Jue Abr 18, 2024
18 abril, 2024

Primeras lecciones de la derrota política de Syriza

La derrota electoral de Alexis Tsipras, líder del partido Syriza, y el consecuente retorno al poder de Nueva Democracia [ND] en Grecia, de la mano del ahora primer ministro Kyriakos Mitsotakis, repulsivo representante de una dinastía política conservadora[1], debe ser motivo de análisis y de esfuerzos para extraer lecciones por parte de la izquierda mundial. A seguir, algunas notas sobre este espinoso tema.

Por Daniel Sugasti

El llamado a la reflexión del caso griego cabe, sobre todo, para el amplísimo sector “progresista” que apoyó sin cortapisas a Syriza en todo este tiempo. Un respaldo que, si bien ahora pueda manifestarse de manera más o menos tímida o vergonzosa en ciertos casos, se mostró especialmente enardecido cuando Tsipras alcanzó su auge electoral en 2015; fenómeno político que le rindió una estruendosa victoria en las elecciones parlamentarias e hizo posible que, por primera vez, un partido dicho de la “izquierda radical” alcanzase el gobierno de un país.

En ese tiempo de frenesí para que el éxito electoral de Syriza les salpicase lo más posible, personajes como Luciana Genro, de la corriente MES del PSOL brasileño, declamaba cosas como esta: “¡Yo soy Syriza! Y no es de hoy”. Llegó incluso a escribir una carta a Tsipras, entonces flamante primer ministro, diciéndole: “Consideramos una victoria nuestra también, del PSOL. Syriza irradia y alimenta la esperanza de los luchadores de toda Europa y del mundo […] Nosotros, del PSOL, apoyamos y apostamos en ustedes desde el inicio […]”[2]. En Europa, el invitado especial al acto de cierre de la campaña electoral de Syriza en enero de 2015 fue Pablo Iglesias, líder del PODEMOS español.

Ligamos una cosa con otra porque consideramos que la derrota política de Syriza, así como el declive electoral y la evidente crisis que corroe a PODEMOS[3], es, más que una “victoria de la derecha tradicional”, el fracaso de toda la corriente neorreformista, que tiene distintas expresiones nacionales, pero que en Europa no solo se demostró incapaz de ofrecer una alternativa de combate a la guerra social del imperialismo europeo y mundial contra los pueblos, sino que actuó y actúa con las mismas prácticas de la “vieja derecha”. Esto se debe, según nuestra lectura, a que su postulación política no pasa, ni pasará, de llegar al poder para ser gerentes de la crisis de un capitalismo cada vez más decadente.

Tragedia griega

Nueva Democracia ganó las elecciones parlamentarias con 39,8% de los votos [un crecimiento notable, si consideramos que alcanzó 27,8% en 2015], contra 31,5% de Syriza [36,3 en 2015]. En las elecciones europeas y municipales celebradas en mayo, Syriza cosechó casi 25%; si en julio rozó 32%, en nuestra opinión, fue porque en alguna medida pesó la infaltable presión y propaganda a favor del “voto útil” en contra del retorno de la “derecha”. Pero, de cualquier manera, Syriza corrió con mejor suerte que los “socialistas” del antiguo PASOK[4]; cuenta con 86 diputados y representa la primera fuerza de “oposición activa”, según palabras de Alexis Tsipras[5]. Pero en eso de que vaya a ser “oposición activa”, permítasenos el beneficio de la duda.

Mitsotakis gobernará con mayoría absoluta –a propósito, algo que no ocurría desde 2009– contando con 158 de los 300 diputados del Parlamento unicameral[6]. Prometió “asegurar la reactivación de la economía, con un crecimiento ambicioso basado en inversiones privadas, exportaciones e innovación”. Por si hiciera falta, se apresuró a garantizar que honrará sus compromisos con los acreedores del dinero público griego, siempre a cambio de un “paquete completo de reformas”[7].

El nuevo primer ministro griego contó con el saludo de figuras como Putin; Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea; el presidente turco Erdogan; y, como no, con la bendición de Angela Merkel. Mario Centeno, el presidente del Eurogrupo, hizo lo propio desde Bruselas y, además, insistió en que el nuevo gobernante deberá “respetar los compromisos” con relación a la deuda asumida por sus pares que lo antecedieron, incluido el propio Tsipras, como veremos.

La clase trabajadora no puede alentar ninguna confianza en este nuevo gobierno. Mitsotakis, que fue ministro de Administración Pública de Andonis Samarás, es recordado por haber despedido a miles de trabajadores estatales durante el auge de la crisis griega. Tampoco se salva de la sombra de la corrupción. Su esposa, Mareva Grabowski-Mitsotakis, figuró en los conocidos Papeles de Panamá [Panamá Papers] como propietaria de 50% de una empresa con sede en las Islas Caimán, administrada por un fondo que operaba en las Islas Vírgenes. Él mismo fue juzgado por haber aceptado sobornos de la Siemens en 2008, algo que desnudó su estrecha relación con la empresa.

En el gabinete de Mitsotakis, además, hay caras conocidas. La cartera más importante, la de Economía, la ejercerá el liberal Christos Staikuras, exviceministro de este departamento durante el gobierno de Samarás, cuando Grecia firmó el segundo plan de rescate. Pero los ministros más polémicos son los que provienen del mundo de la extrema derecha: Adonis Georgiadis, ahora a la cabeza de Crecimiento e Inversiones, y Makis Voridis, jefe de Agricultura. Georgiadis empezó su carrera en el partido ultraderechista Laos, y en 2012 migró hacia ND. Fue ministro de Sanidad con Samarás, y durante ese período se encargó de aplicar en el sistema de salud una reforma que dejó sin asistencia médica a más de 2,5 millones de desempleados, además de despedir a 1.500 médicos. Voridis, en la década de 1980 dirigió las juventudes de EPEN, una fuerza fundada por el líder del golpe militar de 1967, reemplazando a Nikolaos Michaloliakos, fundador y actual líder supremo de los neonazis de Amanecer Dorado.

Mitsotakis con Tsipras

Pues bien, esta tragedia griega es fuente de muchas lecciones y merece toda la atención de los/as luchadores/as obreros/as y los pueblos explotados: la primera es que fueron Tsipras y Syriza los que, en los últimos cuatro años, resucitaron y allanaron el camino hacia el poder de la podrida derecha ultraconservadora y ultraneoliberal agrupada en ND, que ahora incorpora ministros de extrema derecha.

Es más, la derrota de Syriza quedó sellada cuando ganó las elecciones en 2015 prometiendo una cosa y, una vez en el poder, hizo exactamente lo opuesto.

El “giro” de 180 grados

El 25 de enero de 2015, Tsipras llegó al poder en medio de una crisis económica y humanitaria catastrófica, capitalizando el desgaste y el justo hartazgo popular con la sumisión a la Troika europea [el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional] que habían demostrado el gobierno socialdemócrata del PASOK de Yorgos Papandreu, en 2011, y su sucesor, el gabinete conservador de ND, Andonis Samarás, que aplicaron a rajatabla los despiadados planes de ajuste contra los derechos de la clase trabajadora y materializaron la entrega de los recursos nacionales al capital imperialista, principalmente el alemán. Tsipras, para obtener rédito electoral, prometió claramente que no aplicaría las recetas de los memorandos de la Troika.

Victoria electoral de Syriza, en enero de 2015.

En pocos años, la aplicación de ese guion neoliberal había prácticamente quebrado el país. El grado de destrucción de los servicios públicos, el aumento de los niveles de desempleo y la caída del nivel de vida fue aterrador.

En 2014, el PIB griego había caído 25%; el desempleo rondada 26%; y 23% de la población estaba en la pobreza. La inversión en salud había caído 9%. Las pensiones se redujeron entre 35 y 50%. La deuda “pública”, que en 2008 representaba 113% del PIB, había saltado a 175%.

Es obvio que, en ese terrible contexto, el discurso de Syriza, de que una vez en el poder enfrentaría a los “acreedores” de la injusta e impagable deuda griega –aunque nunca propuso una ruptura sino una firme “renegociación” de los tratados–, y que, así, revertiría el desastre causado por la Troika y sus agentes locales, generó una ola de esperanza generalizada. Syriza, además, estaba asociado a las decenas de huelgas y movilizaciones que se dieron desde el comienzo de la crisis. ND y el PASOK, tras años de aplicar los ajustes, estaban “quemados”, y la popularidad de Tsipras no paraba de crecer. Para el elector, indignado y arruinado, Syriza representaba lo “nuevo”, una alternativa “posible” para expresar su repudio a la Troika… ¿qué más podía perder?

Así, Tsipras ganó las elecciones y eso resonó en el mundo entero. Sin embargo, no pasó mucho para que esa legítima esperanza y la comprensible confianza que la mayoría del pueblo griego depositó en Syriza se transformara en desazón y, ahora, en rechazo electoral. No que Syriza haya desaparecido del tablero electoral/parlamentario, nada de eso; pero aquella relación de confianza con las masas empobrecidas y el peso político que tenía antes de ser gobierno, no volverán a ser los mismos. Incluso, no se puede descartar que, en el futuro y producto de la experiencia de las masas con sus medidas, Syriza sufra una crisis y proceso de desintegración comparable con la del PASOK.

Probablemente, existe una fecha emblemática que invirtió la relación de Syriza con las masas trabajadoras griegas: el 5 de julio de 2015.

El propio Tsipras convocó a un referendo sobre la aceptación o no del tercer “rescate” o memorando que la Troika europea quería imponer, lo que generaría más ajustes y más miseria.

La mayoría del pueblo griego, 62%, a pesar de una campaña de terror plagada de amenazas apocalípticas y orquestada por la prensa burguesa y el capital financiero, tuvo el coraje de dar un rotundo Oxi (No) a la continuidad de la extorsión y del ciclo endeudamiento-austeridad que había llevado el país al borde de la ruina.

Ese Oxi fue categórico y valiente, puesto que la arrogante Troika había emitido el 25 de junio un ultimato amenazando con la expulsión de Grecia del euro. Es decir, el pueblo griego sabía que al decir no a ese ultimato se enfrentaba a la posibilidad casi cierta de un Grexit, con todo lo que eso podía implicar.

Pues bien, es sabido lo que hizo Tsipras con ese resultado, pero es más interesante que nos lo cuente el que entonces era su ministro de Finanzas, Yannis Varoufakis[8]. Todavía en medio de los festejos en las calles, y del pánico del capital financiero y la crisis casi terminal de ND y de los demás partidos asociados hasta ese momento con los memorandos, “Tsipras convocó una reunión con el líder interino de Nueva Democracia y los líderes de los otros partidos pro-Troika, que necesitaba en el parlamento para aprobar el tercer rescate (memorando). Fue en este momento que Nueva Democracia se retiró del basurero de la historia y se colocó en un camino que lleva, con precisión matemática, a la victoria electoral”[9].

Tsipras traicionó la confianza de la mayor parte del sufrido y valiente pueblo griego. A partir de ahí –lo hayan o no votado de nuevo ahora en 2019–, para muchos griegos Syriza pasó a ser esencialmente “igual a los otros” partidos sumisos de la Troika. A lo sumo, muchos tal vez lo vean como un mero “mal menor”.

Un “gobierno de la izquierda radical” traicionó la casi última esperanza de la mayoría del pueblo –imaginemos el estrago que esto debe causar en la conciencia de las masas trabajadoras–, y siguió azotándolo.

Sin embargo, el neorreformismo, tomado como corriente más general, no estuvo ni está dispuesto a hacer este balance. Consumada la traición monumental de Tsipras, Pablo Iglesias declaró: “es tristemente lo único que podía hacer”. Y agregaba: “En política no cuentan las razones, tu capacidad de diagnóstico, cuenta el poder y un país del sur tiene muy poquito poder”. Errejón, entonces secretario político, fue más lejos y afirmó que, en una situación similar, PODEMOS haría lo mismo: “Este acuerdo, difícil, como ha reconocido Tsipras, es el acuerdo posible ante la intransigencia de los líderes europeos, la mejor solución alcanzable, aunque no está hecho pensando en el futuro del euro ni la UE […] Nosotros apoyaríamos lo que apoye el Parlamento griego y seríamos respetuosos con lo que apoyaran ellos”[10].

Asimismo, aunque incorporando una u otra crítica suelta, los Anticapitalistas españoles –partido de ex Secretariado Unificado en el Estado español, y que se disolvió en PODEMOS–, escribieron después de que Tsipras rasgara el resultado de referendo que rechazó la extorsión de la Troika: “Toda Syriza tenía como objetivo explícito avanzar hacia el socialismo, tanto el sector de Tspiras como el sector más radical. Así que es legítimo preguntarse qué ha impedido cumplir ese objetivo […] Es legítimo hacerse la pregunta, a no ser que en realidad creamos que la dirección de Syriza solo decía que el socialismo era su objetivo para ‘engañar a la gente’. En ese caso caeríamos en un moralismo cercano al del término ‘traición’”[11].

El ex SU, así, hace malabarismos para justificar lo injustificable: ¡no solo disemina la falsedad de que Tsipras y Syriza como un todo eran “socialistas” sino que aseguran que nunca quisieron “engañar” al pueblo ni mucho menos traicionarlo! Y escribieron esta patraña cuando Tsipras tiró el resultado favorable al Oxi en el basurero y se sentó a “negociar” con los buitres de la Troika cómo dar un nuevo martillazo en la cabeza del pueblo griego. Si eso no es “traición” para el ex SU, ¿qué lo sería?

Este tipo de caracterización es inaceptable. La verdad es que el imperialismo le ofreció el garrote y Tsipras lo utilizó con la misma –o quizá mayor– efectividad que sus antecesores. No solo pisoteó el rechazo popular hacia el programa de austeridad de la Troika, sino que impuso uno más gravoso.

Su gobierno, en coalición con Griegos Independientes, un partido ultranacionalista y xenófobo, fue una sucesión de medidas de austeridad: cortes salariales, aumento de impuestos, y una descarada entrega de riquezas al imperialismo tanto por la vía del pago de la “deuda” como por medio de privatizaciones de empresas estatales a precios de remate.

A tal efecto, creó el Fondo de Privatización griego (HRADF), que vendió al capital extranjero 5% de la participación en la empresa de telecomunicaciones OTE; 67% de la Autoridad Portuaria de Salónica; y 66% del gas natural puesto en operación por el Estado. A esto hay que sumar 22 millones de euros por la venta del servicio de mantenimiento de la Compañía de Hierros griegos, y otros 1.100 millones euros a cambio de la concesión del Aeropuerto Internacional de Atenas, entre otras empresas o explotaciones públicas[12]. Todo lo recaudado de esta enorme subasta sirvió o servirá para “honrar” la deuda con los bancos alemanes y de otros países imperialistas.

A esta altura, imaginamos que no faltará quien diga que no todo fue tan “malo”; que Tsipras sí hizo “lo que pudo” para aliviar la crisis humanitaria del país arruinado que recibió. En efecto, fueron tomadas tibias medidas, absolutamente insuficientes para mitigar casos de extrema pobreza.

Syriza creó, por ejemplo, un “subsidio social” que se viabilizó por medio de una tarjeta para socorros básicos, que concedía de 70 a 220 euros por mes [entre 9 a 30% del salario mínimo griego, uno de los más bajos de Europa] a aproximadamente 32% de la población. Como se puede notar, es difícil creer que esto fuera siquiera una “reforma”. En realidad, no pasa de las conocidas medidas de asistencialismo social, “compensatorias”, recomendadas por el mismísimo Banco Mundial, pensadas exactamente para contener posibles explosiones sociales y crear, para quien las aplica, una clientela electoral dependiente de esas migajas. Una especie de “bolsa família”, si tomamos el ejemplo brasileño.

Pero el pueblo, que quería un cambio radical, no paró de luchar. Tsipras respondió reprimiendo manifestaciones y por lo menos ocho huelgas generales, puesto que el pueblo griego no se quedó de brazos cruzados ni se contentó con migajas mientras el saqueo continuaba tal como antes de “lo nuevo”[13]. El gabinete de Syriza aceptó el acuerdo de Merkel con el presidente turco Erdogan para reprimir a los refugiados. También hizo un acuerdo con el genocida Benjamin Netanyahu, que selló una alianza entre Grecia, Chipre e Israel para que, con la venia de Trump, las multinacionales exploten el Mediterráneo oriental.

Syriza cosecha lo que sembró

Concretamente, las masas trabajadoras no sintieron ningún cambio favorable con la llegada de Tsipras al poder. Al contrario, sintieron en sus bolsillos, y en sus estómagos –tal vez con más dureza–, los efectos de los planes de la Troika que, ahora, eran aplicados por un gobierno “de izquierda”.

Así, el descontento creció, y eso se reflejó en el crecimiento de las luchas callejeras y las huelgas de todo calibre. El descrédito también se expresó en las elecciones europeas y municipales del pasado mes de mayo, cuando Syriza obtuvo solo un cuarto del voto popular.

Tal vez dando por sentado el futuro final de su mandato, en la última sesión de la legislatura Syriza intentó emplear en el aparato del parlamento a decenas de sus correligionarios, muchos de ellos parientes directos de altos dirigentes de ese partido. El escándalo ante semejante acto de nepotismo, que fortaleció todavía más a ND y el resto de la derecha tradicional, hizo que Tsipras bajase de 64 a 32 el número de esos dudosos “fichajes”, realizados de forma desesperada y grosera mientras el barco se hundía.

Anticipadas las elecciones por el propio Tsipras para el 7 de julio, por más que probablemente supiera que las perdería, Syriza trató por lo menos de salvar los muebles e hizo promesas electorales tales como medio millón de empleos y un ligero aumento del salario mínimo, ahora situado en 742 euros, menos de la mitad del alemán.

Pero esto no fue suficiente. Este reformismo sin reformas no tenía salida ni siquiera en su propio terreno, el electoral. La confianza que alguna vez recibió se había roto hacía tiempo. Lo cierto es, para muchos que apoyaron a Tsipras en 2014-2015, que Syriza se transmutó y se embebió en “el sistema” que un día prometió enfrentar.

Para sellar su gobierno con un legado siniestro, en agosto de 2018 el señor Tsipras concluyó el tercer memorando con los “acreedores internacionales”, el mismo que el pueblo había rechazado en julio de 2015.

Pero eso no significó ni significará el fin de la austeridad. Todo lo contrario. En realidad, podría decirse que Tsipras aceptó un cuarto memorando, bajo la apariencia de “concluir” con el tercero.

La mayor parte del “rescate” europeo a Grecia ahora, en términos técnicos, se “reprogramó”: más de cien mil millones de euros de reembolsos que el Estado griego se había comprometido a realizar entre 2021 y 2030 se pospusieron para más allá de 2032 –no sin que eso hiciera que los intereses también aumentasen, por supuesto–. A cambio, Syriza aceptó un monitoreo de la economía griega por parte de Bruselas y una austeridad permanente hasta 2060; en otras palabras, comprometió a Grecia con políticas de austeridad –excedente presupuestario de 3,5% hasta 2022 y de 2,5% posteriormente– hasta esa fecha. Una jugada redonda y un golazo del capital financiero. Y todo, gracias a Syriza.

De un lado, el nuevo gobierno de ND no tendrá tan apretada en su cuello la soga del pago de la deuda –pues tendrá “más tiempo” para pagar– y, así, tendrá más oxígeno; de otro, la austeridad, siempre en nombre de una deuda ilegítima e impagable, seguirá –si el pueblo trabajador no lo impide, evidentemente–, durante cuarenta años más.

La verdad es que la Troika no se puede quejar de la labor de Tsipras ni del tipo de “izquierda” que configura Syriza.

Derrotar los planes del imperialismo, el nuevo gobierno de ND, y desenmascarar a Syriza en las calles

Desde 2010, los gobiernos burgueses griegos aceptaron tres “rescates” de la banca europea, que juntos sumaron 280 mil millones de euros. Eso se hizo a cambio de emprender la más inmisericorde guerra social contra la clase obrera y el pueblo griegos, como ocurre en toda Europa en distintas escalas.

Para Grecia, los tres memorandos significaron, hasta ahora, al menos 450 dolorosas leyes de austeridad que afectaron casi todos los ámbitos del Estado y, como mencionamos, la destrucción de 25% de su PIB en una década. Lo más macabro es que todo esto se hizo en nombre de “salvar” a Grecia del espantapájaros llamado Grexit. Había que mantener a Grecia en la Unión Europea (UE) y en el euro, a cualquier costo. La realidad es que el pueblo nunca fue “salvado”. El pueblo sigue pasando hambre y desempleo. Los que fueron salvados fueron los bancos y las empresas imperialistas, sobre todo las alemanas, y un sector de la burguesía financiera griega, la facción más parasitaria.

A la salida de Tsipras, el desempleo llega a 19,2%, el mayor de la Eurozona, pero entre la juventud supera el 40%–. Los jóvenes no paran de emigrar, y eso también incide en la tímida y artificial “reducción” del desempleo total[14]. Grecia se sitúa en el tercer puesto del tétrico ranking de los países europeos cuya población está más expuesta a la pobreza: está solo por debajo de Rumanía y Bulgaria.

La economía, aunque sin memorandos oficialmente asumidos, permanecerá “vigilada” por los parásitos internacionales que carcomen las riquezas griegas. La deuda, que cuando asumió Syriza estaba en 175% del PIB, ahora representa 181%. Es decir, la entrega aumentó. Se estima que el país heleno tendrá que esperar hasta 2033 para recuperar el nivel que tenía su PIB en 2009.

¿Qué pasará con Syriza? Es una buena pregunta. Dimitris Rapidis, su consejero de comunicación, dijo hace poco: “Syriza es Tsipras. El partido ha perdido capacidad desde 2015, hoy es más débil que entonces, y cabe preguntarse qué ocurrirá si el domingo [7 de julio] perdemos las elecciones por una diferencia mayor que en mayo. No descarto que pueda disolverse”[15]. Tal cosa, hasta ahora, no puede asegurarse. El neorreformismo con sus distintas variantes, por apoyarse en una determinada situación de crisis económica y poseer todavía una base social, además de haber demostrado que puede serle muy útil al imperialismo, es resiliente.

Pero, en el caso de Syriza, quizá ya no quepa caracterizarlo siquiera de neorreformista. Syriza, tras su paso por el gobierno, se ha convertido en una especie de nuevo PASOK, un partido social-liberal completamente adaptado a las instituciones del Estado burgués y garante de los intereses del imperialismo. No es casual que el partido de Tsipras desde hace tiempo sea un invitado permanente en las reuniones de la cúpula socialdemócrata europea. Su base social también se alteró en este tiempo –tanto su base partidaria como electoral–, ya que atrajo en gran medida al electorado tradicional del PASOK, y fue perdiendo mucho entre los sectores obreros y populares empobrecidos que votaron por Tsipras en 2015. En la cúpula de Syriza, además, se integraron exdirigentes del PASOK, sobre todo después de la serie de purgas que hizo Tsipras en su propia “ala izquierda”.

La crisis de dirección revolucionaria, es decir, la ausencia de una alternativa obrera y socialista –que hubiera podido presentar un programa revolucionario para resolver los problemas de las masas griegas frente a la guerra social de la Troika– contribuyó para que la bronca contra Tsipras sea ahora capitalizada por la “derecha”. ¡Figurémonos que ND incluso se dio el lujo de hacer campaña electoral prometiendo “revertir” algunas medidas de austeridad adoptadas por Syriza!

Pero, esa misma crisis de dirección revolucionaria puede permitir que otra formación neorreformista, algo asociado a la “nueva política” tan de moda o bien el propio Syriza, lucre electoralmente en un futuro con el desgaste del nuevo gobierno griego. No. Syriza no ha desaparecido. Su paso por los palacios ha dejado lecciones para aquellos que quieran examinarlas, pero su efecto nocivo no acabó.

Nos preguntamos: ¿cómo explican este proceso Luciana Genro y todos aquellos/as que adhirieron a esa moda electoral llamada Syriza en 2014-2015? ¿Siguen o seguirán “siendo Syriza”? ¿Qué dicen del fracaso electoral, la crisis y el desmoronamiento de PODEMOS en el Estado español? ¿Qué dicen de las medidas de austeridad, más o menos veladas, del gobierno burgués de Portugal, sostenido por el PCP y el Bloco de Esquerda?

Como planteamos desde 2015, es imperioso analizar el carácter de clase y el programa de un partido antes de salir a sembrar ilusiones en él. La cuestión que siempre discutimos fue que, por el carácter de clase de su programa, su dirección y su base social, Syriza nunca significó una alternativa real para enfrentar los planes colonizadores del imperialismo, así como no lo son PODEMOS en el Estado español ni Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

Más que nunca afirmamos que sigue siendo una tarea imprescindible de los marxistas –si de lo que se trata es de superar la crisis de dirección revolucionaria– el combate diario para desenmascarar a estos reformistas sin reformas, agentes del capitalismo decadente. Estas corrientes no solo desmovilizan y desmoralizan a nuestra clase, sino que abren el camino a la derecha tradicional y, en algunos casos, facilitan el trabajo nefasto de la extrema derecha.

En Grecia, afortunadamente, el partido neonazi Aurora Dorada perdió la mitad de su caudal electoral de 2014 y no obtuvo ningún mandato parlamentario. Pero, en su lugar surgió Solución Griega, que si bien no es abiertamente neonazi es una formación de extrema derecha, ultranacionalista y extremadamente religiosa. Este sector, abominable, logró 3,7%, y, así, conquistó diez escaños parlamentarios. Estos partidos neonazis, de extrema derecha, racistas, y xenófobos, en general aprovechan el espacio abierto por el abandono de la lucha contra la UE, el euro y las medidas de austeridad que realiza el neorreformismo, que pregona que esas instituciones son o podrían ser “democráticas” o “para la gente”. Y eso cuando no es el propio neorreformismo el que aplica las políticas de hambre que emanan de Bruselas. Así que otra lección es que el neorreformismo no es capaz de combatir y derrotar a la extrema derecha. Al contrario, con su pusilanimidad y capitulación a la Troika y la UE, solo la fortalece.

La experiencia de Syriza –la única que llegó al poder central de un país–, pero también la de PODEMOS, el Bloco de Esquerda, etc., solo reafirma que no existe salida para la crisis económica y para la guerra social que los capitalistas han emprendido contra nuestra clase que pueda darse “por dentro” del sistema; “por dentro” de los gabinetes y de los parlamentos burgueses; “por dentro”, en el caso de Europa, de la UE y del euro.

Estos partidos, que en algunos casos llamamos neorreformistas, no tienen nada de nuevo. Peor aún, en la medida en que están inmersos en una situación de crisis económica muy deteriorada – casi sin margen para hacer concesiones duraderas a la clase trabajadora–, y que deben lidiar con un escenario político muy polarizado por causa de la guerra social infligida por la UE y el imperialismo, acaban siendo más efímeros como corriente que sus antecesores, los partidos reformistas “clásicos” del siglo XX.

La única salida realmente efectiva pasa por organizarnos o reorganizarnos; unirnos en las luchas; enfrentar, con métodos de democracia obrera y en las calles, los planes del imperialismo y de sus agentes directos en nuestros países, los gobiernos burgueses. Tengan estos la máscara que tengan. Sean de “derecha” o de “izquierda”.

Lucha y represión en Atenas

Una vez más, la realidad confirma el veredicto histórico acerca del debate entre reforma del capitalismo o revolución socialista.

No se pueden “reformar” ni “democratizar” aparatos de guerra contra los trabajadores como la Unión Europea y el euro, como planteó Syriza o propone PODEMOS; lo único que cabe es destruirlos por medio de una política de impulso a la movilización obrera y popular. No hay capitalismo “más humano”, “más ecológico”, ni que se interese por “la gente”. Hay que entender que son ellos, o nosotros. No hay medio término, en perspectiva estratégica.

En lugar de la UE y el euro como instrumentos del capital, la clase obrera y sus aliados explotados y oprimidos debemos luchar por conquistar una Europa de los trabajadores y los pueblos, unos Estados Unidos Socialistas de Europa, como un paso adelante en la lucha por la destrucción del imperialismo y la instauración de la sociedad sin clases en nivel mundial.

Notas:

[1] Kyriakos Mitsotakis es hijo de Kostas Mitsotakis, ex primer ministro en los noventa; hermano de Dora Bakoyanis, ex alcaldesa de Atenas y ministro de Cultura y Relaciones Exteriores, y tío de Kostas Bakoyanis, hijo de la anterior y recién elegido alcalde de Atenas. Sin dudas, una familia muy “afortunada”.

[2] Ver: https://www.terra.com.br/noticias/brasil/politica/luciana-genro-compara-luta-do-psol-a-do-partido-grego,6ff120014a82b410VgnVCM10000098cceb0aRCRD.html

[3] Ver: http://www.corrienteroja.net/el-desmoronamiento-de-podemos/

[4] El PASOK, el partido socialdemócrata griego, obtuvo 4,6% [13 diputados] en 2015. Dilacerado por la crisis y sus medidas del pasado reciente, está en una decadencia completa. En 2019 se presentó como Movimiento por el Cambio [Kinal, por su sigla en griego], y obtuvo 8,1%.

[5] A modo de contextualización: Antarsya, una coalición anticapitalista que no forma parte de Syriza, obtuvo 23.191 (0,41%) votos. Unidad Popular, una ruptura con Syriza que data de 2015, obtuvo 15.930 (0,28%) votos. En septiembre de 2015 cosechó 155.320 (2,86%) votos. Ambos se quedaron sin representación parlamentaria. El KKE [Partido Comunista Griego] se mantuvo prácticamente en el mismo nivel de 2015, alcanzando 5,3%.

[6] Siempre vale recordar que, según el sistema electoral griego, el partido más votado obtiene un “bonus” de 50 diputados.

[7] Ver: https://www.istoedinheiro.com.br/kyriakos-mitsotakis-toma-posse-como-primeiro-ministro-da-grecia/

[8] Actual líder de DiEM25 [Movimiento para la Democracia en Europa 2025], que obtuvo 3,4% de la votación, lo que le valió nueve curules en el Parlamento.

[9] Ver: https://vientosur.info/spip.php?article14974

[10] Ver: https://www.eldiario.es/politica/Podemos-respalda-Tsipras-Apoyamos-Parlamento_0_409809150.html. Ver también: https://www.elmundo.es/espana/2015/08/21/55d6f95522601d44058b457a.html

[11] Ver: https://www.anticapitalistas.org/art%C3%ADculos/la-izquierda-despues-de-syriza/. El destaque es nuestro. Esta nota también fue publicada en el sitio Viento Sur, ligado al ex SU.

[12] Ver: https://www.elciudadano.com/mundo/grecia-sigue-subastando-sus-empresas-publicas-para-pagarle-al-fmi/06/21/

[13] Ver: https://www.elmundo.es/economia/2018/05/30/5b0eebe646163f9f7f8b4591.html

[14] Desde el inicio de la crisis, se estima que medio millón de jóvenes con alta formación abandonaron el país.

[15] Ver: https://elpais.com/internacional/2019/07/06/actualidad/1562444193_323902.html

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