sólo dirigió un gobierno que favoreció a los multimillonarios capitalistas estadounidenses, sino que también intentó profundizar la dominación imperialista en todo el mundo. De ahí su efusivo apoyo al genocidio israelí en Gaza. Mantuvo el grueso de las políticas de Trump y puso billones de dólares al servicio de las multinacionales.

Incluso en cuestiones democráticas, Biden fue más de lo mismo. Deportó a más brasileños que Trump en su primer mandato. Obama era conocido como el deportador jefe: fue la administración que más inmigrantes deportó en el siglo XXI.

Todo esto apunta a la necesidad de una alternativa de los trabajadores independiente de los bloques imperialista y burgueses. La clase trabajadora mundial no puede quedar atrapada en un abrazo de ahogado con los gobiernos capitalistas. Esto sólo ayuda a la burguesía y a la propia ultraderecha.

Es posible derrotar a Trump y la ultraderecha

Las contradicciones internas del capitalismo y las divisiones dentro de la propia burguesía pueden generar una inestabilidad que puede desestabilizar su administración. El movimiento de los trabajadores en EE.UU. y en otros países del mundo, a través de huelgas y luchas sociales, puede enfrentar a Trump, derrotando su gobierno y su agenda de extrema derecha. En los últimos años, en Estados Unidos ha habido una ola de huelgas, incluso obreras, la construcción de fuertes sindicatos combativos, como el de los trabajadores de la Amazon, y manifestaciones contra el Estado genocida de Israel. Y las luchas contra el racismo y por los derechos de las mujeres y de las personas trans continúa.

Los trabajadores y los sectores oprimidos pueden unirse, organizarse, luchar, resistir esta agenda reaccionaria, que no traerá más que más desigualdad, represión y destrucción del medio ambiente. Con lucha independiente frente a patrones y gobiernos, con organización, autodeterminación e independencia de clase, los trabajadores podemos vencer.

Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 30/1/2025.-

Traducción: Natalia Estrada.

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