Reprimirnos y dividirnos mejor para empobrecernos mejor: movilicémonos contra las opresiones y la explotación

En estos últimos meses asistimos a un endurecimiento del discurso y a medidas agresivas de los diferentes gobiernos, en el corazón del imperialismo. Esto comienza con Donald Trump, que hace más profundas las divisiones en nuestras filas: ataques contra los derechos de las mujeres con sus políticas machistas, ataques contra los derechos de los inmigrantes con sus políticas racistas. Observamos lo misma en Europa.
Por: LCT – Bélgica
En Francia, un partido como el Front National [Frente Nacional] estará probablemente[1] en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y la derecha «clásica» se radicalizó aún más. La violencia bárbara de la policía francesa, que viola a un joven de 22 años de edad durante una violenta incursión de rutina contra los africanos del Norte en los suburbios, es un síntoma inquietante pero, desgraciadamente, dramáticamente común en la evolución de nuestras «democracias». En Polonia, el gobierno ataca el derecho al aborto, en Rumania quieren despenalizar la corrupción…
Evidentemente, estos ataques violentos están estrechamente ligados a la destrucción progresiva del conjunto de nuestras conquistas sociales y de nuestros derechos. La ofensiva de la burguesía contra nuestra clase está a la altura de la gravedad de la crisis permanente del sistema capitalista: reducción de salarios, despidos colectivos, destrucción de los servicios públicos, aumento de la edad de pensión… Sin embargo, no es la crisis para todo el mundo, y los ricos son cada vez más ricos.
Efectivamente, dinero hay, pero menos que antes. El sistema alcanza sus límites de producción, y si los capitalistas quieren continuar teniendo beneficios, deben tomar el dinero de los trabajadores. AB Inbev por ejemplo, una multinacional belgo-brasileña, vio su ganancia neta disminuir casi a la mitad. Su tasa de ganancia disminuye y deben, entonces, para mantener su modo de vivir, ir por el dinero en los bolsillos de los trabajadores. Hay que despedir a una parte, pagarle menos a otra, contratar «indocumentados» para pagarles sueldos de hambre, privatizar los servicios públicos para abrir nuevos mercados.
Y para hacer todo esto, hay que endurecer también el aparato represivo, para reprimir las protestas; hay que desarrollar las divisiones, el racismo, el sexismo, para exacerbar la competencia entre trabajadores.
Pero, en los Estados Unidos como en Europa, los pueblos no se dejan estar. La elección de Trump aceleró las reacciones populares frente a las políticas represivas: el movimiento para la despenalización del aborto en Polonia, el movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos, las manifestaciones en Rumania o, aquí en Bélgica la manifestación contra la abolición del secreto profesional.
La burguesía belga también a la ofensiva
¿Y en Bélgica? Como país imperialista en el corazón de Europa, la burguesía belga hace frente al mismo problema: imponer sus medidas de austeridad y endurecer su política de seguridad pública, pero sin crear grandes movimientos de rebelión. Y razones para rebelarse hay cada vez más.
Tomemos la política criminal contra los trabajadores sin papeles, sobreexplotados en obras como la de la STIB [el transporte público en Bruselas], sin derechos, y que en todo momento corren peligro de ser presos y expulsados. Las expulsiones son la prioridad de Théo Francken [de la Nueva Alianza Flamenca, N-VA], que sigue al pie de la letra las recomendaciones de Europa, como lo demuestra el caso del joven basquetbolista bruselense que vive desde hace diez años en Bélgica, o de esas centenas de personas mantenidas encerradas en condiciones inhumanas a la espera de su expulsión.
Este ministro no es «un malo de la N-VA», sino un buen representante de la burguesía belga y europea. Particularmente eficaz desde este punto de vista, se ensaña literalmente contra los refugiados, negándose a otorgar visas a refugiados de guerra; ¡y llega hasta a modificar la ley para impedir a los abogados introducir recursos contra sus decisiones racistas! Una vez más, sigue la política racista de Europa que pide acortar los procedimientos.
Tomemos ahora las consecuencias de las medidas de austeridad. La limitación del aumento de los salarios y las políticas de flexibilización del mercado de trabajo generan cada vez más trabajadores pobres. En efecto, los precios aumentan y nuestro salario no alcanza, porque la indexación automática según el índice-salud –cuando no es «salteada» o «congelada»– no refleja el aumento de los principales gastos, como la energía por ejemplo.
Los resultados de estas medidas son el aumento progresivo de la pobreza en Bélgica: 30% de los niños vive en una familia pobre. Según Unicef, esto hace de Bélgica un país con «una de las tasas de pobreza infantil más elevadas de Europa»[2]. Según un estudio reciente, ¡esta cifra es de 43% en Bruselas![3]
¿Qué hacen nuestros sindicatos?
Nuestros sindicatos tienen un poder impresionante de movilización: ¡3 a 4 millones de afiliados! Pero, ¿qué hacen con este poder? No es un problema de análisis: como nosotros, son muy conscientes de que el objetivo del gobierno es el de «desmantelar la Seguridad Social y todo el edificio de solidaridad construido por los trabajadores»[4]. En lugar de impedir este drama, colaboran en su aplicación. En efecto, el Acuerdo Interprofesional (AIP) bloquea el aumento de los salarios por dos años a 1,1%. Un porcentaje entre 0,9 y 1,2% fue recomendado por el Consejo Central de la Economía, y los sindicatos dócilmente lo aceptaron. Para esconder esta nueva traición vergonzosa hacia el conjunto de la clase trabajadora, Tamellini evoca «que no se podía ir más lejos de una y otra parte. El margen salarial es endeble, pero era el máximo que se podía tener con arreglo a las cifras del Consejo Central de la Economía»[5].
Evidentemente, ¡los patrones y el gobierno no querrán aceptar más si no son forzados a eso! Defienden su interés, el de la burguesía. ¿Y el nuestro, quién lo defiende? En todo caso, ¡ciertamente no nuestras direcciones sindicales! En efecto, colaboran con el empresariado en el grupo de los 10 para «llegar a un acuerdo», que será SIEMPRE, en estas condiciones, favorable para los patrones. Porque, sin luchar frontalmente para defender nuestros intereses, irremediablemente opuestos a los de los patrones, los sindicatos solo ayudan a la burguesía que empobrece a los trabajadores.
¿Y los partidos de izquierda?
Desgraciadamente, los partidos de izquierda tales como el PS, los ecologistas o el PTB[6] no hacen nada más que prepararse para las elecciones municipales y provinciales de 2018. En ofensiva plena del gobierno sobre nuestros derechos, con una situación donde los despidos colectivos condenan a familias enteras a la precariedad, Raoul Hedebouw, del PTB, es invitado a la RTBF [radio y televisión públicas]. ¿Y de qué habla? ¿De la lucha necesaria de Caterpillar para impedir el cierre? ¿De la necesidad de una huelga general hasta el final? No. Habla del escándalo de corrupción de Publifin y de la futura ofensiva del PTB en Flandes. En otras palabras, como el PS y los ecologistas, ya está en campaña electoral.
Por el contrario, creemos que un partido revolucionario, que realmente representa los intereses de nuestra clase, no debe jugar el juego de quien-es-menos-corrupto. La corrupción es uno de los pilares del sistema capitalista y necesario para pagar a sus representantes para que trabajen en el mantenimiento de este sistema de dominación económica. El portavoz del PTB denuncia correctamente los salarios de los diputados en la Cámara, pero no para movilizar a los trabajadores hacia las calles, sino hacia las urnas. Para la LCT, ya es hora de construir un partido que no base su agenda sobre la de las elecciones, sino que defienda la movilización permanente con el objetivo de derribar este sistema capitalista, y no de participar en él para presionarlo más hacia la izquierda.
El que pelea puede perder, pero el que no pelea ya perdió
Esta frase de Bertolt Brecht resume bien la idea de que nuestra clase, si quiere triunfar, debe pelear, porque los capitalistas están siempre en la ofensiva. Pero esta frase nos dice también que nuestra clase puede perder. En el mundo, nuestra clase pierde. No existe actualmente ningún Estado donde la burguesía haya sido expropiada.
En Bélgica, nuestra clase está a la defensiva, no a la ofensiva como en otros lugares en el mundo. Al contrario de lo que dicen los burócratas sindicales, la falta no es de los trabajadores, porque ellos están dispuestos a luchar. En varios sectores, recientemente, la combatividad de nuestra clase fue ejemplar. El problema es que se pelea contra un ejército bien organizado, sin armas y con generales que estudian, como nuestro enemigo, la mejor manera de organizar nuestra derrota.
Hay que denunciar a nuestras direcciones sindicales y exigir un plan de lucha. Pero esto no basta. Hay que organizarse por la base y ser consciente que las burocracias sindicales van hacer de todo para impedírnoslo, van a hacer de todo para parar las luchas. Hasta van a expulsar a los militantes más combativos.
Debemos tomar iniciativas para sostener y desarrollar los movimientos en lucha que existen. Debemos sostener la lucha de los trabajadores sin papeles por su regularización, el movimiento por los derechos de las mujeres, los movimientos contra el racismo y la represión, sea en Bélgica o en cualquier otro lugar del mundo.
Solo la unidad de todos los trabajadores y trabajadoras, con o sin papeles, más allá de las fronteras, podrá parar esta ofensiva.
Traducción: Natalia Estrada.
[1] Es lo que sucedió. El artículo fue escrito antes de la segunda vuelta [N. d T.].
[2]↑ La Libre 23/02/16
[3]↑ Le Soir en ligne 02/02/17
[4]↑ Syndicat, Edito 17/02/17
[5]↑ RTBF 12/01/17
[6] El Partido del Trabajo de Bélgica, un antiguo partido maoísta que se recicló en «partido aceptable», reformista, con importante éxito electoral en los últimos años.