Dom May 26, 2024
26 mayo, 2024

¿Qué nos dicen las intervenciones rusas en Siria y Ucrania sobre la relación entre Putin y Occidente?

Desde que el ejército ruso cruzó la frontera ucraniana el 24 de febrero –iniciando una invasión no provocada que la mayoría de los analistas consideraba altamente improbable–, los ucranianos recibieron la simpatía de todo el mundo. Los actos de solidaridad son muchos: millares de voluntarios viajaron hacia la frontera polaco-ucraniana para ayudar a los refugiados que huyen de la guerra, donaciones que continúan siendo hechas a las ONGs que prestan ayuda humanitaria al país devastado, y hasta combatientes internacionales se juntaron al ejército ucraniano en la defensa de las ciudades bajo ataque del ejército ruso.

Por: Gabriel Huland

Una de las demostraciones de solidaridad más conmovedoras con el pueblo ucraniano vino de la Defensa Civil Siria (Syrian Civil Defense, en inglés, también conocida como Cascos Blancos), la organización que desde 2014 trabaja incansablemente para rescatar, evacuar y proveer atención de emergencia a los sirios atacados por el régimen de Assad y sus aliados rusos durante la guerra civil siria. El grupo produjo videos explicando cómo rescatar sobrevivientes de edificios dañados y qué esperar del ejército ruso tras un ataque aéreo. Los Cascos Blancos también se ofrecieron para enviar equipos de rescate a Ucrania para ayudar a los equipos locales de defensa civil.

Los sirios saben muy bien cómo es ser atacado por Rusia. Desde setiembre de 2015, cuando el presidente Vladimir Putin ordenó que el ejército ruso interviniese en el conflicto sirio, la población civil que vive en áreas controladas por los rebeldes fue sometida a millares de ataques aéreos realizados por aviones rusos. Rusia ejecutó más de 4.000 ataques aéreos en Siria, que causaron la muerte y el desplazamiento de centenas de miles de personas, la mayoría civiles[1].

Putin decidió intervenir después de que su amigo, el dictador sirio Bashar al-Assad, pidió ayuda en 2015. El régimen sirio estaba pasando por reveses importantes y la moral de sus tropas estaba baja. Las brigadas rebeldes, al contrario, estaban unificándose en grupos mayores y ganando territorio considerable. En marzo de 2015, una coalición de grupos que incluía brigadas seculares e islámicas moderadas, tomó la ciudad de Idlib del control del gobierno. En mayo, el ISIS (Estado Islámico en Irak y en Siria) tomó la ciudad de Palmyra y, más o menos en la misma época, el Ejército Sirio Libre expulsó a las fuerzas de Assad de posiciones importantes en el sur de Siria.

Como resultado de estas victorias militares de los rebeldes, varios analistas previeron que la caída de Assad era inminente. No fue la primera vez que el dictador sirio precisó de ayuda externa para mantenerse en el poder y contener la insurrección iniciada en su país en marzo de 2011: en 2013, el Hezbollah libanés envió millares de combatientes para luchar al lado del ejército sirio contra los rebeldes.

Un aspecto de las acciones de Rusia en Siria, y que estamos viendo hoy en Ucrania, es que el ejército ruso no diferencia combatientes armados de civiles. En Siria, ataques aéreos rusos alcanzaron indiscriminadamente mercados, edificios residenciales y hospitales. A pesar de la retórica de Putin de que la intervención rusa en el país de Medio Oriente visaba contener al ISIS, la mayoría de los informes de los periodistas y activistas sirios revelan una historia diferente. Bombas rusas estaban alcanzando a civiles en áreas controladas por facciones rebeldes diferentes, no el Estado Islámico, ya que esos grupos más moderados representaban una amenaza mayor al régimen de Assad que la organización salafista radical.

Los alegatos de que Rusia atacó deliberadamente infraestructuras civiles en Siria son confirmadas por centenas de videos e informes de diferentes fuentes. Por ejemplo, Forensic Architecture, un grupo de pesquisa multidisciplinario con sede en Goldsmiths, Universidad de Londres, mostró cómo aviones rusos realizaron un ataque en febrero de 2016 en al-Hamidiyah, Siria, que destruyó un hospital y mató a decenas de personas[2]. Rusia continúa atacando áreas controladas por los rebeldes hoy, especialmente en la provincia de Idlib, donde la mayoría de los grupos rebeldes aún activos están ahora concentrados. Uno de los más recientes ocurrió en enero de 2022, afectando una estación de purificación de agua, entre otras instalaciones[3].

El caso sirio ofrece ejemplos valiosos sobre cómo Occidente está respondiendo a la agresiva política externa rusa. En la medida en que la invasión a Ucrania cumple un mes y medio, el mundo asiste incrédulo a la destrucción de las ciudades ucranianas y a la fuga de refugiados desesperados hacia Polonia y otros países. Pocos analistas creían que el presidente ruso ordenaría una invasión en gran escala. Aunque sea extremadamente difícil entender la mente de un dictador, la mayoría de los analistas creía que Putin estaba mintiendo y que jamás atacaría un país con tantos lazos culturales e históricos con Rusia.

Como ocurrió cuando Rusia intervino en Siria en 2015, los líderes occidentales están respondiendo con hesitación a la invasión de Ucrania. En 2015, la respuesta “occidental” consistió en algunas sanciones limitadas contra entidades e individuos rusos. La fuerte retórica usada entonces por las autoridades americanas para condenar a Rusia no se tradujo en medidas enérgicas para obligar a Putin a desistir de la intervención en Siria. Esas medidas podrían incluir un paquete completo de sanciones contra el sector de energía de Rusia y la implementación de políticas no solo para reducir la dependencia de la Unión Europea del petróleo y el gas rusos, sino también (y más importante) para acelerar la transición hacia energías renovables. También podría incluir un aumento sustancial en el apoyo militar a los rebeldes sirios.

Los cálculos del gobierno Obama eran simples: Siria no es un país de interés estratégico para los Estados Unidos. No es un socio comercial relevante de los EEUU ni un país rico en recursos naturales que son fundamentales para la economía de los Estados Unidos. Y, entonces, no estaban dispuestos a pagar el precio de una operación militar en larga escala en Medio Oriente en el momento en que se retiraban de la región. El presidente Obama estaba pronto para “permitir” que Rusia mantuviese a Siria bajo su influencia para que su gobierno pudiese concentrarse en otras cuestiones.

La situación ahora es diferente. En mayo de 2014, se firmó el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania; desde entonces, la Unión Europa se tornó el mayor socio comercial de Ucrania. El acuerdo, que surgió tras la caída del presidente pro Rusia Viktor Yanukovich, marcó la reorientación económica de Ucrania para la UE y su gradual alejamiento de Rusia. No obstante, aunque la escala de sanciones aplicadas contra Rusia sea mayor ahora, ni los Estados Unidos ni la Unión Europea están dispuestos a ir hasta el final para sancionar a Rusia o suministrar apoyo militar significativo a la resistencia ucraniana. El miedo de tener que entrar en guerra con Rusia, por un lado, y la dependencia de la UE de la energía rusa, por otro, explican en gran medida esta decisión.

La actual estrategia rusa en Ucrania no es clara, así como si el gobierno ruso cambió o no sus objetivos desde el inicio de la invasión. Lo cierto es que la invasión no está yendo como se planificó. En Siria, el objetivo era evidente: mantener un gobierno servil en el poder. Rusia precisaba ayudar al régimen de Assad a derrotar una insurrección que comenzó como una revolución democrática y evolucionó hacia una guerra civil brutal, principalmente como resultado de la violencia empleada por el régimen sirio contra manifestantes pacíficos.

En Ucrania, el plan inicial de Putin era establecer un gobierno títere. Las declaraciones del presidente ruso de que el “reconocimiento” de Ucrania como nación soberana fue un error y que el actual gobierno ucraniano es fascista testimonian la idea de que él planeaba cambiar el gobierno en Kiev. Ahora, es imposible prever si Putin alcanzará o no ese objetivo. No obstante, el presidente ruso probablemente avanzará con la anexión de Donetsk y Luhansk, sea como nuevas provincias rusas o como repúblicas “autónomas” subordinadas. El gobierno ruso también puede optar por infligir el máximo daño posible a las infraestructuras económicas y militares ucranianas para forzar al presidente ucraniano a firmar un “acuerdo de paz” en el cual Ucrania renuncia a cualquier autonomía real en un futuro próximo.

El argumento de Putin de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) representa una amenaza existencial a la seguridad de Rusia también es cuestionable. Aunque Ucrania haya establecido una sociedad con la OTAN en el inicio de la década de 1990, la integración del país en la alianza militar del Atlántico Norte no está en la agenda de la OTAN. Según el sociólogo ucraniano Volodomir Artiukh afirmó en una entrevista a la Folha de S. Paulo, “La mayor parte de la expansión de la OTAN ocurrió después de los años 2000, ya durante el mandato de Putin. Y los primeros movimientos de esa expansión no tuvieron ninguna respuesta violenta de Rusia. En los años recientes, no hubo expansión significativa de la OTAN. Y Ucrania no estaba, bajo ningún punto de vista, cerca de tornarse un Estado miembro.

Todos los dirigentes políticos expresan claramente: Ucrania no será admitida en la OTAN en un futuro próximo. Entonces, es claro que esa expansión contribuyó a aumentar la tensión en la región, pero no fue una causa inmediata para la deflagración del conflicto”[4].

Además, algunas de las misiones recientes de la OTAN, como la intervención en Libia en 2011 y la operación Ocean Field –creada en 2009 para combatir piratas en la costa de Somalia– indican que la Alianza actúa preferencialmente en países periféricos del capitalismo que viven conflictos que representan una amenaza a la estabilidad del orden neoliberal. Por ejemplo, la costa de Somalia, localizada en una importante ruta marítima, tiene importancia estratégica para el comercio global. Los países occidentales no van a tolerar la interrupción del comercio que pasa por el Canal de Suez. En Libia, la guerra civil fue vista como una potencial amenaza al suministro de petróleo y gas para Europa. Además, el papel de Libia en la contención del flujo de migrantes para los países europeos preocupó a los líderes de la UE, que presionaron por una intervención contra Khadafi. A pesar de la narrativa antioccidental de Putin y de los ataques cibernéticos de Rusia contra los Estados Unidos, el gobierno ruso no era visto como una amenaza existencial a la estabilidad mundial hasta ahora.

La destrucción humana y material causada por la invasión de Ucrania será incalculable. El número de muertos ya está en el orden de decenas de millares, y algunos economistas estiman que la economía ucraniana caería más de 50% en 2022. La destrucción en Siria también es irreversible. Llevará décadas para que Siria se recupere de un conflicto que persiste hace más de 11 años. Con casi un millón de muertos, millones de ciudadanos desplazados interna y externamente y centenas de millares de personas desaparecidas, Siria es ahora una caricatura del país que un día fue. Centenas de millares de niños sirios perdieron la infancia, las familias y la educación, y ahora están traumados por una terrible guerra.

El destino de Ucrania será semejante, aunque haya una diferencia entre cómo los Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de las organizaciones internacionales lidian con una guerra entablada en Europa. A pesar de esas diferencias, que pueden ser vistas en la cantidad de cobertura mediática recibida por el conflicto ucraniano y en la movilización de los países de la OTAN para proteger sus fronteras, la llamada comunidad internacional nuevamente falló en evitar una guerra. Como en el caso de Siria, el futuro de Ucrania depende en gran medida de la resiliencia de su pueblo.

Notas:

[1] https://airwars.org/news-and-investigations/after-six-years-of-russian-airstrikes-in-syria-still-no-accountability-for-civilian-deaths/.

[2] https://forensic-architecture.org/investigation/airstrikes-on-al-hamidiah-hospital.

[3] https://www.reuters.com/world/middle-east/russian-jets-bomb-rebel-held-idlib-syria-witnesses-say-2022-01-02/.

[4] https://www1.folha.uol.com.br/mundo/2022/03/putin-quer-aumentar-area-de-influencia-nao-impedir-avanco-da-otan-diz-analista-ucraniano.shtml.

Traducción: Natalia Estrada.

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