Al cierre de este artículo la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y desastres (UNGRD) del Estado colombiano reportaba 31 incendios forestales activos en distintas regiones del país afectando principalmente a departamentos como Tolima, Cauca, Nariño, Cundinamarca, Huila, Valle del Cauca y Amazonas, con un total de 10.945 hectáreas impactadas.
Por Rosa C. (PST – Colombia)
Por el momento solo cinco de los incendios habían sido sofocados, lo que muestra la magnitud del problema en esta temporada de sequía en la que, sobre un aumento de la temperatura global registrada como la más alta en el 2023, algunos estudios científicos pronosticaban que el 2024 podría superarla. Desgraciadamente todo parece indicar que no se han equivocado, y las temperaturas registradas en el Caribe colombiano, otras zonas del país y el mundo, lo ratifican. Ciudades como Barranquilla y Santa Marta han llegado hasta los 51 grados centígrados; Cartagena también ha registrado temperaturas de 33 grados centígrados y una sensación térmica de 43 grados; Riohacha ha tenido temperaturas de hasta 38 grados centígrados, con sensaciones térmicas que superan los 45 grados. Hasta poblaciones de clima templado han sido afectadas por la ola de calor, incluso podemos afirmar que sus temperaturas promedio han aumentado hasta los 33 grados centígrados o más, temperaturas que no son comunes en estos climas, lo mismo que en Bogotá (“la nevera”) se han tenido temperaturas récord de 25 grados.
La ola de calor también afecta varias regiones de nuestro vecino Ecuador, donde las llamas han consumido 23.452 hectáreas en lo que va de septiembre. También al Perú, al punto que el gobierno decretó estado de emergencia en tres departamentos. Paraguay y el norte de Argentina han presentado, en menor medida, incendios forestales. En Brasil se vive en estos momentos una verdadera catástrofe ambiental, los incendios forestales vienen consumiendo la Amazonía brasileña, y ya son siete millones de hectáreas afectadas por el fuego. Un artículo publicado en Opinión Socialista, periódico de nuestro partido hermano de Brasil (el PSTU) reseña lo siguiente. “Del 1 de enero al 11 de setiembre, Brasil registró 172.815 focos de incendios, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). De ellos, 86.195 se ubican en la Amazonía y 56.363 en el Cerrado. El país vive su mayor sequía desde 1950, como consecuencia de fenómenos climáticos extremos provocados por el calentamiento global” .
Bolivia está en emergencia nacional, mientras el humo negro envuelve ciudades enteras. Allí la gente salió a las calles a protestar contra las leyes que protegen a los grandes ganaderos, en especial la que permite hacer quemas controladas de bosques para convertirlos en potreros para la ganadería intensiva, pues según denuncias de varias comunidades estas quemas fueron la chispa que produjo varios de los incendios forestales actuales; es conocida esta práctica para la ampliación de la frontera agrícola y las áreas protegidos.
¿Manos criminales?
Contrario a lo que señala la ciencia sobre las causas profundas de esta tragedia ambiental, la explicación más fácil a la que generalmente recurren las autoridades es que fueron “manos criminales” las que provocaron los incendios forestales. Evidentemente una fogata no apagada a tiempo, un vidrio al rayo del sol que produce una chispa, o una colilla de cigarrillo prendida, la quema de residuos orgánicos de manera descuidada puede desatar un incendio. Pero esta explicación no es suficiente cuando vemos que simultáneamente se están produciendo incendios forestales en muchos sitios, no solo en un país, sino en el mundo entero. Sería forzado pensar que hay una suerte de logia que se propuso como parte de una conspiración incendiar el continente o el planeta o que tenga tal poder que logró que las temperaturas subieran a los niveles que hemos reseñado en nuestro país y en los países del sur de Europa o Estados Unidos durante el verano. También en Portugal y España hay focos importantes de incendios forestales, aunque en menor número e intensidad que hace un par de años.
Es el capitalismo
No, aquí se trata sencillamente de las consecuencias del calentamiento global producido por el aumento constante y sin control de los gases de efecto invernadero que han provocado el aumento de la temperatura del planeta y el deshielo de los polos, subiendo los niveles de las aguas de los océanos y provocando el aumento en la intensidad de las tormentas y los vientos. Lo que conocimos alguna vez como fenómenos naturales normales hoy están desbordados y sus efectos se están saliendo de control, afectando seriamente la vida de los seres humanos, de las especies animales y de las plantas; se ha roto el equilibrio, se ha roto el metabolismo de la naturaleza por la acción de uno de sus componentes, una minoría de seres humanos que se benefician del actual sistema de producción capitalista. Esos sí son intereses criminales que en favor de sus ganancias depredan el planeta sin importar el costo. No es la especie humana la responsable. Es la clase capitalista de nuestra especie que pone sus intereses económicos por encima de la vida en el planeta y que explota a la enorme mayoría de la humanidad en su beneficio propio.
En Brasil como en Bolivia y en casi todos los países de América Latina, es el agronegocio y la tala de la selva amazónica lo que de manera combinada lo que produce gases de efecto invernadero que alimentan el calentamiento global, pues estos fenómenos ambientales, así como los vientos, no tienen fronteras y se suman a los altos niveles de CO2 producidos por los combustibles fósiles en las ciudades.
Las consecuencias sociales inmediatas
Es imposible ocultar que la tendencia inflacionaria tiene como uno de sus componentes esta crisis ambiental, las tarifas de los servicios públicos han subido de manera alarmante sobre todo el de energía en la costa Caribe, de la misma manera que el de agua. Hay racionamiento no solo en Bogotá sino en muchas poblaciones como, por ejemplo, en La Mesa (municipio de Cundinamarca) en donde solo 12 horas cada 15 días llega agua a los hogares, mientras las constructoras no paran sus obras que consumen grandes cantidades del líquido, así como sucede en Bogotá con la transnacional Coca-Cola que saca 280 mil litros de agua del manantial de la Calera al día, para envasarla y venderla a precios de especulación, lo mismo pasa con todas las empresas que consumen enormes cantidades de agua para producir sus gaseosas y envasar las botellas de agua. Entre más calor más liquido se requiere consumir, entonces estas empresas más venden y más se llenan los bolsillos. El capitalismo aplica el racionamiento de los servicios básicos con un criterio de clase.
Mientras el estado vende los recursos naturales a los empresarios a precios irrisorios, al pueblo trabajador les suben las tarifas y les cortan los servicios si no pagan o se los proporcionan, pero de mala calidad. Los capitalistas que son los que han provocado, con su depredación del planeta, la crisis ambiental que amenaza con la destrucción de la vida, no dudan en lucrase de las necesidades que provoca esta misma crisis, pues la manejan con la ley de la oferta y la demanda. Por eso suben las tarifas de los servicios, suben los precios de los alimentos, del transporte de los combustibles, pero no suben los salarios. Esta es una tendencia inexorable, que la trabajadora del mundo tenemos que parar ahora y a tiempo.
“Para detener crisis climática se necesita revolución mundial”
Esta fue la frase clave del discurso del presidente Petro en la conferencia Internacional, Salvemos el Planeta realizada en Chicago el sábado 21 de septiembre del 2024, en su viaje a Estados Unidos, a propósito de la Asamblea General de la ONU, en donde participa.
Los socialistas siempre hemos planteado que para salvar al planeta y a la humanidad de la barbarie a la que nos conduce inexorablemente el capitalismo, necesitamos una revolución mundial. En esto estamos de acuerdo con Petro, pero creemos que como presidente y en medio de esta crisis climática tendría que empezar por tomar una serie de medidas inmediatas y urgentes que nos conduzcan en ese camino. Para empezar, se tiene convocar a los presidentes de los países de la amazonia para articular un plan conjunto que permita parar los incendios, decretar la emergencia ambiental a nivel nacional para poder utilizar recursos y tomar medidas como la reducción de las tarifas de los servicios públicos para la clase trabajadora; solo cubriendo los costos de producción, como la reversión de la privatización de las empresas de servicios públicos.
El Estado y los trabajadores debemos tomar el control de esos recursos y ponerlos al servicio de la población y no de los intereses capitalistas, tomando medidas como:
- Suspender la entrega de agua a las envasadoras como Coca cola y Postobón, y concesiones a mineras
- Expropiación por vía administrativa y en interés general de nacederos y fuentes de agua que están en manos privadas
- Control de precios de los alimentos para que los empresarios no especulen
- Control estatal de los bosques y las selvas, ni un árbol más debe ser talado
- Rebaja de los precios de los combustibles a los precios de costo nacional, ni un peso más para favorecer a los grandes productores de hidrocarburos.
Y se puede ir más allá, expropiando todas las tierras que han sido deforestadas y utilizadas para la ganadería intensiva y el agronegocio; dedicar los intereses y los pagos de la deuda externa como recursos para un fondo de emergencia contra el calentamiento global y para tomar medidas que logren detenerlo y en lo posible revertirlo; Petro deber ponerse al frente y liderar este proceso en la región, en concordancia con sus discursos.
Solo que esta revolución no será posible, como dijo Petro en su discurso de Chicago, junto con Estados Unidos y los gobiernos de los países imperialistas, sino contra ellos y en unidad con la clase trabajadora del mundo entero contra el capitalismo.