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18 abril, 2024

El surgimiento y el papel del reformismo estalinista y socialdemócrata antes y después de la Segunda Guerra

La III Internacional, con la fuerza de la victoria de la Revolución Rusa, rápidamente adquirió influencia de masas en una disputa frontal con la socialdemocracia. Su estrategia era la revolución mundial, la lucha por la destrucción del Estado burgués y por el poder obrero como transición al socialismo.

Por: José Welmowicki

No obstante, el aislamiento de la Revolución Rusa, la destrucción causada por la guerra civil contra el poder obrero por las invasiones de los más de 20 ejércitos sostenidos por las potencias imperialistas en un país atrasado con un gran peso del campo, generó un proceso de burocratización del Estado y del partido comunista, llevando a una contrarrevolución política. Encabezada por la fracción dirigida por Stalin, esta tomó el control del poder y del partido e imprimió una orientación opuesta a la de Lenin.

En primer lugar, cambió la política de Lenin y la visión marxista de que, para triunfar, el socialismo tenía que ser mundial. También acabó con la democracia en el Estado y en el partido. Esos principios fueron sustituidos por la defensa del “socialismo en un solo país”, por la burocratización del aparato estatal, por la persecución a los opositores en el partido y en el Estado, y por la opresión a las nacionalidades y a todos los sectores oprimidos. Coronando esos retrocesos, surgió la nueva doctrina, el estalinismo, que asumió como política para los países coloniales y semicoloniales la alianza estratégica con las burguesías nacionales o sus sectores supuestamente progresivos.

El estalinismo pasó a defender los gobiernos de colaboración de clases, los llamados frentes populares con la burguesía, como en Francia y en España de la década de 1930. Como afirmaba Trotsky en el Programa de Transición, en 1938: “La Internacional Comunista se alineó en el camino de la socialdemocracia en la época del capitalismo en descomposición, cuando no hay más lugar para reformas sociales sistemáticas ni para la elevación del nivel de vida de las masas, cuando la burguesía retoma siempre con la mano derecha el doble de lo que dio con la mano izquierda, cuando cada reivindicación seria del proletariado, e incluso cada reivindicación progresista de la pequeña burguesía, conducen inevitablemente más allá de los límites de la propiedad capitalista y del Estado burgués”. El estalinismo asumió las posiciones esenciales del reformismo.

Colaboración con la burguesía. Después de la Segunda Guerra y el Estado de Bienestar

En la Segunda Guerra Mundial se dio una de las mayores batallas y mayores victorias de los trabajadores y de los pueblos del mundo: la derrota del nazifascismo. Eso, a pesar de todas las traiciones, de los acuerdos de Inglaterra y de Francia con el nazismo, de los pactos de Stalin con Hitler en 1938, el papel de las masas de la URSS, como en Stalingrado, fue decisivo en esta lucha y en esta victoria, a pesar de su dirección. Por eso, los partidos comunistas salieron prestigiados por la resistencia y por la victoria final contra los nazistas.

Eso permitió a los partidos comunistas una situación privilegiada. Frente a la colaboración de las burguesías locales con Hitler y Mussolini, luego de la invasión de la URSS por los alemanes en 1941, los comunistas cumplieron un papel destacado en la guerrilla yugoslava, en la resistencia francesa e italiana, en la resistencia griega, en China, en Vietnam.

En el final de la Segunda Guerra Mundial, una situación revolucionaria se abrió en toda Europa. La resistencia tenía el control de países decisivos. Estaba planteada la posibilidad de tomar el poder en países claves. Una revolución obrera y popular se abrió en Francia, en Italia y en Grecia. Los trabajadores armados y victoriosos habían destruido al ocupante nazi y el Estado burgués.

Primavera de Praga, levantamiento popular en Checoslovaquia contra la dictadura burocrática, destruido por los tanques soviéticos en 1968.

Una vez más la traición de las direcciones burocráticas fue decisiva para mantener el capitalismo, bajo las órdenes de Stalin, que apostó todo en los pactos de Yalta y Potsdam y en la coexistencia con el imperialismo, incluso disolviendo la III Internacional en 1943, a pedido de Winston Churchill. Una traición histórica a la revolución y al legado de Lenin. Esa conducta permitió la masacre de la resistencia griega por el ejército inglés, y los PCs entregaron el poder a la burguesía en Francia y en Italia.

Frente a una situación explosiva en Europa, el imperialismo fue obligado a hacer una serie de concesiones a los trabajadores y permitir que la socialdemocracia y los PCs pudiesen justificar su apoyo a los nuevos gobiernos de “unidad nacional por la paz”. El imperialismo estadounidense organizó el Plan Marshall para financiar la reconstrucción capitalista de la Europa Occidental arrasada por la guerra.
Una serie de medidas de protección social, antes rechazadas por las burguesías imperialistas, acabaron siendo implementadas, como la legalización de varios derechos laborales y la creación o extensión de la previsión social. Fue el llamado welfare state (estado de bienestar social), que al traer mejoras en el nivel de vida pasó a ser presentado como “prueba” de la posibilidad de una reforma gradual del capitalismo: un padrón que podía ser mantenido y extendido.

En ese proceso, los reformistas consiguieron retomar su prestigio al capitalizar ese período en el que, debido a la destrucción causada por la guerra y el miedo a la revolución obrera, la burguesía se vio obligada a permitir una mejora importante en las condiciones de trabajo y en los derechos sociales. La socialdemocracia y los PCs se presentaron como los defensores de los derechos sociales, se reconstruyeron en Europa Occidental y pasaron con frecuencia a ser parte de los gobiernos de Alemania, de Inglaterra, de Francia, entre otros países. Eso ocurrió en los años 1950 y hasta el final de la década de 1960, con fuertes partidos reformistas, sean estos partidos socialistas o comunistas, en toda Europa Occidental.

Hacia finales de los años 1940 y comienzos de los años 1950, la presión del imperialismo anglo-estadounidense en la llamada “Guerra Fría” generó un discurso más duro de la burocracia estalinista. Sin embargo, el estalinismo nunca rompió su compromiso con el orden mundial de Yalta y Potsdam. El estalinismo pasó a una posición de colaboración abierta y de “coexistencia pacífica” con el imperialismo. A partir de esa doctrina, los discursos son la defensa del diálogo y de la conciliación, con los PCs ayudando a sostener la dominación imperialista en el mundo y el Estado burgués.

A partir de finales de los años 1950, los PCs pasaron a ser campeones en apoyar gobiernos burgueses supuestamente progresistas en todos los continentes. En Italia, por ejemplo, defendieron el “compromiso histórico” entre el PC, el mayor partido comunista de Occidente, y la Democracia Cristiana, el mayor partido burgués en Italia.

América Latina. Fracaso del reformismo y del nacionalismo burgués en el mundo semicolonial

Revolución sandinista de 1979; en la ocasión, Fidel Castro pidió a los sandinistas que no hiciesen de Nicaragua una nueva Cuba.

En América Latina, entre los años 1950 y 1970, la presencia del reformismo y del nacionalismo burgués siguieron ese proceso de llegar al gobierno para intentar desviar los procesos revolucionarios: desde Bolivia, en 1952, hasta la Argentina, con Perón. En esos procesos, en nombre del frente con la burguesía, los PCs apoyaron los gobiernos dichos progresistas, como el de João Goulart en el Brasil, en 1962-1963 y la Unidad Popular de Allende en Chile, entre 1970 y 1973. En nombre de esas alianzas, pasaron a defender la legalidad y el Estado, y llamaron a confiar en las fuerzas armadas, dichas patrióticas. Con eso, desarmaron la resistencia a los golpes tanto en el Brasil como en Chile.

Neoliberalismo. La crisis en la socialdemocracia y en el estalinismo

La socialdemocracia, que se había fortalecido en la reconstrucción de posguerra y por su identificación con el estado de bienestar social, pasó a sufrir un fuerte desgaste hacia finales de los años 1960. En ese momento, comenzó el período de ataques a esos derechos sociales. Ataques que vinieron por la derecha, pero también por los socialdemócratas cuando estaban en los gobiernos.

En Francia, en Alemania y en la España posfranquista, a partir de los años 1970 y en los años 1980 comenzó un fuerte desgaste que se profundizó con la implantación del llamado “neoliberalismo”. Este consistía en una política económica de quite de los derechos conquistados en nombre de “menos Estado” y de la “libertad de iniciativa”. Iniciado por Margaret Thatcher (Reino Unido) y Ronald Reagan (Estados Unidos) y experimentado en la dictadura chilena de Augusto Pinochet, el neoliberalismo fue siendo tomado como pauta también por gobiernos socialdemócratas: Mitterrand en Francia, en 1981-1988; Felipe González en España, en los años 1980; los laboristas en Inglaterra y los socialdemócratas en Alemania. De ese proceso surgió la tercera vía del laborista Tony Blair, primer ministro de Gran Bretaña (1997-2007).

Tony Blair, líder del Partido Laborista que defendió la llamada tercera vía.

Surgió, entonces, el fenómeno del eurocomunismo, teniendo como carro jefe al PC italiano. Llevando hasta el fin la política de aceptar el Estado burgués en nombre de la democracia, formularon la doctrina de la “democracia como valor universal”. Para ellos, la evolución de la democracia llevaría al socialismo sin necesidad de revoluciones sociales. O sea, adoptaron un programa tal como la socialdemocracia había hecho en el pasado.

Las otras vertientes del estalinismo, como el maoísmo y el castrismo, a pesar de la estrategia guerrillera, que en un primer momento atrajo la simpatía de millares de militantes, acabaron por ser la expresión de las burocracias que gobiernan China y Cuba. En poco tiempo, apoyaban a las burguesías dichas progresistas y se colocaron contra la toma del poder por los trabajadores en una serie de revoluciones. Fidel Castro mostró eso apoyando la alianza de Allende con la burguesía en Chile, y también cuando dijo a los sandinistas en la revolución de Nicaragua en 1979 que no se debía expropiar a la burguesía, sino sí aliarse a ella. “Nicaragua no debería ser una nueva Cuba”, dijo.

Tanto la burocracia china como la cubana fueron la línea de frente de la restauración del capitalismo en sus países. Hoy, el PC cubano representa la nueva burguesía que restauró el capitalismo en la Isla. Por su parte, el PC chino pasó a ser un partido que gobierna de forma totalitaria el Estado capitalista chino.

Después de la restauración del capitalismo en la ex URSS, los partidos eurocomunistas como el PC italiano completaron un proceso de reconversión en partidos burgueses.

La socialdemocracia y lo que restó de los antiguos partidos estalinistas, como el portugués o el francés, se transformaron en partidos del orden, cuyo programa es la defensa del Estado burgués. Así, se volvieron instrumentos auxiliares para que la burguesía implemente su guerra social y destruya el welfare state.

Artículo publicado en www.pstu.org.br
Traducción: Natalia Estrada.

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