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Perú

Algunas lecciones de la lucha histórica del Sintra-Celima

julio 12, 2025

Por Partido Socialista de los Trabajadores – Perú

La larga lucha del Sintra-Celima ha sido un ejemplo para la clase trabajadora en perseverancia, constancia, combatividad, organización y en la orientación que siguió para alcanzar el resultado final que se conoce.

Esto se explica porque en su conducción primó, en medio de luchas constantes para ganar y convencer a la base, una orientación político-sindical de independencia de clase. El sindicato Celima se fundó hace veinte años y por mucho tiempo ha sido una organización de vanguardia de la clase obrera, pero no siempre tuvo una conducción clasista. Han sido los desafíos más difíciles los que han permitido que dichas posiciones ganaran terreno y se posicionaran en la primera línea de su conducción, como en esta oportunidad.

Para empezar, hay que aclarar que el conflicto que enfrentó no fue uno más, sino el más importante de toda su existencia: un cese colectivo dirigido a destruir la organización sindical y a toda su vanguardia luchadora. Lo más mortífero que puede sufrir un sindicato es el cese colectivo; pero lo es más cuando el propósito está dirigido a destruir a la misma organización, echando a los que la sostienen.

El cese en Celima no estaba motivado por causas “estructurales” o crisis, como frecuentemente se justifican los ceses. La empresa es una corporación que no acusa más problemas que cualquier otra de su nivel. Su propósito era renovar su estructura productiva, empezando por barrer o liquidar a la organización sindical —donde se encuentra el grueso de los trabajadores con experiencia de lucha— para reemplazarla por gente nueva, igualando así la mano de obra con la competencia de la nueva fábrica china (Portalatino), instalada en el país hace un año y que opera sin sindicato y con mano de obra barata. La empresa no encontró mejor momento para este propósito que el actual, marcado por la ofensiva reaccionaria del gobierno golpista y asesino de Dina Boluarte, que sirve de base también para la ofensiva patronal contra la clase obrera. No era, pues, una lucha fácil.

Para este fin, la empresa hizo uso de todo su poder abusivo: dejó en la calle primero a 212 y después a 109 trabajadores, incumpliendo la resolución de la autoridad que desestimó el primer cese colectivo y aplicando un segundo, alargando un proceso que duró cerca de un año. Durante ese tiempo, les sustrajo los salarios y el seguro social, al mismo tiempo que les ofrecía incentivos para que renunciaran, a fin de doblegarlos. La empresa también hizo valer el peso de la asesoría de uno de los estudios jurídicos más millonarios de nuestro medio, el Estudio Muñiz, que ejerció presión sobre los funcionarios del ministerio de trabajo.

Ante esto, el sindicato debió enfrentar varios desafíos. El primero fue superar la inercia de su conducción anterior, que, mientras la empresa preparaba el cese colectivo, seguía sentada “negociando” la solución del pliego y soñando con una paz laboral infinita, hasta que el cese les cayó como un baldazo de agua fría. El golpe sirvió para sacudir a la base y alistarla para enfrentar este desafío. La orientación clasista consistió en combatir el cese colectivo, por un lado, con unidad para la lucha y democracia obrera, organizando un comité de lucha con los mejores militantes y articulando un plan de movilización permanente. Por otro lado, se centró en llamar a las centrales como la Confederación General de Trabajadores del Perú1 (CGTP) y la Federación de Trabajadores de la Industria Manufacturera y Servicios Afines del Perú (FETRIMAP), y a las organizaciones obreras a luchar unidas por la derogatoria de la ley de ceses colectivos —que era, y es, el problema de fondo— para ganar el apoyo necesario.

Aquí hubo que superar un primer obstáculo: la asesoría del Dr. Gilmer Ibáñez, a su vez dirigente de la FETRIMAP. Su orientación, basada en su autoconfianza legal y en su fe en el ministerio de trabajo, fue: “El cese no va a pasar”, por lo que los trabajadores debían esperar y buscarse el sustento como pudieran. En otros casos, esta postura llevó a que muchos cesados cobraran sus indemnizaciones y, aunque se “ganara” legalmente, la empresa lograba su objetivo. Contra esta orientación, se logró que la base se mantuvo firme, unida y movilizada bajo la consigna de que nadie cobraría y todos volverían. Así se derrotó el primer cese.

El segundo cese fue más complicado. Tras tres meses de lucha, las fuerzas no eran las mismas. Esta vez, la estrategia del abogado se vino abajo por completo: una primera y una segunda resolución echaron por tierra su confianza en el ministerio de trabajo y su confianza en sí mismo. El sindicato debía continuar la lucha hasta el final, pero con mayor eficiencia en el frente legal. El objetivo era revertir las resoluciones adversas para obtener una favorable. Se reforzó la base y se impulsaron acciones, centrando el llamado a la FETRIMAP y a la CGTP para unir la lucha contra los ceses colectivos y convocar un Paro Nacional. Esto logró que la FETRIMAP movilizara a sus bases —aunque su dirigencia sumó la demanda del Sintra-Celima como una más— y que la CGTP brindara apoyo con pronunciamientos y gestiones ante las autoridades. Así, la lucha salió del aislamiento y ganó la simpatía de un segmento importante de la clase trabajadora.

En el ámbito legal, se optó por otra asesoría para presentar una defensa sólida, demostrando lo evidente: que no había motivos para el cese colectivo y que todo lo actuado por la empresa y el ministerio era un despropósito ilegal.

El sindicato se jugó la última carta. Se movilizó hasta el final, incluso con una acampada en el frontis del ministerio, donde pernoctaron algunos trabajadores. Hasta horas después del plazo, el viernes 20, un grupo de más de 50 seguía gritando, mostrando su determinación de ir hasta las últimas consecuencias.

La resolución favorable no era segura: dependía de una instancia cercana a los intereses patronales, más aún bajo este gobierno. Sin embargo, se hizo todo lo posible. El triunfo no solo se debió a la lucha, el apoyo conseguido y la solidez legal, sino también a una circunstancia: el aislamiento y desgaste del gobierno, que hoy cuenta los días para el fin de su mandato.

Nadie ha logrado un triunfo como el del Sintra-Celima en condiciones tan adversas. Es un ejemplo de lo que puede alcanzarse siguiendo su camino, y de lo que la clase trabajadora puede ganar con una dirección verdaderamente independiente y clasista, como la que lideró esta lucha victoriosa.

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