Editorial Opinião Socialista n.° 665, PSTU Brasil
La elección del ultraderechista Javier Milei, en Argentina, generó preocupación entre los trabajadores del Brasil. No es para menos. Al fin y al cabo, forma parte del fenómeno de la ultraderecha mundial que, a pesar de las diferencias en cada país, tiene muchas cosas en común.
Este sector defiende tierra arrasada, acelerando y profundizando sin piedad los ataques a la clase trabajadora, los sectores oprimidos, el medio ambiente y la soberanía de los países, así como atacando las libertades democráticas. Todo en nombre de las ganancias de los capitalistas. Para ello, también promueven el odio contra las personas negras, las mujeres, las personas LGBTI+ y los inmigrantes.
El proyecto defendido por Milei incluye la privatización general de las empresas estatales argentinas, la dolarización de la economía, y cuenta con una vicepresidente que niega las muertes de la dictadura militar de ese país.
La “izquierda” reformista y neoliberal allana el camino a la ultraderecha
La situación argentina trae dos alertas. La primera es que la ultraderecha no está muerta y está esperando volver al poder. La segunda, que no tiene sentido que gobiernos capitalistas que dicen ser de izquierda gobiernen el capitalismo de forma neoliberal más lenta, ya que esto no impide el fortalecimiento de la ultraderecha.
De hecho, el camino de la derecha está pavimentado porque “gobiernos de izquierda” defienden medidas que van en interés de los monopolios capitalistas, y terminan desgastados, empeorando las condiciones de vida del pueblo, precarizando el trabajo, no enfrentando el saqueo y la subordinación a los imperialismos, sin conseguir resolver las necesidades más básicas.
Y esto fertiliza el suelo donde prospera la ultraderecha. Milei ganó las elecciones tras el colapso del “gobierno de izquierda” del peronista Alberto Fernández.
No existe “mal menor”
Ahora mismo, esto es muy importante. Hay una gran parte de la izquierda que sostiene que, para derrotar a la ultraderecha, es necesario apoyar y defender al gobierno de Lula. Pero cuando vemos lo que están haciendo la ultraderecha y el Gobierno Federal, vemos cómo esta posición, en verdad, conduce al fortalecimiento de las agendas y demandas de la ultraderecha.
Hay, por ejemplo, una lucha en curso contra las privatizaciones impulsadas por los gobiernos estaduales de São Paulo y Minas Gerais, en manos de los Republicanos y del Novo, respectivamente. Son importantes las movilizaciones contra las privatizaciones, previstas para el día 28 en São Paulo, y los días 21 y 22, en Minas Gerais. Con la lucha es posible derrotar los planes privatizadores de los gobiernos estaduales y, también, exigir a Lula la reversión de privatizaciones ya realizadas, como la de Eletrobras, e impedir nuevas privatizaciones.
Resulta que el gobierno de Lula no es un contrapunto a los procesos de privatización de los gobiernos estaduales de ultraderecha. Por el contrario, viene colaborando en las privatizaciones promovidas en los Estados, como lo demuestra el financiamiento que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) proporcionará para la privatización de escuelas en São Paulo.
Pretenden inducir un supuesto desarrollo del país, inyectando dinero público en el sector privado. Por eso, el gobierno anunció un Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) lleno de recursos públicos y basado en la proliferación de Asociaciones [Parcerias] Público Privadas (PPP), que no son más que una especie de privatización, con la diferencia de que los costos y riesgos están asegurados por el Estado, mientras las ganancias son privadas. Las multinacionales reciben todo tipo de incentivos y beneficios para adquirir empresas, instalarse en el país, y enviar sus ganancias al exterior.
Hay sectores de derecha que abogan abiertamente privatizar todo, recortar el gasto público y crear el “Estado mínimo”. Y hay quienes se llaman a sí mismos de izquierda, pero que, en la práctica, también privatizan, sólo que de otra manera. En lugar de vender, hacen PPP. También defienden una política fiscal neoliberal; pero, en lugar de recortes directos del gasto público, como hizo Temer, hacen lo mismo a través del nuevo Marco Fiscal. Incluso abogan por aumentar un poco los gastos, pero para intentar generar algo de crecimiento económico, pagando a los capitalistas con el presupuesto público.
Son dos caras de una misma moneda. Aunque son diferentes, con ritmos diferentes, llegan al mismo lugar: un país más subordinado, desnacionalizado, privatizado, con trabajo precario y algún ingreso mínimo.
Ofrecen el mal menor: liberalismo en dosis homeopáticas, con pequeñas concesiones al comercio minorista. Pero juegan el mismo juego que el capitalismo, en defensa de los intereses de las ganancias privadas de los multimillonarios brasileños e internacionales. Pero aquellos que se dicen de izquierda y, incluso a un ritmo más lento, hacen el juego de la burguesía y del capitalismo: ¡alimentan a la ultraderecha!
Alternativa revolucionaria, de clase y socialista
Para acabar con la desigualdad social brasileña es necesario enfrentar los grandes grupos capitalistas. Este es un problema histórico, que se remonta a los orígenes mismos del país.
Incluso, el hecho de que el Banco do Brasil haya actuado de manera central en la esclavitud, posibilitándole acumular ganancias y capitales, es sólo la expresión de una responsabilidad que involucra a todos los capitalistas brasileños y al propio Estado, sometidos al imperialismo. De hecho, no hay reparación para el pueblo negro que no pase por enfrentar los intereses de los ricos y por la expropiación de esas riquezas que nos fueron robadas.
La dominación de los países imperialistas en el Brasil es la base de nuestra condición de pobreza, atraso tecnológico y desigualdad social. De nuestra condición de subdesarrollo y subalternidad económica, política y social.
Por eso, también es tan importante la lucha en defensa del pueblo palestino. Lula debería romper relaciones diplomáticas, económicas y militares con Israel, que promueve el genocidio y el apartheid. Lo que le impide hacer esto no es una medida táctica para repatriar a los brasileños. De hecho, este episodio demuestra la subalternidad del Brasil respecto de los intereses de los imperialistas. Esta lucha es también parte de la liberación del propio Brasil del dominio del imperialismo.
El desafío político de nuestro tiempo es que, para enterrar de una vez por todas el peligro de Mileis, Bolsonaros y Trumps, es necesario superar el programa, la estrategia y las tácticas de esta izquierda capitalista, liberal y defensora del orden burgués, que ha hegemonizado el escenario político hasta este momento.
Es necesario construir una alternativa de los trabajadores y de las trabajadoras, que vaya a la raíz de los problemas; es decir, el capitalismo, y que signifique no sólo un cambio de gobierno, sino también un cambio de sistema. Mientras la izquierda siga rehén de un campo burgués y de la defensa del orden, la posibilidad de capitalizar este sentimiento caerá en manos de la ultraderecha, aunque ella sea la parte más perversa de este sistema.
Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 22/11/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.