“¡Esto es guerra!” Con este grito de lucha las mujeres polacas han reaccionado al enésimo ataque a la ley sobre aborto por parte del gobierno. Después de las movilizaciones de 2016, que bloquearon la primera tentativa de reforma de una de las leyes sobre aborto más restrictiva de Europa, las mujeres polacas ocupan de nuevo calles y plazas, dando un ejemplo de lucha a todo el mundo.
Por: Laura Sguazzabia
Los ataques al derecho de aborto
Durante años, el gobierno conservador polaco, con el apoyo de la Iglesia católica, de las organizaciones pro-vida y de la extrema derecha, trató de privar a las mujeres incluso del más mínimo derecho al aborto. Un derecho ya casi inexistente en el país desde principios de los años ’90: hasta ahora estuvo consentido solo en los casos de violencia sexual e incesto, graves anomalías del feto, si la vida de la madre está en peligro. Hace cuatro años, ha intentado con una propuesta legislativa anular también estas excepciones: la propuesta llegó al parlamento, pero las mujeres polacas (y no solo ellas) salieron a las calles, en octubre de 2016, en todas las ciudades, vestidas de luto, por miles. Una marea negra. Fue la “Czarny protest”. El gobierno ha dado marcha atrás, pero sin darse por vencido. Confiando en el aislamiento social derivado de la pandemia, ha esperado para aprobar en total silencio la revisión de la ley, intentando hacer en un órgano judicial eso que era imposible en nivel gubernamental. Así, el jueves 22 de octubre de 2020 el Tribunal Constitucional polaco, cuya presidente Julia Prylebska es fiel al gobierno, estableció que el aborto es inconstitucional también en el caso en los cuales el feto tenga graves malformaciones. No obstante, aunque la sentencia no se ha transformado hasta ahora en ley, las clínicas han comenzado ya a cancelar los turnos a quienes estaban en lista para la interrupción del embarazo. Dado que la mayor parte de los abortos legales que ocurren en Polonia son seguidos con esta base, la sentencia significa que oficialmente no se hará casi ningún aborto en Polonia: el riesgo es que se dé un aumento adicional de abortos clandestinos. Los abortos oficialmente practicados cada año suman entre 1.000 y 2.000 y el 90% son justificados por malformaciones fetales, pero se estima que el total llega a 80.000 al año: la enorme mayoría, de hecho, son clandestinos o en el exterior, una posibilidad como esta ya fuertemente limitada por los altos costos que son inaccesibles por la mayor parte de las trabajadoras, impracticables en tiempos de pandemia.
La movilización de las mujeres
La reacción no se hizo esperar: el día siguiente de la sentencia, impugnando la prohibición de reunirse impuesta por las normas sanitarias en la pandemia, las mujeres irrumpieron en las calles y plazas para manifestar su descontento. Y no se detuvieron más.
El viernes por la noche, decenas de miles de personas protestaron en Varsovia e llenaron las principales plazas de muchas otras ciudades del país. Las protestas continuaron el final de semana, llegando incluso a localidades muy pequeñas, pueblos y aldeas. Los objetivos de los manifestantes han sido lo símbolos de la represión: los edificios institucionales, las sedes del partido del gobierno, las iglesias con la interrupción de las oficios religiosos (hecho excepcional en la catolicísima Polonia). La policía ha intentado en vano dispersar a los manifestantes con cargos y lanzando gases lacrimógenos o enumerando a los presuntos dirigentes del movimiento. Pero el movimiento ha crecido a pesar de la dura represión policial y no obstante la orden de aislamiento por el Covid que se redujo, como pretexto, de 10 a 5 personas. Y el movimiento no aumentó solo numéricamente sino que se ha difundido y ampliado, con mujeres trabajadoras y muchísimos jóvenes en la vanguardia.
El domingo, los agricultores con sus tractores se han unido a la protesta de mujeres en Nowy Dwor Gdanski, en el norte de Polonia, una zona notoriamente fuerte del partido del gobierno. Taxistas, pequeños comerciantes y numerosos médicos han participado con acciones en diversas localidades y hasta miembros de las fuerzas de policía (en su mayoría mujeres) han aplaudido a los manifestantes.
El miércoles, la huelga nacional de mujeres, apoyada por numerosos sindicatos, y la posibilidad en los lugares de trabajo de aprovechar el “tiempo libre” (uno de los modos en Polonia para luchar sin arriesgar el despido), ha tenido una participación altísima de trabajadoras y trabajadores del sector público y del privado, el cierre por ausencia de personal y estudiantes de numerosas escuelas y universidades. Ha hecho furor el apoyo dado por algunos altos funcionarios del Estado hasta el día de hoy, entre ellos la hija del presidente Duda: probablemente, un modo para tratar de devolver la protesta a la vía institucional. Manifestaciones imponentes de protesta han sido realizadas en toda Polonia, desde Varsovia, Cracovia, Wroclaw, Szczecin y Lodz hasta los pequeños pueblos de las campiñas –un evento inédito para las áreas rurales, tradicionalmente conservadoras– así como en numerosas capitales del mundo en señal de solidaridad.
Una protesta que crece
Una vez más, las mujeres polacas se han convertido en protagonistas de un lucha que en estos días está adquiriendo dimensiones y características extraordinarias. La protesta en Polonia ya no es solo de las mujeres: aunque atacar su derecho de elección es el objetivo principal, hay otras cuestiones planteadas en el cotidiano de los manifestantes, como por ejemplo el pésimo estado de la asistencia de salud pública, la falta de políticas sociales efectivas a favor de la familia, los bajos salarios y la falta de contratos de trabajo a largo plazo que ponen a la mayoría de la sociedad (especialmente a las mujeres) en una posición precaria. La impresión es que ha llegado hasta aquí el ejemplo de las masas bielorrusas que desde hace semanas están rebeladas.
Lo que sucede ahora se ha convertido en un hecho nacional contra el gobierno que se encuentra en tal dificultad que debe recurrir a la intervención del ejército para reprimir el ímpetu de los manifestantes. Una gran dificultad que puede llevar a la no transformación de la sentencia en ley y, como ya han mencionado ambas partes, a la posibilidad de un enésimo compromiso sobre el tema del aborto, o sea, la propuesta de someter la sentencia a la opinión popular a través de un referendo. La portavoz de la mayor organización involucrada en el movimiento polaco dijo estar contra esta hipótesis, sobre todo por temor a un éxito de la consulta condicionado por el control del partido del gobierno sobre los medios de comunicación.
Cualquiera sea la legislación sobre aborto que se apruebe en Polonia, es un hecho, demostrado también por las estadísticas, que las mujeres continuarán abortando, pero clandestinamente. En otras palabras, la penalización del aborto no implica que las mujeres desistan de abortar, sino solo que lo harán en condiciones menos seguras y con consecuencias muy graves. El ataque a la autodeterminación femenina es hoy más violento que nunca y responde a una lógica precisa de orientación social y manejo económico de la crisis, ahora agudizada por la pandemia: a través de esta y otras maniobras se intenta relegar a la mujer a la gestión en el ámbito familiar y delegar en la familia funciones que deberían estar a cargo de la comunidad.
¡Junto a las mujeres polacas!
Expresamos toda nuestra solidaridad revolucionaria a la lucha de las mujeres polacas, que se prolonga por días y que no muestra signos de menguar: con este artículo queremos también contrarrestar la ofensiva de la prensa burguesa que mistifica su alcance. Es evidente el intento de algunos partidos de intentar, por enésima vez, encauzar la protesta hacia una fracasada vía reformista. Para quien conoce la historia, no la escrita en los manuales burgueses sino aquella que narran los testimonios de los participantes, las mujeres polacas han iniciado espontáneamente una lucha que tiene mucha semejanza tanto en las motivaciones como en los desarrollos con las de los obreros textiles de Vyborg, un suburbio industrial de San Petersburgo, en febrero de 1917: con su huelga, con su marcha al grito de “Pan y Paz” hacia la Duma, con su capacidad de convocar a otros trabajadores, fueron la chispa de ese camino revolucionario que ha llevado al pueblo ruso a la toma del poder en Octubre de 1917 y que ha visto a las mujeres obtener condiciones de vida y derechos hasta entonces inimaginables incluso en el país capitalista más evolucionado.
El sistema económico y social en el cual vivimos hoy no tiene nada meas que ofrecer a las mujeres sino opresión y explotación, guerra, miseria y muerte. A través de políticas de control de su capacidad reproductiva, precarización y bajos salarios, falta de servicios y de asistencia sanitaria, en concordancia con gobiernos de todas las orientaciones políticas, el capitalismo ha reducido siempre más las posibilidades de elección para las mujeres, de un vida digna para ellas, para sus propios hijos y para toda la clase trabajadora. Los ataques a los derechos de las mujeres son un ataque a las condiciones de vida de todos los trabajadores: es necesario, así como espontáneamente está ocurriendo en Polonia, unir los esfuerzos de todas y todos para derrocar este sistema hacia la realización de un mundo que ponga en el centro la vida de las personas.
Traducción: Natalia Estrada.