Motín de los mercenarios Wagner: el cocinero de Putin desnudó la vulnerabilidad de su patrón
El 24 de junio quedará marcado en la historia como el día en que Putin sintió, por primera vez en 24 años, que su poder se tambaleaba y podía caer.
Por SI de la LIT-CI
¿Qué pasará en el futuro cercano con ese poder? Para nosotros, es difícil prever eso con certeza. Pero es evidente que su régimen está fragilizado de arriba a abajo por la derrota estratégica que está sufriendo en la invasión, ocupación y guerra prolongada en Ucrania. Fundamentalmente, porque esa agresión genocida de la máquina militar rusa fue y sigue siendo resistida por la heroica resistencia de las fuerzas armadas ucranianas, compuestas en su inmensa mayoría por obreros y trabajadores de la ciudad y del campo.
¿Quién es Prigozhin y qué es la CMP Wagner?
Prigozhin es un exconvicto por robo, que en los años 90 «reinició» su vida en libertad vendiendo hotdogs y luego estableciendo restaurantes en San Petersburgo. Putin alentó su talento culinario y llevaba a su restaurante a «ilustres» visitantes extranjeros. Lo interesante es ver cómo el régimen de Putin, centrado en la institución FSB (exKGB), fue capaz de catapultar a Prigozhin por la vía de relaciones con el aparato del Estado, a ser el proveedor oficial de catering para el Kremlin y del abastecimiento de comida para todas las fuerzas armadas de la Federación Rusa. Y de allí a la fundación de un verdadero imperio financiero y mediático, donde la Compañía Militar Privada (CMP) Wagner es solo una de las empresas del grupo que controla el oligarca Prigozhin, que hasta por lo menos el inicio de la guerra era parte del círculo cercano a Putin.
La CMP Wagner contrata desde hace años a mercenarios que han intervenido y siguen actuando en diversos conflictos militares en varios continentes: Siria, Malí, Sudán, Donbass, Ucrania desde el 2014… Entre sus contratados hay numerosos exoficiales de todas las armas de la Federación Rusa y de otros países, involucrados en acciones contrarrevolucionarias del régimen de Putin. A pesar del método de guerra civil utilizado para derrotar a las masas, sigue el pillaje y el robo para sus jefes.
El Estado y el monopolio de la violencia
La constitución de empresas militares privadas no es una exclusividad de Rusia ni del régimen de Putin-FSB. En otras potencias militares también actúan estas «empresas». El caso más conocido es el de la Blackwater, subcontratada por el imperialismo estadounidense para actuar en Afganistán e Irak con miles de soldados. Acusada de torturas y asesinatos, ha cambiado su nombre, pero sigue operativa.
En el caso de la Rusia de Putin y sus múltiples expediciones contrarrevolucionarias, esas formaciones han proliferado al extremo. Antes de la guerra de Ucrania, cada grupo oligárquico ostentaba sus fuerzas armadas privadas con sus miles de efectivos. La Wagner, la más numerosa, llegó a tener 50.000, pero no es la única; existen también la «Potok», financiada por Gazprom, la «Patriot», que pertenece a nada menos que Shoigu, ministro de Defensa que firma los “contratos” con las CMP.
No obstante, el enfrentamiento entre estas organizaciones es resultado –nada menos– de la decidida resistencia de las masas ucranianas, que paraliza las conquistas militares de Putin cambiando la relación de fuerzas sobre el terreno. La moral de la resistencia contrasta con la desmoralización de las fuerzas armadas rusas y su tropa de asesinos tercerizada, puesto que no logra convencer a los soldados de la justeza de su guerra contra todo un pueblo.
Un choque entre empresas militares por el espolio de las guerras
Desde hace largos meses vemos escalar este conflicto que se convirtió en el centro de la crisis y en el motín de las tropas de la CMP Wagner. Prigozhin, desde Bajmut, denunciaba que no le enviaban municiones, y ante una pila de cadáveres acusaba al ministro Shoigu y al jefe del ejército, Gerasimov, de ser los responsables de esas muertes por su torpe conducción de la guerra. Fueron creciendo sus insultos, sin mencionar a Putin, pero insinuando que desde el Kremlin la guerra podría estar al mando de un «abuelito enojado».
En ese marco, logró aparecer como el que consiguió tomar la ciudad de Bajmut, con lo que obligó a Putin a dar un reconocimiento a la Wagner. Envalentonado por esa correlación de fuerzas, Prigozhin, en las últimas semanas, ante el masivo auditorio que tiene en Rusia, llegó a cuestionar los argumentos fundamentales con que se armó la invasión, negando que el gobierno de Zelenski o la propia OTAN preparaban una agresión.
El telón de fondo del conflicto entre Prigozhin y el alto mando de las FFAA rusas residía en la obligación de la Wagner de firmar un “contrato” con el Ministerio de la Defensa para seguir sus operaciones de pillaje, lo que acababa con su autonomía en el terreno, para firmar acuerdos con los gobiernos locales y su completa sumisión a la cadena de mando de las FFAA.
Lo que Prigozhin entiende como la decisión de la cúpula del poder político y militar para sacarlo del juego estaba tomada. Es decir, disolver su negocio de miles de millones de dólares con la Wagner. Hace unas semanas fue decretado que desde el 1 de julio todos los contratos de servicio militar pasarán por el control de Shoigu, el ministro de Defensa (que también tiene su CMP). Es evidente que fue este el detonante para la preparación del abandono de los campamentos en Ucrania y de la marcha «Por la justicia» a Moscú.
El supuesto «ataque» al campamento de la Wagner
Prigozhin denunció con videos bastante confusos que la artillería de las fuerzas del ejército regular ruso había golpeado su retaguardia, causando bajas y destrucción. A partir de eso, inició la marcha que comenzó tomando el aeródromo y la ciudad de Rostov, donde funciona el comando Sur del ejército de la Federación Rusa, y donde se encontraba de visita Shoigu. Cuando Prigozhin llegó allí, Shoigu ya se había ido. Ante esto, Prigozhin se reunió con los jefes militares del distrito Sur y les exigió que Gerasimov y Shoigu vinieran a hablar con él. Frente a la falta de respuesta, dejó a Rostov bloqueada y se dirigió hacia el Norte donde tomó control de Voronezh. Desde allí siguió su marcha «por la justicia» hacia Moscú, estacionándose primero en Lipetzk, y más tarde, antes de llegar a Tula, a poco más de 200 km de Moscú.
“¿Para qué fue la guerra? La guerra necesitaba que Shoigu recibiera una estrella heroica… El clan oligárquico que gobierna Rusia necesitaba la guerra”, dijo. Contradiciendo directamente las afirmaciones de Putin de que Moscú se ha defendido del contraataque de Kiev, Prigozhin también acusó al liderazgo militar ruso de mentirle al público sobre la magnitud de sus pérdidas y reveses en Ucrania. “El ejército ruso se está retirando en todas direcciones y derramando mucha sangre… Lo que nos dicen es el engaño más profundo”.
El presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, un títere de Putin, se ha atribuido la mediación y aseguró en un comunicado que se llegó a un acuerdo “absolutamente rentable y aceptable” para la Wagner y que se le han dado “garantías de seguridad” sin especificar cuáles. El movimiento de Prigozhin era arriesgado en extremo, se apoyaba en la quiebra de la cadena de mando del Estado Mayor.
Durante la noche del viernes y la jornada del sábado, Prigozhin cruzó su Rubicón particular, acorralado por la espiral de su pugna con Shoigu. Lanzó su motín. El presidente Putin, que hasta este sábado había permitido los deslices de Prigozhin y sus rencillas con su ministro de Defensa, cargó contra el jefe de los mercenarios, a quien acusó de traición, de “apuñalar por la espalda” al pueblo ruso. Y prometió aplastarlo: “Nuestra reacción será contundente”, dijo en un mensaje a la nación.
En un discurso furioso por lo que ha considerado una traición personal de Prigozhin –que hasta ahora se había mantenido leal al jefe del Kremlin y lo había dejado al margen de sus ataques contra Shoigu, las elites de Moscú y los “burócratas corruptos”–, Putin no ha dejado lugar a dudas. Sin mencionar el nombre de Prigozhin, aunque sí a la Wagner, al más puro estilo del Kremlin contra sus enemigos, el líder ruso ha comparado la sublevación de este sábado con la revolución de 1917 que destruyó el Imperio ruso, “cuando el país estaba librando la I Guerra Mundial pero le robaron la victoria”, dijo. “No permitiremos que esto se repita. Defenderemos a nuestro pueblo y nuestro Estado contra todas las amenazas, incluida la traición interna. Las ambiciones desenfrenadas y los intereses personales han provocado la traición a nuestro país y a nuestro pueblo”, dijo Putin en un discurso de cinco minutos grabado y emitido el sábado por la mañana en los canales estatales.
Finalmente, el sábado, Prigozhin duplicó la apuesta y clamó, en un mensaje de audio difundido en sus canales de Telegram, que Putin está “profundamente equivocado” y que los hombres de la Wagner no son traidores, sino verdaderos patriotas de Rusia. “Nadie se entregará a petición del presidente, la FSB o cualquiera. No queremos que el país viva en el engaño, la corrupción y la burocracia”, dijo Prigozhin horas antes de anunciar el repliegue, azuzando la retórica contra las elites del ejército regular, a las que ha acusado de enviar mal preparados a los hombres a la “picadora de carne” de Ucrania mientras ellos se enriquecían.
Un fin que puede ser el inicio
O motín de los mercenarios del grupo Wagner se da en medio y debido al fracaso de la invasión rusa en derrotar la resistencia ucraniana tras 16 meses del inicio de la invasión. El grupo Wagner fue incorporado al esfuerzo de guerra ruso tras la derrota de las tropas rusas en los alrededores de Kiev, para revertir la situación de derrota e impasse militar. Armado hasta los dientes y contando con 50.000 mercenarios (gran parte de ellos reclutados en los presidios rusos), el grupo Wagner demoró ocho meses en destruir totalmente y tomar la ciudad de Bajmut, con enormes pérdidas humanas, estimadas en 20.000 mercenarios. A lo largo de la batalla de Bajmut, la fuerza de resistencia ucraniana obligó a Prigozhin a cuestionar el comando de la guerra y amenazar con retirarse de Bajmut.
Los retrocesos en el campo militar plantean la necesidad de centralización de las fuerzas rusas para hacer frente a la resistencia ucraniana, con la incorporación de los grupos mercenarios a las tropas regulares. Esta centralización no fue aceptada por Prigozhin, que preparó el motín con la toma de Rostov-on-Don, cuartel general del comando sur, y la marcha “por la justicia” rumbo a Moscú con el objetivo de negociar sus contratos con el Kremlin y, eventualmente, provocar el cambio del comando militar ruso. Este motín contó, como mínimo, con la complacencia de parte de la jerarquía militar. Luego de 36 horas, el motín fue desmovilizado tras un acuerdo secreto entre Prigozhin y el dictador de Belarus, Lukashenko. Mientras el motín representó la quiebra de comando de las fuerzas rusas, la negociación secreta expuso la debilidad de Putin, que había prometido aplastar a los amotinados.
El motín expuso las dificultades del esfuerzo militar ruso y abrió una importante crisis en el régimen político del país, con el debilitamiento de Putin y del comando militar. Fracasos militares históricamente abrieron crisis en el régimen político, e incluso llevaron hasta la caída de sus gobernantes. Fue así en la guerra ruso-japonesa de 1905, en la Primera Guerra Mundial, en la guerra de Afganistán y en la primera guerra de Chechenia. El fracaso militar en Ucrania puede sellar el futuro de Putin y del régimen de la FSB-oligarquía.
La situación de la contraofensiva ucraniana
La contraofensiva ucraniana, iniciada el 5 de junio, aún se encuentra en una fase inicial de identificación de flancos en la línea de defensa rusa, constituida por trincheras y campos minados. Esta fue precedida por una serie de operaciones ucranianas en territorio ruso, las más notables en la región de Belgorod, para minar la confianza de las tropas rusas y sus líneas de abastecimiento. Hasta el momento, las fuerzas ucranianas recuperaron ocho villas en la región de Zaporizhzhia y están sitiando Bajmut en la provincia de Donetsk. No obstante, las fuerzas ucranianas no tienen hegemonía aérea y no cuentan con ningún caza de combate moderno.
Las fuerzas rusas están debilitadas, con enormes pérdidas humanas y con dificultades para recomponer stock de armamento y municiones, y, por lo tanto, sin condiciones de promover ofensivas militares. Por eso, están a la defensiva, atrincheradas, pero su comando sigue dispuesto a promover la destrucción de la infraestructura ucraniana y provocar la huida de la población. Bombardean regularmente los objetivos civiles en las principales ciudades ucranianas. El 6 de junio, las fuerzas rusas explotaron la represa de Nueva Kakhovka por dentro, provocando inundaciones violentas río abajo, y vaciamiento de la gigantesca represa río arriba, afectando la provisión de agua para la agricultura y para las ciudades, e impactando sobre el medio ambiente. Además, la ocupación rusa de la planta nuclear de Zaporizhzhia pone a toda la población ucraniana, e incluso a la europea, como rehenes de los invasores.
La hipocresía de la OTAN
La OTAN realizó el mayor ejercicio militar aéreo de su historia al reunir 250 aviones de combate F-16 en Europa, del 13 al 23 de junio. Los ministros de Defensa de los países de la OTAN, reunidos los días 15 y 16 de junio en Bruselas, decidieron no entregar aviones de combate modernos F-16 a Ucrania, decisión que puede ser revisada en el futuro.
Esta decisión es coherente con la estrategia de Estados Unidos y de la Unión Europea de debilitar, pero no derrocar, a Putin y su régimen. La crisis con los mercenarios del grupo Wagner reforzó la necesidad de mantener a Putin, evitando que dirigentes ultra belicistas o aventureros mercenarios asuman el poder en Rusia.
Las potencias imperialistas promovieron en Londres, los días 21 y 22 de junio, una Conferencia por la Reconstrucción de Ucrania, con el objetivo de preparar desde ya el control de la economía y de las riquezas de Ucrania por las grandes corporaciones occidentales, política con la cual está sintonizado el gobierno de Zelenski. Ejemplo de eso fue la decisión del gobierno ucraniano de prohibir a la población la perforación de pozos de agua en Kryvyi Rih, cuyos barrios sufren con falta de agua debido a la explosión de la represa de Nueva Kakhovka. Zelenski quiere imponer la privatización del agua a través del monopolio de los pozos.
Todo apoyo a la resistencia obrera ucraniana
Los sufrimientos impuestos a la población ucraniana son inestimables, pero no alcanzaron el punto de revertir el amplio apoyo al esfuerzo de guerra para expulsar a las fuerzas rusas. Millones de trabajadores y trabajadoras participan del esfuerzo de guerra, sea en la línea de frente, sea en la retaguardia, impidiendo la conquista rusa, y a pesar de las políticas neoliberales del gobierno de Zelenski, que impone privaciones a la población. Hacia esta resistencia obrera debemos dirigir la solidaridad obrera internacional, a través de campañas como la Ayuda Obrera a Ucrania, que recientemente envió su tercer convoy. En lo que respecta a las masas rusas, estas no temían una guerra civil sino la llegada al poder de un sádico que mata a la gente con un martillo.
Renovamos nuestro LLAMADO A LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO RUSO para organizarse y unirse contra la guerra, contra los oligarcas mafiosos, y para terminar con la dictadura de Putin.
– ¡Armas para la resistencia ucraniana!
– ¡Apoyo a las acciones contra la guerra en Rusia! ¡Libertad a los presos políticos detenidos en las cárceles de Putin!
– ¡Paz sin anexiones! ¡Por la expulsión de las tropas rusas de todo el territorio ucraniano, incluidos el Donbass y Crimea!
– ¡Por una reconstrucción obrera de Ucrania! ¡Por la socialización del agua y de todos los bienes básicos!
– ¡Por una Ucrania independiente! ¡Por un gobierno de los trabajadores y las trabajadoras!