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Especial Palestina

Palestina no está en venta

febrero 6, 2025

Para el magnate de extrema derecha que llegó a la presidencia, Donald Trump, todo es un mostrador de negocios y su propiedad, como representante del imperialismo estadounidense. Así, ha intentado chantajear a gobiernos, Estados, estudiantes y trabajadores. Los palestinos, que jamás renunciarán a su derecho de autodeterminación, ya lo han advertido: Palestina no está en venta.

Por Soraya Misleh

Este es el grito que resonó el 4 de febrero en las calles de Washington durante las protestas que exigían el arresto del criminal, subordinado de Trump, Benjamin Netanyahu, y denunciaban el apretón de manos manchado con sangre palestina.

La descarada propuesta de Trump de que Estados Unidos tome el control de Gaza, junto con el genocida primer ministro israelí Netanyahu, es parte de estas negociaciones, después de 15 meses de genocidio en Gaza, para la normalización, sobre todo con Arabia Saudita, y un deseo de consolidar un negocio familiar largamente acariciado: transformar a Gaza, en las propias palabras de Trump, en una riviera, con resorts y emprendimientos inmobiliarios para dar la bienvenida a multimillonarios en sus vacaciones de verano. Entregar a su yerno, el sionista Jared Kushner, este “negocio con China” –en la expresión popular utilizada para referirse a algo extremadamente rentable y ventajoso-.

Trump y Netanyahu reunidos en la Casa Blanca.

Trump justificó hipócritamente su espuria propuesta afirmando que Gaza estaba destruida e inhabitable, que sería un lugar de mala suerte para el pueblo palestino, de muerte, de bombas. Y que lo mejor para el pueblo palestino sería tener otro lugar permanente fuera de allí donde establecerse.

El tono cínico era el de un padre preocupado por sus hijos que no pueden tomar decisiones por sí mismos, al lado del principal responsable del asesinato, en solamente los últimos 15 meses, de más de 60.000 palestinos en Gaza, la mayoría de ellos mujeres y niños, y que tenía en su rostro una sonrisa tan cínica y abyecta como la de Trump, la sonrisa de alguien que confía en su patrón y se siente cómodo al lado de su jefe.

Ridículamente, después de que Estados Unidos suministrara miles de millones de dólares, toneladas de armas y bombas para el genocidio en la estrecha franja –y aumentara la apuesta para avanzar aún más en la limpieza étnica que ya estaba en curso en Cisjordania, como se vio después del alto el fuego en Gaza–, Trump culpa a la mala suerte de Gaza. Y dice que a los dos millones de palestinos les encantaría irse de ahí, ignorando las imágenes históricas del retorno de los desplazados en la franja del sur para el norte, cantando y superando el dolor. Ignorando las escenas de palestinos limpiando los escombros de sus hogares, improvisando la supervivencia, garantizando la reconstrucción con la misma firme promesa de que no olvidarán ni perdonarán a los criminales contra todo su pueblo.

La deshumanización y el racismo del colonizador se expresan en la bizarra escena Trump/Netanyahu, transmitida sin vergüenza al mundo. Obviamente, en la foto reciente, el pueblo palestino ha estado ausente de las decisiones sobre su presente y su futuro, como incapaz de tomar su destino en sus propias manos. Este ha sido el caso de la continua Nakba, la catástrofe palestina cuya piedra angular es la formación del Estado genocida de Israel en 1948. La ideología orientalista impregna cada gesto y acción del imperialismo estadounidense y su enclave militar, Israel, cuyos métodos fascistas exponen su verdadero rostro al mundo.

El pueblo palestino, como siempre lo han considerado los dirigentes sionistas en su proyecto colonial y lo han registrado en sus diarios desde sus inicios (finales del siglo XIX-principios del XX), debe ser despreciado o eliminado, colonizado para su propio bien. Esta es la retórica que Trump expresó en su discurso del 4 de febrero, al lado de Netanyahu.

Gaza no tiene mala suerte, es la tierra de héroes y heroínas, la tierra de Palestina. El pueblo palestino resiste. E inmediatamente dio la respuesta: sólo podemos dejar Gaza para regresar a las tierras que nos fueron robadas en 1948, es decir, para retornar a nuestros pueblos y ciudades de donde fuimos expulsados ​​violentamente en la Palestina histórica, que el mundo llama hoy “Israel”. El ochenta por ciento de los palestinos en Gaza son refugiados.

La propuesta, tan indecente, ha provocado una ola de condena internacional, incluso por parte de Estados históricamente cómplices de la continua Nakba. Trump no tuvo reparos en intentar humillar a los regímenes árabes tutelados por el imperialismo, como Egipto y Jordania, para hacer válida su propuesta: nos deben mucho, lo aceptarán. El rechazo vino de todos, incluida Arabia Saudita, una vez más en la mesa de Trump y su proyecto de capitanear la reanudación de la normalización con Israel.

Saben que la lucha por la liberación de Palestina es la causa madre de todos los pueblos árabes oprimidos y explotados. Y que apoyar la limpieza étnica de dos millones de palestinos crearía inestabilidad, con una alta probabilidad de revueltas y revoluciones. Trump arrojó sus palabras al viento en la lógica del mostrador de negocios.

Este proyecto no es nuevo. Durante su primer mandato incluso consideró enviar palestinos al Congo o a otro país africano. No llegó a nada, aunque sí logró avances en el intento de enterrar la causa palestina en sus infames Acuerdos de Abraham, es decir, la normalización de las relaciones de Israel con los regímenes árabes.

La acción coordinada de la resistencia palestina en octubre de 2023 interrumpió este proyecto. Fue una consecuencia de la continua Nakba, con una colonización cada vez más profunda y una limpieza étnica lejos de los ojos del mundo, mientras sus líderes seguían estrechando manos sionistas manchadas de sangre palestina sin sentirse culpables. A estas alturas, todo el mundo sabe que el próximo gran éxito sería Arabia Saudita. Trump, en su tablero de “Monopoly” [banco inmobiliario], está ávido por mudarse a la casa de donde el imperialismo se vio obligado a detenerse.

Inspirada en la firmeza y persistencia del resistente pueblo palestino (sumud en árabe), cabe a la solidaridad internacional fortalecer la movilización para impedir los planes de Trump en favor de la paz de los cementerios y la prosperidad (como negocio lucrativo para sus multimillonarios y títeres).

Para él, el mensaje de la niña palestina Maria Hammoun, sobreviviente del genocidio en Gaza, poniéndolo en su lugar: “Si le pido salir de su casa y de su tierra, y viva en China o Egipto, ¿aceptaría? Lo siento mucho por mi risa, pero la verdad es que no estaría de acuerdo. Entonces, si usted se niega, ¿cómo espera que yo acepte ser forzada a salir de mi hogar y de mi tierra? ¿No son ustedes el país de la libertad alrededor del mundo? ¿De qué libertad habla cuando quiere restringirnos en nuestra natal y en la diáspora? Un consejo para el presidente del mundo: usted controla el mundo entero excepto Gaza, porque Gaza es el mundo”.

¡Palestina no está y nunca estuvo en venta! Como lo transmitieron de generación en generación nuestros padres y abuelos expulsados ​​en 1948: nuestra tierra y nuestra libertad no tienen precio. En palabras del poeta palestino Rafeef Ziadeh, los palestinos enseñan vida, señor.

Traducción: Natalia Estrada.

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