La Casa Blanca de Trump y cómo combatirla
Por Michael Schreiber
Este artículo contiene segmentos revisados y actualizados del artículo que publicamos el día de las elecciones, el 5 de noviembre
Debería estar claro que el presidente electo Trump es un canalla: un racista, un maltratador de mujeres, un amigo de los supremacistas blancos y un aspirante a hombre fuerte autoritario. ¿Cómo es posible que gano en las elecciones de 2024?
Algunas personas, por supuesto, se dejaron engañar por las mentiras de Trump o aceptaron sus argumentos racistas y ultranacionalistas. Sin embargo, según las encuestas, millones no votaron, lo que debería acabar con la idea de que hubo un giro masivo a la derecha por parte de la clase trabajadora estadounidense.
No obstante, Trump, como un vocero de feria, fue capaz de atraer a muchos votantes a su campo con la visión de un futuro glorioso que solo requiere reinstalarlo en la Casa Blanca. Se ganó a un considerable contingente de trabajadores principalmente con sus promesas de más empleos y precios más bajos.
La principal receta de Trump para conseguir más puestos de trabajo es impulsar la industria estadounidense imponiendo enormes aranceles a los productos fabricados en el extranjero. «No permitiremos que vengan países, se lleven nuestros empleos y saqueen nuestra nación», declaró Trump. «La forma de que vendan su producto en Estados Unidos es construirlo en Estados Unidos, muy sencillo». Trump dijo que impondría un arancel del 60% a los productos procedentes de China -el principal proveedor extranjero de Estados Unidos- y aranceles de hasta el 20% a los productos de otros países. No se ha dicho hasta qué punto los aranceles añadidos de Trump contribuirían a la inflación y probablemente desencadenarían represalias por parte de otros países.
Al mismo tiempo, dice que la Casa Blanca de Trump fomentaría la producción industrial estadounidense reduciendo drásticamente los impuestos y las normativas, y ampliando la producción de combustibles fósiles con una política medioambiental de perforaciones sin fin. Los beneficios extraordinarios prometidos a las empresas industriales supuestamente beneficiarían a los trabajadores, aunque en el pasado esas políticas sólo sirvieron para enriquecer a los dueños.
Para endulzarlo todo, Trump ha esparcido algunas migajas extra para las masas prometiendo eliminar los impuestos sobre las propinas, las horas extraordinarias y la seguridad social.
Trump también ha señalado a los inmigrantes como chivo expiatorio de los problemas económicos y sociales del país. Según el, toda la delincuencia, el desempleo, el consumo excesivo de drogas y el supuesto consumo de gatos domésticos se debe a una «invasión» de Estados Unidos por los inmigrantes. Como remedio, prometió «sellar la frontera» reiniciando las obras de su «Muro», al tiempo que emprendía lo que, según su campaña, sería «la mayor operación de deportación de la historia estadounidense».
También estarán en la tabla de recortar legiones de los llamados «burócratas deshonestos» y «enemigos» dentro de los departamentos federales, la financiación a las escuelas que enseñan sobre derechos trans y «la teoría crítica de la raza», y numerosas protecciones medioambientales. Mientras tanto, el peligro para los derechos reproductivos se magnificará enormemente.
Por supuesto, es probable que Trump se enfrente a muchos obstáculos para alcanzar sus objetivos declarados. Para empezar, es seguro que se encontrará con fuertes vientos en contra en un marco cada vez más tenso de las políticas proteccionistas interimperialistas y las guerras comerciales, así como con conflictos militares en varios continentes.
Rana Faroohar, escribiendo en The Financial Times el 3 de noviembre, señaló: «Las políticas partidistas no acabarán con estas elecciones; de hecho, pueden empeorar. La productividad se ralentiza, la población envejece… y el país se enfrenta a las amenazas competitivas de China y otros mercados emergentes, que cada vez se unen más en sus propias alianzas de consenso post-Washington».
Aunque es demasiado pronto para predecir exactamente qué medidas podrán impulsar Trump y sus aliados, y cuáles serán las consecuencias, no cabe duda de que la clase trabajadora y los oprimidos serán los perdedores, a menos que contraataquen.
Tras las elecciones, los comentaristas de los medios de comunicación liberales han estado chillando sobre cómo los demócratas necesitan «reagruparse» para volver a ganar a la clase obrera para sus listas de votantes. Pero la historia demuestra que, a la hora de la verdad, tanto los demócratas como los republicanos siempre sacrifican los intereses de los trabajadores para permitir que las grandes empresas sigan funcionando sin problemas y con beneficios. A pesar de sus disputas partidistas, especialmente en época de elecciones, ambos partidos sirven en última instancia a los intereses de los ricos, no a los de las personas que necesitan trabajar para ganarse la vida.
Para repeler los ataques de la administración Trump -así como para ganar cambios significativos- lo mejor que podemos hacer es continuar a manifestarnos en las calles. Necesitamos construir gigantescos movimientos de protesta que dejen claro a los gobernantes de este país, que si no cumplen nuestras demandas, serán engullidos por la rebelión.
En última instancia, la opresión sistemática del pueblo trabajador estadounidense sólo cambiará cuando las víctimas, por millones, rompan con los dos grandes partidos capitalistas y construyan su propio partido independiente. Necesitamos un partido de la clase obrera -dirigido por un movimiento sindical combativo, democrático y rejuvenecido- que luche cada día por los oprimidos y explotados y que aspire a la instauración de un gobierno obrero.