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Perú | La clase obrera necesita volver a las calles

septiembre 14, 2022

La tarea más importante y urgente de los trabajadores en el momento actual es volver a la lucha para recuperar protagonismo ante la crisis nacional.

Nunca antes hemos soportado una ofensiva de la burguesía en todos los terrenos como la actual, desde la prensa que controla de manera monopólica, la fábrica donde crecen los abusos y despidos hasta el campo que se hunde en la pobreza extrema; todo, como parte de un plan general que tras la liquidación del gobierno de Castillo apunta a infligir una derrota al conjunto de la clase trabajadora para abrir paso al reajuste neoliberal que tanto anhelan los capitalistas para generar más ganancias.

Esta situación es únicamente responsabilidad del gobierno y de las direcciones de “izquierda” que le respaldan, y de la central. El gobierno de Castillo (junto a sus socios políticos Perú Libre y Juntos por el Perú) es el principal responsable por haber estafado la voluntad popular al abandonar sus promesas electorales para disciplinarse a la continuidad del modelo económico neoliberal y a la Constitución fujimorista, y por su incompetencia y corrupción. Las direcciones de “izquierda” y la central, por su parte, lo son también porque desde el inicio del gobierno de Castillo renunciaron a defender los intereses de los trabajadores para convertirse en portátil del oficialismo.

Ambos, Castillo y esa “izquierda”, llamaron a no movilizarnos, bajo el pretexto de los ataques de la derecha. Este pretexto se ha demostrado falso. Llevó a apoyar al gobierno con todas sus traiciones y abominaciones desmovilizando a los trabajadores, dejando el camino libre para que crezca la derecha y todo el concierto opositor, y para que la patronal se envalentonara. La verdadera opción era –y es hoy– los trabajadores o la burguesía, nuestras reivindicaciones o sus ganancias; y en función de ella salir a la pelea para exigir el cumplimiento de las promesas y la solución de las demandas. Si se hubiera seguido este camino hoy quien estaría arrinconado no serían los trabajadores y el pueblo pobre sino la patronal. Y el desmoronamiento del gobierno por su propia responsabilidad no hubiera dado paso a la reacción derechista que vemos estos días sino a una nueva y verdadera alternativa desde el seno de la misma clase obrera.

La situación actual se resume en una paradoja: la clase trabajadora y los más pobres impusieron con su voto al gobierno de Castillo para que atendiera las urgencias que dejó la pandemia cambiando el modelo económico. Pero Castillo traicionó sus promesas, continuó con lo mismo e hizo que los negocios sigan floreciendo a expensas de las mayorías; como por ejemplo, los efectos de la crisis internacional y las alzas de precios las pagan los trabajadores y los más pobres. Así, bajo el gobierno autollamado del “pueblo” los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.

Esta situación se mantiene aún en estos días en que Castillo lucha por su supervivencia y cuando de manera abierta desde toda la élite política se discute la manera de acabar con su mandato. En estas condiciones mantener la desmovilización para seguir apoyando a Castillo no solo resulta necio sino además suicida porque inflige más desmoralización y confusión en las bases obreras y las deja indefensos ante la arremetida patronal.

Por ello necesitamos volver a la lucha junto al pueblo pobre. Ante el fracaso del gobierno de Castillo y la reacción patronal hay que adueñarnos de nuestros destinos para abrir un nuevo camino.

La lucha de cada sector por sus reivindicaciones parciales como los pliegos de reclamos han sido y son importantes, pero no frenan los ataques. Al contrario: al limitarse al enfrentamiento con el patrón en un contexto donde su política es parte de una ofensiva más general, se enfrenta a un muro donde muchas veces no se alcanzan las soluciones y las luchas se prolongan hasta el desgaste de las fuerzas, como la larga huelga del sindicato Costeño. La lucha parcial es un desahogo y lo que necesitamos es derrotar la ofensiva patronal con la movilización unidad de los trabajadores y el pueblo pobre.

Desencadenar la lucha unida significa que debemos poner en marcha un Plan de Lucha y preparar un Paro Nacional, y para ello organizar las fuerzas obreras en torno a asambleas de bases y comités de lucha. Significa también que definamos claramente las banderas en torno a las cuales pondremos en pie de lucha a las bases: aumento general de acuerdo al costo de vida, empleo masivo, plan de asistencia al campo, Asamblea Constituyente.

Pero, ¿cómo hacer todo esto cuando todas las direcciones, especialmente la CGTP, han renunciado a defender los intereses obreros y populares para recostarse en el derruido gobierno de Castillo? Es difícil. Sin dejar señalar ni por un solo minuto el rol nefasto que han desempeñado y desempeñan, debemos exigir, especialmente a la central, que asuma su responsabilidad colocándose a la cabeza de estas tareas.

Bajo el impulso de esta orientación debemos poner en pie una nueva dirección, con los elementos más conscientes que están al frente de las luchas y que esté dispuesta a pasar de la lucha local a la lucha nacional, empezando por unir las peleas en todos los espacios posibles.

Un ejemplo concreto son las huelgas de Química Suiza, los conflictos que enfrentan diversas bases como Celima y Molitalia cuyos pliegos no tienen solución, la lucha del Sitomun contra la discriminación laboral, la de los trabajadores de Casino despedidos de manera abusiva, la de Cogorno en lucha contra el cierre de la empresa; todas ellas necesitan ser coordinadas y centralizadas para que ganen, y hacerlo en el marco preparatorio de un Paro Obrero en Lima que paralice las fábricas y coloque en la calle a miles de trabajadores. Una respuesta así puede ser un buen comienzo para producir una inflexión en el estado de inmovilidad y confusión que embargan a los trabajadores.

Las luchas históricas de la clase obrera se libraron en torno a paros y huelgas, como fue Paro Nacional del 19 de julio de 1977. Hay que retomar este camino. Es cierto que la situación actual es muy complicada y que llevamos un inmenso atraso. Pero la dimensión de las tareas no la planteamos nosotros sino la realidad. El PST es conscientes de la pequeñez de sus fuerzas, pero compromete todas sus energías en estas tareas, con plena convicción de que son las auténticas necesidades de la clase obrera y la confianza del paso que darán los mejores luchadores obreros.

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