Trump anuncia la salida de su país del acuerdo nuclear con Irán

El presidente norteamericano, Donald Trump, anunció este martes (8/5) el retiro de los Estados Unidos del acuerdo sobre el programa nuclear iraní, llamado Plan de Acción Conjunto Global (JCPOA, en inglés), y el restablecimiento de las sanciones contra Teherán.
Por: Marcos Margarido
“Este fue un acuerdo unilateral horrible que nunca debería haber sido hecho… Yo anuncio hoy que los Estados Unidos van a retirarse del acuerdo nuclear iraní”, declaró Trump en un pronunciamiento en la Casa Blanca, y que hará un decreto para retomar las sanciones.
Llamó a Irán de mayor Estado patrocinador del terrorismo y criticó su influencia en el Medio Oriente.
Los términos del acuerdo
El documento, negociado por el gobierno Obama y firmado en 2015, establece un techo para el stock de uranio enriquecido de Irán –material utilizado para producir combustible para reactores y armas nucleares– y redujo en 2/3 el número de centrífugas para enriquecer el material por 10 años. Teherán también se comprometió a modificar un reactor de agua pesada, de modo que no sea capaz de producir plutonio, también usado en bombas atómicas.
A cambio, los EEUU se comprometieron a aliviar las sanciones comerciales impuestas a Irán, como el bloqueo de los bienes del Estado y de iraníes en el exterior, el fin de los negocios de compra de petróleo y de otros, como navegación, transporte, y finanzas.
Los motivos declarados por Trump
Durante la campaña electoral para presidente, Trump ya había anunciado su oposición al acuerdo. En enero de este año dijo que lo abandonaría hasta el 12 de mayo, caso el Congreso y las potencias europeas no corrigiesen sus “fallas desastrosas”.
Reclama que el acuerdo restringe las actividades nucleares de Irán solo por un periodo limitado (hasta 2025); alega que el documento, firmado por las principales potencias imperialistas –EEUU, Francia, Gran Bretaña y Alemania, además de China y Rusia– no fue capaz de detener el desarrollo iraní de misiles balísticos; y, por fin, que los U$S 100.000 millones que estaban presos en bancos occidentales y fueron liberados por el acuerdo, fueron usados como “un fondo para armas, terror y opresión” en Medio Oriente.
Los gobiernos europeos y el acuerdo
Una sucesión de líderes de gobiernos europeos, como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, la primera ministro alemana, Angela Merkel, el secretario británico para el exterior, Boris Johnson, fueron a Washington en las últimas semanas para intentar convencer al presidente norteamericano a mantener el acuerdo. Según ellos, las fallas alegadas por Trump podrían ser corregidas utilizándose cláusulas del propio acuerdo. Y que, sin alterarlo, nuevas sanciones podrían ser impuestas contra el desarrollo de misiles balísticos y el apoyo de Irán a Hezbollah y su presencia armada en Siria, en defensa del dictador Bashar al-Assad.
Luego del anuncio de EEUU, de ruptura definitiva, los países europeos signatarios del acuerdo anunciaron que pretenden mantener el pacto. Además de intentar mantener la exclusión nuclear iraní, están mirando su abastecimiento de petróleo. El anuncio de la ruptura ya causó una alza en el precio del barril, lo que puede ser fatal para el mantenimiento de la débil recuperación económica europea.
El régimen iraní envuelto en crisis
El gobierno iraní reaccionó a las amenazas de Trump, antes del anuncio final, con una mezcla de sumisión y demostración de fuerza. “Si los EEUU dejan el acuerdo nuclear, esto acarreará un arrepentimiento histórico para ellos”, dijo el presidente iraní Hassan Rouhani. Pero completó: “Si podemos obtener lo que queremos del acuerdo sin los Estados Unidos, entonces Irán mantendrá su compromiso”.
Esto es, el objetivo central del gobierno no es reconquistar la independencia política perdida con la firma del acuerdo. Con él, Irán renunció al derecho de tener su propio desarrollo nuclear, incluso pacífico. Y, aunque fuese para la producción de armas atómicas, debería tener el mismo derecho que las potencias occidentales, China, Rusia e Israel. Lo que el gobierno pretende es mantenerse sometido, no a los Estados Unidos sino a las potencias europeas, a cambio de las migajas suministradas por la exportación de petróleo. Y el apoyo de Rusia y de China para mantenerse en el poder en un momento de enfrentamientos violentos con las masas iraníes.
La atenuación de las sanciones no dio a Irán el alivio que el gobierno esperaba. Su economía, totalmente centralizada en las manos de los ayatolás, del ejército y de las Guardias Revolucionarias completamente corruptas, viene sufriendo serios problemas. Desde la reelección de Rouhani, en mayo de 2017, la moneda iraní (rial) perdió 35% de su valor. Eran necesarios 43.000 riales para comprar un dólar hacia finales del año pasado, pero pasó a 65.000 riales antes del anuncio de Trump. Caerá todavía más ahora.
En el plano político, las cosas tampoco van bien. La popularidad del presidente cayó al no conseguir cumplir sus promesas electorales de mejoras sociales y económicas. Sus oponentes dentro del régimen, en el ejército y en el clero, aumentaron los ataques contra él.
Sin embargo, el principal elemento de inestabilidad viene de las calles. En diciembre de 2017, manifestaciones populares que comenzaron en Mashad, la segunda ciudad del país, se extendieron a otras regiones. Al contrario de las manifestaciones de 2009 contra el fraude electoral que reeligió a Mahmoud Ahmadinejad, organizadas por el llamado Movimiento Verde, compuesto por las clases medias de Teherán, las últimas protestas fueron dirigidas por sectores populares empobrecidos y trabajadores presionados por los bajos salarios.
Los manifestantes pretendían la reducción del creciente costo de vida, pero también de los gobiernos cada vez más corrompidos del régimen de los ayatolás, gritando “Abajo con Rouhani” y “Abajo el dictador”, enfrentando cañones de agua y bombas de gas lacrimógeno. Días antes, el presidente había presentado un presupuesto que reducía los beneficios a los sectores más pobres y aumentaba el precio de combustible en 50%, entre otras medidas.
La situación solo empeoró de allá hasta acá, como vimos con la desvalorización enorme de la moneda, que resulta en aumento de la inflación y de los precios. El gobierno está sentado en una bomba reloj, que intenta desarmar con la mantención del acuerdo.
Israel se aprovecha de la situación
El gobierno de Israel, a través de ministro Benjamin Netanyahu, siempre fue contrario al acuerdo. Días antes de su firma en 2015, fue a los EEUU para intentar convencer a los diputados norteamericanos a rechazarlo. No obstante, este fue aprobado, pero con la condición de que el Ejecutivo presentase un informe cada 180 días mostrando que Irán estaba haciendo su parte.
Desde que Trump apoyó la transformación de Jerusalén en capital del Estado judío, desafiando las religiones católica y musulmana, que la consideran una ciudad sagrada de las tres religiones, Netanyahu volvió a la ofensiva contra el acuerdo. Reunió documentos robados del gobierno iraní para probar que Teherán había mentido cuando informó a la Agencia Internacional de Energía Atómica sobre la situación nuclear del país en 2015.
Un gobierno como el de Netanyahu, basado en la limpieza étnica del pueblo palestino y en continuas masacres de la población en la Franja de Gaza, no tiene moral para acusar a ningún otro de mentiroso.
El verdadero objetivo de Trump
Trump fue electo por sus promesas de dar más empleos a los trabajadores de su país envueltos en una reducción drástica de sus condiciones de vida, causada por las leyes aprobadas por el propio partido de Trump, el Partido Republicano, pero también por los Demócratas de Obama. Para eso, acusó a los políticos de los partidos de ser una elite apartada del pueblo y prometió traer de regreso a su país las fábricas que habían sido transferidas al exterior en busca de más ganancias.
Su política externa está, en gran medida, desarrollada con este objetivo, cuando, por ejemplo, impone impuestos sobre productos importados. Pero Trump es el jefe, querido o no por su propia burguesía, de la mayor nación imperialista del planeta, y tiene un objetivo externo mayor: devolverle el papel de policía incontestable del mundo, que había sido parcialmente perdido debido a la derrota en Irak, que obligó a Obama a retirar las tropas norteamericanas de allá.
Durante sus dos gestiones, Obama intentó mantener ese papel a través de una política externa basada en negociaciones, en un mayor distanciamiento de Israel, y en una aproximación al imperialismo europeo, sin abandonar bombardeos aéreos quirúrgicos. Cuando fue necesario, delegó a otros países el envío de tropas, como Lula hizo vergonzosamente en la ocupación de Haití; su mayor hecho fue el acuerdo con Irán, después de dos años de intensas negociaciones. Las tres características de su diplomacia están condensadas en esto.
Pero ahora, Trump intenta devolver la hegemonía absoluta a los EEUU utilizando la amenaza armada, como contra Corea del Norte, y ataques, aunque tímidos y con aviso previo, como contra Bashar al-Assad. Sin embargo, el objetivo no es ir a la guerra sino obtener acuerdos en las mejores condiciones posibles para someter completamente a las demás naciones a una colonización aún mayor. Independientemente de los métodos utilizados por las “dos caras del imperialismo”, Obama y Trump, el objetivo es solo uno: garantizar el poder mundial y las ganancias cada vez mayores para sus multinacionales.
En el caso de Irán, Trump dijo a sus desesperados pares europeos que, al romper el acuerdo actual, Irán volverá a la mesa de negociaciones en mejores condiciones. Es una apuesta que aún no tiene ganador; será necesario algún tiempo para saber. La posición de los países europeos firmantes, de mantener el acuerdo, puede dificultar los objetivos de Trump, pues ellos tampoco desean que el imperialismo norteamericano vuelva a “reinar” solo en el mundo. Prefieren el estilo Obama, que les daba espacio de negociación. Sin embargo, si la sumisión de los ayatolás fuera igual a la Kim-Jong-un, el dictador de Corea del Norte, podremos ver una victoria de Trump.
Medio Oriente está en el centro de la disputa
El inicio del involucramiento de Trump en Medio Oriente –su posición sobre Jerusalén, el bombardeo limitado a las bases de al-Assad en Siria, la crítica a la participación de Irán– parece mostrar que cualquier futura negociación tendrá el Medio Oriente como centro.
Es necesario estabilizar la región. Irak, Siria, Yemen, Palestina sufren una inestabilidad social hace años, sin perspectiva de solución. Irak quedó en la esfera de influencia de Irán, después de la derrotada invasión norteamericana hecha por Bush, y ya no puede más ser considerado un Estado único, con la ocupación de parte de su territorio por el Estado islámico (aun cuando esté ya bastante debilitado) y el territorio kurdo prácticamente liberado.
La guerra civil en Siria, después de siete años, no tiene una solución a la vista. Aunque los rebeldes revolucionarios hayan perdido muchos territorios después de las masacres realizadas conjuntamente por Assad, Hezbollah y Rusia, con la omisión cómplice del imperialismo, el proceso revolucionario continúa, a veces con una fuerza sorprendente. Una Siria con Assad es inviable como solución, una Siria sin Assad pero bajo la influencia de Rusia y de Irán, también. Menos todavía una victoria de la revolución. Por eso es necesario intervenir, para garantizar el control de la región y la hegemonía de Israel, aun cuando sean necesarios ataques seguidos a los palestinos para impedir una nueva Intifada.
Por fin, Yemen vive un proceso conturbado que puede afectar al principal aliado norteamericano en el mundo musulmán, Arabia Saudita. No por coincidencia, Trump acusa a Irán de financiar la revuelta en Yemen.
En esta pequeña región se juega una partida importante de la lucha de clases mundial. El resultado no está dado y la polarización es creciente. La vuelta a escena de la poderosa clase obrera iraní, amordazada por los “sindicatos” controlados por el régimen, y de los sectores populares que salieron a las calles en 2017, será fundamental para poner un fin a la dictadura de los ayatolás y a los objetivos de imperialismo norteamericano en la región.
Traducción: Natalia Estrada.